viernes, 20 de diciembre de 2019

Dios envuelto en pañales


Ha llegado la Navidad del dos mil diecinueve. Queriendo desear a mis lectores unas felices fiestas y un nuevo año pleno de bendiciones, se me ha ocurrido hacerlo con algunos pensamientos del Padre Kentenich, extraídos del texto de una homilía pronunciada el 25 de diciembre de 1963 para la comunidad alemana de la parroquia de San Miguel de Milwaukee, la misma en la que se reunía los lunes por la tarde con el grupo de matrimonios que ya conocemos.

El pensamiento es simple, pero encierra en sí un misterio insondable e inconcebible para nosotros: ¡Dios envuelto en pañales! Es el mensaje que el ángel transmite a los pastores de Belén: que se pusieran en camino y hallarían a un niño acostado en un pesebre, y que ese niño era Dios. (Lc 2,15) El Dios eterno e infinito; el Dios de quien san Juan Evangelista dice que es Dios desde toda la eternidad, Dios de Dios, Luz de Luz (cf. Jn 1,9), de quien sabemos que es el eje de la historia de salvación y de la historia universal.” El Dios infinito …… ¿envuelto en pañales?

La inquietud que el hecho produjo en algunos protagonistas del momento – Herodes y los sacerdotes del templo – sigue repitiéndose en nuestros tiempos: es algo tan inconcebible que hay que eliminarlo, quitarlo de nuestro horizonte. Dios no existe, ni allá arriba, ni acá abajo, ni rodeado de gloria, ni mucho menos envuelto en pañales y recostado en un pesebre. ‘Escándalo para los judíos y necedad para los gentiles’, escribirá Pablo a los Corintios en una de sus cartas. El Padre Kentenich cita a uno de los primeros herejes de la cristiandad, Marción, que meneando su cabeza declaraba, de modo tajante, que no quería ningún Dios envuelto en pañales, sino uno revestido de majestad; un Dios que desplegase en todo momento todo su poder.

¿Qué significa para nosotros ese Dios en pañales recostado sobre un pesebre? ¿Cómo es esa imagen divina que se nos aparece sobre las pajas del pesebre?

Dios se nos desvela como el Dios de un amor divino inconmensurable y divinamente misericordioso; como el Dios de un amor que, de modo inconmensurable, se abaja y se aproxima a nosotros; como el Dios de un amor inconmensurable que en su divina sabiduría excede todo límite.
El amor que el Dios humanado nos manifiesta en Belén es un amor inconcebiblemente condescendiente. El Hijo de Dios asume la naturaleza humana y, por lo tanto, abandona la gloria del cielo. «Et Verbum caro factum est» (Jn 1,14)… "Y la Palabra se hizo carne". Pero ello no le bastó, sino que tomó además una naturaleza humana sujeta al sufrimiento. Él quería ser capaz de sufrir y por eso asume una naturaleza humana totalmente desvalida como lo es la de un niño recién nacido.”

Ese Dios envuelto en pañales, y más tarde clavado en la cruz, es el que quiere nacer ahora de nuevo en nosotros. San Pablo sufría dolores de parto porque quería ver a Cristo formado en los suyos (Gal 4,19). Anhelemos y luchemos para que Cristo nazca en nosotros, para que podamos decir también que ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo quien reina plenamente en cada uno de nuestros corazones.

El Padre Kentenich dirá en otra charla que en esto consiste la santidad, en alcanzar la madurez de la plenitud de Cristo.

“Vivamos pues con esa actitud: "Y no vivo yo…" Sí; esta naturaleza ya no vive más, sino que es Cristo quien vive plenamente en mí. Las palabras de san Pablo no significan que Cristo reina sólo "un poco" en nosotros, sino que Cristo reina plenamente en nosotros. San Pablo siempre apunta a una sola cosa: Cristo en nosotros y nosotros en Cristo; nosotros en Cristo de manera perfecta y Cristo en nosotros de manera perfecta.”

Mi felicitación cordial a mis lectores en estas fiestas navideñas, y el deseo de que todos lleguemos a ser, en plenitud, imágenes de Cristo, tal como lo fue María.
_________________________________

Para leer o escuchar alguno de los dos textos mencionados del libro “CRISTO ES MI VIDA” de la Editorial Patris, haz 'clic' en el "Enlace" correspondiente:





viernes, 13 de diciembre de 2019

PASANDO PÁGINA


Con el comentario de la semana pasada (viernes, 6 de diciembre: “Humildes y confiados en las manos de Dios”) puse fin a mis reflexiones basadas en las charlas del Padre Kentenich a los matrimonios de Milwaukee durante los dos primeros trimestres del año 1956. Procedería ahora seguir con las charlas del tercero y cuarto trimestre del mismo año, pero existe el inconveniente de que la Editorial Schoenstatt no ha publicado aún los tomos correspondientes en español, por lo que me veo en la necesidad de seguir con los textos editados en el Tomo 5 de la serie “Lunes por la tarde …. Reuniones con familias” que recogen lo dicho por el fundador de Schoenstatt en los tres primeros meses del año 1957.

Mientras que en los meses de julio a septiembre del cincuenta y seis el Padre Kentenich trataba de mostrar a Cristo y María como imágenes o reflejos del Padre Dios, invitando a sus oyentes a vivir la espiritualidad cristiana como hijos del Padre, pasaría en los meses sucesivos a tratar cuestiones y acontecimientos de la sociedad de entonces a la luz de la fe, indicando a los matrimonios los caminos adecuados para dar testimonio de su ser cristiano.
A comienzos del año 1957 profundizará estas reflexiones. Lo podemos leer en la ‘Introducción’ al Tomo 5 de esta serie.

“La difícil situación política mundial del año 1956 y el temor de la población estadounidense ante la amenaza de una guerra impulsaron al padre Kentenich en noviembre de 1956 a hablar sobre el ideal del hombre apocalíptico en un tiempo apocalíptico. 

Según expone, vivimos en un tiempo en el que nadie tiene derecho a vivir de forma mediocre. El Apocalipsis exige espíritu de mártires y, como los primeros cristianos, también nosotros tenemos que estar dispuestos a sufrir el martirio. ¿Cómo podemos prepararnos para ello? Tomando más en serio nuestra alianza con Dios y poniéndonos completamente a su disposición. La preparación interior al martirio comienza en el martirio de la vida cotidiana, en el sí a la voluntad de Dios en las pequeñas cosas de cada día. Esta orientación hacia Dios y su voluntad, la vida en alianza con Dios, confiere a nuestra vida un punto firme de reposo, y nos prepara para situaciones en las que nos veamos desafiados por las dificultades y el sufrimiento.

Pero no solo nosotros nos ponemos a su disposición. En las consideraciones subsiguientes el padre Kentenich enfatiza una y otra vez que se trata de una disponibilidad mutua: Dios también se pone a nuestra disposición. Él mismo se nos regala: nos regala su poder, su sabiduría y, sobre todo, su amor misericordioso. La gran inquietud que atraviesan las pláticas que van hasta marzo de 1957 es la transmisión de la correcta imagen de Dios. El padre Kentenich constata que muchas personas tienen una imagen distorsionada, errónea de Dios, y que solo unas pocas están profundamente convencidas de que el afecto primordial en Dios hacia sus criaturas es el amor misericordioso. Ese es el amor que, en primer lugar, se encuentra en Dios, y no la justicia. El padre Kentenich acentúa que la imagen de Dios es la imagen del Padre, y, en concreto, la imagen del Padre misericordioso.”

La autora de esta introducción, la Hermana Mariengund Auerbach del Instituto de las Hermanas de María de Schoenstatt, nos invita a preguntarnos si estamos convencidos de que el amor misericordioso de Dios está constantemente a nuestra disposición, y si consideramos todas las situaciones de nuestra vida, sobre todo los golpes del destino, como expresión del amor misericordioso del Padre, viendo en ello también un regalo de Dios para nosotros.

“Creer en el amor misericordioso del Padre Dios” es el subtítulo del Tomo 5 de la serie los “Lunes por la tarde …”, cuyas charlas leeremos y comentaremos en las próximas semanas. Estoy convencido que también serán motivadoras para nosotros dada la actualidad de los planteamientos que en las mismas se hacen.
_________________________________

Para leer o escuchar el ‘Prefacio’ y la ‘Introducción’ al ya citado Tomo 5 haz 'clic' en el siguiente "Enlace":




viernes, 6 de diciembre de 2019

Humildes y confiados en las manos de Dios


Seguimos con el anhelo de plasmar nuestra vida de un modo agradable a Dios. En este camino chocamos a menudo con nuestra propia debilidad, con el peso de nuestros pecados y faltas, con las tentaciones y la realidad de nuestras limitaciones. Tenemos que luchar con el sentimiento de culpa que nos invade. Es aquí adonde el Padre Kentenich recuerda a sus oyentes lo que Pablo escribió en la carta a los Romanos (8,28): "Para los que aman a Dios, todas las cosas redundan en lo mejor", añadiendo además lo que san Agustín agregó: “también el pecado”. O sea, que según la intención del Buen Dios también nuestras faltas y pecados deben redundar en lo mejor para nosotros.

Y si esto es así: ¿cuál debe ser nuestra tarea en el día a día? En el comentario de la semana pasada apuntábamos que no debemos de extrañarnos, no debemos turbarnos ni desanimarnos y, sobre todo, no debemos habituarnos al pecado. En el texto de la charla encontramos este pasaje aclaratorio:

“En general solemos decir que existe un misterio del pecado original. Lo decimos de forma teórica, pero, en la práctica, muchas veces pensamos que tendríamos que vivir como si todos hubiésemos sido concebidos sin pecado como la santísima Virgen. Justamente, a través del pecado original ha entrado una escisión en la naturaleza: está el "animal", que tira siempre hacia abajo; y el "ángel", que tira hacia arriba. La eterna escisión.”

Por ello lejos de nosotros el desánimo y la turbación, a la vez que ponemos todas nuestras fuerzas en no pecar más. Y si pecamos, ¿qué podemos hacer para que ese pecado redunde en mi salvación? O a la inversa, ¿qué quiere Dios de mí, una vez que he pecado?, ¿qué quiere regalarme con las tentaciones? La respuesta es múltiple; para empezar mi pecado quiere conseguir que yo llegue a ser un milagro de humildad. ¿Y qué significa eso?

“Los maestros del espíritu suelen decir que la humildad no se aprende meditando sobre la humildad sino a través de humillaciones. ¿Qué significa a través de humillaciones? Fíjense: no aprendo a comer porque diga con erudición: se hace así, sino que comienzo a comer. Así es también con el amar. ¿Cómo se aprende a amar? Amando. ¿Cómo se aprende a caminar? Caminando. Del mismo modo se aprende a ser humilde a través de humillaciones. ¿Y cuál es la mayor humillación para el hombre moral? La consciencia de haber pecado tantas y tantas veces en la propia vida, es decir, de haber actuado en contra de la propia conciencia.”

Es verdad que el pecado es una ofensa a Dios, por lo que evidentemente no puedo complacerme en ello. Pero en el pecado encontramos también la vivencia de la debilidad. Los maestros de la vida espiritual dicen que la humildad consiste en alegrarnos por haber sido tan débiles, complacerse en la propia debilidad.

“Ustedes me preguntarán ahora cómo es posible que deba complacerme en mis miserias y hasta tener alegría por ellas. Naturalmente, sólo es posible si, al milagro de humildad, se agrega el segundo milagro, el milagro de confianza.”

San Pablo sigue ayudándonos en nuestra reflexión. En su segunda carta a los Corintios (12,9) dice que se gloría de sus debilidades, porque, de ese modo, se manifiesta en él la fuerza de Cristo. Ante mi debilidad me agarro a la mano de Dios y estoy convencido de que todo lo puedo en Aquél que me conforta (Flp 4,13). Mi pequeñez es pues un título para acercarme a Dios.

Santa Teresita tenía algunas expresiones predilectas, por ejemplo, la del "ascensor" de la santidad. ¿Qué entendía ella por el ascensor de la santidad? Se imaginaba lo siguiente: allá abajo estoy yo, un ser muy pequeño. Y quiere subir hasta el último piso. Se trata, por ejemplo, de un rascacielos. Y ella quiere subir rápido.
¿Cómo he de subir la escalera y esforzarme quién sabe cuánto? ¡No, no! Soy demasiado pequeña para ello. ¿Qué hago, entonces? Tomo el ascensor de la santidad. Me imagino que, allá arriba, en el piso más alto, está el Padre celestial. Y él mira hacia el pequeño gusanito allá abajo. ¿Qué hará el gusanito? Pues tiene que decir, con sencillez: Padre, solo no puedo, tienes que hacerlo tú.
¿Qué hace entonces allá arriba el Padre de larga barba y de largos brazos? Se inclina profundamente, hace un pequeño puente con sus manos, y el gusanito se sube rápidamente a ellas. Y he ahí el ascensor de la santidad.
¿Entienden lo que esto significa? Es el milagro de humildad y el milagro de confianza. Esto es lo que nos falta totalmente a nosotros, hombres de hoy. A la mayoría nos falta la confianza. ¿Qué significa que nos falta la confianza? Siempre pensamos que tenemos que salvarnos nosotros mismos. ¡No!”

Para terminar, el Padre Kentenich sugiere a los matrimonios reunidos con él que pidan a la santísima Virgen que ella les conceda la gracia de llegar a ser un milagro de humildad y un milagro de confianza. Siendo pacientes con nosotros mismos avanzaremos también en la tarea de ser de esa forma un milagro de amor para superar así nuestros sentimientos de culpa.
_________________________________

Para leer o escuchar la charla del 25 de junio de 1956 haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 29 de noviembre de 2019

Sentimientos de culpa


Hace unos días, tomando café mi mujer y yo con una amiga, nos comentaba ella que a menudo se sentía culpable por situaciones conflictivas o diferencias en las relaciones con algunos de sus familiares y amigos. Sentimiento de culpa que le costaba dominar u olvidar. Estaba convencida de que a veces cometía errores, pero sabía también que en ocasiones su obsesión por lo perfecto le jugaba una mala partida. Yo le pregunté si también había pensado que los demás podían tener la culpa. Ahí quedó la cosa …….

La conversación fue positiva porque recordamos la necesidad de perdonar y de perdonarnos para no caer en la tentación del autobloqueo, de quedarnos en el pasado o de acercarnos al precipicio de la depresión, aferrándonos a aquello de “siempre lo hago mal” o quedándonos en aquello otro de “yo ya no tengo remedio”. Algunos sicólogos nos aconsejan que debiéramos aprender a querernos a nosotros mismos, huir del victimismo y, fijándonos unos valores estables, facilitar un impulso vital para crecer en lo positivo.

Providencialmente en la serie de charlas del Padre Kentenich que venimos comentando, la de esta semana nos acerca al mismo tema: cómo tratar correctamente nuestro sentimiento de culpa. El Padre lo hace en el contexto del asunto que viene tratando en los últimos encuentros con los matrimonios de Milwaukee. La pregunta de ¿cómo logro caminar con Dios y con la santísima Virgen a través de mi quehacer cotidiano? Y más en concreto en el esfuerzo de asimilar correctamente nuestras impresiones.  

“Tengo que advertirles que, hoy en día, muchas personas, sobre todo también en Estados Unidos, están enfermas: lo están psíquicamente y, por eso, también corporalmente. ¿Y saben por qué? Primero, porque tienen en su interior muchas impresiones no digeridas que ejercen presión sobre el cuerpo. Y, segundo, porque no pueden con su sentimiento de culpa. Y ahora me permito preguntarles: ¿qué se entiende por sentimiento de culpa? Se puede decir que hay dos tipos de sentimiento de culpa. Yo suelo distinguir entre un sentimiento de culpa teológico-moral y un sentimiento de culpa ascético.”

Al hablar de sentimiento de culpa teológico-moral se refiere al caso de producirse como consecuencia de haber cometido algún pecado o falta real, o cuando se ha actuado en contra de un mandamiento. En el segundo caso se trata de aquellos momentos en los cuales surgen en nuestro interior tentaciones o sentimientos perturbadores, que ayudan a que nuestra vida sentimental esté agitada. Aquí nos pueden ayudar otras palabras de su charla:

“Pero ahora quiero agregar otro pensamiento. No deben pensar que, estando en nuestro cuerpo mortal, podemos evitar toda falta y todo pecado: no es posible. Tenemos que luchar con la naturaleza hasta el fin de la vida. Y hasta el fin de la vida tenemos que contar con que, de pronto, nos veamos sorprendidos por algún ataque, sea de fuera o de dentro.
Hasta el fin de la vida tenemos que contar con que tengamos tentaciones, también cuando nos hayamos hecho mayores y las pasiones comiencen ya a acallarse un poco.”

Con la mirada puesta en el Dios de mi vida diaria, en el Dios que me conforta y auxilia, en el Dios que me ama y valora mi libertad, ¿qué hacer y qué no hacer en este caso? Cuatro son las respuestas que da el Padre Kentenich a cada pregunta:

¿Qué es lo que no debo hacer? Primero, no debo extrañarme. Segunda respuesta: no turbarse. Tercera respuesta: no desanimarse. Cuarta respuesta: no rendirse ni habituarse al pecado.

Y a la segunda pregunta, la de ¿qué debemos hacer?, nos dice lo siguiente: llegar a ser un milagro de humildad, llegar a ser un milagro de paciencia, llegar a ser un milagro de confianza, y llegar ser un milagro de amor.

El próximo viernes continuaremos con esta materia, profundizando en el contenido de la charla del 25 de junio de 1956. ¡Feliz y santo adviento!

_________________________________

Para leer o escuchar la charla del 4 de junio de 1956 haz 'clic' en el siguiente "Enlace":

Trato correcto con nuestro sentimiento de culpa



viernes, 22 de noviembre de 2019

El hombre bolchevique, el hombre masa


Aquellos de mis lectores que tuvieron interés y tiempo para leer el texto completo de la charla del Padre Kentenich del 28 de marzo de 1956, cuyo tema central versaba sobre la capacidad de elaborar las impresiones en el hombre de hoy, se encontraron con un pasaje que nos revela el don y carisma profético del fundador de Schoenstatt. Tiene que ver con el panorama que nos rodea hoy, en cualquier situación de la vida diaria, el de los móviles en las manos y la mirada fija en las imágenes que nos transmiten o nosotros mismos transmitimos, y que encontramos reflejado en sus palabras. (¡año 1956!):

“Un escritor inglés se imaginó una vez cómo van a ser las cosas dentro de unas cuantas décadas en el mundo entero. Y se dijo el autor: no pasará mucho tiempo, que se colgará una radio al oído del niño en la cuna, cuando no ya en el seno materno. Y esa radio, con su vocería, introduce ya en el niño de cuna todo tipo de impresiones, a fin de que el niño absorba todo y, después, sea "de cartón". Por supuesto, está dicho de forma exagerada. Pero ustedes entienden a qué se está haciendo referencia, ¿verdad? Fíjense: ésa es la juventud del futuro, entregada por completo a las impresiones exteriores, con las que ya no sabe más qué hacer. …….. Así se está desarrollando el hombre moderno, que es esclavo en todo de las impresiones exteriores.

Y aquí interviene y ataca ahora la mentalidad bolchevique. Los bolcheviques dicen que así está bien, que así tenemos que hacerlo, que tenemos que arrebatarle al hombre la libertad, que el hombre tiene que estar predispuesto a ser comandado desde fuera: un batacazo, y todo se lleva a cabo. Las piernas tienen que estar todas iguales, como en el ejército: piernas adelante, piernas atrás, según se mande. Así tiene que llegar a ser hoy la humanidad. No sólo unificación de las piernas, sino también unificación de las cabezas, y del corazón. De ese modo, sin saberlo, estamos en realidad casi todos en camino hacia el hombre masa.”

Ya en el año 1937, en unos ejercicios espirituales que dio a sacerdotes, el Padre describía al hombre bolchevique, al hombre masa, así: “¡Cuán poco vivimos nosotros mismos y cuánto "somos vividos" por cosas exteriores! El peligro que se cierne amenazante sobre el horizonte es el del bolchevismo y el hombre bolchevique. Sus características son la despersonalización y la masificación. ¡Y cuán despersonalizado y masificado está ya también el catolicismo de élite!”

En otra ocasión lo explicará de esta forma: “Pensemos en el hombre mecanicista, el hombre bolchevique. Se considera a sí mismo como una pieza reemplazable de una máquina. El mundo es para él una única máquina. En ella no hay lugar para Dios, nada del más allá, todo es soberbia, egolatría.” Preveía que avanzábamos hacia una civilización y cultura unificada con un hombre orientado hacia lo terreno, desdivinizado, descristianizado, sin moral ni alma, y totalmente desgarrado en su interior. Son palabras suyas, tomadas de una conferencia de la Semana de Octubre de 1967.

En esta ocasión animaba a los suyos a tomarse tiempo para penetrar en la escuela de la historia y asimilar sus enseñanzas, viendo también las respuestas que el mismo Dios nos ofrece a través del Concilio Vaticano II y de la Iglesia postconciliar.

Ante la amenaza de este hombre bolchevique, del hombre masa, nuestro esfuerzo debería ser el de construir en nosotros y en los nuestros un hombre plenamente divinizado, un hombre plenamente cristianizado, un hombre plenamente moralizado y lleno de espíritu, y un hombre plenamente unido y en armonía en su interior.

En unas palabras del año 1933 el Padre Kentenich lo resumía también así: El hombre bolchevique (es decir, el hombre colectivista) es el hombre radicalmente desvinculado, que ha cortado interiormente y en forma absoluta, todas las vinculaciones queridas por Dios: la vinculación al hogar, a Dios, a la familia. A este tipo de hombre debemos oponer el hombre radicalmente comunitario, que gustoso asume interiormente todas las vinculaciones queridas por Dios.”

En las primeras décadas del siglo veinte ‘los bolcheviques lucharon por la dictadura del proletariado como instrumento necesario de la revolución para avanzar hacia el socialismo’ (Wikipedia).

Una visión sólo será vencida por otra visión. La visión cristiana del futuro es una visión universal, que “abarca el tiempo y la eternidad, este mundo y el del ‘Más allá’, que abarca todas las necesidades religiosas, morales, políticas, económicas y sociales de todos los hombres, también las de los desheredados, y las de todos los millones de habitantes de la tierra.” (Terciado de Brasil, 1948)

Los acontecimientos del mundo que nos rodea y la vida en la que estamos inmersos nos invitan a reflexionar en las palabras que acabamos de traer a este Blog.


viernes, 15 de noviembre de 2019

Elaborar impresiones en diálogo con Dios


En las últimas semanas venimos reflexionando sobre el camino de santidad para los que estamos en el mundo, fuera de los muros de un convento. Lo hacemos con la ayuda de las reflexiones que el Padre José Kentenich hiciera semanalmente a un grupo de matrimonios allá por el año 1956 en Estados Unidos de América.

Hoy nos fijamos con él en aquellas palabras de Pablo a los Romanos, cuando les decía que "para los que aman a Dios, todas las cosas redundan en lo mejor", incluso los sufrimientos, incomprensiones, penas y dificultades. Y lo hacemos pensando también que en el acontecer diario recibimos innumerables impresiones, muchas de las cuales no elaboramos interiormente, llegando a ser un freno para nuestro camino de fe y de esfuerzo por la santidad. Son impresiones no digeridas, es decir, acontecimientos que se han impreso en el alma y en el corazón, y que nos mantienen en constante inquietud.

“Si quieren identificar impresiones especialmente claras, profundas, de gran incidencia en su propia vida, tal vez tengan que pensar en una gran desgracia, por ejemplo, que se me haya arrebatado el honor. ¿Entienden ustedes cómo eso deja una profunda impresión en el corazón?
O supónganse que alguna vez he tenido en mi vida una terrible desgracia, por ejemplo, que he cometido un pecado muy grave y feo. Lo he confesado, está en sí absuelto, pero, a pesar de ello, no está interiormente elaborado.
Hay muchísimas personas que reprimen esto, que lo oprimen hacia abajo, pero que no lo elaboran. Y cuando las impresiones no han sido elaboradas, actúan casi como serpientes que se arrastran durante un tiempo en el subconsciente pero que, de pronto, saltan hacia arriba. ¿Cuál será el efecto? Hay en mí una fuerza misteriosa que me mantiene en constante inquietud.”

Al hablar de estas impresiones no elaboradas, el Padre Kentenich se pregunta por qué hoy día hay tantas personas que están psíquicamente y mentalmente enfermas. “No sólo personas no religiosas, sino también personas profundamente religiosas están a menudo enfermas, psíquicamente enfermas”. Dos pueden ser las causas de esta situación: el sentimiento de culpa y las impresiones no digeridas que se multiplican en nuestra vida subconsciente y que lo desordenan constantemente todo.
Precisamente estas circunstancias deberán ser entonces también el contenido de mi conversación diaria con Dios.

“Reflexionemos: ¿cuántas impresiones se esconden todavía en mí que todavía no he aceptado interiormente, que todavía no he elaborado interiormente? ¿Qué objetivo debo perseguir en esa elaboración? No debo cesar hasta que mi ritmo de vida personal se aquiete en el ritmo de vida de Dios.
¿Qué significa esto, en la práctica? Tengo que extraer lo que se esconde en el acontecimiento, lo que Dios quiere decirme. Por ejemplo, mi hijo se puso a jugar con un arma y, de pronto, se causó una herida a sí mismo. No obstante, una vez más, las cosas salieron bien. Ahora, ¿qué me quiere decir Dios a través de este acontecimiento? ¿Qué quiere decirme? Esa es ahora la pregunta. Si ni siquiera un cabello cae de mi cabeza sin que Dios tenga una intención, con esto que ha sucedido tiene que tener una intención especial. Por eso, no sólo mi cabeza tiene que reflexionar qué pensó Dios con esto, sino que mi corazón tiene que aquietarse en lo que Dios quiere decirme a través de esto a mí y a mi hijo.”

Si es verdad que “para los que aman a Dios, todas las cosas redundan en lo mejor”, mi cabeza y mi corazón se serenarán y reposarán en el ritmo de vida de Dios. Abandonarme en los brazos de Dios, dándole a Él un poder en blanco, en la seguridad de que todo lo que hace y permite redundará en mi bien.

“La pregunta es siempre primero: Dios querido, ¿qué muestras de amor quieres darme a través de aquella desgracia o de aquella alegría? Como ven, se trata de una actitud vigorosa. Y esta actitud no debe tenerla sólo el religioso, el sacerdote: yo también debo tenerla.
Permítanme preguntarles, pues, una vez más —y ésta es la segunda pregunta—: ¿cómo llega el apóstol Pablo a afirmar algo semejante? Porque está convencido de la sabiduría paterna de Dios, de la bondad paterna de Dios, y tercero, de la omnipotencia paterna de Dios."

La sabiduría de Dios sabe muy bien cómo soy, sabe para lo que me ha creado, y sabe bien como actúa en mí esto o aquello. Y si lo sabe, su bondad paterna y su omnipotencia actuarán en consecuencia. Venga lo que venga, yo creeré que Dios es padre, que Dios es bueno y que bueno es todo lo que él hace. Nuestra tarea será siempre la de renovar diariamente nuestra entrega y hacer que cada acto de mi vida diaria dependa de Dios.
___________________________________

Para leer o escuchar la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 8 de noviembre de 2019

Caminando con Dios a la luz del Espíritu


(Nota previa: hoy me limito a transcribir el "índice-resumen" de la charla de este lunes, 21 de Mayo de 1956)
  
Ya hace tiempo que nos ocupamos con la pregunta de cómo podemos caminar a lo largo del día con Dios y de la mano de la santísima Virgen. En pláticas anteriores nos hemos preguntado sobre todo por nuestra actividad propia y por el actuar de Dios. Ambas cosas son necesarias si queremos caminar con Dios a lo largo del día. Resumimos y completamos:

— Primero: ¿Qué tenemos que hacer nosotros?

● Contemplar bien a menudo a Dios en la fe
● A Dios en sí mismo, es decir en el sagrario, en el alma del hombre en gracia, en todas las cosas
● A Dios en sus efectos, es decir, en sus conducciones y disposiciones
● Hablar con Dios
De forma original, genuina y viva
Pedir, adorar, dar gracias

— Digresión: Tenemos que aprender a dar gracias

● El hombre actual ha desaprendido a dar gracias
● A menudo los animales son más agradecidos que los hombres
● Motivos por los cuales hoy en día ya no hay gratitud en la vida pública
Primero: Vivimos en un tiempo mecanizado, en el que ya no hay más relaciones humanas porque muchas personas han llegado a ser como una pieza de una máquina
Segundo: Vivimos en un tiempo "oficializado", en el que todo está orientado sólo hacia el derecho y el deber

● Si detrás de todas las cosas, de los hombres y de los acontecimientos viéramos a Dios, la vida actual recuperaría más calidez y gratitud
Nuestro primer agradecimiento corresponde a Dios
También corresponde agradecer a los hombres a través de los cuales Dios realiza sus acciones de amor para con nosotros
No hay nada por lo que no debamos dar las gracias
También por el dolor queremos dar gracias

— Segundo: ¿Cómo podemos recibir de Dios la gracia de verlo y de hablar con él en todas partes?

Pedimos a la santísima Virgen que implore para nosotros el Espíritu Santo con sus siete dones. El Espíritu Santo produce a través de sus dones la transformación espiritual del hombre.

Los dones son fuerzas motrices sobrenaturales
▪ En el ámbito natural distinguimos entre inclinaciones, pasiones e instintos
▪ Del mismo modo hay también inclinaciones, pasiones e instintos sobrenaturales
▪ Las fuerzas motrices sobrenaturales hacen posible lo que la naturaleza por sí misma no logra, por ejemplo, el anhelo de la cruz y del sufrimiento
▪ Las pasiones y los instintos negativos sólo pueden ser vencidos si se les oponen fuerzas motrices sobrenaturales
▪ No sólo los religiosos sino también nosotros estamos llamados a esta santidad que nos regalan los dones del Espíritu Santo

Los dones del Espíritu son como las velas de un barco
▪ En un bote tenemos que remar nosotros mismos, y de ese modo avanzamos un poco
▪ Cuando el Espíritu Santo iza las velas y envía hacia ellas su soplo, podemos avanzar mucho más rápido, incluso en caso de tormenta

Los dones del Espíritu Santo son como una esponja llena de agua
▪ Con una esponja puede lavarse mucho más fácil que con una piedra
▪ En la Sagrada Escritura se compara al Espíritu Santo con torrentes de agua viva


___________________________________

Para leer o escuchar la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 1 de noviembre de 2019

Santidad en el mundo, ¿cómo?

Siguiendo el consejo del Padre Kentenich, los que estamos en el mundo y aspiramos a la santidad debemos aprender a relacionarnos con las cosas terrenas de forma correcta, aprender a valorarlas, a disfrutarlas, a dominarlas y a renunciar a las mismas, siempre en la perspectiva de la fe, o sea no separándolas nunca de Dios. Si estamos llamados a permanecer en el mundo, debemos utilizar el mundo para llegar a Dios, o lo que es lo mismo, tengo que caminar con Dios a través del quehacer cotidiano, caminar con Él a lo largo del día, de mi día.

Es verdad que, como les explicaba a los matrimonios reunidos en este nuevo lunes por la tarde, los hombres de hoy abandonamos la mayoría de las veces a Dios durante el día, o lo relegamos, en el mejor de los casos, a la experiencia de la misa dominical.

En el camino de la santidad de la vida diaria debemos aprender a relacionarnos de forma afectiva y efectiva con el Dios de la vida, con el Dios de mi vida, y esto de forma continua. ¿Y cómo hacerlo? Tres son las respuestas que podemos deducir del texto de esta charla:

“Primero, tengo que contemplar muy a menudo a Dios en la fe; segundo, hablar muy a menudo con Dios de forma totalmente espontánea y auténtica; y, tercero, ofrecer a Dios por amor y con espíritu de fe muchos sacrificios.”

Para contemplar a menudo a Dios, debo saber dónde lo puedo encontrar. Hay un lugar seguro para encontrar a Dios en sí mismo, y es en la iglesia, en el Sagrario. La fe me dice que allá delante, donde está la Hostia, está Dios —y está realmente—. Es decir: si Él está realmente allí, debo tenerlo también como interlocutor, como interlocutor viviente frente a mí.”

¿Hemos aprendido a hablar personalmente con Dios, o sólo sabemos recitar oraciones que otros escribieron o rezaron primero? Hablar personal y permanentemente con Él, de forma espontánea y auténtica quiere ser también nuestro camino. “Cuanto más desafectado y natural, tanto mejor. Es Dios mismo el que me inspira ese hablar en mi interior. No tengo que imitar cómo lo hace esta o aquella persona.” Allí, delante del Sagrario, puedo aprender a hablar con Él en el silencio de mi corazón.

Si he aprendido a que mi corazón sea el lugar de mi encuentro y contemplación a Dios, no me costará dar un paso más en esta escuela y aprender a ver a Dios en el corazón de los que me rodean. Allí está Él y allí me espera. Es el lugar del amor. Son los otros “sagrarios”, los que están más cerca de mí. Él está en el corazón de los míos.

Una tercera respuesta a la pregunta de cómo relacionarme con el Dios de mi vida es la de “ofrecer a Dios por amor y con espíritu de fe muchos sacrificios”. Y aquí nos encontramos con la posibilidad de “cerrar el círculo” de nuestra reflexión: arriba decíamos que para caminar con Dios a través del quehacer diario debemos también aprender a renunciar correctamente a las cosas de este mundo. Renuncia, sacrificio y ofrenda será entonces una forma destacada y especial de vivir en unión con Dios, de aspirar a la santidad.

Son numerosas las anécdotas e historias que el Padre Kentenich cuenta a sus oyentes durante sus charlas. Quiero terminar hoy mi reflexión con una de ellas, referida a la presencia de Dios en nuestras vidas:

“Es siempre el mismo pensamiento: tengo que buscar en todas partes el contacto con Dios. …. Pero quiero contarles otro pequeño ejemplo. La historia tiene lugar en una casa de gente de la nobleza.
Según se dice —por lo menos en Europa— los de la nobleza tienen "sangre azul". Por eso se enorgullecen de las generaciones pasadas, de sus ancestros, y muchas veces tienen una "galería de ancestros" en la que pueden verse las imágenes o retratos de todos sus antepasados.
Por supuesto, la "sangre azul" no impide que también entre ellos fermenten y se cuezan sabe Dios qué cosas. En este caso, la jovencita de la casa había recibido en una ocasión la visita de un joven. Y, como suceden las cosas, de pronto, en ambos se enciende la pasión. Están sentados en la “galería de los ancestros”. Ambos se han encendido interiormente de pasión y están realmente a punto de caer juntos en el pecado. En el último momento, la joven dice de pronto: ¡No! Tenemos que ir a otra habitación. ¿Qué dirán mis ancestros si ven lo que hacemos aquí?
Ahora bien: la profunda consciencia de que Dios está en mí es algo distinto que pensar sólo en nuestros ancestros. Eso es justamente lo trágico de nuestra vida: Dios está en todas partes, pero no lo vemos.”


___________________________________

Para leer o escuchar la sinopsis y la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":