miércoles, 26 de diciembre de 2012

Dios envuelto en pañales


Escuchemos la convocatoria, aceptemos la invitación de los pastores, tal cual la acabamos de oír en el Evangelio: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y lo que el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15). ¿Qué es lo que manifestó el Señor? ¿Qué les dijo a los pastores por boca de los ángeles? Que se encaminasen a Belén, que allí hallarían a un niño acostado en un pesebre, y que ese niño era Dios; Dios envuelto en pañales.

¡Sí, Dios envuelto en pañales! ¡Qué misterio tan tremendo, terrible, casi inconcebible! El Dios eterno e infinito; el Dios de quien San Juan Evangelista dice que es Dios desde toda la eternidad, Dios de Dios, Luz de Luz (cf. Jn 1,9), de quien sabemos que es el eje de la historia de salvación y de la historia universal; de quien San Juan Bautista nos dice que está antes que él, que vendrá después de él y a quien él no es digno ni siquiera de desatarle la correa de sus sandalias (cf. Mc 1,7) pero ¿cómo entonces? el Dios infinito… ¿envuelto en pañales?

Bien podemos comprender cómo un hecho de tales características había de inquietar desde el principio a los hombres. Una inquietud que dura hasta el presente y que perdurará hasta el fin de los tiempos. ………………..
Dios envuelto en pañales… un escándalo para los judíos y una necedad para los gentiles. Pero para nosotros, los elegidos, este Dios que yace envuelto en pañales y que luego será clavado en la cruz es una manifestación de la sabiduría y del poder infinitos de Dios (cf. 1Cor 1,23).
¿Qué tipo de inquietud es ésta que nos impulsa a visitar la gruta del nacimiento, a contemplar a Dios envuelto en pañales? Sigamos el ejemplo de María santísima y de los pastores. Este Dios recostado en el pesebre nos revela maravillosamente dos realidades. Por un lado, nos muestra el rostro divino de Dios, y, por otro, su faz humana. ………

¿Cómo es la imagen divina que se nos aparece, radiante, sobre las pajas del pesebre? Dios envuelto en pañales. Dios se nos desvela como el Dios de un amor divino inconmensurable y divinamente misericordioso; como el Dios de un amor que, de modo inconmensurable, se abaja y se aproxima a nosotros; como el Dios de un amor inconmensurable que en su divina sabiduría excede todo límite.

El amor que el Dios humanado nos manifiesta en Belén es un amor inconcebiblemente condescendiente. El Hijo de Dios asume la naturaleza humana y, por lo tanto, abandona la gloria del cielo. «Et Verbum caro factum est» (Jn 1,14)… "Y la Palabra se hizo carne". Pero ello no le bastó, sino que tomó además una naturaleza humana sujeta al sufrimiento. Él quería ser capaz de sufrir y por eso asume una naturaleza humana totalmente desvalida como lo es la de un niño recién nacido. Y como sabemos, no habría de pasar mucho tiempo hasta que un día adoptase incluso la forma del pan. A modo de resumen de esta actitud del Hijo de Dios, san Pablo nos dice: «Et exinanivit semetipsum» (Flp 2,7)… Se abajó, se humilló en extremo. ¡Un amor inconcebiblemente condescendiente! Y con esta naturaleza humana sujeta al sufrimiento y desvalida, encaró todas las situaciones a las que esta misma naturaleza está y estará expuesta hasta el fin de los tiempos. De ahí la gran ley: todo aquello que no sea asumido por la naturaleza humana del Hijo de Dios no será redimido. ¿Y cuál fue el resultado de ese infinito abajamiento y condescendencia? Dios envuelto en pañales y, más tarde, Dios clavado en la cruz.

(Tomado de: "Homilía para la comunidad alemana de la parroquia de San Miguel", Milwaukee, Estados Unidos, 25.12.1963, Ver: "Cristo es mi vida", Editorial Patris Santiago/Chile).

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Revivir la vida de María



Estamos acostumbrados a comprender nuestro santuario como el lugar en que la Santísima Virgen realiza para nuestro tiempo lo mismo que hizo cuando estaba aún sobre la tierra, en los distintos lugares en los que estuvo y actuó. ¿Dónde estuvo María durante su vida en la tierra, dónde actuó? Sólo es preciso que mencionemos uno u otro de los lugares: pensamos, por ejemplo, en Nazaret, pensamos en Belén, pensamos en el Gólgota, pensamos en el Cenáculo, el recinto de la última cena.

La Familia de Schoenstatt tiene un "Oficio" (Liturgia de las horas) propio: lo llama "Oficio de Schoenstatt". En él están representadas todas las horas canónicas de oración. Cada tres horas se dispone de una oración que nos transporta a uno de los lugares históricos en los que María actuó cuando estaba aún en la tierra. Así, las horas dicen, una y otra vez: Tu santuario es nuestro Nazaret, es nuestro Belén, es nuestro Gólgota, es nuestro Cenáculo. Con ello se quiere decir a María: Virgen Santísima, lo que realizaste antes, en Nazaret, en Belén, en el Gólgota, en el Cenáculo, quieres realizarlo hoy para el tiempo actual desde este lugar. …………………….

De esta peculiar manera se completa cada vez más nuestra imagen de María. ¿Cómo vemos a la Santísima Virgen aquí, en nuestro santuario? Del mismo modo como la representa y pinta la Sagrada Escritura.
El Niño en sus brazos. ¿Qué nos recuerda la imagen del Niño en sus brazos? Nos recuerda Belén. "Tu santuario es nuestro Belén". Reflexionamos y recordamos que, en virtud de la alianza de amor, María nos regala sus dones. Intercambio de dones: así hemos denominado la alianza de amor. ¿Qué nos regala ella, entonces, aquí, en este santuario? Nos regala al Niño que lleva en sus brazos. ¡Y cuán a menudo nos lo ha regalado! ¡Cuán a menudo nos lo ha regalado en la sagrada comunión! ¿Cuántas veces nos ha regalado al Niño? Tantas cuantas hemos descubierto en nuestros semejantes el rostro de Cristo.

Continuemos. ¿Cómo es la imagen de María? Nuestra imagen de María se yergue ante nosotros con el Ave del ángel en el oído. Nuevamente, un lugar histórico: Nazaret. Allí, el ángel dice: ¡Alégrate! Ave, gratia plena! (¡Alégrate, llena de gracia!) ¿Y qué hace María aquí, en nuestro santuario? Ella nos pone ese Ave en los labios. ¡Cuán a menudo hemos saludado a María del mismo modo como la saludó el ángel!

Después, vemos a la Santísima Virgen con el Magníficat en los labios. ¿Dónde cantó ella el Magníficat? En casa de Zacarías. ¡Con cuánta frecuencia nos ha colocado ella aquí el Magníficat en los labios, de tal modo que no nos hemos cansado de cantarlo!

Continuemos. ¿Cómo se muestra la Santísima Virgen ante nosotros aquí? Con la espada de siete filos en el corazón. Tu santuario es nuestro Gólgota. ¡Cuántas veces nos ha clavado María, desde este lugar, la espada en nuestro propio corazón, a fin de que tengamos verdadera alegría en el sacrificio, verdadero amor al sufrimiento!

Pero con ello todavía no hemos delineado suficientemente la imagen de María: también vemos ante nosotros a la bendita entre las mujeres con las lenguas de fuego sobre la cabeza. …… De ese modo, nuestro santuario hoy es nuestro cenáculo.

(Texto tomado de: "Plática para matrimonios" Milwaukee, Estados Unidos, 20 de Junio de 1956 - Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Participación en la misión de María



Les pido que recuerden por qué nos interesaba que nos fuera revelada la imagen de María. Respuesta: porque Ella es nuestra aliada. Miren, contraer una alianza, quiere decir, hacer un intercambio de bienes. ¿Qué significa todo esto?

En virtud de esa alianza que sella con nosotros, la Santísima Virgen nos regala su misión, su tarea. Nos la regala nuevamente. En segundo lugar quisiera cumplir su misión a través de nosotros, sus instrumentos. Me parece que aquí deberíamos detenernos un poco más.

Ustedes saben que la idea de participar en la misión de la Santísima Virgen, no debería resonar extraña ..…... De una u otra forma, todos deben transformarse en colaboradores permanentes del Señor y también en compañeros permanentes. En realidad, éste es el sentido profundo del "character indelebilis", del carácter indeleble que nos imprimen los sacramentos del bautismo y de la confirmación. Por ellos somos incorporados en la misión del Hombre-Dios; por ellos nos convertimos en compañeros y colaboradores del Redentor. Naturalmente, nuestra participación en el ser y en la misión redentora de Cristo se halla a un nivel ilimitadamente inferior al de la Santísima Virgen, ya tan sólo porque, en su carácter de colaboradora y compañera permanente, fue (condicionalmente) necesaria para la redención objetiva. En nuestro caso, la colaboración, la participación en la misión del Señor es útil y necesaria para la redención subjetiva. Pero de todas maneras, nosotros también debemos ser colaboradores y compañeros permanentes del Señor. Por la alianza con la Santísima Virgen esta misión nos es puesta nuevamente sobre los hombros; más aún, por la alianza, Ella nos incluye conscientemente en su misión y nosotros nos dejamos incluir conscientemente en ella. Por eso es una misión marcadamente mariana. Ella nos envía, Ella nos regala una parte de su misión. En el fondo se trata de dos preguntas:

¿Puedo decir también, refiriéndome a mí mismo, que Dios me ha regalado una gran misión en Cristo y a través de la Santísima Virgen?

¿Tengo que aprender a decirme a mí mismo: "he elegido la mejor parte, he dicho mi sí a esta misión" y educarme para poder decirlo con sinceridad y plenamente consciente de ello?

Al contemplar a toda la Familia de Schoenstatt deben decirse que ésta fue su gran misión desde el principio; siempre se consideró a sí misma como instrumento en manos de María y creyó que la Santísima Virgen quiere cumplir su gran misión en el tiempo actual a través de nosotros y de una forma especial mediante nuestra Familia.

Pero les pido que no se olviden de que si la Santísima Virgen ocupa un puesto tan alto es por su carácter de modelo………...

(Tomado de “UNA SEÑAL EN EL CIELO” – Semana de Octubre de 1950, P. Kentenich, Capítulo sobre ‘la revelación de la imagen de María’, Hermanas de María, Argentina)
 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Llamados a colaborar con María


* Al estudiar la historia de la Iglesia y de las comunidades religiosas, comprobamos, en todas ellas, la intervención de la Santísima Virgen: tanto en las luchas contra enemigos externos ―en los campos de batalla o frente a ideologías extrañas― como en sus crisis internas. Con razón la Iglesia le canta a María: ¡Tú sola venciste todas las herejías, en el mundo entero!
Estas palabras se cumplirán también en las confusiones antropológicas del presente.

* La sabiduría Divina que gobierna el mundo hace brillar en las distintas épocas de la historia aquellos rasgos de María que la respectiva época necesita para vencer las herejías surgidas en ella. Sin lugar a dudas, el gran error de nuestro siglo es el colectivismo que determina la imagen del hombre y del orden social: el hombre colectivista es un hombre sin Dios, sin personalidad, sin moral, sin alma, destrozado en su interior y en sus relaciones con el mundo que lo rodea. La Madre de Dios es la encarnación de la imagen opuesta.

* María ha sido llamada vencedora de todas las herejías. En el curso de los siglos realmente se ha mostrado como tal. Vencerá también las herejías colectivistas contemporáneas. Lo hará a través del ideal de su propia personalidad y por su mediación de gracias orientada hacia la formación y educación de personalidades vigorosas, que tengan la audacia de avanzar contra la corriente, según su imagen; que estén dispuestas a entregarse totalmente a Dios para la obra redentora y que tengan la audacia de dejarse crucificar por su idea. Ella forma esas figuras grandes y como instrumentos en sus manos las conduce a librar la lucha de los espíritus en la arena de la vida: en la familia y el taller, en las calles y en los senderos, en la vida política y en el gobierno.

* Estamos llamados a conducir a la Santísima Virgen al lugar del combate y a colaborar con ella para que, pasado un siglo, en todas partes se oiga decir: omnes haereses tu sola interemisti in universo mundo. Tú sola venciste todas las herejías, en el mundo entero. Nuestra vida tendría sentido aunque no hubiésemos realizado ninguna otra tarea que ayudarle a ella para que así sea.

(Textos tomados de: “María, signo de luz”, Padre José Kentenich, Editorial Claretiana, Buenos Aires 1980 – Aforismos extraídos de diferentes conferencias del Padre Kentenich – Original alemán: “Lichtzeichen über die Welt”)