miércoles, 28 de marzo de 2012

Nuevos padres, nuevo mundo (3)


(Nota previa: Ver Nota previa y Disposición general en la entrada del miércoles 14 de marzo de 2012)


DISPOSICIÓN (de este capítulo)

2. SOBRE LA EDUCACIÓN DEL HOMBRE, PADRE Y JEFE
    
2.1 ¡Autoeducación cuanto antes!
    
2.2 Observación sobre la educación por parte de otros

    - Educar la ingenuidad del niño
    - Educar para ser auténticos padres

a. ¡Sed perfectos, como vuestro padre en el cielo es perfecto!

b. ¡Sed reflejos lo más perfectos posibles del Padre celestial!

    - La invariabilidad del padre
       - del Padre celestial – del padre en la tierra
    - La omnipresencia del padre
    - El padre lo sabe todo
    - La sabiduría del padre
    - La santidad del padre
    - La justicia y veracidad del padre
    - La misericordia del padre


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR


2. SOBRE LA EDUCACIÓN DEL HOMBRE, PADRE Y JEFE

2.1 ¡Autoeducación cuanto antes!

¿Y cuándo queremos comenzar con esta educación? El texto citado (del Acta de pre-fundación) nos dice: “¡Queremos educarnos a nosotros mismos!” A partir del momento en que se inicia nuestra autoeducación, comienza también la educación para llegar al ideal de una auténtica filialidad y al ideal de una marcada paternidad. Es verdad que eso sólo lo podremos hacer si sabemos exactamente lo que encierra en sí la auténtica filialidad.

Tengo claro que si se presenta hoy ante mí un hombre joven de corte moderno, me va a rechazar en un primer momento las dos expresiones. Va a necesitar un tiempo hasta que encuentre el camino. Junto a la pista central de una carretera hay siempre un arcén. Debemos preocuparnos de que acceda pronto a la pista principal. ¡Pasando por los arcenes hasta que lo conseguimos! Quiero repetir: ¿Cuándo comienza en verdad mi educación a la paternidad?  Supongamos por un momento que yo deseo casarme; o supongamos también que no quiero casarme porque deseo pertenecer a una comunidad religiosa o quiero permanecer célibe. El ideal del hombre es el mismo: ¡Paternidad! Y ella comienza justo en el momento en que yo empiezo a educarme a mí mismo.

2.2 Observación sobre la educación por parte de otros

También en el caso de que otras personas se preocupen de mi educación: ¿Cuál es el ideal a tener en cuenta? Los que desean educarme deben tener siempre en cuenta el ideal: ¡Este debe llegar a ser un auténtico padre! Pero para que lo llegue también a ser, deberá ser primero un hijo sencillo y auténtico ante el Dios vivo.

- Educar la ingenuidad del niño

El tema es evidente: ¿Cuál fue la gran norma que estableció el Redentor para poder entrar en su reino? ¿Qué es lo que debéis hacer? “Si no os hacéis como este niño, como los niños, no podréis entrar en mi reino”. Y esto no lo dijo solo para las jovencitas o mujeres; vale también para auténticos hombres, para aquellas figuras varoniles que deben llevar sobre sus hombros a la iglesia de Dios, si, que deben cargar con el yugo de la iglesia de Dios.

- Educar para ser auténticos padres

a. ¡Sed perfectos, como vuestro padre en el cielo es perfecto!

Sí, si me permiten quiero referirme en algo a la paternidad. ¿Cómo es la paternidad? ¡Paternitas! ¿Ser padre? ¿Actuar como padre? Abramos por un momento la Sagrada Escritura. ¿Qué nos dice al respecto? “Debéis ser perfectos como vuestro Padre en el cielo”. Naturalmente que esto es válido para todos, sin excepción. Pero tal como se expresan las palabras, lo que dice es válido evidentemente en primer lugar para el varón, para el padre en el hombre. ¿Y cómo debemos ser nosotros perfectos? Buena pregunta; ¿qué debo decir? Por ejemplo, ¿como la pequeña Teresa de Jesús, o como Johannes Berchmans, o como cualquier otra gran figura varonil?

¡Aprecien qué respeto ante el hombre, qué respeto por el hijo de Dios, qué respeto ante la criatura! Aunque seamos tan débiles, aunque nuestra naturaleza esté rota, en último término no hay un ideal tan grande como el que aquí se nos da, como el que aquí se nos señala. Al principio repetí una expresión, que en realidad debería repetir cada diez minutos: En nuestra Familia, por lo menos en los círculos dirigentes, tal como están aquí representados, sólo tienen derecho a tener un lugar aquellos de los que se pueda decir: ¡Qui insignes ese volunt – los que se quieren destacar …..! En nuestras filas solamente tienen lugar aquellos que se quieren destacar! ¿Destacar en qué? ¡En el esfuerzo y en la lucha por la realización del auténtico ideal del hombre!

No queremos vagabundear por largo tiempo como jovencitos hasta que nos hayamos desahogado. ¡No! En cuanto que seamos capaces de tomar las riendas con nuestra mano tenemos ante nosotros mismos el ideal del hombre y padre vigoroso.

b. ¡Sed reflejos lo más perfectos posibles del Padre celestial!

¿Qué estamos diciendo con esto? ¿Cómo debe ser el padre?  ¡El reflejo más perfecto posible del Padre Dios! Si yo quisiera enumerar algunas de las cualidades que, según la Sagrada Escritura, le son propias al Padre, no terminaría nunca, y tanto más si me extiendo en su explicación. Vamos ahora a tocar por lo menos algunas de estas cualidades.

- La invariabilidad del padre

   * Del Padre celestial

La primera cualidad: la invariabilidad de Dios. En alguna ocasión he hablado ya de ello; pero ante todo en su sentido bíblico y divino. Si abrimos el Libro de la Apocalipsis, vemos que allá arriba en el cielo existe un continuo movimiento. Todo se mueve, todo tiende hacia el trono de aquel que está sentado en el trono. ¿Qué significa esto? El que está sentado en el trono es el Padre Dios: inmóvil, invariable. De Él viene toda la vida, hacia Él va y fluye de vuelta toda la vida (ver Ap. 4,2).

  * Del padre en la tierra

¡Invariable! ¿Qué significado tiene para mí, como hombre, la frase: “Aquel que está sentado en el trono”? Los jesuitas han tomado esta imagen para representar a su Padre General: Primus motor non movetur. El que tiene las últimas riendas en su mano es inmovible. El General debe permanecer en el mismo lugar, debe ser y transmitir a la vez la tranquilidad eterna, y a la vez toda la vida debe provenir de él. ¿Qué significa esto para mí, como hombre? Yo debo permanecer inconmovible en mis opiniones, anunciar firmemente lo último, mantener las ideas últimas. ¿Quién es hoy capaz de eso, en estos tiempos? A una actitud así, ni siquiera se la ve como un ideal. Y sin embargo tiene una importancia elemental, elemental en su máximo grado.

¡Invariable! ¿Saben? Cuando las actas de pre-fundación y de fundación cursaban entre nosotros, se produjo una gran discusión. ¿Sobre qué se discutía? Sobre las características del jefe. Y entonces se decía: El padre en la familia representa la autoridad primaria, porque es el reflejo del Padre Dios, y porque la ‘proprietas’, la peculiaridad del Padre Dios es engendrar, y porque el padre tiene parte en esta ‘proprietas’. ¡Él es el que engendra! Y porque es así, por ese motivo, representa la autoridad primera en la familia. La autoridad de la madre es secundaria (en segundo lugar), una autoridad que apoya y complementa. ¡Se dan cuenta cómo suena esto en el barullo de los panfletos de hoy!  Y porque el padre es el reflejo del Padre eterno, la humanidad tiene también el derecho de proyectar el padre natural y su cualificación al Padre eterno.

No debemos olvidar lo siguiente:  debido a que el mundo de los padres en las décadas pasadas, quizá en los siglos pasados, debido a que el padre natural ha representado una caricatura del Padre celestial, por ese motivo la humanidad actual en su totalidad no tiene ningún ideal sobre el Padre Dios. Quizá haya también otros motivos, pero por eso ha desaparecido, porque ya no existe el ideal de la paternidad al nivel natural. Cuando más tarde volvamos al texto del acta de pre-fundación, encontrarán ustedes enumeradas una serie de características que expresan y muestran desde otra perspectiva las mismas verdades.

¡Mi ideal! ¿Qué significa el hecho de que yo quiera ser padre? ¡Tener un criterio inconmovible! Vean, hoy se escucha decir una vez y otra a la juventud: ¡Nosotros no reconocemos más a ninguna autoridad! Pero en el fondo, esto significa: ¡No queremos reconocer más el abuso de la autoridad! Nuestros padres han abusado en el transcurso de las últimas décadas de su autoridad, o no lo han utilizado para nada. El joven se inclina ante toda autoridad auténtica, si esta se aplica convenientemente.

La expresión “auctor ese” quiere decir: ser autor de la vida. Yo engendro la vida. ¿Cómo? A través del acto de engendrar, y engendro también la vida mediante una auténtica y verdadera educación. Educar y engendrar es siempre lo mismo. Nosotros como padres no sólo tenemos la tarea de salir y trabajar día y noche para nuestros hijos e hijas, para que se vistan y puedan estudiar (lo digo de forma algo exagerada); esto no es educación. La educación debiera comenzar verdaderamente cuando llegamos a casa y nos gustaría preferiblemente acostarnos.

Escuchen, el ideal de padre encierra en sí una inmensidad de sacrificios, una suma de renuncias íntimas del propio yo. ¡Qué importante y qué profundo es este ideal! Y nosotros debemos hacer todo esto, aspirar al ideal de la auténtica paternidad, como agradecimiento por todo aquello que nuestras mujeres en el transcurso de una década han realizado para que el reino del padre llegue a ser cada vez más una verdad y una realidad en todo el mundo y principalmente en el mundo de Schoenstatt.

 - La omnipresencia del padre

Tomen ustedes otras cualidades, otros atributos del Padre eterno. ¿Cuáles mencionaremos? ¡Él es omnipresente! Como padre debo yo también estar presente en todas partes. No conformarse diciendo: mi mujer lo hace todo. Tampoco decir: si yo gano el dinero, y lo gano con esfuerzo, entonces quiero tener después mi tranquilidad. ¡Omnipresente! ¿Qué quiero decir esto? Los hijos están por lo menos siempre en mi mente y en mi corazón. ¡Educadores son amantes que no dejan nunca de amar! ¿Y ser padre? Mis hijos viven en mi corazón, mis hijos viven en mi fantasía, mis hijos están presentes en mis pensamientos. 

¡Omnipresencia! ¿Qué significa esto en verdad? Significa la entrega total al tú de mis hijos. Entonces no soy yo el centro. Mis hijos son el punto central. Para eso estoy allí ahí. Los hijos no están en primer lugar para mí. Yo estoy ahí para los hijos.

Dicho de otra forma, si quieren encarnar un ideal de padre semejante, no crean que pueden esperar hasta que el Buen Dios le regale el primer hijo. En ese momento debe haberse hecho ya realidad la Paternitas (la paternidad), como actitud interior. Si usted quiere empezar entonces, será ya tarde. No podrá esperar a que eso sea entonces posible. ¿Comprenden ahora qué grandiosa meta supone el ideal que tenemos ante nosotros? Y por este motivo – permítanme que ya lo avance – por eso dependemos en una gran medida de que la Santísima Virgen desde su Santuario nos regale la paternidad. Sin ella, nosotros los schoenstattianos no podemos sin duda aspirar a realizar con éxito este ideal.

- El padre lo sabe todo

¿Cómo debe ser el padre? Un reflejo del Padre Dios, lo que quiere decir en tercer lugar: “él lo sabe todo”. Es natural que esta aseveración sólo significa, sólo se puede decir hasta un cierto grado. Yo quiero saber todo de mi hijo. Lo que no quiere decir que lo fuerce, o que le saque las cosas con la vara. Debe existir entre mis hijos y yo una relación de confianza tal, que los hijos no estén tranquilos hasta que no hayan encontrado el camino hacia mí en todas sus necesidades, al menos en la medida en que yo sea capaz de encarnar esas cualidades.

- La sabiduría del padre

No sólo saber todo, sino pleno de sabiduría. El Padre Dios sabe calcular si puede plantear exigencias o dejar libertad, sabe apreciar si es bueno premiar o castigar.
Notan ustedes la grandeza del ideal que la Santísima Virgen quiere llevar por de pronto a su plenitud en nuestras ramas de hombres, para que desde este grupo varonil se pueda aumentar y multiplicar en todo el mundo el gran movimiento de padres, el movimiento del padre en el plano natural, para preparar así un camino seguro para que el Padre Dios sea conocido y reconocido por doquier.

- La santidad del padre

¡Además, santo! Dios es el santo por excelencia. ¿Cómo está mi santidad? Mi santidad consiste en que yo no sé otra cosa en mi vida que reconocer la voluntad del eterno Padre Dios. ¡Decir sí a la voluntad de Dios! Ustedes lo han expresado antes en sus oraciones personales de consagración; así es cómo se preparan para decir un sí a todo lo difícil que está previsto para ustedes en el plan de Dios.

* Vivir en santidad es nuestro gran apostolado en la educación

 Y si ustedes se han consagrado a la Santísima Virgen para anunciar en todo el mundo la misión de Schoenstatt y atraer al movimiento masculino muchos miembros nuevos, no olviden lo siguiente: uno de los medios más seguros, valiosos y fructíferos es la propia vida, cuando yo como padre puedo ser un reflejo del Padre eterno. El Concilio nos ha indicado de forma clara y contundente que nosotros debemos y queremos actuar con eficacia en el mundo actual y en los tiempos venideros no tanto con la palabra, con la predicación, sino con nuestro ser. Ciertamente que todo ordenado a Cristo. ¡Al Cristo vivo! Pero El nos dijo: “¡Quien me ve a mí, ve al Padre!”

* Vivir en santidad es comprender las acciones de Dios y aceptarlas

Justo en el tiempo actual, cuando el mundo ya no tiene ni la más mínima idea de cómo Dios conduce al mundo, cuando la mayoría de nosotros no conseguimos mantenernos firmes, cuando el Buen Dios reparte los golpes y nosotros no le entendemos porque pareciera que el mundo está lleno de injusticias. Santidad: decir sí a la voluntad de Dios, también cuando la voluntad de Dios ha previsto para mí sufrimientos en abundancia. Comprendan, por favor, lo que supone este ideal. ¡Un ideal gigantesco! Y hacía allí debo yo de aspirar.

* Vivir en santidad es, por último, estar cobijado en Dios

Y si yo quiero ser un hombre, un padre, un jefe en la rama de hombres, entonces no puedo vivir de forma burguesa. Entonces, si no encuentro cobijamiento y hogar en la propia comunidad, no puedo salir a las familias fuera para conseguir algo de hogar. El hombre, y más el hombre sacerdotal, tiene en el sentido estricto de la palabra su hogar en lo eterno, su hogar en Dios. Si nosotros como jefes de la Familia masculina comenzamos a no encontrarnos en casa dentro de nuestras propias filas, filas sacerdotales, entonces seremos mañana una caricatura del hombre ideal, una caricatura del reflejo del eterno Padre Dios.

- La justicia y veracidad del padre

Me van a permitir que no olvide añadir al menos alguna que otra cualidad: Dios es el justo, el veraz. Sí, veraz, pero también misericordioso. ¡Él es justo! Es muy importante que nosotros como hombres seamos los representantes del derecho y de la verdad. Lo que no quiere decir que tengamos a nuestro alrededor un coro de seguidores, tampoco de nuestros hijos. Por miedo hacemos todo. Debemos ser hombres del derecho. Ese es el gran ideal, tal como se mantuvo siempre en la iglesia: debemos representar al Buen Dios como protectores del orden. ¡Por eso, mantenemos también nosotros el orden! En cierto sentido, ser prototipo de orden.

- La misericordia del padre

Pero también el ideal del Dios misericordioso. Ahora debería yo en cierto sentido dar la vuelta al flujo de mis pensamientos. Ustedes, al menos algunos de ustedes, han tenido ejercicios espirituales. ¿Qué efecto les causó cuando oyeron que Dios es ‘per eminentiam’ el Dios misericordioso?
Ustedes no han leído lo que yo envié como mi primer mensaje después de mi liberación, el conocido como ‘mensaje de Navidad’, lo que nosotros esperamos como fruto de los años pasados, de las luchas pasadas. ¿De qué se trata? ¡Se trata de la nueva imagen del padre!

¡Una nueva imagen del hijo! Según me ha dicho hace poco su maestro de ejercicios se lo han explicado estupendamente. Las personas de hoy día somos muy frágiles. También cuando aspiramos a los más altos ideales: nos quebramos de la noche a la mañana. Si nosotros, entonces, no estamos convencidos de que el Buen Dios es ante todo – per eminentiam –  amor misericordioso de Padre, lo que quiere decir que nos quiere como a la pupila de sus ojos, que nos protege porque es Padre, …………..! Si estuviéramos solamente supeditados a su amor de justicia, entonces no podríamos ninguno subsistir. Hoy estamos casi obligados a contar con muchas fragilidades humanas, con las quiebras de nuestra naturaleza gravada por el pecado original.

Vean ustedes, por eso la imagen del Padre de los cielos. Opino que si ojeamos en la Sagrada Escritura, allí encontramos al samaritano misericordioso o al padre que abraza a su hijo perdido, porque es padre, no porque el hijo se lo haya ganado. Si nosotros no dejamos que se nos regale o se nos inculque nuevamente esta imagen del Padre, del Padre de los cielos, entonces nos sacudiremos con el tiempo el yugo de la iglesia, el yugo de Cristo. Nosotros todos somos muy débiles, para ser hoy grandes personalidades que demuestren un gran valor ético en todo su ser. Pero no lo olviden: ¡Modelo del eterno Padre, eso es lo que soy yo como padre terrenal para mi prole!

miércoles, 21 de marzo de 2012

Nuevos padres, nuevo mundo (2)


(Nota previa:  Ver la nota previa del miércoles 14 de marzo de 2012 y la DISPOSICIÓN de toda la charla que se incluye también en la entrada del día 14 de marzo.)

TEXTO DEL PADRE FUNDADOR


C. SEGÚN EL MODELO DE 1912

Si después de todo lo dicho pensamos en el acta de pre-fundación, y si podemos decir que renovamos en nuestros pensamientos y con nuestra voluntad el acta de pre-fundación, entonces podremos pensar que viven según ella, evidentemente a un nivel superior como ahora veremos. ¿Qué es lo que nos dice el acta de pre-fundación? Ahora notarán porque yo antes les hablaba tanto del reino del padre. ¡Intenten penetrar ahora en el acta de pre-fundación! Pero antes una observación previa: el acta de pre-fundación estaba dirigida a una juventud que vivía en aquellos tiempos en la edad del pavo. Permítanme que añada lo siguiente: los que conocen convenientemente la estructura del mundo actual pueden fácilmente asegurar que toda la comunidad humana como tal vive hoy en los años del crecimiento, mejor dicho, en una verdadera edad del pavo. 

También nosotros que ya nos hemos hecho mayores: conservamos algunos restos de una hombría madura, pero en general la humanidad actual se mueve en su totalidad en los años del desarrollo, en la edad del pavo.
¿Por qué lo digo? El acta de pre-fundación estaba dirigida expresamente a los de esa edad. Y todos nosotros estamos ahí, tanto si somos sacerdotes como si somos laicos. Por lo menos debemos contar con que algunas reminiscencias de la edad del pavo se hayan despertado de nuevo en nosotros o estén a punto de hacerlo. Aunque pensemos que las dificultades pasaron y que los receptores fueron los jóvenes de entonces, su contenido va dirigido especialmente a nosotros. Oigan la formulación: “Bajo la protección de la Madre de Dios queremos autoeducarnos como caracteres libres, fuertes y sacerdotales.” – [El Padre Kentenich lo formula aquí de forma libre. En la citada acta dice exactamente así: “Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.”] – Se dan cuenta; a partir de todo lo que hemos dicho, pueden ustedes figurarse que en estas expresiones se encierra todo un universo. Y en verdad que todo el contenido sigue siendo la línea fundamental para todo el desarrollo de la Familia, para el desarrollo espiritual y del carácter de toda la Familia.

¿Será que se trata de un movimiento por la libertad? No es difícil comprender, y ya lo descubrirán los llamados a ello, que en realidad la historia de la Familia es en verdad un auténtico movimiento por la libertad: una historia de libertad, que ya asumió y pre-vivió en sí misma y con anterioridad las libertades que trajo el Concilio; un movimiento por la libertad en el que también la iglesia, la iglesia postconciliar puede de alguna forma orientarse. Pero tienen que verlo y valorarlo. Solo necesitamos pensar por un momento en la nueva orientación dada a la obediencia con respecto a otros tiempos: se comprende hoy mejor como un movimiento de libertad como un movimiento de vinculaciones. Así podríamos seguir pensando y hablando.

El ideal pedagógico del hombre, padre y jefe

Este se ha desarrollado con el devenir histórico del Movimiento. Tomemos cada una de las palabras en la mano. ¿Cuál es según ello la meta de cada uno de los miembros de la Familia? La meta de la educación se nos muestra aquí mucho más clara que en el acta de fundación; en el acta de fundación se da por sobreentendida.

¿Cuál es entonces la meta? ¿Qué es lo que todos nosotros debemos llegar a ser? En primer lugar escuchamos la palabra “sacerdote”. Pasemos a explicar la palabra: Fue una semilla la que entonces se plantó en la tierra! ¿Cómo se desarrolló esa semilla? ¿Caracteres sacerdotales? En primer lugar es la palabra sacerdotal la que quiere ser captada en su sentido más profundo.

Así fue en el año 1912. Y si seguimos pensando en el transcurso de los años siguientes, yo podría elegir por ejemplo hasta el año 1962. Aunque será más práctico pensar hasta el año 1956. Fue entonces cuando en la rama de sacerdotes de nuestro movimiento surge la expresión: “carácter sacerdotal”. ¿Y qué significa esta expresión? Paternitas, paternidad en el sentido más amplio de la palabra. Nuestra joven comunidad de sacerdotes, la nueva “pars motrix et centralis”, ha escogido el ideal de su comunidad: “comunidad del Padre y de padres”. Ustedes comprenden por qué yo traigo al respecto tantas expresiones.  Quisiera intentar que comprendieran lo que significa la palabra “reino del padre” y que este “reino del padre” estaba ya presente, por lo menos en su núcleo, en las semillas que el Buen Dios introdujo en la tierra madre de la Familia. En aquellos tiempos las expresiones “sacerdotal” y “caracteres sacerdotales” se entendían más en el sentido estricto de la palabra porque la juventud a la que estaba dirigida tenía ante sí el ideal de ser sacerdotes. ¡Caracteres sacerdotales! Si ustedes se fijan en los años posteriores, cuando Schoenstatt se desarrolló fuera del internado, cuando se surgió lo que llamamos Movimiento de Schoenstatt o la congregación mariana original, cuando se mostró como la Obra de Schoenstatt, entonces, ¿qué pasó? Me refiero a los años 198 y siguientes.

Schoenstatt se desarrolla cada vez más: 1933, 1934 ……, so ofrecen cursos pedagógicos sobre la forma de educar a la juventud de entonces. ¿Y cómo se muestra entonces el ideal, el ideal de un jefe? Ahí tienen las expresiones: “Paternidad sacerdotal” y “Maternidad sacerdotal! Observen: se trata siempre de las expresiones centrales, que siempre se conforman de forma distinta, pero que una y otra vez surjen hats que se cristaliza en toda la Familia el gran ideal: La Santísima Virgen quiere formar un reino del padre desde Schoenstatt para los tiempos venideros, para la iglesia de las nuevas playas en su doble aspecto: con su carácter sobrenatural y con su carácter terrenal.

 a. El hombre de una paternidad sacerdotal

¿Qué significa esta expresión? ¿Puedo repetirlo? El ideal de un jefe, el ideal de un auténtico jefe; ¿no es verdad, que todos los hombres, y especialmente cuando nosotros queremos casarnos, que todos nosotros debemos encarnar el ideal de jefe? O lo que es lo mismo: ¡Paternidad sacerdotal! Desde la perspectiva de los círculos pedagógicos generales de entonces se entendía esta expresión más en el sentido figurado de la palabra.

- Interpretación filosófica

Nosotros la ajustamos ya entonces al sentido más estricto de la misma. “Sacerdotal” en el sentido de un anclaje absolutamente seguro en el más allá, metafísico. Como una paternidad que está anclada en el mundo del más allá, aunque solo sea visto desde el punto de vista metafísico o de las ideas. Porque la paternidad – “Paternitas” – encierra siempre en sí misma la idea de una fuerte invariabilidad. Lo explicaré después más ampliamente. Ese es el hombre, el que está anclado en otro mundo, que no es dependiente, que no es una pelotita de juego de la opinión pública.

- Interpretación teológica

“Sacerdotal”. Es verdad que yo en aquel entonces “sobrenaturalicé” inmediatamente la expresión conocida de “paternidad sacerdotal” pensando en los jefes; porque teniendo en cuenta que nosotros todos como miembros del Corpus Christi Mysticum participamos de alguna forma en el sacerdocio del Redentor, en cierto sentido, tomamos parte de la función de la Cabeza del mismo. Aunque parezca extraño lo que yo digo ahora, piensen que lo estoy diciendo para las futuras generaciones. Comprendan por favor, reflexionen por favor, sobre cómo en las palabras “carácter sacerdotal” se nos muestra cada vez mejor la gran idea que lleva consigo: ¿Qué significa ser jefes? ¿Qué significa sacerdotal? ¿Cuál es el sentido más profundo del sacerdocio? ¡Una marcada paternidad!

b. El hombre: niño y padre

Esta paternidad sacerdotal debe ser también el gran ideal en toda la educación del hombre. O sea, el ideal para cada hombre en la Familia. ¿A qué me refiero? ¿En qué estoy pensando? Me parece que esto solo lo puede entender aquel que vive plenamente en la tradición pasada. Fue ya hace mucho tiempo cuando nosotros elaboramos la metafísica del alma de la mujer y del alma del varón. En aquel entonces sonaba bastante claro y definido. Suena de una forma singular: el ideal del hombre, tal como está implantado en la naturaleza del varón, dice así: “¡puer et pater!” ¡niño y padre! Tal como nosotros lo desarrollamos en el transcurso de las décadas pasadas.  De nuevo una demostración de cómo la Familia en su desarrollo permaneció siempre en los pensamientos centrales importantes. Más tarde se explicó: nadie puede ser padre, sino es a la vez niño. ¡Es el ideal de la educación!

- Una observación pedagógica

Se insiste hoy en que a los jóvenes varones no se les debe hablar de la filialidad. Puede ser cierto que no sea conveniente comenzar así. Se necesita algún tiempo para que se capte el tono. Pero el tono de los instrumentos secundarios gusta también a la juventud; y más aún si a la vez yo puedo hablar del “padre”. Ustedes pueden ir a donde quieran: allí adonde se ha asentado la vida moderna, nadie quiere saber nada más del padre, y mucho menos los padres mismos. Están cansados de ser maltratados por la opinión pública. Ser amigos, es lo máximo a lo que acaso aspiran. Ni siquiera tienen la valentía de aparecer como amigos de sus hijos.

c. El hombre y padre: transparente del Padre Dios

¿Comprenden ahora lo que les quiero decir? Ahora captan ustedes cómo en la expresión “caracteres sacerdotales” se puso una semilla en la Familia, que ha traspasado después toda la historia de la Familia, desarrollándose como un gran ideal; un ideal también para el hombre: ¡reino del padre! Ahora quiero decir también, que si todas las comunidades femeninas se han sacrificado y se siguen sacrificando hasta el máximo para que surja un reino del padre, este hecho significa  (y ellas lo saben muy bien) que:
El reino del Padre celestial no podrá venir, de todos modos no en una gran medida, si al menos nuestras ramas de hombres no imitan la paternidad del Dios vivo, si no son transparentes de esta paternidad del Dios eterno.

Esto se ha tratado ya en muchas ocasiones en nuestros grupos, que la paternidad del padre en la tierra es en primer lugar una expresión de la paternidad de Dios; en segundo lugar, el gran medio para inculcar al niño la paternidad de Dios y, por último, en tercer lugar también un seguro permanente de la imagen del Padre, de la imagen del Padre de los cielos, para los hijos durante toda su vida.

¡Con cuánto gusto me quedaría aquí! ¡Ustedes notan cómo yo vibro formalmente, para hacerles captar estas cosas! Miren, nosotros todos debemos ser mucho más previsores después de todo lo que hemos conquistado en el transcurso de los años. También los jóvenes dirigentes de la Familia deben captar todo esto. Para ellos vale lo siguiente: ¡ellos deben de vivirlo, deben de nadar totalmente en esa corriente para que los demás lo puedan captar! No quedarse en un par de nimiedades, en un par de hermosas ideas. Semejantes ideas no son de mucha duración. Lo que Dios nos ha regalado en el desarrollo histórico durante los años pasados ……………… “¡Lo que habéis heredado de vuestros padres, conquistadlo para poseerlo!" 

¿Entonces cuál es el ideal? ¡Sí, el ideal! Ahora ¿a quién me puedo dirigir? ¿A los jóvenes que quieren pertenecer a la Familia? ¿Cuál es el ideal para nosotros, para los que andamos ya en una edad madura, para los que nos encontramos ya en la ancianidad? ¡La unión esencial entre una filialidad sana, auténtica, y profunda ante Dios y una paternidad como reflejo del Padre eterno ante el mundo!

miércoles, 14 de marzo de 2012

Nuevos padres, nuevo mundo (1)



(Nota previa:  El texto con el que hoy comenzamos el nuevo capítulo referido al hombre y al padre es la reproducción de una charla programática que el Padre Kentenich dictó el 18 de junio de 1966 a los miembros de la “columna” masculina del Movimiento de Schoenstatt a su regreso del exilio de Milwaukee. Con la ausencia del fundador había disminuido sensiblemente el número de los miembros de esta rama, por lo que se habla de una “nueva fundación” de la misma. El Padre Fundador se refiere a la renovación del hombre en la actualidad y en el futuro, destaca su papel principal como padre de familia en el mundo y en la iglesia, y recuerda la necesidad de la autoeducación, mostrando caminos concretos para la educación del varón. Después de 14 años de ausencia del Fundador del Movimiento, la “columna” masculina deseaba formarse y estructurarse de nuevo. El Padre Kentenich indica en la charla los caminos para ello y destaca la importancia de estas directrices suyas no sólo para esa rama sino para toda la Familia de Schoenstatt en el futuro. El Padre Fundador aconseja a todas las generaciones de schoenstattianos venideras “re-vivir” (vivir de nuevo)  la historia de Schoenstatt, haciéndolo, en su caso, en una adaptación orgánica al nuevo estado de crecimiento y maduración. Para ello nos regala el ‘cuaderno de ruta’ de todo schoenstattiano: vivir de nuevo lo que se apuntó en el acta de pre-fundación y en la primera acta de fundación. ¡Así fundaremos de nuevo nuestro curso, nuestra comunidad, nuestro grupo, nuestra rama, así fundaremos de nuevo a la Familia de Schoenstatt!
Creemos que el texto de esta charla es de una importancia singular para los educadores de las comunidades masculinas y de familias de Schoenstatt, para los que están en proceso de educación y también para los asesores y dirigentes de las correspondientes  Ramas de la Familia.
Texto original: Pater Joseph Kentenich – Neue Väter – neue Welt, publicado por el Padre Heinrich Puthen, Patris Verlag Schoenstatt, 1976.- Traducción Francisco Nuño)


DISPOSICIÓN (de toda la charla)

A. EL PROBLEMA DEL PADRE Y SU SOLUCIÓN

   1.  Un problema con raíces profundas
   2. Una gran tarea
   3. Importancia de la tarea
   4. La Madre de Dios nos ayuda a que nos acerquemos al padre y al Reino del Padre

B. SER PADRE Y SENTIR DE PADRE

   1. Leyes de vida y reorganización de la rama de hombres y padres
       a. La ley de la repetición cíclica
       b. La ley del desarrollo orgánico
   2. La fundación y renovación del movimiento de hombres y padres

C. Según el modelo 1912

   1. El ideal pedagógico del hombre, padre y jefe
       a. El hombre de una paternidad sacerdotal
           - interpretación filosófica
           - interpretación teológica
       b. El hombre: niño y padre
          - Una observación pedagógica
       c. El hombre y padre: transparente del Padre Dios

   2. Sobre la educación del hombre, padre y jefe
        2.1 ¡Autoeducación cuanto antes!
        2.2 Observación sobre la educación por parte de otros
   
        - Educar la ingenuidad del niño

        - Educar para ser auténticos padres
          a. ¡Sed perfectos, como vuestro padre en el cielo es perfecto!
          b. ¡Sed reflejos lo más perfectos posibles del Padre celestial!

        - La invariabilidad del padre
           Del Padre celestial – Del padre en la tierra
        - La omnipresencia del padre
        - El padre todo lo sabe
        - La sabiduría del padre
        - La santidad del padre
        - La justicia y veracidad del padre
        - La misericordia del padre

D. Según el modelo de 1914

   1. Para nuestra renovación no basta sólo con la autoeducación
   2. Por eso la gran jugada de la Divina Providencia
   3. A través de una nueva visitación de la Santísima Virgen
   4. La nueva visitación de María en el acta de fundación


  
TEXTO DEL PADRE FUNDADOR

A. EL PROBLEMA DEL PADRE Y SU SOLUCIÓN

1. Un problema con raíces profundas

Sabemos, que desde hace décadas en la cultura de nuestro mundo, ante todo en Alemania ha surgido una corriente que persigue conscientemente la meta: ¡Acabar con los padres! Y si ustedes observan alguna vez en otros países y culturas, déjense mostrar, por ejemplo en la televisión, cómo se admira y se honra por ahí a los padres: por todas partes figuras de cera; una figura de cera, que ya no se toma en serio. ¡Instintos asesinos en la juventud para matar al padre!

2. Una gran tarea

Y entretanto se nos da a nosotros la tarea – aunque ahora nos parezca extraño, pero que en el transcurso de los años se nos mostrará y definirá más claramente -, se nos da la tarea, en último término, de preocuparnos para que el Padre Dios sea reconocido por todas partes, pero también simultáneamente, y digo simultáneamente porque no se podrá reconocer en ninguna parte al Dios Padre, reconocerlo en gran medida y siempre, si a la vez el padre en el mundo, el padre natural, el padre en la familia no recupera de nuevo la posición que le es propia según los planes de Dios.
En cuántas ocasiones se ha grabado este convencimiento en lo más íntimo de la Familia: nosotros no tenemos ningún reino del Padre, (nosotros rezamos una y otra vez la petición del Padrenuestro “Venga a nosotros tu Reino”), la rezamos en balde, porque no nos preocupamos suficientemente para que el padre natural sea de nuevo reconocido en toda su grandeza y en su plena posición.

3. Importancia de la tarea

¿Qué significa para la relación con el Padre celestial la entrega al padre natural, la vinculación profunda con el padre natural? Por una parte es en sí mismo el medio más relevante para traer de nuevo al Padre celestial a la humanidad de hoy, traerlo también al corazón humano, y no olvidemos, traerlo a nuestra familia. Si apreciamos y nos congratulamos con un creciente movimiento de hombres y con un creciente movimiento de familias, entonces la tarea será: todos aquellos que pertenecen a este movimiento tienen la gran tarea de previvir el ideal del auténtico padre para las próximas generaciones de hombres.

4. La Madre de Dios nos ayuda a que nos acerquemos al Padre y al reino del padre.

Cuántas veces hemos tenido la ocasión de decir desde este lugar: nosotros comenzamos con un movimiento mariano y hemos llegado a ser un movimiento patrocéntrico. La gran  misión de la Santísima Virgen desde nuestros santuarios, desde sus santuarios es: hacer surgir a la vida a un reino del padre en su doble vertiente:  el Padre celestial debe llegar a ser de nuevo el Señor del mundo; pero a modo de pre-vivencia, como medio para conseguir el fin, como seguro de este señoría del Padre, del señorío del Padre celestial, debe surgir el sano y por Dios previsto señorío del padre terrenal, por una parte en la familia y por otra parte en la sociedad. El ideal del padre es y permanece como ideal, es y permanece como el ideal para toda la familia y para las futuras generaciones.

Me permitan que lo repita: posiblemente no nos engañamos si aseguramos que los nuevos impulsos en el movimiento de hombres se los debemos por una parte al movimiento de las mujeres. No nos podemos imaginar nosotros los hombres cuánto se rezó y se ofreció en los últimos años, durante los años de lucha, por parte de la rama de las mujeres: ¡Qué venga a nosotros el reino del Padre celestial unido al reino del padre terrenal, inspirado desde Schoenstatt y puesto de nuevo desde aquí en movimiento!

Claro está que debemos ser sinceros y decir todo: si nos preguntamos por los impulsos que nos han traído hasta aquí, pienso que no podemos olvidar los sacrificios que hay detrás, hechos por la primera generación. En el Reino de Dios no se pierde nada, así también especialmente en el reino de Schoenstatt, porque en definitiva para todo lo que hacemos y sufrimos, lo que rezamos y olvidamos, vale aquello que ya sabemos: ¡El reino de la Santísima Virgen,  de la Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt  debe florecer de nuevo, debe renovarse y desarrollarse nuevamente, debe llegar a ser un reino del Padre!

B. SER PADRE Y SENTIR DE PADRE

1. Leyes de vida y reorganización del movimiento de hombres y de padres

Creo que estamos familiarizados con las expresiones “padre” y “reino del padre”. Para acceder a ellas desde el punto de vista histórico, quiero recordar lo que nos hemos propuesto para hoy. Al escuchar esta mañana sus cantos y oraciones me dije: ellos esperan de mí unas palabras para inflamar los corazones. Pero pienso que todo lo que necesitan para sus corazones lo han escuchado ya en otras ocasiones. Por lo tanto no quiero darles una charla más o menos devota, sino que deseo plantearles consideraciones fundamentales para el futuro de nuestro movimiento de hombres. Y si me pregunto por las directrices para conseguirlo, debo resaltar dos aspectos.

a.  La ley de la repetición cíclica

Una primera ley nos llama la atención de que toda la historia de Schoenstatt se desarrolló desde el principio hasta nuestros días según las leyes del círculo cíclico. ¿Qué significa esto? La historia se repite en todas sus etapas, claro está, en cada caso a un nivel superior.

Podemos demostrarlo fácilmente si pensamos por ejemplo en la historia de la Familia durante la primera y la segunda guerra mundiales, y también en todos los recuerdos y experiencias que hemos sufrido en los 15 ó 20 años pasados. Allí encontramos siempre el principio de una etapa a un nivel superior, seguida de una crisis, concluyendo con la solución de la crisis.  Y se repiten poco más o menos textualmente todas las palabras, todos los acontecimientos, todas las conclusiones que hemos vivido en la etapa anterior.
¿Por qué digo esto? Si pensamos en lo que queremos y debemos hacer, entonces buscamos un punto de comparación en la historia pasada. ¿Cuál es el punto de comparación que buscamos? Lo palpamos ya en nuestro ambiente: ¡Nueva fundación! ¿Qué es entonces lo que debemos hacer? ¿Repetir la nueva fundación! 

¿Qué debemos hacer? Echar mano del círculo cíclico que rodea a las actas de pre-fundación y al acta de fundación. Debemos pues leerlas de nuevo, escucharlas de nuevo y dejar que las mismas dejen sus huellas en nosotros; y entonces hacer exactamente lo mismo que proponen las actas de pre-fundación y de fundación.
En la medida en que nosotros lo hagamos, en la medida en la que nosotros repitamos todo lo que nos dicen hoy el acta de pre-fundación y el acta de fundación, de forma que muevan nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestra acción, si nosotros vivimos y gustamos de nuevo lo que la joven primera generación realizó, entonces podemos pensar que estamos en el camino seguro.

¿Qué conclusión deducimos de todo esto? Si yo debo inculcarles pensamientos básicos para sus necesidades actuales, entonces no me queda más remedio que mostrarles de nuevo el acta de pre-fundación y el acta de fundación. Lo que quiero decirles no es sólo importante para nosotros como hombres, sino para nosotros como dirigentes de la rama. Como dirigentes de la rama de hombres no debemos dejarnos influenciar en nuestros corazones por todo aquello que el tiempo actual nos ofrece. Mucho más esencial es que renovemos en nosotros el espíritu de Familia, que digamos un Sí a la idea del círculo cíclico de nuestra historia. Entonces tendremos durante todos los tiempos, en todas las circunstancias un modelo, un ejemplo exacto según el cual orientarnos, según el cual nos podemos y debemos orientar.

 b. La ley del desarrollo orgánico

Quiero citar una segunda ley. La misma nos revela que nosotros llegaremos a comprender en cada caso nuestras actas de fundación cuando las mismas se hayan desarrollado. Ocurre análogamente a lo que ocurre en la iglesia. Lo que el Espíritu de Dios siembra como pensamientos y como ideas en la base de la iglesia se puede comparar a una semilla; una semilla que se mete en la tierra. Si yo quiero captar bien y exactamente a esta semilla en toda su fuerza motriz, entonces deberemos esperar – es de todas formas lo mejor y más seguro – que esperemos a que se haya germinado y desarrollado esta semilla. Yo diría para los “viejos zorros”, bueno, aquí no hay muchos viejos zorros, lo digo para los antiguos, mejor dicho para los dirigentes de nuestra Familia: sólo cuando pasamos el 20 de enero de 1942 y cuando vivimos los acontecimientos consiguientes, entonces llegamos a comprender mejor la primera acta de fundación y el acta de pre-fundación.

¿Qué significa esto aplicándolo a nuestro caso?  Si queremos plantear consideraciones fundamentales que vayan dirigidas no tanto a nuestro sentimiento, sino que aporten luz a nuestro entendimiento y así indirectamente calor a nuestro corazón, entonces deberemos considerar las palabras del acta de pre-fundación y de la primera acta de fundación a la luz de los tiempos futuros. ¿Cuál será entonces la consecuencia? ¡Lo estamos palpando con las manos!  Nosotros entendemos ahora mejor cada palabra, y lo que es evidente, llegaremos a captar mejor y más claramente la abundancia del contenido, y podremos aplicarlo a la nueva criatura, a la nueva fundación de nuestra Familia. Creo que con esto, he aportado suficiente trabajo previo para ustedes.

2. La fundación y la renovación del movimiento de hombres y de padres

¿De qué se trata entonces? Estamos convencidos que nosotros, los que estamos aquí, nos creemos llamados y enviados a fundar de nuevo el movimiento de los hombres, y más concretamente a partir del modelo de 1912 y del modelo de 1914. El acta de fundación es una conclusión del acta de pre-fundación. Acta de pre-fundación y primera acta de fundación son dos partes igualmente esenciales del mismo proceso de vida. Nosotros no entendemos la primera acta de fundación sin haber captado previamente el acta de pre-fundación. Y nosotros no imaginaremos el alcance del acta de pre-fundación sin tener una visión del acta de fundación.

¿Entonces, qué debemos hacer? ¡Debemos llevar a cabo un doble trabajo! Al ser este trabajo tan inmenso, quiero advertir desde el principio, que deben estar satisfechos con algunas indicaciones. O si yo me paso y permanezco largo tiempo ya en el primer punto, tendrán que aceptar que cuando llegue al segundo punto termine rápidamente para no entretenerles demasiado. Lo hago por el amor que tengo al movimiento de hombres, pero también por el amor que tengo a toda la Familia. Porque los asuntos que tratamos aquí entre nosotros son de una importancia fundamental para el futuro de la Familia, ante todo para el portafolios (zurrón de pastor) de los dirigentes; los que nos acompañan no podrán captar profundamente y retener estas consideraciones durante largo tiempo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Ser y misión del varón (2)


(Nota previa: Ver Nota y DISPOSICIÓN en la entrada de la semana pasada, miércoles 29 de febrero de 2012)


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR

5. ELEMENTOS QUE IMPLICA EL RENACIMIENTO DE LA PATERNIDAD

Ser padre y sentir como padre

De estas y otras consideraciones semejantes podemos concluir cuán importante es que vuelva a nacer el padre, en la forma del ser paternal y de la actitud paternal.

La condición: Ser niño

Esto implica tres elementos: que vuelva a nacer el amor paternal, la sabiduría paternal y el cuidado paternal.

5.1. El amor paternal

Sabemos que, en el fondo, el amor paternal crece y se desarrolla en forma amplia y creadora sólo si se orienta continuamente según el amor del Padre Dios. Como ya lo hemos expuesto, éste presupone un profundo amor filial al Padre celestial; un amor filial que sabe rezar de todo corazón: “Padre nuestro, que estás en el cielo...”.

5.1.1 El amor filial, puente hacia Dios Padre

Recuérdese una vez más que, según el curso ordinario de las cosas, el amor filial sobrenatural exige, sin embargo, experiencias de hijo en el orden natural... Si éstas no existen, o son de carácter negativo, despertando con ello una elemental contradicción y resistencia ante la idea del padre, entonces falta el puente natural hacia el Padre Dios, y nos hallamos de nuevo ante la tragedia del padre. Esta realidad, —como se ha mostrado— depende esencialmente de la realidad del ser niño ante Dios y ante su representante humano.
Las palabras de Cristo: “Si no os hiciereis como los niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3), alcanzan su pleno sentido y su plena validez, cuando se las considera a la luz de lo dicho.
Del mismo modo entendemos a Nietzsche cuando señala que ya no tenemos más “pueblos padres”, porque nos faltan “pueblos de niños”.

5.1.2. La auténtica filialidad

Reciedumbre del niño

Filialidad, entendida como ser y actitud filial de ninguna manera equivale a debilidad y blandura. Ambas exigen recios actos filiales. La doctrina y vida del Señor lo prueban. En su forma más clásica vemos esto en Getsemaní y en el Gólgota.
Resumiendo debemos constatar lo siguiente: para que el padre vuelva a nacer se requiere, ante todo, el renacimiento de la auténtica filialidad. En cierto sentido ambas se corresponden mutuamente, como causa y efecto. De ahí que quien quiera encamar el ideal de la paternidad sacerdotal, en primer lugar, y al mismo tiempo, deberá esforzarse por conquistar un nuevo y profundo ser-niño y una efectiva actitud filial.

5.1.3. Tres afirmaciones esclarecedoras

Una mirada más profunda a estas consideraciones nos permite comprender más profundamente, en toda su importancia, las siguientes tres afirmaciones.

Puer et pater

La primera dice: los espartanos serán siempre un fragmento, porque nunca llegan a ser plenamente varón. La causa radica en que quien nunca fue plenamente niño, nunca llegará a ser plenamente varón.
Al referirnos a los espartanos, los consideramos como símbolo de un modo de ser acentuadamente masculino. El axioma nos recuerda que el modo de ser masculino permanece inarticulado en tanto cuanto no descanse en la filialidad ni fluya de la misma ni continuamente se alimente de ella.
De ahí que la verdadera esencia del hombre implique dos rasgos característicos: el ser puer et pater (niño y padre).

Por eso, con razón podemos afirmar que quien nunca ha sido un auténtico niño ante Dios (y en cierto sentido también ante su transparente humano), vanamente se esfuerza por encarnar la paternidad sacerdotal como actitud fundamental del educador.

De modo semejante ha de entenderse la otra expresión que describe el ideal del hombre y del padre: Ante Dios, niño; ante los hombres, varón; y ante el séquito, padre.

Sentir filial

La segunda afirmación proviene de Pestalozzi. Dice así: “La mayor desgracia para la humanidad actual es la pérdida del sentir filial (o actitud filial) del mundo, pues esto hace imposible la actividad paternal de Dios”.
No nos debería resultar difícil darle a esta afirmación un sentido inverso y formularla del siguiente modo: la mayor felicidad para la humanidad actual consiste en que el mundo conquiste de nuevo la actitud filial, porque sólo ésta hace posible que Dios despliegue plenamente su actividad paternal.

El don de sabiduría

El filósofo hindú Tagore es autor de la tercera afirmación. En base a sus observaciones e investigaciones científicas formula la siguiente ley: “Dios quiere que en santa sabiduría reconquistemos nuestro ser-niños”.
Esto significa que cuando Dios quiere algo, las demás voces han de callar. “Dios lo quiere” fue el lema que se dio en otros tiempos para la reconquista de la Tierra Santa y que inspirara las Cruzadas. Este lema tiene en la actualidad otro sentido. Dios exige una cruzada para reconquistar la tierra santa de la auténtica filialidad, que es la raíz de una vigorosa virilidad y de una paternidad creadora.

Esta tierra debe ser reconquistada. Espíritu de conquista presupone hombría. El varón es, por lo tanto, quien debe descubrir y conquistar en sí mismo al niño. Para ello debe hacer suya esa santa sabiduría, que en el plano natural caracteriza al anciano. En el plano sobrenatural debe entenderse aquí el don de la sabiduría como plenitud de la perfecta filialidad.

5.1.4. Paternidad y autoridad

El renacimiento del Padre, equivale al renacimiento de la autoridad paterna.
Hay una autoridad interior y otra exterior. Ambas deben estar siempre unidas entre sí. Faltando la autoridad interior, la exterior carecerá de alma y por eso no será efectiva. Sus funciones se asemejarán a un adiestramiento o amaestramiento. No llegará a ser fuente de auténtica vida, contradiciendo así el carácter propio esencial de la autoridad. Tener autoridad significa ser autor u origen de vida desbordante.
Siendo el amor pedagógico la fuente más perfecta de vida en el campo de la educación, debemos considerar la autoridad interior del educador como sinónimo de su poder de amor.
Este amor no es sólo una fuerza unitiva sino también asemejadora; su efecto en la otra persona es una transferencia global de amor.

Dicho más exactamente: la fuerza interior y el peso de la autoridad paterna emanan de la fuerza creadora del amor paternal, de la sabiduría paternal y del cuidado paternal.
El amor paternal se manifiesta esencialmente como una entrega personal al tú personal, hecho a imagen de Dios; tal amor se inclina reverente, con profundo respeto, ante su modo de ser, su destino y su misión personal. Se expresa en una confianza inagotable y ennoblecedora; esto quiere decir que en todas las circunstancias, cree en lo bueno del otro y que nada le impide servir desinteresadamente la misión del educando.

Modelo de esta actitud fundamental es el modo en que el Padre Dios educa, conduciendo a toda la humanidad, a las distintas comunidades e individuos.
Ejemplo vivo de esto es el ideal del Buen Pastor (ver Jn 10,1-19), que vive con los suyos una misteriosa bi-unidad espiritual —en forma semejante a como Cristo vive con su Padre (ver Jn 10,30-38; 14,8-31)— a tal punto que el educador, imagen del Buen Pastor, puede decir en verdad con el Señor, aunque de un modo inmensamente más débil: “conozco a los míos y los míos me conocen a mí, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre” (Jn 10,14-15).

Este conocimiento mutuo no es un mero saber abstracto. Encierra en sí, simultáneamente, un estar en, con y para el otro, misteriosamente profundo y lleno de amor.
Como el Buen Pastor, también su imagen sabe de una fidelidad de pastor o paternal, que puede decir de sí mismo: “El Buen Pastor da su vida por sus ovejas” (Jn 10,11).

5.1.5. Entrega, respeto y confianza: elementos del amor paternal

Como todo auténtico amor, el amor paternal comprende tres elementos: entrega, respeto y confianza.
La entrega paternal requiere por eso un perfeccionamiento y una coronación en el respeto paternal ante la dignidad y grandeza puesta por Dios en el tú. Al mismo tiempo exige una confianza inconmovible en su persona y en su misión.

Esta triple actitud fundamental en el educador despierta naturalmente la misma actitud tridimensional en el educando. Si estas actitudes se encuentran entre sí, sólo entonces se crea la atmósfera en la cual es posible lograr una educación que cale profundamente. En la medida que falte uno u otro de esos elementos, todas las acciones educativas que se emprenden resultarán ilusorias y no rara vez producirán el efecto contrario. El conocimiento de esta interrelación es norma y medida para toda la educación.
El amor paternal busca su complementación en la sabiduría y el cuidado paternales.

5.2. La sabiduría paternal

La sabiduría paternal abarca una múltiple función:
Ante todo recibe el amor filial que ha despertado aceptándolo con sencilla naturalidad, sincera gratitud y profundo respeto. Además se preocupa cuidadosamente de tratarlo según la ley de la transmisión y traspaso orgánico.

Desde el punto de vista pedagógico, el traspaso hacia el mundo sobrenatural se realiza de una triple manera. Por medio de indicaciones que provienen tanto del ser como de las palabras del educador; por una renuncia consciente, guiada por la prudencia, a estar físicamente el uno junto al otro y por los mutuos desengaños.
Guía en este proceso vital es la sentencia de Juan Bautista: “El debe crecer y yo disminuir” (Jn 3,30). Esto quiere decir: Dios debe pasar más y más al primer plano, mientras que el educador se va desplazando con más fuerza del campo conciencial del educando, no obstante, sin que se pierda por eso el contacto vital entre ambos. De allí que hablemos conscientemente de la ley del traspaso orgánico y no de un traspaso mecanicista.

La sabiduría paternal cultiva cuidadosamente una libertad interior unida a una intocabilidad exterior, de acuerdo al sentido común y al estado de vida. Conoce una eterna “unidad de tensión” entre cercanía y distancia, entre severidad y bondad; en una palabra, imita en todas las situaciones la sabiduría educadora del Padre Dios.

5.3 El cuidado paternal

El cuidado paternal lucha por adquirir el arte de abrir las almas, del saber escuchar y adivinar lo que se quiere decir. Igualmente trata de adquirir la maestría del saber conducir en forma esclarecida y firme.
No se trata aquí tan solo de una introducción general al amor como ley fundamental del mundo y a la ley fundamental de la vida y de la educación que de ella se deduce: todo por amor, todo a través del amor y todo para el amor. Quien conduce en forma esclarecida sabe que cada individuo como pensamiento y deseo original y encarnado de Dios, —en cuanto desde toda eternidad es y será co-pensado originalmente en el Verbo Divino y originalmente co-amado en el Espíritu Santo— posee una misión de amor individual y personalísima. Esta misión se determina más exactamente por la propia estructura personal, por las inspiraciones (de la gracia), a través de las circunstancias externas y por la autoridad dada por Dios. Dicho más exactamente, entonces la ley fundamental de la vida recibe ahora el siguiente cuño: todo a partir de un amor original, todo a través de un amor original, todo para un amor original.
Con esto delineamos la doctrina schoenstatiana sobre el ideal personal que será expuesta posteriormente.

6. PATERNIDAD Y MATERNIDAD

Según la sabia doctrina y experiencia de vida de san Pablo, la paternidad sacerdotal debe ser complementada, profundizada y perfeccionada por un toque de maternidad sacerdotal. Paternidad y maternidad deben estar unidas en una permanente “unidad de tensión” a fin de lograr que el individuo mismo madure hasta alcanzar una perfección pedagógica.
Por eso Pablo reclama para sí ante sus comunidades no sólo una posición de Padre, sino también —incluso de forma extraordinariamente fuerte— una actitud y funciones maternales. De hecho, este hombre, que puede ser duro como el diamante, posee una extraordinaria actitud maternal, tierna y profunda. Expresa sus dificultades en su labor educativa con aquellas clásicas y siempre válidas palabras: “Hijitos míos, sufro dolores de parto hasta que Cristo haya nacido de nuevo en vosotros” (Gal 4,19).
San Agustín expresa el mismo pensamiento cuando dice: “Tenemos el valor y la osadía de llamarnos madres de Cristo”.

En esto juega un papel esencial la concepción de que Cristo en sus miembros, unido a nosotros, clama por su Madre, quien debe hacerle lugar en las almas y quien, en cierto modo, nuevamente debe darlo a luz allí.
De aquí se sigue que el educador ideal vive una permanente “unidad de tensión” entre amor paternal y amor maternal, entre sabiduría paternal y sabiduría maternal, entre cuidado paternal y cuidado maternal.