sábado, 30 de diciembre de 2023

LA VIDA, UNA PEREGRINACIÓN

1)  La vida es una única gran peregrinación;

2)  planeada por Dios, guiada por Dios y conducida hacia Dios. […]

3)  La vida es una peregrinación en la que Dios se muestra infinitamente grande y sabio,

4) una peregrinación que Dios planea y lleva a cabo de forma totalmente original. […]

 

[Cristo dice:] «Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28). Lo que él dice ahí de sí mismo significa, sin duda, lo mismo que «peregrinación». Por donde voy o donde estoy no tengo un hogar último. Aunque posea un terreno maravilloso, aunque experimente en mi entorno una atmósfera paradisíaca, el sentido de la vida no es permanecer aquí. Salí del Padre, vine al mundo, regreso al Padre. Regreso: es decir, no es aquí mi última meta. Piensen en el viejo patriarca: «Muchos han sido los años de mi peregrinación en la tierra, pero muy pecaminosos y pobres» (cf. Gen 47,9). El concepto de «peregrinación» es algo enormemente grande y significa para nosotros algo evidente. […]

Somos peregrinos

¿Por qué ha cuidado Dios en su sabiduría de que la peregrinación se hiciese difícil? […] ¿Cómo fue el pasado? ¿Fue una peregrinación? ¿Conservamos [en aquel momento] la consciencia de que no debíamos apegarnos a la tierra, a las circunstancias, de que todo no es más que un paso, pero transitus Domini, paso del Señor?

¡Una peregrinación difícil! ¿Cuál es la intención profunda que Dios asocia a ello? Quien sepa qué rápido se esclaviza nuestro corazón — creado, en última instancia, para lo más alto que pueda imaginarse, para el mismo Dios vivo— sabrá que es difícil comportarse correctamente en esta peregrinación. Dios nuestro Señor sabe cómo es eso. Habiéndonos creado como seres sensitivos y colocado en un mundo sensible, sabe que, muy pronto, la vinculación […] se vuelve servil, que a menudo confundimos a la criatura con Dios, que nos colocamos nosotros mismos en el lugar de Dios, que nos vinculamos a nosotros mismos. Y a fin de facilitarnos el reconocimiento de su intención cuida de que, si bien en las distintas estaciones de nuestra vida durante esta peregrinación las cosas pueden ser a menudo bien bonitas, se tornen difíciles cuando desde los más distintos frentes llegan dificultades tras dificultades.

Estas nos recuerdan siempre de nuevo: este no es tu último hogar. No debes quedarte enganchado aquí; Dios nuestro Señor llama. Del mismo modo como dijimos antes mediante la imagen de la procesión: Procedamus. Sigamos, sigamos, sigamos [caminando].

La última estación es siempre Dios, el eterno, el infinito. […] En definitiva, todo lo terreno, también todo amor puramente terreno, tiene que decepcionarnos. ¿Por qué? Hacia el hogar, hacia el Padre va el camino. Para que no olvidemos jamás que somos peregrinos.

J. Kentenich, 24 de noviembre de 1965, en Rom-Vorträge 24.11.-03.12.1965, 85-94

  

viernes, 22 de diciembre de 2023

MARÍA EN LA BIBLIA

En la oscuridad de la fe

Creo que todos tenemos una imagen muy errónea de la vida de fe de la Santísima virgen. Probablemente nos la imaginamos así: la Santísima Virgen nadó constantemente en un cálido ardor, no hubo en su caso dificultad alguna para   el       entendimiento        y        también       pocas dificultades para el corazón. Esta concepción la encontramos en muchos escritos de la literatura.

De esa manera, hay que imaginarse, por ejemplo, que, cuando la Santísima Virgen huyó a Egipto, los angelitos no hacían más que dar volteretas. Un angelito sucedía a otro para reemplazar al burrito en el que iban montados. O sea, pensamos siempre que la vida de la Santísima Virgen no fue tan sobria como nuestra vida cotidiana corriente y que la Santísima Virgen no tuvo que pasar por la oscuridad de la fe. ¡Oh, hubo tantas cosas incomprensibles en la vida de la Santísima Virgen que ella también tuvo que practicar el heroísmo de la fe!

Ejercicio del desasimiento de una madre

Solo hace falta que recuerden una única frase de la Sagrada Escritura que hemos citado ya a menudo. Piensen en el Salvador, cuando se escapó de su madre. Conocemos el suceso. Ya lo escuchamos tantas veces que no encontramos nada más tras él. La Santísima Virgen no comprendió para nada cómo el Salvador podía hacer algo así. [Dice ella con] extrañeza: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo te buscábamos con dolor.

Y ¿qué explicación le da el Salvador? Le dice: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? [Y] asunto resuelto. El Padre así lo quería. Y sanseacabó.

Por lo tanto, el Salvador se limita a indicar hacia lo alto: el Padre celestial lo quería de ese modo: no necesitas saber nada más. ¿Y qué dijo entonces la Santísima Virgen? ¿Estuvo de inmediato interiormente satisfecha  con     eso? Está    muy   claro   en      la       Sagrada       Escritura:     «Ellos no comprendieron       lo       que    les      dijo». Simplemente,         no      lo comprendieron.      [Pero la Santísima Virgen] conservaba todas esas palabras [en su corazón]; ella reelaboró una y otra vez todo ese suceso para comprender cómo es que Dios puede hacer algo así.

¿Qué es importante para mí aquí? Mostrarles por cuántas cosas incomprensibles tuvo que pasar la Santísima Virgen en su vida, exactamente como nosotros. Retengan esto: [la] fe presupone oscuridad, y, a la larga, sin oscuridad difícilmente puede existir la fe.

Grande en la fe

Ahora tienen que contemplar más de cerca la vida de la Santísima Virgen. […] Su fe era extraordinariamente grande. Tienen que contemplar la escena de la anunciación. ¿Qué exige Dios de la Santísima Virgen a través del ángel? Propiamente, los actos de fe más difíciles.

[En primer lugar, ella debe] creer en la Trinidad. Este es ciertamente el primer acto de fe en la Trinidad de toda la historia. Dice allí: la fuerza del Altísimo vendrá sobre ti. El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra. Por eso, aquel que nacerá a partir de ti será llamado Hijo del Altísimo. Allí tienen ustedes la primera revelación clara de la Trinidad. La       Santísima     Virgen dice:   fiat [hágase        en      mí].    Ella     cree   en      eso.

En segundo lugar, se exige de ella la fe en la encarnación [de Dios]. [Dice el ángel:] El Hijo unigénito de Dios tomará la naturaleza humana en tu corazón, en tu seno.

El Salvador no ha hecho aún ningún milagro para [demostrar] su divinidad, pero la Santísima Virgen escucha lo que ha dicho el ángel y cree. ¿[Por qué] cree? Porque Dios se lo transmite a través del ángel. Son actos heroicos de fe, grandes actos de fe. Ella no ha visto todavía los milagros del Salvador, no tiene todavía ninguna prueba de [su] divinidad, pero, aun así, cree.

Y después, el tercer acto de fe, que es especialmente difícil: ella debe creer que [será] al mismo tiempo madre y virgen. Tienen que imaginarse que [a alguna] de ustedes le dijeran: has de convertirte en madre, pero permanecer virgen.

Y tienen que tener en cuenta esto: [permanecer] virgen físicamente, no solo espiritualmente. O sea, el seno materno no debe abrirse, no obstante lo cual ella debe convertirse en madre, debe tener un hijo. ¿Quién de nosotros habría creído algo así? Nosotros habríamos dicho: ¡santo cielo, que lo crea el que quiera!

Nosotros consideramos muy evidente todo esto en la vida de la Santísima Virgen, pero todo fue algo extraordinariamente grande. Tal vez,     ahora comprenden mejor qué    significa        lo       que    le       dice    Isabel: Beata —¡dichosa tú, que has creído todo eso! ¡Si de nosotros pudiese decirse: dichosos nosotros, que vivimos totalmente en el espíritu de la fe! 

J. Kentenich, 18 de junio de 1956, en Am Montagabend, t. 3, 310 s


viernes, 15 de diciembre de 2023

ESPÍRITU SANTO Y MATRIMONIO

La vida matrimonial es una escuela superior del amor sin parangón, y una escuela superior del amor perfecto, del amor heroico a Dios. A partir de aquí puedo dar ahora una respuesta a la pregunta que se encontraba en el cuadro de preguntas de la vez pasada: Pentecostés. Para que comprendan la interconexión tengo que decirles lo siguiente: solo podemos amar heroicamente si el Espíritu Santo nos apoya con sus siete dones. ¿Qué significa eso? ¿Qué hace el Espíritu Santo a través de los dones, de sus siete dones?

Si quieren que les esclarezca la pregunta desde el punto de vista dogmático, entonces tienen que aprender a distinguir entre, primero, las virtudes infusas y, segundo, los dones del Espíritu Santo. ¿Qué significa «virtudes teologales infusas»? Tienen que distinguir [entre estas dos cosas]: una virtud puede ser adquirida por mí o puede serme infundida. Por ejemplo, puedo adquirir la obediencia practicando la obediencia. Pero ahora: ¿cuándo es infusa una virtud? Se habla de las tres virtudes teologales infusas: fe, esperanza y amor. Gracias al santo bautismo recibimos no solamente la vida divina, no solamente participamos como miembros de Cristo en la vida del Salvador, sino que se nos regalan, se nos infunden también capacidades. Es la capacidad de creer, de esperar y de amar: es decir, la capacidad de creer sobrenaturalmente, la capacidad de esperar sobrenaturalmente, la capacidad de amar sobrenaturalmente. Así como mi alma tiene la capacidad de pensar naturalmente y la capacidad de amar naturalmente, así tengo ahora la capacidad de creer sobrenaturalmente, de esperar sobrenaturalmente, de amar sobrenaturalmente. .

Esta es solamente una capacidad que me ha sido dada. Desde luego, ahora tengo que practicarla y realizar actos de fe, actos de esperanza, actos de amor. Ahora bien, en la práctica ¿qué capacidad se me da a través de las virtudes infusas de fe, esperanza y amor? Solamente la capacidad de que permanezca razonable en mi fe, esperanza y amor.

 
Envía tu Espíritu…

Ahora vienen los dones del Espíritu Santo. En parte se me regalan también en el bautismo, pero de forma singularísima se me regalan más tarde a través de la confirmación. ¿Qué significan los dones del Espíritu Santo para mí? Ahora tienen que escuchar de nuevo: las virtudes infusas me dan la capacidad sobrenatural de creer, esperar y amar razonablemente. Los dones perfeccionan las tres virtudes teologales y me dan la capacidad de seguir las mociones del Espíritu Santo en mí —o sea, no la razón—, y de hacerlo de forma rápida, permanente y heroica.

Si lo han comprendido un poco, pienso que ahora comprenderán también el punto final. ¿Qué dice el punto final? Antes dijimos que solamente puedo vivir una vida matrimonial en el sentido que agrada a Dios si soy heroicamente cristiano. Y solo puedo vivir cristianamente de forma heroica si el Espíritu Santo actúa en mí de manera especial con sus dones. Por eso, ¿qué tenemos que hacer los que hemos sellado la alianza de amor con la Santísima Virgen? Pedirle que ella ayude a que la alianza de amor con ella no se convierta solamente en alianza de amor con el Salvador y con el Padre, sino también en alianza de amor con el Espíritu Santo.

 J. Kentenich, 3 de abril de 1961 - Lunes por la tarde, tomo 20

viernes, 8 de diciembre de 2023

Dones de la gracia: Concebida sin pecado


Así como entonces Eva
nació sin pecado original,
libre de las angustias del pecado,
así tú también,
desde el comienzo de tu vida,
estuviste libre de culpa,
en virtud de la misericordia
del Padre Eterno.

Ya en el primer momento,
en tu concepción,
estuviste sostenida
por el soplo de la gracia:
la PALABRA
te hizo suya, se unió a ti
como Divino Esposo.

Te eligió como Colaboradora
y por eso te formó
según su propia imagen.
te hizo participar
del esplendor de su pureza,
regalándote la corona maravillosa
de Inmaculada.

En tu imagen contemplo
los bienes que Dios ama hondamente,
y se suscita en mí el anhelo
del esplendor de la pureza inmaculada,
en medio de la ruina actual de valores,
que semeja una danza demoníaca.

Que diariamente me sumerja
en la contemplación de esa imagen
y le ofrende todo mi amor.
Que por esa imagen
eche raíces en el mundo de Dios,
en el cual me planta la fe luminosa.

P. Kentenich, del “Espejo del pastor”, Sión 1977

viernes, 1 de diciembre de 2023

¿PORQUÉ UNA ALIANZA DE AMOR CON MARÍA?

El testamento de Jesús

Es exactamente como si yo quisiera ir ahora a algún lado, subir a una montaña. Alguien que ya ha hecho a menudo el camino se me ofrece y yo lo sigo hacia arriba, hasta la cumbre. ¡Eso no es ningún camino lateral! Por el contrario, si camino solo tengo que temer que aquí y allá me extravíe.

Me pongo ahora en manos de este guía y, entonces, llego de forma mucho más rápida y segura que si trepara solo.

¿Y por qué escojo precisamente a la Santísima Virgen para que me guíe hacia allá arriba? Porque Dios lo ha determinado de ese modo. El Salvador lo dijo expresamente en su testamento: ¡[Sella] la alianza de amor con la Santísima Virgen! ¿Por qué? ¿Dónde está eso en la (Biblia)? En cierto modo, es así: (Bajo la cruz del Salvador está la Santísima Virgen y están los seres humanos. La humanidad en cuanto tal está simbolizada por Juan. ¿Qué dice ahora el Salvador, pendiendo de la cruz, a Juan como símbolo de mi persona, de toda la humanidad? ¡He ahí a tu madre? ¿Qué    significa «he ahí a tu madre»?          Procura adquirir una relación de amor filial con mi madre y tu madre.


¿Y qué le dice el Salvador a su madre? ¡He ahí a tu hijo! ¿Qué quiere decir eso? Ella ha recibido el mandato de sellar una alianza de amor con la humanidad, o sea, también conmigo. En la medida en que yo tenga una disposición cristocéntrica, cristológica, tengo que cumplir también los deseos del Salvador, todos sus deseos. ¿Y qué deseos son los más valiosos, los más importantes? Aquellos que el Salvador dejó expresados en su testamento. Está claro: los últimos deseos tienen para mí una importancia muy especial. […]

Según la concepción católica, la Santísima Virgen tiene una expresa posición intermediaria y de mediación. Si realmente existe la ley de que Dios quiere que la Santísima Virgen sea colaboradora de Dios y auxiliadora nuestra, entonces la alianza de amor con la Santísima Virgen vale para todos sin excepción. […]

Ahora bien, si realmente está en el plan de Dios que la Santísima Virgen tenga esa posición intermediaria, ¿qué hacemos nosotros a través de nuestra alianza de amor? No hacemos sino decir sí al plan de Dios, nada más. Y para que esa alianza de amor nos resulte más fácil, Dios ha creado nuestra naturaleza de tal modo que tuviese una cierta receptividad, una cierta disposición para la alianza de amor con la Santísima Virgen, y ello en el orden natural. Nuestra naturaleza ha sido creada de tal modo que esté interiormente dispuesta para sellar una alianza de amor con la Santísima Virgen. 

viernes, 24 de noviembre de 2023

AMARNOS EN EL ESPÍRITU SANTO

La vida matrimonial es una escuela superior del amor sin parangón, y una escuela superior del amor perfecto, del amor heroico a Dios. A partir de aquí puedo dar ahora una respuesta a la pregunta que se encontraba en el cuadro de preguntas de la vez pasada: Pentecostés. Para que comprendan la interconexión tengo que decirles lo siguiente: solo podemos amar heroicamente si el Espíritu Santo nos apoya con sus siete dones. ¿Qué significa eso? ¿Qué hace el Espíritu Santo a través de los dones, de sus siete dones?

Si quieren que les esclarezca la pregunta desde el punto de vista dogmático, entonces tienen que aprender a distinguir entre, primero, las virtudes infusas y, segundo, los dones del Espíritu Santo. ¿Qué significa «virtudes teologales infusas»? Tienen que distinguir [entre estas dos cosas]: una virtud puede ser adquirida por mí o puede serme infundida. Por ejemplo, puedo adquirir la obediencia practicando la obediencia. Pero ahora: ¿cuándo es infusa una virtud? Se habla de las tres virtudes teologales infusas: fe, esperanza y amor. Gracias al santo bautismo recibimos no solamente la vida divina, no solamente participamos como miembros de Cristo en la vida del Salvador, sino que se nos regalan, se nos infunden también capacidades. Es la capacidad de creer, de esperar y de amar: es decir, la capacidad de creer sobrenaturalmente, la capacidad de esperar sobrenaturalmente, la capacidad de amar sobrenaturalmente. Así como mi alma tiene la capacidad de pensar naturalmente y la capacidad de amar naturalmente, así tengo ahora la capacidad de creer sobrenaturalmente, de esperar sobrenaturalmente, de amar sobrenaturalmente.

Esta es solamente una capacidad que me ha sido dada. Desde luego, ahora tengo que practicarla y realizar actos de fe, actos de esperanza, actos de amor. Ahora bien, en la práctica ¿qué capacidad se me da a través de las virtudes infusas de fe, esperanza y amor? Solamente la capacidad de que permanezca razonable en mi fe, esperanza y amor.

Envía tu Espíritu…

Ahora vienen los dones del Espíritu Santo. En parte se me regalan también en el bautismo, pero de forma singularísima se me regalan más tarde a través de la confirmación. ¿Qué significan los dones del Espíritu Santo para mí? Ahora tienen que escuchar de nuevo: las virtudes infusas me dan la capacidad sobrenatural de creer, esperar y amar razonablemente. Los dones perfeccionan las tres virtudes teologales y me dan la capacidad de seguir las mociones del Espíritu Santo en mí —o sea, no la razón—, y de hacerlo de forma rápida, permanente y heroica.

Si lo han comprendido un poco, pienso que ahora comprenderán también el punto final. ¿Qué dice el punto final? Antes dijimos que solamente puedo vivir una vida matrimonial en el sentido que agrada a Dios si soy heroicamente cristiano. Y solo puedo vivir cristianamente de forma heroica si el Espíritu Santo actúa en mí de manera especial con sus dones. Por eso, ¿qué tenemos que hacer los que hemos sellado la alianza de amor con la Santísima Virgen? Pedirle que ella ayude a que la alianza de amor con ella no se convierta solamente en alianza de amor con el Salvador y con el Padre, sino también en alianza de amor con el Espíritu Santo.

…entonces se renovarán mi interior y nuestra vida matrimonial

Por eso tenemos que pedir a menudo, también en nuestras jaculatorias o cuando rezamos por nosotros: envía tu Espíritu, el Espíritu Santo, y renovarás la faz de la tierra. Es decir, nuestro propio interior se renovará, nuestra vida matrimonial se renovará.

Tengo que repetirlo, y pienso que, si ustedes se conocen a sí mismos, lo admitirán todos: solo podemos superar las dificultades matrimoniales si llevamos una vida heroicamente cristiana en el Espíritu Santo. Por supuesto, no debemos sentirnos oprimidos y desalentados si alguna vez nos falla. […] El sentido del matrimonio es que nos encontremos de manera inmensamente íntima, que nos queramos de forma inmensamente entrañable. En efecto, estos son los dos peligros: o bien cedemos a la pasión o bien tenemos frialdad, casi hostilidad el uno para con el otro. ¡Y cuán a menudo sucede esto! Antes de que eso aparezca hacia fuera ha estado agitando y haciendo estragos interiormente durante largo tiempo en el alma. Ustedes seguramente lo entienden: la vida cristiana es un ideal grandioso. ¡Sí, sin lugar a dudas! […]

                    J. Kentenich, 3 de abril de 1961, en Am Montagabend, t. 20, 226 

viernes, 17 de noviembre de 2023

RELACIÓN CON CRISTO: EUCARISTÍA Y MATRIMONIO

Adorar a Cristo en mi casa

«Belén» ¿Qué se está queriendo decir aquí con «Belén»? Se trata del establo de Belén. ¿Qué significa que Belén sea la primera iglesia cristiana, católica? Desde luego, estoy presuponiendo que estamos convencidos de que la iglesia no la hacen los muros. ¿Cuál es la esencia de la iglesia cristiana, católica? El Santísimo. Y allí existe el Santísimo y se lo adora. ¿Era así en Belén? ¿Estaba allí el Santísimo? Respuesta: ¡por supuesto! ¿Y quiénes eran los adoradores? Eran el papá y la mamá, los pastores [y] todos los que después vinieron de visita.

¿Les resulta fácil aplicar esto ahora a su propio «Belén»? ¿Mi casa tendría que ser también una iglesia? Lo hemos dicho: es nuestro santuario. ¿Está allí Cristo, habita allí Cristo? Si somos auténticamente católicos, entonces somos todos Cristos, cada uno de nosotros. Entonces podemos también adorar a Cristo: por ejemplo, el esposo en la esposa, la esposa en el esposo, los padres en los hijos, los hijos en los padres. Por lo demás, este pensamiento era muy corriente en el cristianismo primitivo. Sé que antes les conté ya un par de veces acerca de un hombre llamado Leónidas [mártir, muerto aproximadamente en el año 202]. Su hijo era Orígenes [teólogo y autor eclesiástico, aproximadamente 185254]. Cuando el pequeño regresaba de la iglesia habiendo comulgado, [el padre] besaba el pecho del niño. ¿Qué significaba ese beso? Era el respeto por Cristo, que entonces vivía en el niño.

Era el Cristo sacramental. Pero existe también un Cristo místico. Esto es lo grande en lo que se nos concede creer: todos somos portadores de Cristo. Como ven, lo que me importa es que logremos ver de nuevo nuestra casa en toda su grandeza y sublimidad.

J. Kentenich, 23 de diciembre de 1963, en Am Montagabend, t. 29, 177 s.


El amor es el órgano más excelente de la fe

¿Qué creemos nosotros? Creemos que el pequeño trozo de pan o que las especies de pan y vino comprenden en sí al Dios hecho hombre, Jesucristo. Esto significa una hazaña de fe. ¿A quiénes de nosotros les resulta fácil la fe? A aquellos que han experimentado ya en su vida cotidiana habitual el poder maravilloso del amor. Y, a la inversa, ¿de dónde proviene que la humanidad actual tenga tanta dificultad para la fe en Dios? Proviene de que los hombres actuales han experimentado poquísimo amor. […]

Por eso dice tan hermosamente san Agustín: «El amor es el órgano más excelente de la fe». ¿Será verdad? Poder creerse y sentirse amado significa tener órgano de fe. ¿Es algo evidente para nosotros que el Dios eterno, cuyo reflejo somos nosotros, los pequeños seres humanos, nos ama sin medida? Entonces también nos resultará difícil la fe en la pieza de maestría del amor del Dios hecho hombre, la hazaña de nuestra fe, la fe en la sagrada Eucaristía.

Mi comida

En realidad valdría la pena que más tarde nos pongamos de rodillas ante el sagrario y nos preguntemos: ¿Qué creo yo? O, cuando comulgan: ¿A quién comemos? Literalmente: ¿A quién comemos? ¿Quién es para nosotros el alimento para la vida divina? Se dice muchas veces en tono de broma: ¡Te quiero tanto que te comería! Deberían seguir alguna vez esta idea. Son grandes verdades para cuya comprensión todavía le falta mucho a nuestra alma. Tenemos que buscar a veces la soledad y, partiendo del amor que disfrutamos, ascender al amor del Dios infinito. Y tienen que pensar: ¿Quién es aquel que se me da totalmente como alimento, que se me ofrece como ofrenda y quiere ser constantemente mi amigo?

Ese es el Dios eterno en su naturaleza humana. ¿Cómo es la naturaleza humana? Un cuerpo transfigurado, un alma completamente espiritualizada. Este es mi maestro, mi amigo, mi consolador, la Verdad eterna. […]


Mi ofrenda

Pero el Salvador es también mi ofrenda. Si quiero demostrarle al Padre del cielo que lo quiero —y no debo hacerlo solamente con palabras, sino que quisiera hacerlo por los hechos— y tengo la sensación de que no puedo hacerme suficientemente pequeño —a veces quisiera aniquilarme—, entonces se me ofrece el Salvador. Él me comprende, comprende los finos rasgos de mi sencillo corazón. Él sabe que un hijo no descansa hasta que se ha ofrecido y regalado de nuevo al Dios eterno. Entonces, me dice: Yo quiero ser tu ofrenda. Mira, yo me regalo al Padre. Después, el Padre te mirará de nuevo con inmenso amor. Deberíamos pensar mucho más a menudo estas sencillas verdades, ¿no es cierto?

Mi amigo

Y, después, él es también mi amigo. Tal vez degustamos demasiado poco este hecho. A veces estamos interiormente muy cansados y solos. Es muy auténticamente humano que no podamos soportar por largo tiempo la soledad. Es algo inmensamente hermoso tener un corazón humano del cual sé que siente en unión conmigo. Nuestra alma no está predispuesta para el aislamiento. Por eso Dios ha creado otros seres humanos que deben darme cabida en su corazón y, junto conmigo, asumir también todo mi dolor y mi necesidad. Y cuán a menudo llamamos a la puerta de corazones humanos y pedimos que nos abran. No olviden: es algo grande cuando digo que la Santísima Virgen nos espera allá abajo [en el santuario], pero es algo distinto si el que nos espera es el Salvador. Y la Santísima Virgen quiere llevarnos al Salvador.

J. Kentenich, 16 de abril de 1939. En In seiner Liebe bleiben, 35 ss. 

viernes, 10 de noviembre de 2023

¿CÓMO EXPERIMENTAR LA RELACIÓN CON DIOS?

 En una de sus reflexiones, en el año 1951, el Padre Kentenich se pregunta ¿qué se puede hacer para que el hombre moderno, tan enfermizo, adquiera la capacidad de experimentar a Dios? Ante tal pegunta nos propone dos métodos o “curas” para tal enfermedad: una cura radical y una cura normal. Hoy traemos a este Blog lo que dijo sobre la “cura normal”.

Cura normal

"Sin embargo, en innumerables casos estas cuatro formas de cura radical no serán posibles. En su lugar puede darse una cura normal. Esta consiste en la educación mariana. Un camino practicable para lograr que el hombre moderno llegue a tener nuevamente capacidad de vivencia religiosa es una profunda piedad mariana como cura normal. Preguntamos por la eficacia y la forma de acción de la piedad mariana. Aquí es posible que aparezca una dificultad en su alma: si mi alma o la de mis seguidores está tan enferma, ¿cómo ha de ser capaz de adquirir un tierno amor a María? Es verdad: aquí estamos ante una dificultad importante. Si todo es tan enfermizo en el alma moderna, ¿se puede recibir todavía la semilla del amor a María? La respuesta es que si acaso puede despertarse todavía una receptividad religiosa, entonces es a través de lo mariano. El motivo psicológico profundo reside en que, normalmente, la vivencia más profunda del niño pequeño es la que tiene con su madre. Ahora bien, si tampoco se cuenta con esto, podremos preguntarnos, con desesperación, cómo podemos ayudar todavía al hombre actual. O sea, si acaso es todavía posible que se suscite una capacidad de vivencia religiosa, entonces es a través del amor a María.

La vida práctica nos muestra a veces interrelaciones curiosas. Me viene a la mente el caso de un joven seminarista. Estaba fuertemente tensionado por dificultades de fe. Ahora bien, peculiarmente, su imagen de Cristo estaba totalmente distorsionada, pero la imagen de María vivía intacta en su alma. En realidad, esto es contrario a la lógica. Sin embargo, es posible. En este caso, la vivencia que había tenido con su madre en la infancia había captado tan profundamente la vida subconsciente de su alma que la imagen de María no se había visto sacudida, no se había visto arrastrada a la crisis de los años de adolescencia. […]

Si no saben transferir a la Santísima Virgen de forma correspondiente la profundidad de los sentimientos que despierta el verdadero amor de madre, entonces en la vida futura les faltará algo sumamente importante: el punto de enlace para la capacidad de vivencia religiosa. No obstante, es posible que esa profunda capacidad interior de vivencia religiosa, si se vio obstruida y recubierta durante años, vuelva a surgir en años posteriores.

Papá y mamá, introducid a vuestros hijos profundamente en la entrega a la Santísima Virgen. De otro modo, para la vivencia religiosa os faltará un punto de enlace que, humana y psicológicamente visto, es irreemplazable.”


J. Kentenich, 2 al 6 de octubre de 1951, en Dass neue Menschen Werden, 98 ss.

viernes, 3 de noviembre de 2023

MARÍA NOS LLEVA AL PADRE

 

Entusiasmar el corazón por Dios gracias al influjo de una gran mujer

¿Qué tarea asume ahora la Santísima Virgen? La tarea de conducirnos al Padre del cielo, de cuidar de que el Padre del cielo pase a ocupar el centro de toda nuestra vida. No solamente nos señala al Padre, no solamente nos conduce al Padre, no solamente cuida de que nuestra alianza de amor se convierta en una alianza con el Padre Dios, sino que cuida de que lleguemos a estar poseídos por el Padre. […] Ella cuida ahora de que nuestro corazón entero esté interiormente encendido […]. Cuando me va bien, cuando me va mal, cuanto todas mis esperanzas y expectativas se quiebran […], también cuando atravesamos el oscuro portal de la muerte. ¿Será así una tarea difícil la que la Santísima Virgen asume para con nosotros, hombres modernos, que tenemos una imagen tan desvaída de Dios?


Si reflexionamos y nos preguntamos en qué consiste esa tarea que la Santísima Virgen ha asumido en ese sentido, [vemos] una tarea doble:

1) Ella nos muestra al Padre; y

2) ella nos enciende por el Padre.


Ella nos muestra al Padre. ¿Qué Padre nos nuestra? La verdadera, auténtica imagen de Dios. ¿Y qué rasgos encontramos en esa imagen de Dios?

Dos rasgos esenciales de la imagen de Dios

Son sobre todo dos rasgos, dos cualidades. ¿Cómo está el Padre Dios en el corazón, en el espíritu de la Santísima Virgen? El Dios vivo está en su corazón como

      el Padre Dios que cuida y cobija fielmente. Pero está también como

      el Dios de infinita majestad que plantea vigorosas exigencias.

El Padre Dios que cuida y cobija fielmente: ¡cómo se esforzó el Salvador por anunciar esa imagen del Padre a los hombres! Al final de su vida él se rinde cuentas a sí mismo sobre la tarea de su vida y constata, entonces: He anunciado a los hombres tu nombre, el nombre del Padre. No solo el nombre del Padre, sino también la imagen del Padre con los sentimientos del Padre y la entrega del Padre a sus hijos.

J. Kentenich, 22 de junio de 1958, en Am Montagabend, t. 9, 229 ss.

viernes, 27 de octubre de 2023

MI IMAGEN DE DIOS


¿Cómo están las cosas con mi imagen de Dios? ¿Cómo está mi amor al Padre? ¿Estoy poseído por el Padre? ¿Cuánto he avanzado en ello?

No sé si debo responder la pregunta en nombre de ustedes. Pienso que hasta tendría que extremar la pregunta diciendo: ¿Tiene la imagen de Dios alguna influencia en mi vida? No debemos perder de vista que vivimos en un mundo secularizado. Casi querría decir que vivimos en un tiempo ateo y en un tiempo secularizado. Millones de personas son hoy ateas. Si se les menciona la palabra «Dios» o «imagen de Dios», «imagen del Padre», sacuden la cabeza y dicen, simplemente que es imaginación, que no es más que una ilusión del ser humano, una ilusión de la imaginación y del corazón. Dios no existe, por supuesto que no.

¿Y el hombre moderno, secularizado? Si bien este dice que Dios existe, afirma que está allá arriba en el cielo, donde se siente a gusto. Del este mundo aquí no tiene interés ninguno.

Permítanme pedirles que reflexionen lo siguiente: ¿Qué imagen de Dios vive en mi imaginación, en mi cabeza y en mi corazón? La respuesta [tienen] que dársela ustedes mismos. Yo solo puedo dar una respuesta general e indicar líneas generales.

Importancia de los padres para mi imagen de Dios

¿De qué manera llegamos comúnmente los hombres modernos a tener una imagen de Dios? Aquí tenemos que distinguir. Primero, el tiempo de nuestra [juventud]. Allí está el padre, está la madre. Sobre todo la madre nos conduce a Dios. Ella nos muestra y nos advierte de que existe un Dios vivo. Por último, el padre también ayuda un poco con eso. El padre es religioso: por el hecho de que reza, de que ofrece sacrificios, de que comulga, advierte de que existe todavía Otro por encima de él. Y así experimentamos en general a Dios como un reflejo de nuestros padres.

Esta es la primera imagen de Dios que absorbemos en nuestro corazón como niños pequeños.

Basta con que pensemos lo siguiente: cuántos cristianos hay que hoy en día no toman esta imagen del padre y de la madre, en parte porque el padre y la madre no son suficientemente religiosos, y en parte porque el padre y la madre representan cualquier otra cosa menos un trasunto de Dios. Lamentablemente, ese tipo de imagen de Dios que recibimos en los primeros años de nuestra vida se conserva, tal vez, durante toda nuestra vida.

Nos hacemos mayores, vamos a la escuela, primaria, secundaria, universitaria. ¿Qué significa? ¿Qué aprendemos de Dios? Todo tipo de cosas, pero solamente para la cabeza: en la mayoría de los casos, eso no penetra en el corazón. En efecto, qué pocos son los maestros y maestras que saben depositar la imagen de Dios en el corazón. ¿Qué imagen de Dios existe todavía actualmente a lo sumo en nuestra cabeza y en nuestro corazón? Solamente la imagen que he recibido de papá y mamá.

La relación con Dios en la hora punta de la vida

Ahora salimos de la escuela y, por lo tanto, nos internamos en medio de la vida. ¿Cómo es la vida moderna? No tiene nada que ver con Dios. En el ámbito de la vida pública no se percibe nada de lo que habíamos aprendido antes —que la creación en la que vivimos es un regalo de Dios—. ¿Cómo experimentamos la creación cuando entramos en una lucha por la existencia?

¡La creación nos pertenece! Tenemos que darle forma, plasmarla, procurar ganar dinero de modo que podamos vivir. De Dios como Señor de la creación no vemos nada en nuestro entorno. Podremos escuchar alguna vez algo sobre eso en la Iglesia, pero la vida en cuanto tal pasa corriendo a nuestro lado, ya no conoce más ningún Dios y Señor. Y de lo que aprendimos antes —que existe un gran orden de leyes establecido por Dios— no se escucha nada tampoco. Aunque hay leyes, las utilizo solamente para obtener ganancias a fin de que me vaya bien aquí en la tierra. ¿Y dónde encuentro en mi lugar de trabajo, en mi ambiente, personas que coloquen a Dios realmente en el centro de su vida?

¡Así es nuestra imagen de Dios! […]

 

  

viernes, 20 de octubre de 2023

¿CÓMO GESTIONAR EL MIEDO?


Superar la angustia profunda

Cuando hay estados de angustia el cuerpo nunca es la única causa: las dolencias físicas se han incrustado en sus efectos en el alma. Los médicos aconsejan un cambio de ambiente y de aire. Podemos intentarlo, y puede ser que eso alivie y atenúe. Pero estoy convencido —tal vez, ustedes también lo estén— de que la angustia profunda no se supera con un cambio tal. Es lo que justamente quiero destacar: es lícito aplicar todos los medios denominados de régimen propio según el sentido que tienen, pero, sin la correspondiente ingenuidad y filialidad [frente a Dios, el Padre celestial], no conducen a la meta […].

La fuerza para soportar cosas

El motivo más simple y efectivo es siempre el siguiente: doy alegría al Padre del cielo. Si a él le alegra, por ejemplo, que yo haga soberanamente el ridículo, entonces yo también quiero alegrarme de ello. […] Tienen que notar cómo la filialidad da realmente la fuerza para paralizar cosas, para soportarlas y, tal vez, en determinados casos también para superarlas por completo. […]

Experimentamos en nosotros mismos. ¡No estudiar mucho, sino experimentar! Si lo experimentamos en nosotros mismos, lo tendremos con seguridad; y si otros experimentan lo mismo, tendremos un saber experiencial. No nos dejamos desbaratar el saber experiencial por todo tipo de sofisticaciones teóricas.

J. Kentenich, 1937, en

Kindsein vor Gott, 335 ss.

Saltar con audacia

El Dios vivo nos habla. El Dios vivo nos habla en su persona, pero también a través de su palabra, del acontecer del mundo. […] Un salto, un salto audaz a sus brazos: eso es la fe en la Providencia. Es algo así como decir, por ejemplo: [estando arriba,] en la cima de una montaña, ahora tengo que saltar hacia abajo, al mar.

Esta es la fe en la Providencia. ¡Saltar a los brazos de Dios! Dios es el que está detrás de todo el acontecer del mundo, detrás de todas las situaciones: esté yo sano o enfermo, tenga éxito o fracase, nada de eso es casual, Dios está detrás. La fe en la Providencia me hace dar audazmente el salto a los brazos de Dios, que está detrás de todas esas cosas.

El águila es arrojada fuera del nido

O bien, otra imagen. ¿Podemos imaginarnos más o menos cómo se siente un pichón de águila que es arrojado por primera vez fuera del nido? Con inquietud interior se deja arrojar fuera de su nido. ¿Qué vendrá ahora? De pronto siente que sus alas son sostenidas por el aire y, entonces, asciende seguro hacia lo alto, hacia el sol. Este es el hombre que tiene fe en la Providencia: ha saltado fuera del nido, expulsado de todas las circunstancias satisfechas de su vida. Pero ¿hacia dónde ha saltado? ¿Hacia lo incierto? Oh, no hacia lo incierto, sino siempre a los brazos de Dios, a los brazos del Dios eterno, a los brazos del Dios infinito.

J. Kentenich, 26 de mayo de 1963, en

Aus dem Glauben leben, t. 7, 151 s.

  

viernes, 13 de octubre de 2023

NUESTRA VIDA EN MANOS SEGURAS


Con audacia

El hombre audaz no es que vaya por la vida sin miedo, sino sin particular miedo. No va por la vida con rodillas temblorosas. Por ejemplo, no es vergüenza alguna que, si me veo arrojado en medio de las dificultades del tiempo actual, mi corazón experimente un temblor interior; o, por ejemplo, que, si tuviésemos que perder la libertad, tuviésemos un cierto sentimiento de angustia. Esto no es falta de hombría, es algo enteramente humano. El Salvador también lo experimentó: ¡qué angustia estremeció al Dios hecho hombre! ¡Por angustia derramó gotas de sudor, y hasta sudó sangre! […]

En efecto, la palabra del Salvador nos dice que Dios permite tanta incertidumbre para que el ser humano siga siendo consciente de que depende de Dios. Podemos asegurarnos cuanto queramos: todo eso puede quedar destruido de la noche a la mañana. Por más que pueda tener un puesto asegurado, mañana pueden echarme. El hombre que tiene fe en la Providencia sabe de la seguridad del péndulo: por eso es tan sereno y audaz. Es decir: todas las cosas fluyen, todo lo humano se ve arrojado de ese modo. El ser humano no tiene seguridad en las cosas del mundo, tampoco en las leyes y costumbres. Solamente hay seguridad en manos de Dios. El hombre audaz sabe ver en todas partes el plan de vida de Dios e incorporarse a ese plan. […] Desde luego, en todo ello es lícito que haya un poquito de preocupación y de prudencia, pero solo un poquito.

J. Kentenich,

extracto de una carta, manuscrito

La seguridad está arriba, «en el gancho»

La seguridad propia del ser humano en cuanto tal es siempre la seguridad del péndulo. Hacia abajo el péndulo está inseguro: puede ser puesto en movimiento por cualquier soplo de viento. Algo semejante ocurre a menudo con la seguridad del ser humano en la tierra. ¿Dónde tiene su seguridad el péndulo? Arriba, en el gancho. Algo semejante sucede en el ser humano. Solo estoy asegurado en Dios. El hombre actual no tiene ya seguridad alguna en los demás hombres, y ha arrojado de sí la seguridad en Dios. Es necesaria la vinculación al gran Dios.

J. Kentenich, 1946, en

Das katholische Menschenbild, 39

Estar seguros en el «nido primordial»

Seguridad del péndulo: puede que la naturaleza se estremezca y tiemble transitoriamente cuando se nos retira nuevamente el suelo bajo los pies o cuando se nos corta una seguridad terrena, mundana […] [Pero el hombre creyente] se habrá decidido con prontitud de nuevo por Dios y habrá buscado conscientemente refugio en su hogar primordial, en el corazón de Dios. Allí está cobijado y seguro como en ninguna otra parte del mundo. Nadie tiene tan buenas intenciones para con él como Dios, y nadie es capaz ni tiene disposición como Dios para que todo lo desagradable y malo redunde en su bien.

J. Kentenich, abril-junio de 1944, en

Marianische Werkzeugsfrömmigkeit, 37

Seguridad del péndulo, poder en blanco

¿Qué es lo que resuena más fuerte en la expresión «poder en blanco»? Es justamente aquello que está grabado muy profundamente en el rostro del tiempo moderno: la oscuridad, la incertidumbre y la inseguridad de la vida actual.

Tienen que prestar atención, en general, a que ninguna de estas expresiones ha sido «fabricada». Lo que se ha desarrollado entre nosotros con esas expresiones no se ha plasmado nunca en el escritorio, tras una larga reflexión. Esas expresiones son muchas veces fruto de una ocurrencia repentina.

¡Poder en blanco! Examinen nuevamente cómo se capta aquí la vida psíquica moderna, puesta como está en este tiempo oscuro, tenebroso.

Poder en blanco: ¿qué significa? Significa que le regalo a Dios un poder en blanco. Piensen en un cheque en blanco. No necesito exponerlo ahora, pues se trata de asuntos corrientes. Un papel en blanco, y el nombre infrascrito. ¿Quién puede escribir en el papel lo que quiera? ¿Comprenden qué importante es esto?

O bien, tomen otras expresiones que giran en torno al mismo proceso de vida: internarse en una eterna inseguridad de péndulo a fin de adquirir una seguridad de péndulo. Desde luego, son formulaciones jocosas que de pronto se hicieron populares: fuera con la seguridad de caja, ¡a la seguridad de péndulo! Los acontecimientos históricos pueden hacer que, abajo, el péndulo se vea lanzado constantemente de un lado al otro, como sucede justamente con un péndulo. ¡Conformidad con la voluntad de Dios!

¡Cómo suena esa expresión! En primer lugar, encierra en sí una estática. El cheque en blanco expresa toda la dinámica que se exige de todos nosotros si queremos o debemos ver correctamente la vida actual, desenvolvernos correctamente en ella.

J. Kentenich, 23 de noviembre de 1965, en Rom-Vorträge 17.-23.11.1965, 213 s.

viernes, 6 de octubre de 2023

DECIR SÍ A DIOS Y A SUS DESEOS


Superar la angustia

Si como psicólogo analizo la condición humana y cristiana pienso tener que decir que está llena de tensiones, y estas tensiones se ven constantemente alimentadas por un temor y una angustia muy profundos. Así pues, el psicólogo ve asociados a la condición humana un temor y una angustia implacables. No estará de más que descorramos ahora el misterioso velo de nuestra alma. También nosotros nos vemos mucho más torturados por el temor y el miedo de lo que lo admitimos […].

¿Qué entendemos por angustia? La angustia es un malestar psicofísico enormemente fuerte a causa de la inferioridad frente a algo indeterminado, de la impotencia que sentimos en nosotros frente a una oscura omnipotencia […].

Aprender a decir sí de forma filial

Si me permiten […] decir algo sobre los remedios […], notarán que los remedios contra [la angustia] no son conducentes si no se agrega a ellos el arrojo de la filialidad […].

Hasta el fin de la vida tendríamos que esforzarnos por grabar en los sentimientos, el corazón y la voluntad el arrojo de la filialidad. […] Otra expresión para ello es: el arrojo de decir sí. Cristo también pronunció este sí en una difícil situación de su vida: ¡Sí, Padre! Decir sí con audacia. […]

Observen la vida de grandes hombres, observen su propia vida: ¿acaso no llegamos periódicamente a un cierto límite, a una cierta barrera [ante la cual nos preguntamos] «y ahora qué»? En cualquier caso, sentimos el corte, notamos que saltar por encima de esa barrera es, en cierto sentido, un acto de arrojo; sentimos que las cosas ya no son tan tranquilas, tan confortables y sosegadas: hay que pasar a un plano más alto. Antes habíamos sentido los límites: ahora hay que hacerlos saltar […].

Todos nosotros […], que nos encontramos en la vida moderna, deberíamos movernos constantemente en estas consideraciones. ¿Qué quiere Dios? Si el ser humano necesita arrojo ya en su desarrollo puramente natural, ¡qué arrojo será necesario para entrar en la oscuridad de la fe! […]

¿Sienten ahora la grandeza que anida en nuestra filialidad? No tenemos que pronunciar un sí desesperado, sino un sí audaz y alegre —aunque asociado a una gran opresión—.

J. Kentenich, 1937, en Kindsein vor Gott, 236, 241, 291 s.

Siga siendo siempre el niño despreocupado

¿Qué he de responder a sus afectuosas líneas? Dios lo ha conducido a través de la noche oscura del alma. Fue bueno que así fuese. Ahora volverá a resultarle más fácil regresar a la antigua sencillez, simpleza y derechura de la aspiración a la virtud. Hágalo pronto. Dicho concretamente: no se deje atomizar más por lo que escucha o lee. Y después, siga siendo, como era antes, el niño despreocupado tomado de la mano de nuestra Madre del cielo.

J. Kentenich, 10-06-1920, en Brief an Fritz Esser

  

sábado, 30 de septiembre de 2023

RELACIÓN CON DIOS PADRE - FE EN LA PROVIDENCIA

El problema más difícil para la cristiandad actual es la fe práctica en la Providencia […] A muchas personas no les cuesta creer en la divina Providencia tal como ha actuado en los siglos pasados.

La dificultad […] comienza cuando, aquí y ahora, es decir, en el acontecer mundial actual, se trata de [creer en] una planificación del amor, la sabiduría y la omnipotencia divinas o de [creer en] un Padre Dios que tiene en sus manos las riendas del acontecer mundial y que conduce todas las cosas hacia una meta claramente reconocida y querida. Esto es lo que llamamos fe práctica en la Providencia.

J. Kentenich, 1952-53, en

Texte zum Vorsehungsglauben, 26

Este tanteo y esta búsqueda del plan divino, la escucha atenta de los deseos de Dios y la obediencia alegre son siempre la nota característica de la Familia [de Schoenstatt]. Por eso decimos también que el mensaje de la fe en la Providencia es el mensaje de Schoenstatt sin más.

J. Kentenich, 1952, en

Texte zum Vorsehungsglauben, 60

Es muy valioso que nos acostumbremos a examinar retrospectivamente en el pasado cómo Dios nos ha marcado el rumbo en cada caso; que yo mantenga firmemente solo esto: ¡Dios me quiere!, y yo quiero regalarle mi amor […]; que yo responda a la cruz y al sufrimiento solamente con amor: [la cruz y el sufrimiento] son un saludo de Dios.

Esto vale también para las comunidades religiosas cuando sobrevienen dificultades. Dios tiene con ellas intenciones determinadas. Mi propia visión no llega lejos, pero Dios ha diseñado un plan universal y también el pequeño plan de vida [individual]. Él conduce día tras día la vida del individuo y de las comunidades. Solo es preciso que hagamos una cosa: querer a Dios.

J. Kentenich , 28-11-1937, en

Das Lebensziel des Christen, 37

Detrás de todas las cosas está la voluntad paterna de Dios. Me sé amado; el destino de mi vida no se ve arrojado ciegamente de un lado a otro: detrás de ese destino se encuentra el Padre Dios […] Pero yo quiero estar también convencido de que Dios pronuncia un sí personal a mi destino. El Dios que pronuncia ese sí es un Dios personal. Eso es importante.

J. Kentenich, 28-11-1937, en Das Lebensziel des Christen, 42 s..

 

DECIR SÍ A DIOS Y A SUS DESEOS

Superar la angustia

Si como psicólogo analizo la condición humana y cristiana pienso tener que decir que está llena de tensiones, y estas tensiones se ven constantemente alimentadas por un temor y una angustia muy profundos. Así pues, el psicólogo ve asociados a la condición humana un temor y una angustia implacables. No estará de más que descorramos ahora el misterioso velo de nuestra alma. También nosotros nos vemos mucho más torturados por el temor y el miedo de lo que lo admitimos […].

¿Qué entendemos por angustia? La angustia es un malestar psicofísico enormemente fuerte a causa de la inferioridad frente a algo indeterminado, de la impotencia que sentimos en nosotros frente a una oscura omnipotencia […].

Aprender a decir sí de forma filial

Si me permiten […] decir algo sobre los remedios […], notarán que los remedios contra [la angustia] no son conducentes si no se agrega a ellos el arrojo de la filialidad […].

Hasta el fin de la vida tendríamos que esforzarnos por grabar en los sentimientos, el corazón y la voluntad el arrojo de la filialidad. […] Otra expresión para ello es: el arrojo de decir sí. Cristo también pronunció este sí en una difícil situación de su vida: ¡Sí, Padre! Decir sí con audacia. […]

Observen la vida de grandes hombres, observen su propia vida: ¿acaso no llegamos periódicamente a un cierto límite, a una cierta barrera [ante la cual nos preguntamos] «y ahora qué»? En cualquier caso, sentimos el corte, notamos que saltar por encima de esa barrera es, en cierto sentido, un acto de arrojo; sentimos que las cosas ya no son tan tranquilas, tan confortables y sosegadas: hay que pasar a un plano más alto. Antes habíamos sentido los límites: ahora hay que hacerlos saltar […].

Todos nosotros […], que nos encontramos en la vida moderna, deberíamos movernos constantemente en estas consideraciones. ¿Qué quiere Dios? Si el ser humano necesita arrojo ya en su desarrollo puramente natural, ¡qué arrojo será necesario para entrar en la oscuridad de la fe! […]

¿Sienten ahora la grandeza que anida en nuestra filialidad? No tenemos que pronunciar un sí desesperado, sino un sí audaz y alegre —aunque asociado a una gran opresión—.

J. Kentenich, 1937, en Kindsein vor Gott, 236, 241, 291 s.

Siga siendo siempre el niño despreocupado

¿Qué he de responder a sus afectuosas líneas? Dios lo ha conducido a través de la noche oscura del alma. Fue bueno que así fuese. Ahora volverá a resultarle más fácil regresar a la antigua sencillez, simpleza y derechura de la aspiración a la virtud. Hágalo pronto. Dicho concretamente: no se deje atomizar más por lo que escucha o lee. Y después, siga siendo, como era antes, el niño despreocupado tomado de la mano de nuestra Madre del cielo.

J. Kentenich, 10-06-1920, en Brief an Fritz Esser

  

viernes, 22 de septiembre de 2023

¿DÓNDE SALIÓ DIOS A MI ENCUENTRO EL DÍA DE AYER?

Dios es un Dios personal. No está sentado en el cielo donde hace «un calor agradable» mirando a los seres humanos que estamos abajo. Tampoco contempla indolente las atrocidades que se cometen en esta tierra, las guerras entre las naciones, los terribles sufrimientos de la humanidad. Nada de eso le es indiferente. Los seguidores del deísmo anuncian un Dios así, impersonal. Dicen: sí, hay un Dios en el cielo, pero no se preocupa por los hombres en este mundo. Son los hombres los que causan su propio sufrimiento, sus propias preocupaciones, y tienen que ver cómo se las apañan con ellas. Dios tiene allá arriba suficiente que hacer. La tierra está para los hombres. Sabemos que hay un Dios trino que reina en el cielo y se preocupa personalmente por cada uno de nosotros. Sabemos también que nada sucede sin su conocimiento. Él ha diseñado el gran plan universal y tiene también un plan y un lugar para cada uno de nosotros. 

Él sabe por qué

Hay muchas cosas de las que no sabemos por qué Dios las permite. Pero él es omnisciente: él sabe por qué. Él tiene en sus manos las riendas del acontecer universal y de nuestro destino personal, él guía y dirige todo lo que sucede.

Nosotros creemos en un Dios verdadero, el creador y conductor del universo. Esto se denomina teísmo. El comunismo enseña que no existe ningún Dios creador. Según el comunismo, el mundo, tal como es, ha surgido a través de un proceso. Así como el agua, cuando se la calienta, se convierte en vapor [y a la inversa], así se formó la materia; de la misma manera surgió después el ser humano con su alma espiritual, dicen ellos.

Los comunistas enseñan también que la religión es opio para el pueblo. Según ellos, el que enseña religión adormece la mente de los hombres. Según su postura, vivimos una sola vez y, mientras se pueda, tenemos que trabajar y luchar por lo que necesitamos. Para ellos no hay diferencias de clase: todas las personas son iguales. El trabajo es su dios, y tiran abajo todo lo que tiene que ver con la vida después de la muerte.

Miremos a una gallina cuando bebe. Inclina la cabeza hacia el agua, después la levanta lentamente y deja que el agua corra hacia abajo por el cuello; disfruta cada gota. Así deberíamos saborear nosotros también la bondad de Dios: de alguna manera elevar nuestros ojos hacia el cielo y agradecer al Dios trino por todos los beneficios.

J. Kentenich, 22 de enero de 1955, en

Am Montagabend, t. 1, 93 ss.

 

Libro de meditación: la vida práctica

Me preguntaron cómo se puede meditar. El mejor libro de meditación debería ser para nosotros la vida práctica. Abro el libro del día de ayer, recorro el día entero desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche y me pregunto: ¿Dónde salió Dios a mi encuentro el día de ayer? Él nos sale al encuentro con mucha más frecuencia de lo que sabemos. Dios nuestro Señor es extraordinariamente noble. Él nos prepara para cada pequeñez. Pero las más de las veces no estamos preparados, porque no le hemos prestado atención. Por eso: ¿Dónde salió Dios a mi encuentro el día de ayer?

¿Dónde me demostró amor? ¿Le he dado una respuesta? No debemos pasar por alto ningún acontecimiento en la vida de nuestra familia, pues ni siquiera un cabello cae de nuestra cabeza sin que Dios lo quiera; tengo que atribuir el origen de todo en el plan de Dios, interpretar el plan de Dios.

¿Qué me quiere decir con eso?

Comprendo cada acontecimiento como una catedral. Pongo la escalera para [que asciendan por ella] el entendimiento y el corazón. En la cúspide de cada acontecimiento veo a Dios, incluso si alguien me ha hecho sufrir [ejemplo de la bola de nieve]. Detrás de cada sufrimiento se encuentra en última instancia nuestro mejor amigo, el buen Dios. He ahí una fe sencilla en la Providencia. Tenemos que ver mucho más al Dios de la vida. Dios nuestro Señor está detrás de todas las cosas. A mí se me agría el rostro, pero también se me dulcifica. Con ello habré puesto la escalera para el entendimiento y veo a Dios en su misericordia divina. ¿Dónde me ha salido Dios al encuentro en mi vida? Pongo también la escalera para el corazón. Entonces tengo que decirle a Dios nuestro Señor que lo he visto, que sé que todo proviene de él, y darle gracias por ello. Esto es verdadera religiosidad, verdadera piedad. Esta es la realización de la frase que dice: «Sed constantes en orar» (1 Tes 5,17). Es mantener un contacto constante con Dios. Tenemos que adquirir esto. No tenemos que medir nuestra piedad por las prácticas exteriores: así, podremos no hacer muchas cosas, pero sí estar constantemente en contacto con Dios, poner la escalera para el entendimiento y el corazón. ¿Acaso no lo hacían también nuestros abuelos?

 

J. Kentenich, junio de 1950, en Familientagung 31.5-4.6.1950, 81 s.