miércoles, 27 de abril de 2011

Ser otro Cristo

Texto del Padre Fundador

En el campo de la educación de uno mismo y de los demás, ¿qué meta proponer para la vida y la educación de quien se está formando? Cristo es esa meta. Y Cristo tal cual vive en María Santísima. Hay una fuerza vital que nos ayuda a ser “alter Christus”, otro Cristo; a ser imágenes del Señor, no sólo a plasmarlo en nuestro entorno sino a vivir en intimidad con él. Y esa fuerza vital es también Cristo, tal cual vive en su Santísima Madre. ¿A qué estilo de vida aspirar de ahora en adelante? La respuesta es idéntica: Cristo. Cristo es a la vez puerto hacia donde ponemos proa y fuente de energías para la empresa; Cristo es la pauta de nuestro estilo de vida interior y exterior. Pero siempre desde el punto de vista de la experiencia crística que tuviera la Santísima Virgen. …………… ¡Cristo es nuestro estilo de vida! Contemplemos este estilo tal como Cristo lo exige de nosotros. ¿Qué quiere el Señor de aquellos que se esfuerzan por ser imágenes y reflejos suyos? Que cultivemos una pedagogía de ideales. La pedagogía de ideales es una educación que apunta ante todo a la formación de convicciones y actitudes, y no a la mera repetición de actos o habilidades. Supone una visión integral, no fragmentaria o atomizadora de la realidad. Repasen el Evangelio y vean como Jesús no se cansa de insistir sobre esa nueva realidad interior, la más íntima que podamos experimentar como seres humanos: el desposorio con Cristo, el desposorio de la naturaleza con Dios. Es un estilo de vida interior, es un trabajo en la propia alma y no, primeramente, un hacer externo.

(Extracto de una Conferencia a las Hermanas de María del 6 de abril de 1946.- Ver “Cristo es mi vida”, P. José Kentenich, Editorial Patris 1997, Pág. 46 y 51)

Comentario

Han pasado los días de la Pasión, nos encontramos en la octava de Pascua. La Iglesia nos ha invitado a vivir estas fechas y los acontecimientos que en ellas celebramos en unión con Aquel que dio la vida por nosotros, en otras palabras, a hacer nuestros los sentimientos de Cristo. Esta invitación debe marcar también nuestro esfuerzo por la santidad en la vida diaria. El Padre Fundador nos invita a hacer de esta sintonía de corazones con Cristo nuestro estilo de vida, llegar a ser como Cristo, a vivir en Cristo Jesús. Para ello nos sugiere que abramos el Evangelio y leamos el Sermón de la montaña (Mt 5, 1-12). Allí encontraremos, dice el Fundador, el interés de Jesús porque los suyos lleguen a una conversión a nivel de actitudes. El fariseísmo ponía el acento en lo exterior, Jesús invita a convertir el corazón porque de ahí salen las malas intenciones, los asesinatos y adulterios, como relata Marcos en su Evangelio (Mc 7, 21). Es la pedagogía de actitudes e ideales propia de nuestra Familia de Schoenstatt, y que sin duda traerá también consigo un estilo de vida exterior con expresiones fruto de la conversión interior del corazón. Recordamos aquella norma de la Familia, que dice: “Vínculos obligatorios sólo los necesarios, libertad cuanta sea posible, y, por encima de todo, cultivo del espíritu”. María, la Madre y Esposa, es para nosotros el ejemplo, ella vivió desde el momento de la Anunciación con la libertad propia de los hijos de Dios, y guardando todo en su corazón.

miércoles, 20 de abril de 2011

Participación en la vida de Jesús


Texto del Padre Fundador

En la vida pública de Jesús se pueden distinguir claramente tres etapas: tiempos de éxito, de fracaso y de glorificación.
Luego de sus primeras apariciones públicas, se gesta un movimiento de masas. Todos corren detrás del gran taumaturgo y sabio maestro, y pareciera que el pueblo se le hubiese entregado ya con todo su amor y su fe. Fueron los tiempos felices y el lado luminoso de la vida pública del Señor.

Sin embargo este periodo no duró mucho. Pronto daría paso a una experiencia agobiante: la experiencia del rechazo. Primero es reprobado por los dirigentes del pueblo elegido y, luego, por la multitud del pueblo. A medida que esta realidad se manifiesta con mayor intensidad, Jesús se va retirando gradualmente de la vida pública y dedica su amor, su tiempo y sus fuerzas a la instrucción de sus apóstoles y discípulos. Entre tanto, comienzan a cernirse las nubes de tormenta y a estrecharse el cerco en torno a él, hasta que, finalmente, entrega su vida para la redención del mundo en el madero infamante de la cruz.

Pero al tercer día, sale del sepulcro por sus propias fuerzas y aparece, ante el asombro del mundo, como héroe lleno de majestad, vencedor glorioso de la muerte y del demonio. He aquí la tercera etapa de su vida, una etapa gloriosa porque en ella toda su persona, incluyendo su naturaleza humana hasta en sus partes más humildes, es sumergida en el esplendor de la “visio beata”, la visión beatífica, y porque, por su pasión y muerte, el Señor adquirió esa gloria para sí y para su Cuerpo Místico.……

La Iglesia es el misterioso Cuerpo Místico de Cristo. Ella se designa a sí misma como Esposa del Señor y, en este sentido, toma como su modelo más perfecto a la Santísima Virgen. La Iglesia contempla a María Santísima especialmente en su condición y vivencia de ser Esposa de Cristo. Es fácilmente comprensible que el cuerpo quiera y deba ser semejante a la cabeza, y que la esposa desee asemejarse al esposo. Suele decirse que en la Iglesia Jesús quiere revivir todas las etapas de su vida. De ahí que la historia misma de la Iglesia ofrezca entonces un lado gozoso, otro doloroso y uno glorioso. ………………………

No resulta difícil localizar estas mismas facetas en la vida de la Santísima Virgen, quien supo acompañar, a su manera, a Jesús durante el tiempo de su vida pública. Ambos están ahora y siempre misteriosamente unidos en su ser y sus obras; unidos como Madre e Hijo, como Esposa y Esposo.

(Extracto de una Meditación para las Hermanas de María, escrita en la prisión de Coblenza, enero de 1942.- Ver “Cristo es mi vida”, P. José Kentenich, Editorial Patris 1997)

Comentario

Constatamos agradecidos la íntima vinculación que une a Cristo con su Madre. Nosotros somos también miembros de su Cuerpo. El Padre Fundador nos invita hoy a descubrir de forma similar cada una de las etapas de la vida de Jesús y de María en nosotros mismos.

miércoles, 13 de abril de 2011

La colaboración humana


Texto del Padre Fundador

Pero en ese misterio (“el misterio de Schoenstatt”) hay todavía una tercera parte esencial. La vinculación local de la Santísima Virgen y su fecundidad universal desde aquí no es sólo eficacia del contacto con la gracia. En este punto volvemos a topar con el núcleo de nuestra originalidad: La vinculación local de la Santísima Virgen y su fecundidad universal es a la vez fruto de la colaboración humana. Piensen en Lourdes, en Kevelaer o en el santuario mariano que quieran. Observarán que son lugares de peregrinación que han surgido puramente por la acción de la gracia divina. ¿Y aquí, en Schoenstatt? Repasen el Acta de Fundación. ¿Qué se dice en ella? Que se establezca aquí la Santísima Virgen, pero no sin nuestra colaboración. Queremos contribuir. Nada sin nosotros. ¿Advierten el rasgo original? Siempre nos interesa la unión orgánica de naturaleza y gracia. La Santísima Virgen actuará, pero no sin nosotros. Queremos colaborar. Precisamente esa idea de la colaboración dio pie al Capital de Gracias. Nada sin nosotros. Que el misterio de Schoenstatt se nos haga cada vez más claro… No sólo debemos nutrirnos del Capital de Gracias, sino multiplicarlo. Sentimos que está naciendo un tiempo nuevo. Pero no queremos ser meros espectadores de lo que se desarrolla en el campo de batalla. No; hemos de descender más decididamente a la arena. ¿Cómo luchar en este tremendo combate? Nada sin nosotros. La Santísima Virgen quiere y debe actuar aquí, pero sólo con nuestra colaboración. Nada sin nosotros.

(Texto extraído de una homilía del Padre Kentenich del 10 de diciembre de 1933 [Hug, Bethlehem, 245-265] – Ver: Kentenich Reader, Tomo 1, Pág. 189)

Comentario

Vivimos en una sociedad destacadamente economicista, parece que sólo cuentan los factores económicos. Pero no es ésta la explicación de que los schoenstattianos llamemos a nuestra colaboración con la Santísima Virgen en su Santuario “Capital de gracias”. El término nos sugiere en primer lugar la conocida parábola de los talentos. Jesús explica a sus discípulos que el dueño de la hacienda entregó a uno diez, a otro cinco y a otro un talento. Mis cualidades y mi potencialidad puestas al servicio del amor a la persona que me ha enviado. El que ama de verdad no deja escapar ninguna ocasión para aprovechar sus dones y hacerlos fructificar en bien de los demás. Asumimos el hecho de vivir en una Alianza de Amor con la Santísima Virgen. Nos hemos consagrado a Ella. Ella nos envía a construir el Reino de Cristo. En el Acta de Fundación se lee una frase que nos parece dicha por nuestra Madre y Reina: “Yo amo a los que me aman”. Y para explicarlo sigue diciendo: “Pruébenme primero …. por hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de Gracias. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos, y pónganlos a mi disposición”. Quiero recordar aquí el Antiguo Testamento y la alianza de Dios con sus criaturas: el sacrificio pedido por Dios en el momento de la alianza es el símbolo de la entrega del hombre a su Dios. Nuestra entrega hoy, y con ello nuestro aporte original a la Alianza, es la vida de oración y nuestro fiel cumplimiento del deber. En permanente diálogo con Dios construimos el mundo que Dios quiere construir con nuestra colaboración. Y en todo recordamos con San Pablo la palabra del Señor que dijo: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20, 35)



miércoles, 6 de abril de 2011

El misterio de Schoenstatt


Texto del Padre Fundador

En la actualidad hay muchos lugares ‘misteriosos’ donde la Santísima Virgen despliega su acción. Pensemos en los lugares de peregrinación que experimentan hoy un reflorecimiento, luego de haber sido olvidados cada vez más por el pueblo. Aquí y allá resplandece y brilla la luz de la Santísima Virgen. Ella, la Portadora de Cristo, se manifiesta más y más en estos tiempos.
De ahí que busquemos e indaguemos una y otra vez en qué consiste la originalidad de nuestro misterio de Schoenstatt. Quien emplea este término piensa espontáneamente en nuestro pequeño Santuario, en el amor a la Santísima Virgen, en el Capital de Gracias, en nuestros congregantes héroes. Pero ….., ¿saben dónde radica en definitiva lo original, lo más propio de este misterio de Schoenstatt? En la vinculación local de Schoenstatt y en la fecundidad de gracias, espiritual y universal, de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt. Una fecundidad determinada, por último, por una unión muy original entre la acción divina de la gracia y la colaboración humana voluntaria y libre. …….. Si quieren saber cuáles son las razones más hondas sobre las que se fundan estas convicciones, relean las Actas de Fundación de Schoenstatt. En el Acta de Fundación de octubre de 1914 se lee lo siguiente: Santísima Virgen, establécete aquí y atrae desde aquí los corazones de los hombres, para regalárselos a tu Hijo. Todos somos hijos de la Familia. Por eso todos estamos convencidos de que el Acta de Fundación ha sido aceptada y suscrita en el cielo. En esta convicción se basa nuestra fe de que aquí tenemos un lugar sagrado …….

(Texto extraído de una homilía del Padre Kentenich del 10 de diciembre de 1933 [Hug, Bethlehem, 245-265]) – Ver: Kentenich Reader, Tomo 1, Págs. 184-185)

Comentario

Aquellos que contemplan la historia de nuestra Familia de Schoenstatt y su fecundidad en tantos países del mundo se han preguntado y se preguntan siempre por la originalidad, por el secreto de nuestro Movimiento. También nosotros nos lo hemos preguntado. En las primeras generaciones se hablaba del ‘misterio de Schoenstatt’ para explicar el origen sobrenatural del Movimiento y de la fuente de gracias que la Divina Providencia nos regaló con el Santuario. El Padre Fundador lo explicó en muchas ocasiones y nos lo explica hoy a nosotros en sus escritos y homilías. Cuando nos arrodillamos delante de la imagen de la Santísima Virgen en el Santuario de Schoenstatt nos sentimos cobijados por Ella y sabemos que su amor nos impulsa a dar lo mejor de nosotros para que Cristo viva en nosotros y por nosotros en el mundo que nos rodea. Es un don. El convencimiento de sabernos atraídos por la Santísima Virgen en este lugar concreto, que es la pequeña capillita de Schoenstatt, y la experiencia en nosotros mismos de la fuente de gracias que allí fluye, nos anima a contemplar el futuro de la Iglesia con esperanza: vivimos en la fe de que desde allí, desde ese lugar santo, se irradiará la acción de la gracia sobre la época actual. El Padre Fundador quiere que imploremos siempre de nuevo a María, para que Ella haga crecer en nosotros el convencimiento de su presencia maternal real en nuestros Santuarios y de la corriente de gracias que brota en esos lugares. Nuestro agradecimiento y tarea consistirán en ser apóstoles de esta fe regalada.