miércoles, 27 de julio de 2011

El amor, ley fundamental del mundo


Texto del Fundador

Me limito a señalarles la siguiente cuestión, tan seria y desconcertante: ¿Por qué triunfan los malos y mentirosos y son derrotados los veraces, los sencillos, los fieles a Dios? ¿Dónde hallar la respuesta definitiva? ¿Por qué tenemos que sobrellevar tantas contrariedades y adversidades serias y graves? ¿Las merecemos? ¿Por qué? ¿Qué quiere Dios con todas esas cosas? Pues bien, ¿qué respuesta ofreceremos? La daremos con facilidad si comprendemos con toda el alma lo que queremos decir con la afirmación: el amor de Dios es la ley fundamental del mundo. ……

¿Cuál es la motivación última que en Dios pone en movimiento todo lo demás, todo lo que él hace o deja de hacer? ¿Dónde está en Dios el punto por el cual en lo más hondo se hace posible una teodicea? Visto desde nosotros, teodicea no es otra cosa que una justificación de Dios. ¿Dónde está el punto desde el cual nos resulta fácil justificar a Dios? Estoy hablando del punto de vista humano. He aquí la pregunta por la ley fundamental del mundo. Y la respuesta que podemos dar es: La ley fundamental del mundo es el amor. Sopesen estas palabras …. En primer lugar se refieren al amor de Dios hacia mí y, en segundo lugar, a mi amor hacia Dios. He aquí las dos facetas esenciales de la ley fundamental del mundo: una divina y una humana. Ambas se orientan por tres estrellas: Todo por amor, mediante el amor y para el amor.


(De unos Ejercicios para sacerdotes del Padre Kentenich. Conferencia sobre “La perfecta alegría” del 10 de octubre de 1934 – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 44/45 – El amor como ley fundamental del mundo)

Comentario

El Padre Kentenich habla en esta conferencia a un grupo de sacerdotes alemanes. Alemania se hallaba en aquellos años en plena época del nacionalsocialismo. Eran tiempos difíciles para la Iglesia y para sus miembros. Schoenstatt estaba bajo la sospecha de los nazis. ¡Y con razón! Se sabía que su Fundador no estaba dispuesto a “bautizar” ninguno de los postulados del partido. Eran tiempos de una gran agitación en el plano de las ideas. El Padre anima a sus hermanos en el sacerdocio – participantes en estos ejercicios – a tomar posición frente a las cuestiones que se planteaban en la sociedad, para ayudarse y ayudar a los demás a tomar una posición firme ante todos los temas de la actualidad. Nosotros también nos hacemos hoy las mismas preguntas. En este mundo que nos ha tocado vivir, estamos llamados a actualizar las ideas del Padre Fundador, adecuándolas a la situación actual, para que nos ayuden a nosotros también a dar una respuesta personal y comunitaria a los temas de actualidad. Todos nuestros miedos y dudas ante la situación social y los acontecimientos de cada día, serán vencidos si nos empeñamos por alcanzar un alto grado de amor a Dios, creciendo en el convencimiento de que “Dios todo lo hace por amor” queriendo comunicarse y donarse así enteramente a nosotros en todos los acontecimientos de nuestra vida. Desterrar en nosotros la tentación de ver a Dios sólo como un Dios justo, experimentándolo como el Dios bondadoso, que todo lo hace por amor y para el amor.

miércoles, 20 de julio de 2011

Una espiritualidad tridimensional


Texto del Padre Fundador

La originalidad de nuestra espiritualidad está caracterizada por tres términos claves: santidad de la vida diaria, santidad del instrumento y santidad de alianza. Estos términos y sus contenidos son fruto de un proceso lento y sano. Constituyen el núcleo del Acta de Fundación, en cuya composición han desempeñado un papel fundamental. Más allá del entusiasmo sobrenatural que trasuntan, estas tres formas, o mejor dicho, estas tres facetas de una única espiritualidad son muy realistas y sobrias, al punto de preservar en lo posible de todo peligro de caer en la búsqueda compulsiva de cosas extraordinarias.
¿Cómo es el entramado interno de la espiritualidad tridimensional? Quien conozca el desarrollo histórico de las tres facetas de nuestra ascética comprenderá con facilidad y rapidez su entramado interno. La santidad de la vida diaria marca más fuertemente el rumbo en la vida cotidiana; la espiritualidad del instrumento establece con mayor conciencia el contacto con Dios; y este último, en virtud de la espiritualidad de alianza, cobra con mayor claridad el rasgo de una decidida vinculación de amor entre dos personas que se aman.
Schoenstatt es, simultáneamente, una historia de la teoría de la santidad y una historia de santidad. En la Primer Acta de Fundación leemos: “Para nosotros y los nuestros, nuestro santuario ha de convertirse en cuna de santidad, tal como lo fuera para san Luis Gonzaga un santuario de la ciudad de Florencia.” ¿Cómo es esa santidad y qué postura asume ente los ideales de santidad surgidos en el ámbito de la Iglesia en el transcurso de los siglos? Desde un principio sabemos que la Familia guía hacia la santidad, debe guiar hacia la santidad. Si no lo hace, no habrá alcanzado su meta.

(De una carta del Padre Kentenich del 8.12.1952 al P. General Turowski SAC – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 33 – Nuestra espiritualidad tridimensional)

Comentario

Nuestra Familia de Schoenstatt es una “historia de santidad”. En algunas publicaciones de la RED he podido leer los nombres de muchos héroes schoenstatttianos, hombres y mujeres que vivieron una espiritualidad heroica arropados aquí en la tierra por el cobijamiento que les proporcionó el santuario. Hijos del Padre que están hoy en el cielo. Apunto sus nombres, y sugiero intenten completar la lista a través de los “comentarios”. Algunos de ellos los conocimos personalmente, son nuestros santos schoenstattianos. Fueron, entre otros muchos, José Engling, Mario Hiriart, Fritz Esser, HansWormer, Enrique Schaefer, Gertrud Von Bullion, Barbara Kast, Hermana Marie Emilie, Hermana Maria Emannuele, Hermana Lisann, Flora Anselmo, Raquel Ochoa de Sáenz Valiente, Ma. Virginia Calderón Mansilla, Fritz Kühr, Gilbert Schimmel, Richard Fenelon, el matrimonio Raymond y Eleanor Yank, el matrimonio Ernst y Katarina Lesniewicz, Padre Hernán Alessandri, Padre Horacio Sosa, Padre Esteban Uriburu, Padre Carlos Cajade, Padre Celestino André Trevisán, Padre Máximo Trevisán, Julio Steinkaul, Jeremías Ruiz, Lorenzo Mora, Sebastián Bitangwanimana, Vitalis Ify Onyenedun. De mano del Padre Fundador, la Familia ha conducido durante todos los tiempos hacia la santidad. Ustedes pueden completar esta pequeña lista, la lista de los hijos e hijas del Padre.

miércoles, 13 de julio de 2011

Nuestra espiritualidad



Texto del Padre Fundador

Queridos hermanos: en la última conferencia comenzamos con una explicación de la Obra de Schoenstatt desde el punto de vista de su carácter sobrenatural. Expusimos dos definiciones teológicas. Examinamos la primera parte de la primera de ellas; la definición dice así:
Schoenstatt es un instrumento en manos de la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt. Un instrumento perfecto y escogido de manera especial para la renovación del mundo en Jesús y María. Una renovación que se realiza desde nuestro santuario para gloria del Padre.
Sólo quiero recalcar un aspecto. Debería haber quedado claro que Schoenstatt, en su conjunto, es una obra especial de la Santísima Virgen: tanto nuestro santuario y nuestra espiritualidad original como toda nuestra Familia, considerada ésta en su totalidad y en cada uno de sus miembros y comunidades.
¿Qué consecuencia se desprende de esta realidad? En todas partes hay santuarios donde se aprecian exvotos que llevan inscritas frases como “Gracias, Virgencita, por tu ayuda” y similares. Son agradecimientos por gracias alcanzadas o por oraciones que fueron escuchadas por intercesión de la Santísima Virgen. Así también nosotros, en la medida en que somos schoenstattianos, hemos de remontar todo a la Madre tres veces Admirable y a su acción: nosotros y todo lo que somos y tenemos, nuestras buenas acciones y sentimientos, nuestros padecimientos, nuestras buenas obras y el fruto de nuestras buenas obras. ………… Por otra parte conocemos el principio: Nada sin ti, nada sin nosotros. Vale decir, con razón esperamos esas gracias de la Santísima Virgen, pero a la vez se exige nuestra colaboración. ¿Y cuál es esa colaboración? Les doy una respuesta general: Colaborar esforzándonos por alcanzar la cumbre del monte de la santidad. Y hacerlo con seriedad y constancia.

(De una conferencia del Padre Kentenich de los años 1954/55 en Milwaukee. – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Págs. 16/17 – La espiritualidad de Schoenstatt)

Comentario

Los hijos de Schoenstatt hemos sido llamados a vivir nuestra santidad e instrumentalidad cristiana en la fuerza de la alianza de amor con la Santísima Virgen en sus santuarios. Ella ha sido la que nos ha escogido y la que espera de nosotros un esfuerzo especial como apóstoles que contribuyen a la renovación del mundo en Cristo para el Padre. Me ha llamado la atención que el Padre Fundador recalque en este texto algo que puede ser necesario “refrescar y actualizar” en estos meses de preparación al Jubileo del 2014: el convencimiento de que la Santísima Virgen no sólo escogió a Schoenstatt en su conjunto como obra especial suya, sino que cada miembro y cada comunidad de la Familia son también hijos predilectos y escogidos por la Reina de Schoenstatt. Hay siempre algo importante que “el otro” me quiere transmitir, también en las tensiones y dificultades. Se me ocurre pensar que este espíritu de admiración por el hermano o hermana, comunidad o grupo, que hacen conmigo el camino, debiera dinamizar nuestra labor organizativa en el camino hacia la celebración de los cien años de la primera alianza de amor en la Familia.

miércoles, 6 de julio de 2011

El hijo en la familia

Texto del Padre Fundador

Hemos planteado las características que debe tener una familia de Nazaret, y nombramos tres:
Primero: Una autoridad basada en un orden. Segundo: El punto central de la atención mutua es y debe ser siempre el hijo. Y tercero: Los padres y los hijos deben estar unidos entre sí por el lazo del amor.
Respecto al primer punto, ya dijimos lo esencial. Colocamos conscientemente a la autoridad paterna en primer plano, porque en lo esencial hoy vivimos en una época carente de padre. La literatura ―al menos en Europa― está llena de pensamientos acerca de la madre. La imagen del padre se esfuma cada vez más.
Al ser ésta una época carente de padre, vivimos también en una época sin Dios y sin autoridad alguna. Por eso podemos decir con tanta franqueza que la autoridad paterna, como reflejo de la autoridad divina, es básica en la familia; sin duda una autoridad fundamental que debe ser reconocida por la madre y debe conquistarse siempre de nuevo. ¿A través de qué se conquista? Mediante una tarea paterna creadora, sirviendo desinteresadamente a la mujer y a los hijos. ………….
Si queremos vivir la familia de Nazaret, debemos concienciarnos de nuevo de la importancia de la autoridad paterna. Debe ser con más fuerza el punto central de la vida familiar. ……. El campo principal de mi actividad como padre debe ser siempre la familia, a pesar de mi aptitud profesional, a pesar de la necesidad de ganar dinero, de mi dedicación política. Soy el punto central de mi familia e intervengo en la educación de mis hijos.

(De los “Retiros a las familias de Milwaukee en 1953” - Texto tomado del retiro del 18 de enero de 1953 – Ver: Familia sirviendo a la vida, Editado por el Instituto de Familias de Schoenstatt, 1994)

Comentario

En la lectura de los textos del Padre Fundador constatamos fácilmente las características centrales de su labor pedagógica. El nos regala siempre un impulso o valor central, el ideal, desde el cual va haciendo una continua asociación entre palabras, verdades y valores para llevar a sus hijos al camino de santidad. Para el Padre Kentenich el matrimonio y la familia son valores fundamentales. En los retiros citados define a la familia schoenstattiana como aquella familia “ que en la fuerza de la alianza de amor con la Madre y Reina tres veces admirable de Schoenstatt, aspira a hacer realidad el ideal de la familia de Nazaret, conforme a la época en la que vive”. A partir de este ideal está claro que la posición del hijo en la familia natural sea, a ejemplo de lo que ocurrió con Jesús en Nazaret, el punto central de la comunidad familiar. Por ello el hijo en una familia schoenstattiana quiere ser también, aunque de otra manera, el centro de la familia. La dedicación de los padres toma su referencia en los ejemplos de José y María de Nazaret. Un ideal no fácil de conseguir, sobre todo para los que dudan del valor de los ideales o intentan que los mismos se adapten siempre de nuevo a la vida misma.