miércoles, 26 de diciembre de 2012

Dios envuelto en pañales


Escuchemos la convocatoria, aceptemos la invitación de los pastores, tal cual la acabamos de oír en el Evangelio: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y lo que el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15). ¿Qué es lo que manifestó el Señor? ¿Qué les dijo a los pastores por boca de los ángeles? Que se encaminasen a Belén, que allí hallarían a un niño acostado en un pesebre, y que ese niño era Dios; Dios envuelto en pañales.

¡Sí, Dios envuelto en pañales! ¡Qué misterio tan tremendo, terrible, casi inconcebible! El Dios eterno e infinito; el Dios de quien San Juan Evangelista dice que es Dios desde toda la eternidad, Dios de Dios, Luz de Luz (cf. Jn 1,9), de quien sabemos que es el eje de la historia de salvación y de la historia universal; de quien San Juan Bautista nos dice que está antes que él, que vendrá después de él y a quien él no es digno ni siquiera de desatarle la correa de sus sandalias (cf. Mc 1,7) pero ¿cómo entonces? el Dios infinito… ¿envuelto en pañales?

Bien podemos comprender cómo un hecho de tales características había de inquietar desde el principio a los hombres. Una inquietud que dura hasta el presente y que perdurará hasta el fin de los tiempos. ………………..
Dios envuelto en pañales… un escándalo para los judíos y una necedad para los gentiles. Pero para nosotros, los elegidos, este Dios que yace envuelto en pañales y que luego será clavado en la cruz es una manifestación de la sabiduría y del poder infinitos de Dios (cf. 1Cor 1,23).
¿Qué tipo de inquietud es ésta que nos impulsa a visitar la gruta del nacimiento, a contemplar a Dios envuelto en pañales? Sigamos el ejemplo de María santísima y de los pastores. Este Dios recostado en el pesebre nos revela maravillosamente dos realidades. Por un lado, nos muestra el rostro divino de Dios, y, por otro, su faz humana. ………

¿Cómo es la imagen divina que se nos aparece, radiante, sobre las pajas del pesebre? Dios envuelto en pañales. Dios se nos desvela como el Dios de un amor divino inconmensurable y divinamente misericordioso; como el Dios de un amor que, de modo inconmensurable, se abaja y se aproxima a nosotros; como el Dios de un amor inconmensurable que en su divina sabiduría excede todo límite.

El amor que el Dios humanado nos manifiesta en Belén es un amor inconcebiblemente condescendiente. El Hijo de Dios asume la naturaleza humana y, por lo tanto, abandona la gloria del cielo. «Et Verbum caro factum est» (Jn 1,14)… "Y la Palabra se hizo carne". Pero ello no le bastó, sino que tomó además una naturaleza humana sujeta al sufrimiento. Él quería ser capaz de sufrir y por eso asume una naturaleza humana totalmente desvalida como lo es la de un niño recién nacido. Y como sabemos, no habría de pasar mucho tiempo hasta que un día adoptase incluso la forma del pan. A modo de resumen de esta actitud del Hijo de Dios, san Pablo nos dice: «Et exinanivit semetipsum» (Flp 2,7)… Se abajó, se humilló en extremo. ¡Un amor inconcebiblemente condescendiente! Y con esta naturaleza humana sujeta al sufrimiento y desvalida, encaró todas las situaciones a las que esta misma naturaleza está y estará expuesta hasta el fin de los tiempos. De ahí la gran ley: todo aquello que no sea asumido por la naturaleza humana del Hijo de Dios no será redimido. ¿Y cuál fue el resultado de ese infinito abajamiento y condescendencia? Dios envuelto en pañales y, más tarde, Dios clavado en la cruz.

(Tomado de: "Homilía para la comunidad alemana de la parroquia de San Miguel", Milwaukee, Estados Unidos, 25.12.1963, Ver: "Cristo es mi vida", Editorial Patris Santiago/Chile).

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Revivir la vida de María



Estamos acostumbrados a comprender nuestro santuario como el lugar en que la Santísima Virgen realiza para nuestro tiempo lo mismo que hizo cuando estaba aún sobre la tierra, en los distintos lugares en los que estuvo y actuó. ¿Dónde estuvo María durante su vida en la tierra, dónde actuó? Sólo es preciso que mencionemos uno u otro de los lugares: pensamos, por ejemplo, en Nazaret, pensamos en Belén, pensamos en el Gólgota, pensamos en el Cenáculo, el recinto de la última cena.

La Familia de Schoenstatt tiene un "Oficio" (Liturgia de las horas) propio: lo llama "Oficio de Schoenstatt". En él están representadas todas las horas canónicas de oración. Cada tres horas se dispone de una oración que nos transporta a uno de los lugares históricos en los que María actuó cuando estaba aún en la tierra. Así, las horas dicen, una y otra vez: Tu santuario es nuestro Nazaret, es nuestro Belén, es nuestro Gólgota, es nuestro Cenáculo. Con ello se quiere decir a María: Virgen Santísima, lo que realizaste antes, en Nazaret, en Belén, en el Gólgota, en el Cenáculo, quieres realizarlo hoy para el tiempo actual desde este lugar. …………………….

De esta peculiar manera se completa cada vez más nuestra imagen de María. ¿Cómo vemos a la Santísima Virgen aquí, en nuestro santuario? Del mismo modo como la representa y pinta la Sagrada Escritura.
El Niño en sus brazos. ¿Qué nos recuerda la imagen del Niño en sus brazos? Nos recuerda Belén. "Tu santuario es nuestro Belén". Reflexionamos y recordamos que, en virtud de la alianza de amor, María nos regala sus dones. Intercambio de dones: así hemos denominado la alianza de amor. ¿Qué nos regala ella, entonces, aquí, en este santuario? Nos regala al Niño que lleva en sus brazos. ¡Y cuán a menudo nos lo ha regalado! ¡Cuán a menudo nos lo ha regalado en la sagrada comunión! ¿Cuántas veces nos ha regalado al Niño? Tantas cuantas hemos descubierto en nuestros semejantes el rostro de Cristo.

Continuemos. ¿Cómo es la imagen de María? Nuestra imagen de María se yergue ante nosotros con el Ave del ángel en el oído. Nuevamente, un lugar histórico: Nazaret. Allí, el ángel dice: ¡Alégrate! Ave, gratia plena! (¡Alégrate, llena de gracia!) ¿Y qué hace María aquí, en nuestro santuario? Ella nos pone ese Ave en los labios. ¡Cuán a menudo hemos saludado a María del mismo modo como la saludó el ángel!

Después, vemos a la Santísima Virgen con el Magníficat en los labios. ¿Dónde cantó ella el Magníficat? En casa de Zacarías. ¡Con cuánta frecuencia nos ha colocado ella aquí el Magníficat en los labios, de tal modo que no nos hemos cansado de cantarlo!

Continuemos. ¿Cómo se muestra la Santísima Virgen ante nosotros aquí? Con la espada de siete filos en el corazón. Tu santuario es nuestro Gólgota. ¡Cuántas veces nos ha clavado María, desde este lugar, la espada en nuestro propio corazón, a fin de que tengamos verdadera alegría en el sacrificio, verdadero amor al sufrimiento!

Pero con ello todavía no hemos delineado suficientemente la imagen de María: también vemos ante nosotros a la bendita entre las mujeres con las lenguas de fuego sobre la cabeza. …… De ese modo, nuestro santuario hoy es nuestro cenáculo.

(Texto tomado de: "Plática para matrimonios" Milwaukee, Estados Unidos, 20 de Junio de 1956 - Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Participación en la misión de María



Les pido que recuerden por qué nos interesaba que nos fuera revelada la imagen de María. Respuesta: porque Ella es nuestra aliada. Miren, contraer una alianza, quiere decir, hacer un intercambio de bienes. ¿Qué significa todo esto?

En virtud de esa alianza que sella con nosotros, la Santísima Virgen nos regala su misión, su tarea. Nos la regala nuevamente. En segundo lugar quisiera cumplir su misión a través de nosotros, sus instrumentos. Me parece que aquí deberíamos detenernos un poco más.

Ustedes saben que la idea de participar en la misión de la Santísima Virgen, no debería resonar extraña ..…... De una u otra forma, todos deben transformarse en colaboradores permanentes del Señor y también en compañeros permanentes. En realidad, éste es el sentido profundo del "character indelebilis", del carácter indeleble que nos imprimen los sacramentos del bautismo y de la confirmación. Por ellos somos incorporados en la misión del Hombre-Dios; por ellos nos convertimos en compañeros y colaboradores del Redentor. Naturalmente, nuestra participación en el ser y en la misión redentora de Cristo se halla a un nivel ilimitadamente inferior al de la Santísima Virgen, ya tan sólo porque, en su carácter de colaboradora y compañera permanente, fue (condicionalmente) necesaria para la redención objetiva. En nuestro caso, la colaboración, la participación en la misión del Señor es útil y necesaria para la redención subjetiva. Pero de todas maneras, nosotros también debemos ser colaboradores y compañeros permanentes del Señor. Por la alianza con la Santísima Virgen esta misión nos es puesta nuevamente sobre los hombros; más aún, por la alianza, Ella nos incluye conscientemente en su misión y nosotros nos dejamos incluir conscientemente en ella. Por eso es una misión marcadamente mariana. Ella nos envía, Ella nos regala una parte de su misión. En el fondo se trata de dos preguntas:

¿Puedo decir también, refiriéndome a mí mismo, que Dios me ha regalado una gran misión en Cristo y a través de la Santísima Virgen?

¿Tengo que aprender a decirme a mí mismo: "he elegido la mejor parte, he dicho mi sí a esta misión" y educarme para poder decirlo con sinceridad y plenamente consciente de ello?

Al contemplar a toda la Familia de Schoenstatt deben decirse que ésta fue su gran misión desde el principio; siempre se consideró a sí misma como instrumento en manos de María y creyó que la Santísima Virgen quiere cumplir su gran misión en el tiempo actual a través de nosotros y de una forma especial mediante nuestra Familia.

Pero les pido que no se olviden de que si la Santísima Virgen ocupa un puesto tan alto es por su carácter de modelo………...

(Tomado de “UNA SEÑAL EN EL CIELO” – Semana de Octubre de 1950, P. Kentenich, Capítulo sobre ‘la revelación de la imagen de María’, Hermanas de María, Argentina)
 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Llamados a colaborar con María


* Al estudiar la historia de la Iglesia y de las comunidades religiosas, comprobamos, en todas ellas, la intervención de la Santísima Virgen: tanto en las luchas contra enemigos externos ―en los campos de batalla o frente a ideologías extrañas― como en sus crisis internas. Con razón la Iglesia le canta a María: ¡Tú sola venciste todas las herejías, en el mundo entero!
Estas palabras se cumplirán también en las confusiones antropológicas del presente.

* La sabiduría Divina que gobierna el mundo hace brillar en las distintas épocas de la historia aquellos rasgos de María que la respectiva época necesita para vencer las herejías surgidas en ella. Sin lugar a dudas, el gran error de nuestro siglo es el colectivismo que determina la imagen del hombre y del orden social: el hombre colectivista es un hombre sin Dios, sin personalidad, sin moral, sin alma, destrozado en su interior y en sus relaciones con el mundo que lo rodea. La Madre de Dios es la encarnación de la imagen opuesta.

* María ha sido llamada vencedora de todas las herejías. En el curso de los siglos realmente se ha mostrado como tal. Vencerá también las herejías colectivistas contemporáneas. Lo hará a través del ideal de su propia personalidad y por su mediación de gracias orientada hacia la formación y educación de personalidades vigorosas, que tengan la audacia de avanzar contra la corriente, según su imagen; que estén dispuestas a entregarse totalmente a Dios para la obra redentora y que tengan la audacia de dejarse crucificar por su idea. Ella forma esas figuras grandes y como instrumentos en sus manos las conduce a librar la lucha de los espíritus en la arena de la vida: en la familia y el taller, en las calles y en los senderos, en la vida política y en el gobierno.

* Estamos llamados a conducir a la Santísima Virgen al lugar del combate y a colaborar con ella para que, pasado un siglo, en todas partes se oiga decir: omnes haereses tu sola interemisti in universo mundo. Tú sola venciste todas las herejías, en el mundo entero. Nuestra vida tendría sentido aunque no hubiésemos realizado ninguna otra tarea que ayudarle a ella para que así sea.

(Textos tomados de: “María, signo de luz”, Padre José Kentenich, Editorial Claretiana, Buenos Aires 1980 – Aforismos extraídos de diferentes conferencias del Padre Kentenich – Original alemán: “Lichtzeichen über die Welt”)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡María, tú sola venciste todas las herejías!



* Hubo un tiempo en que la humanidad estaba en el Paraíso. Cuando éste le fue quitado, surgió en su interior un fuerte anhelo. Si ahora observamos en profundidad la época constataremos que, como en tiempo del Salvador, en el abismo del corazón de la humanidad hay una impetuosa nostalgia.

* ¿Existe también en nuestra alma el anhelo por la redención? Hemos expresado el ideal con las palabras: hombres nuevos, comunidad nueva. ¡El hombre nuevo en la comunidad nueva! Podríamos decir también: el hombre nuevo redimido en la comunidad nueva redimida.

* El Dios Uno y Trino incluyó a la Santísima Virgen en el orden salvífico. Así como el Padre del cielo hizo dependiente de su sí la salvación del género humano, poniendo de ese modo en sus manos la salvación de los hombres, del mismo modo también la renovación del mundo actual depende de ella.

* Ella espera que los pueblos vuelvan a confiarle su destino.

* La Santísima Virgen nos necesita… Ella quiere realizar su misión, quiere conducir el mundo hacia Cristo a través nuestro. Podemos ayudarle en el cumplimiento de su misión.

* Hay tiempos en que los hombres no quieren saber nada de Dios; y precisamente para estos tiempos fue prevista la Santísima Virgen como "el ejército en orden de batalla…" Al percibir que otros espíritus van ganando posiciones contra Dios, démonos cuenta de que es el Espíritu de Dios quien nos apremia a ponernos del lado de María, de María Reina, de María la gran capitana de las batallas por el reino de Dios; pero démonos cuenta también de que él nos apremia además a reprobar y a renunciar al reino demoníaco.

* María en el horizonte de la historia de la Iglesia es sinónimo de victoria.

* La Madre de Dios ―así nos lo dice la experiencia y nos lo enseña la Iglesia en el oficio de las fiestas marianas― venció todas las herejías a través de los siglos. La Iglesia, incluso, dice: ¡Tú sola!

(Textos tomados de: “María, signo de luz”, Padre José Kentenich, Editorial Claretiana, Buenos Aires 1980 – Aforismos extraídos de diferentes conferencias del Padre Kentenich – Original alemán: “Lichtzeichen über die Welt”)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

María facilita el camino hacia Dios



El camino hacia Dios se nos hace tan difícil a nosotros, hombres nacidos del polvo y cargados con el peso del pecado original, porque somos insensibles a Dios y a lo divino, y sumamente receptivos a lo meramente terreno y mundano. Tal como nos dicen los maestros espirituales y como lo confirma innumerables veces la experiencia cotidiana, la Santísima Virgen demuestra ser en tales casos el "señuelo" que nos aparta de todo lo anti-divino y nos indica y conduce hacia Dios y lo divino, haciendo que nos resulte "apetecible" a través de todo su ser y de su modo de darse. Ella es el imán que nos atrae —a nosotros que nos asemejamos al hierro viejo y lerdo— para llevarnos cerca de la llama ardiente del amor divino. Ella es el anzuelo que pesca nuestros corazones sacándolos del mar tormentoso de la vida para llevarlos al corazón del Dios del amor. 

Ella es el principio materno, el brazo de la misericordia divina vuelto hacia nosotros, ante el cual, incluso el corazón del hombre que se ha enfriado, difícilmente puede resistir. Y precisamente porque ella es ser humano y sólo ser humano, la "madre del amor hermoso" tiene una influencia que casi constriñe y obliga a los hijos de Eva, que gimen en este valle de lágrimas.

Los antiguos gustaban de dar a estas ideas que estamos considerando una forma particular, tal como la encontramos en san Bernardo. Él dice: "¿Temes dirigirte hacia el Padre? Él te dio a Jesús por mediador… ¿Temes también ante él? … ¿Quisieras tener todavía un intercesor ante él? … Dirígete a María… ¿Acaso habría de temer la debilidad humana presentarse ante María? Nada hay en ella de severidad, nada que intimide. Ella es toda dulzura." He aquí la razón por la cual, en todas partes en el orbe católico, se la invoca una y otra vez, en todas las circunstancias de la vida, como Refugio de los pecadores, como Auxilio de los cristianos, como Madre de la misericordia.

Su corazón santo es el recinto sagrado en el que se puede tener con Dios un trato sobresaliente. Sabemos a través de múltiples experiencias cuán fuertemente incide en el alma el lugar que nos rodea. Si la atmósfera en torno nuestro está empapada de un espíritu mundano, frío y congelador, si está esclavizada a las cosas de este mundo y moralmente infectada, y si tenemos que permanecer en ella en forma constante, será difícil elevar el alma hacia Dios. En cambio, si nuestro entorno está sostenido por pensamientos divinos y por calidez sobrenatural, experimentamos el impulso a incorporarnos a ese mismo ritmo de vida. Basta recordar cómo todo nuestro interior resuena y se aúna en nuestro santuario, cuando éste está impregnado de espíritu de oración.

Ésta es la sabiduría de vida católica que dio origen a la oración del Rosario y que la mantiene viva. Las avemarías nos transportan al ámbito sagrado del corazón de María. Una vez que hemos entrado en él y nos hemos familiarizado allí, es fácil abarcar y degustar amorosamente toda la vida del Señor, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. El mundo a nuestro alrededor podrá estar impregnado de paganismo y animalidad. Pero si nosotros estamos en nuestro "nido", en ese corazón santo, entonces vivimos en nuestro propio mundo, en el mundo de Dios; estamos recogidos y llenos de espíritu a pesar de todo el movimiento en torno nuestro, elevamos un discreto pero verdadero sursum corda, (¡arriba los corazones!) y tenemos un trato sencillo con el amor eterno.

(Texto tomado de: "Estudio sobre la 'Piedad instrumental mariana' dictado en el campo de concentración de Dachau. - Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Amar a Dios a través de causas segundas



Ahora debo retomar otra idea. Se trata de la idea que ya hemos meditado un par de veces en común, cuando dijimos que queremos aprender a amar en forma schoenstatiana. ¿Qué quiere decir "amar en forma schoenstatiana"? Ya conocen la respuesta: ascender hacia la cumbre del amor a través de causas segundas, es decir, que amemos también a las criaturas: las criaturas, que son ciertamente un regalo de Dios y que, según el plan de Dios —no sé si recuerdan aún la expresión— deben ser para mí un imán. (…)

Sin embargo, considero que ahora debería decirles también lo siguiente: esto mismo vale de manera eminentísima respecto de la Santísima Virgen. Amar en forma schoenstatiana significa amar a través de causas segundas, y una de las causas segundas más importantes de las que se sirve Dios para amarnos, para atraernos hacia él, es la Santísima Virgen. Creo que lo comprenden de inmediato. ¿Qué es, entonces, la Santísima Virgen? Ella es, en medida acrecentada, lo que nosotros somos unos con los otros y para los otros. Por ser la coronación de la creación, ella es en sí misma, de manera singular, la coronación de la omnipotencia, de la sabiduría y del amor divinos. Ella debe ser para mí, también en forma singular, el imán; debe ser para mí un anzuelo. Así se la denominó también muchas veces durante la Edad Media. Ella no está sólo para sí misma: es también una criatura, pero una criatura que Dios creó para mí. Al modo de un anzuelo, ella debe atraerme hacia sí, pero no retenerme consigo, sino, como un anzuelo, atraerme y llevarme al corazón del Dios vivo.

Y si Dios le ha dado esa tarea, nosotros no tenemos derecho a pasarla por alto. ¿No es acaso evidente, entonces, que nos digamos: cuanto más ame a María, con tanta mayor seguridad llegaré al corazón de Dios? Y, como es natural, por último está siempre el pensamiento de que Dios me creó para poder amarme y para que yo pueda amarlo. ¿Cómo ingreso de la manera más rápida y segura a ese mundo del amor de Dios? Si me dejo atraer y apresar realmente por ese anzuelo, es decir, si regalo mi corazón a María.

Esto mismo lo decimos en nuestro lenguaje: sellamos una alianza de amor con la Santísima Virgen. Y esto lo comprendemos mucho mejor aún si decimos: sellamos también una alianza de amor entre nosotros. (…) Si esto es verdad, si nos está dado ser anzuelo, imán, unos para otros, es obvio entonces, que, siendo María en cierto sentido la corona de la creación, la obra maestra que hizo Dios, nosotros deberíamos amarla también íntimamente; deberíamos sellar una alianza de amor con ella, pero no para quedamos en ella, sino para profundizar esa alianza de amor, de modo que se torne un imán para mí. ¿Quién tiene en sus manos el imán? O bien ¿dónde está, en última instancia, el pescador que quiere hacerse del pececillo? Es el mismo Dios viviente. Él creó a la Santísima Virgen y quiere que yo la ame, a fin de que, de ese modo, yo pueda entrar lo más profundamente posible en su corazón.

Al leer la Sagrada Escritura encontrarán lo que el Señor nos dejó como testamento: algo inmensamente hermoso, inmensamente sencillo, cuando pensamos en Juan y en María. Juan es símbolo nuestro, de toda la sociedad humana. ¿Qué dice el testamento? "He ahí a tu hijo. He ahí a tu Madre" (Jn 19,26s). Él nos dejó a María como testamento. ¡He ahí a tu Madre! Es decir: debo amarla.

¡Qué sencillo suena esto ahora! No se trata sino del testamento, que requiere de nosotros sellar una alianza de amor con María. ¿No es acaso algo sencillo? Nos hemos remontado, entonces, al origen de la alianza de amor en el testamento de Jesús.


(Texto tomado de: "Plática para las Hermanas de María de Schoenstatt”, 3 de marzo de 1967.- Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Misión mariana del fundador - (¡y de toda su familia!)



Al llegar a la culminación de su vida, san Pablo, en una oportunidad, dirigió una mirada retrospectiva al día de su nacimiento. Y viendo todos los extravíos y errores que había cometido, afirmó: dicho humanamente, soy el fruto de un aborto, pero, con todo, Dios me ha elegido antes de mi concepción para ésta, mi especial misión (Gal 1,10-24). Y si preguntáramos a san Pablo en qué consistía esa misión, él nos diría: se me confirió la misión de anunciar al mundo el misterio de Cristo: de Cristo, el mediador, la cabeza del Cuerpo Místico.

Es así como nos preguntamos, espontáneamente: ¿cuál fue la misión que se me confió a mí hace 73 años? Mirando de soslayo hacia san Pablo, puedo afirmar que mi misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María.

Mi tarea es anunciar a la Santísima Virgen, mostrarla a nuestro tiempo como la colaboradora permanente del Señor en toda su obra redentora, como la corredentora y mediadora de gracias: a la Santísima Virgen en su profunda unión con el Señor, en biunidad con él, con la misión específica que ella tiene desde su santuario de Schoenstatt, para el tiempo actual.

¡Mi querida Familia de Schoenstatt! Puedo decir, ciertamente, que todos ustedes están incluidos en ésa, mi misión. Tal misión no ha sido depositada solamente sobre mis hombros, sino también sobre los hombros de todos los hijos de Schoenstatt. Reflexionemos un momento cómo le fue entregada en sueños la misión a san José. ¿Qué le dice el ángel en el sueño? "Levántate, toma contigo al niño y a su madre". No le dijo solamente "toma al niño", sino "toma al niño y a su madre" (Mt 2,13.20).

Es mi convicción de fe que esa misma misión me fue confiada hace 73 años. Quien recibió, pues, la llamada aún antes de haber sido concebido en el seno materno, recibió una misión específica: ser el heraldo de la Santísima Virgen, el mensajero que debía anunciar sus glorias a nuestro tiempo.

Queridas familias de Schoenstatt, Dios les ha llamado también a ustedes para ayudarme en esa gran misión. Cada familia recibe hoy, de parte del que celebra el cumpleaños, esa misión, la misión de nuestra Madre y Reina de Schoenstatt. ¡Es tan consolador el que esa misión no descanse solamente sobre mis hombros, sino que todos ustedes quieran ayudarme a realizar esa gigantesca tarea! Como san José, también nosotros escuchamos hoy las palabras: ¡Levántate! No te pongas a descansar ni desees para ti una vida de confort y bienestar, o pasarlo bien en este mundo… No: el ángel dijo: levántate, toma contigo al niño y a su madre. Tómalos primeramente tú mismo contigo, tómalos en tu propio corazón. Después, prepárales un lugar cálido en tu propia familia, y luego en los corazones de los demás.


(Texto tomado de: "Plática para matrimonios", Milwaukee, Estados Unidos, 16 de Noviembre de 1958, en la fiesta del  cumpleaños del Padre Kentenich. Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 31 de octubre de 2012

El carácter mariano de Schoenstatt



El carácter marcadamente mariano de nuestra Familia proviene de su historia. El mismo corresponde a las leyes de gobierno del mundo, de ordenamiento del mundo y de perfeccionamiento del mundo, y a la condición sensible de nuestra naturaleza humana.

En sabiduría y respeto por sus criaturas, Dios gobierna el mundo a través de causas segundas. Él tiene a bien hacer partícipes a las cosas y a las personas humanas de sus propiedades, derechos y poderes, y quiere que nosotros entreguemos a esas cosas y personas el amor y el apego que le corresponden a Él y que, a través de ellas, los transfiramos a Él. De esa manera surge un gran organismo de vinculaciones. El Dios infinitamente bondadoso creó en María un ser al que otorgó, en forma pródiga, sus propias cualidades. Por eso, Él quiere y desea que nos sirvamos de María como de un lazo santo, vinculándonos íntimamente a ella para ser así llevados con ella hacia lo alto, hacia su corazón.

Como nuestra naturaleza no es meramente espiritual, sino también sensible, su hambre de eternidad se exterioriza en un fuerte anhelo por seres transparentes de Dios. El omnipotente, infinitamente bondadoso y omnisciente toma en cuenta, de múltiples maneras, esa necesidad. Él nos envió a su Hijo unigénito, en quien se nos presenta el rostro del Padre celestial vuelto hacia nosotros. Él nos dio la multitud de los santos. También ellos tienen, a su manera, la misma tarea. Y en la misma línea se encuentra la persona de la santísima Virgen. Habiéndola creado Dios "como en un éxtasis", ella es, en forma preclara, un espejo de las perfecciones divinas. El que la contempla y se regala a ella, se sabe profundamente en la cercanía de Dios, se siente estremecido ante su grandeza y atraído hacia su corazón en forma sencilla y eficaz. Por propio oficio ella es para nosotros la portadora, dadora y servidora de Cristo y de Dios. El que la encuentra, encuentra la vida y obtiene la salvación del Señor (cf. Pr 8,35).

Esta posición objetiva de María en el plan de salvación se pone de manifiesto, con extraordinaria intensidad, en la historia de nuestra Familia: la bendita entre las mujeres es a quien la Familia debe su origen, y ella es al mismo tiempo parte integrante de su meta. Y ella ilustra también en forma gráfica todo su método de trabajo.

Todo lo que se ha dado en la Familia ha surgido en dependencia consciente de su intercesión y de su ejemplo. Por eso nos agrada llamarla nuestra fundadora, nuestra señora, nuestra reina. Y todos nuestros anhelos y esfuerzos se orientan a sabernos interiormente dependientes de ella. ………………..

El hecho de que la Familia se haya vinculado tan profunda y orgánicamente a María es la razón por la cual permaneció siempre receptiva y abierta a lo divino y luchó con éxito por una gran intimidad con Cristo y por un amor filial al Padre. Y si guardó siempre una sana medida y una vigorosa profundidad en su actitud litúrgica, se debe, una vez más, a su vinculación y actitud marianas. ……………….

Pero no nos damos por satisfechos sólo con orientarnos constantemente por la Santísima Virgen como modelo e intercesora: de acuerdo a la intención de Dios, ella puede y debe ser también fin parcial orgánico de nuestra labor apostólica. Así corresponde al espíritu del Acta de Fundación y a la historia toda de nuestra Familia.

(Texto tomado de: "Palabras de Oportunidad" ("Worte zur Stunde"), del 18 de Octubre de 1939. Plática considerada por el Fundador y su obra como la segunda Acta de Fundación. Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 24 de octubre de 2012

María, madre nuestra



María es nuestra Madre. Nuestra verdadera y real Madre espiritual y sobrenatural, y no solamente nuestra Madre adoptiva o postiza. En calidad de corredentora colaboró eficazmente para que la vida sobrenatural, la vida de la gracia, fuese una realidad en nosotros. María es nuestra Madre. Pasó a serlo cuando el Espíritu Santo la cubrió con su sombra, en el instante en que se convirtió en la Madre de Dios. Al pie de la cruz le fue dada la solemne confirmación: "Ecce Mater tua", "he aquí a tu madre" (Jn 19,27). Y desde entonces ella nos ama con un amor maternal verdadero, cálido, ferviente. San Bernardo de Claraval dice: "no es el nombre, sino el amor lo que hace que una madre sea verdaderamente tal en relación con sus hijos". Sabemos muy bien todo esto.

Hace algunos años vi, en la capilla de un orfanato, una estatua de la Virgen de cuyo cuello colgaba una cadena dorada con una cruz. La cadena y la cruz eran recuerdos de la primera comunión de una madre que, a raíz de una penosa situación familiar, se vio obligada a dejar a su único hijo en un orfanato. Ya no podía seguir siendo madre de su hijo. ¿Qué hacer en medio de su angustia y preocupación? Va, toma el único objeto de valor que conserva como recuerdo de su infancia, el regalo de la primera comunión, y lo pone en el cuello de la santísima Virgen con la ferviente súplica: "¡Educa tú a mi hijo! ¡Sé su Madre! ¡Cumple tú en mi lugar los deberes de madre!". Hoy ese niño es un celoso sacerdote que trabaja fecundamente por la gloria de Dios y de su Madre celestial.

¿No nos hace recordar esta anécdota a nuestra primera y penosa despedida del hogar? Fue cuando seguimos la llamada de la gracia y acudimos a este lugar. ¿No se volvió entonces nuestra madre a María pidiéndole que ella tomase su lugar y fuese más que nunca nuestra madre?
María es, pues, la Madre que Dios y nuestra propia madre nos dieron.

Sabemos bien todo esto. María es nuestra Madre. Pero ¿dónde está nuestro amor filial? Una vez preguntaron al joven Estanislao Kostka si amaba a María. Su rostro resplandeció, una lágrima de emoción asomó en sus inocentes ojos y exclamó con entusiasmo: "¿Cómo no habré de amar a María? ¡Ella es mi Madre!"

Sí, quien sabe y reconoce que María es su Madre tiene que amarla. ¿Dónde está nuestro amor? ¿Por qué el pensamiento "María es mi Madre" nos deja tan fríos e indiferentes? ¿O acaso este amor arde en nuestros corazones, pero no tenemos el coraje de dar testimonio de él públicamente?

(Texto tomado de
: "Plática a los miembros de la Congregación Mariana", 3 de Mayo de 1914; en Fernando Kastner, "Bajo la protección de María", tomo 2, p. 52-54.)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Acta de Prefundación


Texto de la plática

1. Hoy(1) sólo quiero presentarme a ustedes. “Por esta respuesta del candidato Jobs, se originó un general sacudimiento de cabezas”. Este verso profundo y altamente poético de un conocido poema épico(2) se puede parodiar -y, naturalmente, de acuerdo a la esencia de la parodia, formularlo de manera aún más ingeniosa- por ejemplo así: “Por la noticia del nuevo padre espiritual se originó un general estiramiento de cuellos”. Por el nuevo padre espiritual… del nuevo padre espiritual aquí se trata de un genitivo objetivo y quiere decir: por la elección del nuevo padre espiritual. Dicho sea de paso, con esto he cumplido el deseo de Theile(3) ya que él me propuso que hoy habláramos algo sobre el genitivo. ¿Estás conforme Theile o quieres saber algo más?
Pero dejemos las bromas. Estoy convencido que la parodia de estos versos traduce perfectamente sus sentimientos y su actitud frente a mi nombramiento. Ustedes se admiran y están desengañados. Por eso el “general estiramiento de cuellos”. Pero es peligroso mantener por mucho tiempo el cuello estirado y tenso. Se podría producir un calambre. Por esta razón yo mismo volví de nuevo mi cabeza y mi cuello a su posición normal y acepté lo inevitable. Quizás... y con este fin quisiera darles cuenta hoy de:
  • nuestra relación hasta el presente,
  • nuestra relación futura.

2. ¿Cuál ha sido nuestra relación mutua hasta el presente? La respuesta es simple: no hemos tenido nada que ver el uno con el otro. Nos hemos cruzado en el camino sin tropiezos y sin bombardearnos con miradas críticas. Hasta ahora todo esto fue inofensivo. No les será agradable ni indiferente si les confieso que por principio traté de evitar todo contacto estrecho con ustedes. Cuando el año pasado llegué a Ehrenbreitstein, el padre Rector me pidió que atendiese las confesiones de ustedes, si así lo solicitaban.
Pero me defendí con pies y manos, consiguiendo, finalmente, que me dejasen en paz. ¿Que motivos tuve para esto? No quería ocuparme en nada de ustedes para poder dedicar todo mi tiempo libre y mis fuerzas, a los laicos, especialmente a la conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar caza a los llamados “corderos pascuales”(4) y mi mayor alegría de sacerdote la sentía cuando venía uno de ellos agobiado con el peso de una vieja carga, que se había juntado al correr de los años, de modo que el confesionario llegaba a crujir.

3. Ahora pueden comprender, en parte, mi actitud: me mantenía a la distancia, no por desprecio, no porque me fueran desconocidas las más nobles y delicadas emociones y necesidades del alma juvenil, ni por participar de la opinión que entre estudiantes, no suceden profundas conmociones espirituales. No, si alguien me hubiera dicho éste o aquél están muy necesitados interiormente, gustoso me habría preocupado de él. Pero algo así normalmente no se dice. Por eso corté por lo sano y no me preocupé en absoluto de ustedes.

4. Y ahora me han nombrado director espiritual sin que haya hecho absolutamente nada para ello. En consecuencia debe ser voluntad de Dios. Por eso, acojo esta voluntad, firmemente decidido a cumplir del modo más perfecto, mis deberes para con todos y cada uno de ustedes. Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, sobre todo, les pertenece mi corazón. Sólo el tiempo que de ustedes me reste servirá para la realización de mi idea predilecta.
Espero que nos entendamos bien. Espero que hagamos todo lo posible por alcanzar, del modo más perfecto, el fin común que nos hemos propuesto.

5. ¿Cuál es, entonces, nuestro fin? La pregunta es importante, porque de su respuesta dependen nuestras relaciones en el futuro. Por eso les respondo clara y brevemente:

Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.

La realización y la práctica de esta meta nos ocupará todo el año. Hoy apenas quiero dar algunas explicaciones.

6. Queremos aprender. Por tanto, no sólo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros. Porque nunca terminaremos de aprender, mucho menos tratándose del arte de la autoeducación, que representa la obra y tarea de toda nuestra vida.

7. Queremos aprender, no sólo teóricamente: así hay que hacerlo, así está bien, así, incluso, es necesario... En realidad todo eso nos serviría muy poco. No. Tenemos que aprender también prácticamente. Debemos poner manos a la obra cada día, cada hora. ¿Cómo aprendimos a caminar? ¿Se acuerdan cómo aprendieron, o por lo menos, cómo aprendieron sus hermanos menores? ¿Acaso la mamá hizo grandes discursos diciendo: Fíjate Toñito o Marieta, así hay que hacerlo? Si así hubiese sido, aún no sabríamos caminar. No, ella nos tomó de la mano y así comenzamos a caminar. No, a caminar se aprende caminando, a amar, amando. Del mismo modo debemos aprender a educarnos a nosotros mismos por la práctica constante de la autoeducación. Y, en verdad, ocasiones no nos faltan.

8. Queremos aprender a educarnos a nosotros mismos. Esta es una tarea noble y alta Hoy en día la autoeducación ocupa el centro de la atención en todos los círculos culturales. La autoeducación es un imperativo de la religión, un imperativo de la juventud, un imperativo del tiempo. No pretendo ahora explicar detalladamente todos estos pensamientos. Sólo diré algo sobre lo último.

9. La autoeducación es un imperativo del tiempo.
No se necesita un conocimiento extraordinario del mundo y de los hombres para darse cuenta de que nuestro tiempo, con todo su progreso y sus múltiples experimentos no consigue liberar al hombre de su vacío interior. Esto se debe a que toda la atención y toda la actividad tienen exclusivamente por objeto el macrocosmos, el gran mundo en torno a nosotros. Y realmente entusiasmados tributamos nuestra admiración al genio humano que ha dominado las poderosas fuerzas de la naturaleza y las ha puesto a su servicio. Ha unido las distancias del orbe, ha explorado los abismos del mar, ha perforado las montañas y volado por las alturas del espacio. El instinto de descubrir no cesa de impulsar hacia adelante. Llegamos hasta el polo norte y penetramos continentes hasta ahora desconocidos; con nuevos rayos atravesamos el cuerpo humano; el microscopio y el telescopio nos revelan constantemente nuevos mundos.

10. Pero a pesar de esto, hay un mundo, siempre viejo y siempre nuevo, el microcosmos, el mundo en pequeño, nuestro propio mundo interior, que permanece desconocido y olvidado. No hay métodos, o al menos, no hay métodos nuevos, capaces de verter rayos de luz sobre el alma humana. “Todas las esferas del espíritu son cultivadas, todas las capacidades aumentadas, sólo lo más profundo, lo más íntimo y esencial del alma humana es, con demasiada frecuencia, descuidado”. Esta es la queja que se lee hasta en los periódicos. Por eso la alarmante pobreza y vacío interior de nuestro tiempo.

11. Aún más. Hace algún tiempo, un estadista italiano señaló como el mayor peligro del progreso moderno, el hecho de que los pueblos atrasados y semicivilizados se apoderasen de los medios técnicos de la civilización moderna sin que, al mismo tiempo, les sea suministrada la suficiente cultura intelectual y moral para emplear bien tales conquistas.

12. Pero quisiera invertir el problema y preguntar: ¿están los pueblos cultos y civilizados suficientemente preparados y maduros para hacer buen uso de los enormes progresos materiales de nuestros tiempos? ¿O no es más acertado afirmar que nuestro tiempo se ha hecho esclavo de sus propias conquistas? Sí, así es. El dominio que tenemos de los poderes y fuerzas de la naturaleza no ha marchado a la par con el dominio de lo instintivo y animal que hay en el corazón del hombre. Esta tremenda discrepancia, esta inmensa grieta, se hace cada vez más grande y profunda. Y así tenemos ante nosotros el fantasma de la cuestión social y de la ruina social, si es que no aplicamos enérgicamente todas las fuerzas para producir muy pronto un cambio. En lugar de dominar nuestras conquistas, nos hacemos sus esclavos. También nos convertimos en esclavos de nuestras propias pasiones.

13. ¡Es preciso decidirse! ¡O adelante o atrás! ¿Hacia dónde entonces? ¡Hacia atrás! ¿Tenemos entonces que retroceder a la Edad Media, quitar las líneas térreas, cortar los cables telegráficos, devolver la electricidad a las nubes, el carbón a la tierra, cerrar las Universidades? No ¡nunca! ¡No queremos, no debemos ni podemos hacer eso!

14. Por lo tanto ¡adelante! Sí, avancemos en el conocimiento y en la conquista de nuestro mundo interior por medio de una metódica autoeducación. Cuanto más progreso exterior, tanto mayor profundización interior. Esta es la llamada, ésta es la consigna que se da en todas partes, no sólo en el campo católico, sino también en el contrario.
De acuerdo a nuestra formación, también nosotros queremos incorporarnos a estas corrientes modernas.

15. En adelante no podemos permitir que nuestra ciencia nos esclavice, sino que debemos tener dominio sobre ella. Que jamás nos acontezca saber varias lenguas extranjeras, como lo exige el programa escolar, y que seamos absolutamente ignorantes en el conocimiento y comprensión del lenguaje de nuestro propio corazón. Mientras más conozcamos las tendencias y los anhelos de la naturaleza, tanto más concienzudamente debemos enfrentar los poderes elementales y demoníacos que se agitan en nuestro interior. El grado de nuestro avance en la ciencia debe corresponder al grado de nuestra profundización interior, de nuestro crecimiento espiritual. De no ser así, se originaría en nuestro interior un inmenso vacío, un abismo profundo, que nos haría desdichados sobremanera. ¡Por eso: autoeducación!

16. Así lo exigen nuestros ideales y las aspiraciones de nuestro corazón, lo exige nuestra sociedad, lo exigen sobre todo nuestros contemporáneos, especialmente aquellos con quienes conviviremos al realizar nuestras tareas futuras. Como sacerdotes tendremos que ejercer una profunda y eficaz influencia en nuestro ambiente y lo haremos, en último término, no por el brillo de nuestra inteligencia, sino por la fuerza, por la riqueza interior de nuestra personalidad.

17. Tenemos que aprender a educarnos a nosotros mismos. A educarnos a nosotros, con todas las facultades que poseemos. Después, más adelante, hablaremos sobre estas facultades, sobre la materia de nuestro autodominio.

18. Debemos auto educarnos como personalidades recias. Hace tiempo que dejamos de ser niños pequeños. Entonces permitíamos que nos guiaran las ganas y lo estados de ánimo en nuestras acciones. Ahora, sin embargo, debemos aprender a actuar guiados por principios sólidos y claramente conocidos. Puede ser que todo vacile en nosotros. Vendrán con seguridad tiempos en que todo vacile en nosotros Entonces ni siquiera las prácticas religiosas nos ayudarán. Sólo una cosa nos puede ayudar: la firmeza de nuestros principios. ¡Tenemos que ser personalidades recias!

19. Tenemos que ser personalidades libres. Dios no quiere esclavos de galera, quiere remeros libres. Poco importa que otros se arrastren ante sus superiores, les laman sus zapatos y agradezcan si se les pisotea. Nosotros, empero, tenemos conciencia de nuestra dignidad y de nuestros derechos.
Sometemos nuestra voluntad ante los superiores no por temor o por coacción, sino porque libremente lo queremos, porque cada acto racional de sumisión nos hace interiormente libres e independientes.

20. Queremos poner nuestra autoeducación bajo la protección de María. Así lo prometimos el domingo(5). Ahora es preciso poner manos a la obra. En este sentido nos espera todavía una gran tarea. De acuerdo a nuestros estatutos debemos cultivar la devoción mariana en comunidad. Ya tenemos los distintivos exteriores: la hermosa bandera y la medalla(6). Pero aún falta lo principal: una organización interna acomodada a nuestras circunstancias, al modo de las Congregaciones Marianas existentes en diversos colegios y universidades.

21. Queremos crear esta organización. Nosotros, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero, sino de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras. Los sucesores de ustedes. han de alimentarse del celo que ustedes muestren, del conocimiento de sus almas y de su prudencia. Estoy convencido de que si todos cooperan, haremos algo que valga la pena.

22. Pero todavía nos falta para eso. Antes que nada tenemos que ir conociéndonos y acostumbrándonos a un libre intercambio de acuerdo con nuestro grado de formación.

23. Con esto quisiera terminar mis palabras. Con seguridad me han comprendido. Ya saben el motivo de mi reserva con ustedes hasta ahora. También conocen mis planes para el futuro. Unidos querernos comenzar la gran obra, unidos terminarla. Queremos aprender a educarnos bajo la protección de María para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.
Que el Buen Dios dé Su bendición para ello. Amén.

Notas
  1. La plática comienza con una introducción en la cual el Padre Kentenich, en broma y en serio, hace alusión a la sorpresa y desconcierto que había producido su nombramiento como director espiritual.
  2. Poema épico conocido por los jóvenes, que el padre aplica en forma jocosa para captar su interés.
  3. Theile era un alumno del cuarto curso, que tenía dificultades con esta parte de la gramática latina. Esta pequeña observación muestra el método del padre espiritual, que trata de captar todos los puntos de contacto de los alumnos para crear una atmósfera común. Durante un buen tiempo, Theile y sus compañeros de curso fueron los únicos que vencieron el miedo a hablar en público y participaron activamente en las discusiones.
  4. Término popular para designar a aquellos que después de mucho tiempo se confiesan en Pascua de Resurrección.
  5. El 20 de Octubre, fiesta de la “Mater Puritatis’ Madre de la pureza.
  6. La bandera que se menciona aquí -una donación de la señorita Ducheme de Limburgo- es la bandera que usará más tarde la Congregación Mariana para la promesa de fidelidad de los Congregantes: “Esta es la bandera que yo elegí, no la abandonaré jamás; esto se lo prometo a la Santísima Virgen”. La medalla entregada el 20 de Octubre se reemplazó por una más pequeña, que tenía a un lado la imagen de la Purísima y al otro la de san Luis Gonzaga.

miércoles, 10 de octubre de 2012

100 años del Acta de Prefundación


(El día 27 de Octubre de este año se cumplirán los 100 años de la fecha en que el Padre Kentenich diera su primera conferencia a los alumnos que le habían sido confiados como Director Espiritual. La importancia de esta charla ha trascendido las décadas y ha pasado a ser en el Movimiento de Schoenstatt lo que conocemos como Acta de Prefundación, y como tal, la base del camino que los miembros de la Familia de Schoenstatt recorren en su vida espiritual.
Por este motivo publicaremos en este BLOG tanto la "Introducción" a la conferencia (en esta semana) como el texto completo de la misma (la semana que viene), tal como lo publica el libro de los "Documentos de Schoenstatt".)

Introducción

En 1911 el Padre Kentenich fue nombrado profesor de latín y alemán en el Seminario Menor de los padres palotinos en Ehrenbreitstein, un villorrio a orillas del Rin, frente a Coblenza, a pocos kilómetros de distancia de Schoenstatt. Comenzó sus clases con una frase que permaneció grabada en la mente de sus alumnos:

“Ahora queremos trabajar juntos. Les voy a exigir mucho, pero también ustedes pueden exigir de mí el máximo. Así vamos a hacernos buenos amigos este año”.

Esta frase es símbolo de una actitud y también de un método nuevo en la educación. En aquel entonces reinaba la distancia entre profesor y alumno, el aprendizaje era estático y de memorización. El modo de hacer las clases del padre fue, en cambio, dinámico. Las materias de suyo no eran las más amenas, pero lograron captar a los alumnos, pues había diálogo y participación activa.

En Septiembre de 1912 se trasladaron los cursos superiores de humanidades de Ehrenbreitstein a Schoenstatt, donde hasta el presente sólo estaban los cursos inferiores. Este suceso trajo una pequeña revolución. En Ehrenbreitstein había más libertad en la disciplina y el lugar era más amplio, casi romántico, pues la casa tenía apariencia de castillo y miraba al Rin. Con el traslado se impuso una disciplina más rígida. La nueva casa no tenía ningún encanto para ellos, era un edificio donde no se sentían a sus anchas. Todo esto produjo una ruptura en las relaciones de confianza entre profesores y alumnos.

En estas circunstancias se creó el puesto de director espiritual para los jóvenes. El padre provincial, Kolb, pensó en el Padre Kentenich, pero no se decidió a nombrarlo por no quitarlo de su puesto como profesor donde desarrollaba una valiosa labor. El Padre Kolb nombró sucesivamente a dos padres pero ambos debieron abandonar sus puestos a causa de enfermedad. De este modo la divina Providencia hizo que se pensara nuevamente en el Padre Kentenich, quien fue designado en Octubre del año 1912 definitivamente para el cargo. Así el Padre, al llegar a Schoenstatt, asume su nueva tarea.

Con este hecho se inicia propiamente la etapa en que Dios va a colocar al Padre Kentenich en el camino directo hacia la fundación del Movimiento.

El domingo 27 de Octubre de 1912 el nuevo director espiritual dio su primera conferencia a los alumnos. A la luz del desarrollo posterior se ha visto esta plática como el primer esbozo y anuncio de lo que luego tomará forma plena en Schoenstatt, por eso se le ha llamado Acta de Prefundación. El mismo Padre Kentenich la tituló "Programa".

(Texto tomado del libro "Documentos de Schoenstatt", publicado en Santiago de Chile el 31 de diciembre de 1970