miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡María, tú sola venciste todas las herejías!



* Hubo un tiempo en que la humanidad estaba en el Paraíso. Cuando éste le fue quitado, surgió en su interior un fuerte anhelo. Si ahora observamos en profundidad la época constataremos que, como en tiempo del Salvador, en el abismo del corazón de la humanidad hay una impetuosa nostalgia.

* ¿Existe también en nuestra alma el anhelo por la redención? Hemos expresado el ideal con las palabras: hombres nuevos, comunidad nueva. ¡El hombre nuevo en la comunidad nueva! Podríamos decir también: el hombre nuevo redimido en la comunidad nueva redimida.

* El Dios Uno y Trino incluyó a la Santísima Virgen en el orden salvífico. Así como el Padre del cielo hizo dependiente de su sí la salvación del género humano, poniendo de ese modo en sus manos la salvación de los hombres, del mismo modo también la renovación del mundo actual depende de ella.

* Ella espera que los pueblos vuelvan a confiarle su destino.

* La Santísima Virgen nos necesita… Ella quiere realizar su misión, quiere conducir el mundo hacia Cristo a través nuestro. Podemos ayudarle en el cumplimiento de su misión.

* Hay tiempos en que los hombres no quieren saber nada de Dios; y precisamente para estos tiempos fue prevista la Santísima Virgen como "el ejército en orden de batalla…" Al percibir que otros espíritus van ganando posiciones contra Dios, démonos cuenta de que es el Espíritu de Dios quien nos apremia a ponernos del lado de María, de María Reina, de María la gran capitana de las batallas por el reino de Dios; pero démonos cuenta también de que él nos apremia además a reprobar y a renunciar al reino demoníaco.

* María en el horizonte de la historia de la Iglesia es sinónimo de victoria.

* La Madre de Dios ―así nos lo dice la experiencia y nos lo enseña la Iglesia en el oficio de las fiestas marianas― venció todas las herejías a través de los siglos. La Iglesia, incluso, dice: ¡Tú sola!

(Textos tomados de: “María, signo de luz”, Padre José Kentenich, Editorial Claretiana, Buenos Aires 1980 – Aforismos extraídos de diferentes conferencias del Padre Kentenich – Original alemán: “Lichtzeichen über die Welt”)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

María facilita el camino hacia Dios



El camino hacia Dios se nos hace tan difícil a nosotros, hombres nacidos del polvo y cargados con el peso del pecado original, porque somos insensibles a Dios y a lo divino, y sumamente receptivos a lo meramente terreno y mundano. Tal como nos dicen los maestros espirituales y como lo confirma innumerables veces la experiencia cotidiana, la Santísima Virgen demuestra ser en tales casos el "señuelo" que nos aparta de todo lo anti-divino y nos indica y conduce hacia Dios y lo divino, haciendo que nos resulte "apetecible" a través de todo su ser y de su modo de darse. Ella es el imán que nos atrae —a nosotros que nos asemejamos al hierro viejo y lerdo— para llevarnos cerca de la llama ardiente del amor divino. Ella es el anzuelo que pesca nuestros corazones sacándolos del mar tormentoso de la vida para llevarlos al corazón del Dios del amor. 

Ella es el principio materno, el brazo de la misericordia divina vuelto hacia nosotros, ante el cual, incluso el corazón del hombre que se ha enfriado, difícilmente puede resistir. Y precisamente porque ella es ser humano y sólo ser humano, la "madre del amor hermoso" tiene una influencia que casi constriñe y obliga a los hijos de Eva, que gimen en este valle de lágrimas.

Los antiguos gustaban de dar a estas ideas que estamos considerando una forma particular, tal como la encontramos en san Bernardo. Él dice: "¿Temes dirigirte hacia el Padre? Él te dio a Jesús por mediador… ¿Temes también ante él? … ¿Quisieras tener todavía un intercesor ante él? … Dirígete a María… ¿Acaso habría de temer la debilidad humana presentarse ante María? Nada hay en ella de severidad, nada que intimide. Ella es toda dulzura." He aquí la razón por la cual, en todas partes en el orbe católico, se la invoca una y otra vez, en todas las circunstancias de la vida, como Refugio de los pecadores, como Auxilio de los cristianos, como Madre de la misericordia.

Su corazón santo es el recinto sagrado en el que se puede tener con Dios un trato sobresaliente. Sabemos a través de múltiples experiencias cuán fuertemente incide en el alma el lugar que nos rodea. Si la atmósfera en torno nuestro está empapada de un espíritu mundano, frío y congelador, si está esclavizada a las cosas de este mundo y moralmente infectada, y si tenemos que permanecer en ella en forma constante, será difícil elevar el alma hacia Dios. En cambio, si nuestro entorno está sostenido por pensamientos divinos y por calidez sobrenatural, experimentamos el impulso a incorporarnos a ese mismo ritmo de vida. Basta recordar cómo todo nuestro interior resuena y se aúna en nuestro santuario, cuando éste está impregnado de espíritu de oración.

Ésta es la sabiduría de vida católica que dio origen a la oración del Rosario y que la mantiene viva. Las avemarías nos transportan al ámbito sagrado del corazón de María. Una vez que hemos entrado en él y nos hemos familiarizado allí, es fácil abarcar y degustar amorosamente toda la vida del Señor, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. El mundo a nuestro alrededor podrá estar impregnado de paganismo y animalidad. Pero si nosotros estamos en nuestro "nido", en ese corazón santo, entonces vivimos en nuestro propio mundo, en el mundo de Dios; estamos recogidos y llenos de espíritu a pesar de todo el movimiento en torno nuestro, elevamos un discreto pero verdadero sursum corda, (¡arriba los corazones!) y tenemos un trato sencillo con el amor eterno.

(Texto tomado de: "Estudio sobre la 'Piedad instrumental mariana' dictado en el campo de concentración de Dachau. - Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Amar a Dios a través de causas segundas



Ahora debo retomar otra idea. Se trata de la idea que ya hemos meditado un par de veces en común, cuando dijimos que queremos aprender a amar en forma schoenstatiana. ¿Qué quiere decir "amar en forma schoenstatiana"? Ya conocen la respuesta: ascender hacia la cumbre del amor a través de causas segundas, es decir, que amemos también a las criaturas: las criaturas, que son ciertamente un regalo de Dios y que, según el plan de Dios —no sé si recuerdan aún la expresión— deben ser para mí un imán. (…)

Sin embargo, considero que ahora debería decirles también lo siguiente: esto mismo vale de manera eminentísima respecto de la Santísima Virgen. Amar en forma schoenstatiana significa amar a través de causas segundas, y una de las causas segundas más importantes de las que se sirve Dios para amarnos, para atraernos hacia él, es la Santísima Virgen. Creo que lo comprenden de inmediato. ¿Qué es, entonces, la Santísima Virgen? Ella es, en medida acrecentada, lo que nosotros somos unos con los otros y para los otros. Por ser la coronación de la creación, ella es en sí misma, de manera singular, la coronación de la omnipotencia, de la sabiduría y del amor divinos. Ella debe ser para mí, también en forma singular, el imán; debe ser para mí un anzuelo. Así se la denominó también muchas veces durante la Edad Media. Ella no está sólo para sí misma: es también una criatura, pero una criatura que Dios creó para mí. Al modo de un anzuelo, ella debe atraerme hacia sí, pero no retenerme consigo, sino, como un anzuelo, atraerme y llevarme al corazón del Dios vivo.

Y si Dios le ha dado esa tarea, nosotros no tenemos derecho a pasarla por alto. ¿No es acaso evidente, entonces, que nos digamos: cuanto más ame a María, con tanta mayor seguridad llegaré al corazón de Dios? Y, como es natural, por último está siempre el pensamiento de que Dios me creó para poder amarme y para que yo pueda amarlo. ¿Cómo ingreso de la manera más rápida y segura a ese mundo del amor de Dios? Si me dejo atraer y apresar realmente por ese anzuelo, es decir, si regalo mi corazón a María.

Esto mismo lo decimos en nuestro lenguaje: sellamos una alianza de amor con la Santísima Virgen. Y esto lo comprendemos mucho mejor aún si decimos: sellamos también una alianza de amor entre nosotros. (…) Si esto es verdad, si nos está dado ser anzuelo, imán, unos para otros, es obvio entonces, que, siendo María en cierto sentido la corona de la creación, la obra maestra que hizo Dios, nosotros deberíamos amarla también íntimamente; deberíamos sellar una alianza de amor con ella, pero no para quedamos en ella, sino para profundizar esa alianza de amor, de modo que se torne un imán para mí. ¿Quién tiene en sus manos el imán? O bien ¿dónde está, en última instancia, el pescador que quiere hacerse del pececillo? Es el mismo Dios viviente. Él creó a la Santísima Virgen y quiere que yo la ame, a fin de que, de ese modo, yo pueda entrar lo más profundamente posible en su corazón.

Al leer la Sagrada Escritura encontrarán lo que el Señor nos dejó como testamento: algo inmensamente hermoso, inmensamente sencillo, cuando pensamos en Juan y en María. Juan es símbolo nuestro, de toda la sociedad humana. ¿Qué dice el testamento? "He ahí a tu hijo. He ahí a tu Madre" (Jn 19,26s). Él nos dejó a María como testamento. ¡He ahí a tu Madre! Es decir: debo amarla.

¡Qué sencillo suena esto ahora! No se trata sino del testamento, que requiere de nosotros sellar una alianza de amor con María. ¿No es acaso algo sencillo? Nos hemos remontado, entonces, al origen de la alianza de amor en el testamento de Jesús.


(Texto tomado de: "Plática para las Hermanas de María de Schoenstatt”, 3 de marzo de 1967.- Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Misión mariana del fundador - (¡y de toda su familia!)



Al llegar a la culminación de su vida, san Pablo, en una oportunidad, dirigió una mirada retrospectiva al día de su nacimiento. Y viendo todos los extravíos y errores que había cometido, afirmó: dicho humanamente, soy el fruto de un aborto, pero, con todo, Dios me ha elegido antes de mi concepción para ésta, mi especial misión (Gal 1,10-24). Y si preguntáramos a san Pablo en qué consistía esa misión, él nos diría: se me confirió la misión de anunciar al mundo el misterio de Cristo: de Cristo, el mediador, la cabeza del Cuerpo Místico.

Es así como nos preguntamos, espontáneamente: ¿cuál fue la misión que se me confió a mí hace 73 años? Mirando de soslayo hacia san Pablo, puedo afirmar que mi misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María.

Mi tarea es anunciar a la Santísima Virgen, mostrarla a nuestro tiempo como la colaboradora permanente del Señor en toda su obra redentora, como la corredentora y mediadora de gracias: a la Santísima Virgen en su profunda unión con el Señor, en biunidad con él, con la misión específica que ella tiene desde su santuario de Schoenstatt, para el tiempo actual.

¡Mi querida Familia de Schoenstatt! Puedo decir, ciertamente, que todos ustedes están incluidos en ésa, mi misión. Tal misión no ha sido depositada solamente sobre mis hombros, sino también sobre los hombros de todos los hijos de Schoenstatt. Reflexionemos un momento cómo le fue entregada en sueños la misión a san José. ¿Qué le dice el ángel en el sueño? "Levántate, toma contigo al niño y a su madre". No le dijo solamente "toma al niño", sino "toma al niño y a su madre" (Mt 2,13.20).

Es mi convicción de fe que esa misma misión me fue confiada hace 73 años. Quien recibió, pues, la llamada aún antes de haber sido concebido en el seno materno, recibió una misión específica: ser el heraldo de la Santísima Virgen, el mensajero que debía anunciar sus glorias a nuestro tiempo.

Queridas familias de Schoenstatt, Dios les ha llamado también a ustedes para ayudarme en esa gran misión. Cada familia recibe hoy, de parte del que celebra el cumpleaños, esa misión, la misión de nuestra Madre y Reina de Schoenstatt. ¡Es tan consolador el que esa misión no descanse solamente sobre mis hombros, sino que todos ustedes quieran ayudarme a realizar esa gigantesca tarea! Como san José, también nosotros escuchamos hoy las palabras: ¡Levántate! No te pongas a descansar ni desees para ti una vida de confort y bienestar, o pasarlo bien en este mundo… No: el ángel dijo: levántate, toma contigo al niño y a su madre. Tómalos primeramente tú mismo contigo, tómalos en tu propio corazón. Después, prepárales un lugar cálido en tu propia familia, y luego en los corazones de los demás.


(Texto tomado de: "Plática para matrimonios", Milwaukee, Estados Unidos, 16 de Noviembre de 1958, en la fiesta del  cumpleaños del Padre Kentenich. Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").