viernes, 31 de mayo de 2019

Fe práctica en la divina Providencia


En esta charla, una de las primeras que da el Padre Kentenich a los matrimonios de Milwaukee, les habla de uno de los ejes principales de la espiritualidad de Schoenstatt, la fe práctica en la divina Providencia. Junto a la alianza de amor con María en el Santuario será esta fe en la divina Providencia uno de los aportes más importantes del fundador de Schoenstatt a la Iglesia de nuestros días. El Padre Kentenich vive y enseña a sus hijos espirituales, junto al Dios de la Biblia y de los altares, la verdad y la experiencia del Dios de la vida y de la historia. Así se lo explica a sus oyentes americanos:  

En la vida diaria debemos ver a Dios en todo, tanto en nuestras alegrías como en nuestros sufrimientos. Dios no es un tirano, sino un padre amoroso que nos ama como a la niña de sus ojos. Él nos ama como si fuésemos su único hijo, como si no existiera nadie más que nosotros. Dios vela muy personalmente por nosotros.
Pensemos siempre en que todo lo que nos pasa está en el plan divino, y por lo tanto tiene su razón de ser, incluso cuando en el momento nos haga sufrir. En todas las situaciones recordemos que Dios es nuestro padre amoroso, y digamos nuestro "sí, Padre", sin reparar si él nos envía una cruz o una alegría. Pongamos toda nuestra confianza en la Providencia de Dios.

Recordando uno de los males de la época actual, la masificación, nos invita a salir de ella y a poner nuestro entendimiento y nuestro corazón en el Dios personal, que se preocupa por cada uno de nosotros, y que no es indiferente a los sufrimientos del hombre porque tiene un plan de amor para cada uno y cada momento. Y aunque a veces no entendamos por qué Dios permite tales o cuales cosas, debemos estar convencidos de que Él sostiene en sus manos las riendas del acontecer mundial y personal de todos nosotros. En esta tarde lo dice así:

Aprendamos a ver a Dios detrás de todo. Aun cuando haya muchas cosas que no entendamos, sabemos que Dios está detrás de todo lo que acontece.
Pongamos toda nuestra confianza en la divina Providencia. Dios sólo nos envía lo que podemos sobrellevar. Cuando la carga se hace demasiado pesada, entonces Dios mismo, por así decirlo, lleva junto con nosotros la cruz.

El Padre Kentenich nos invita a cultivar esta actitud de total confianza en el Dios Padre que no nos deja solos, y lo hace, entre otros, con un ejemplo que toma de la vida diaria campesina:

No vayamos por la vida como una vaca que siempre tiene la cabeza vuelta hacia abajo y no mira hacia lo alto. Si procedemos así, no veremos la cruz que está en la cúspide de las torres de las iglesias. No veremos a Dios que vela por todo. Nada de lo que acontece en la tierra escapa a su mirada.

Nuestro esfuerzo por vivir esta fe práctica nos llevará a cultivar la oración y la meditación, a agradecer en la santa misa por tantos beneficios como diariamente recibimos del Señor y a traducir en obras mi adhesión personal a él. Queremos superar la dicotomía entre fe y vida, entre ser creyente y vivir como un pagano. Mis obras serán el testimonio vivo de la existencia de Dios y de mi fe en él.

En esta charla el Padre Kentenich habla de nuevo de la Hermana Emilie, aquella hermana de María de Schoenstatt que vivió su vida de sacrificio en una total entrega filial a Dios, y que quiere ser un ejemplo para nosotros en la vivencia, día a día, de esa fe práctica en la divina Providencia.

La hermana Emilie nos ha invitado a viajar con ella al cielo en el compartimento "Providencia" del tren expreso de la filialidad, en el cual rige la consigna: "Ita Pater, ita Mater". Aceptemos su invitación y seremos verdaderos hijos de Dios y nuestra santidad estará asegurada. Nuestra meta debería ser poner nuestra mano en la mano del Padre, y la otra, en la mano de María.

Es una invitación a tomar en serio nuestra alianza de amor, dando a María el poder en blanco, o sea, nuestro “sí” a todo lo que Dios tenga preparado para nosotros. Ella nos ama y nos lleva de su mano en este camino hacia el Padre eterno, nuestro Padre. Mi buen Padre Dios.
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viernes, 24 de mayo de 2019

La santidad de nuestra madre, la mujer sencilla de Nazaret


Es cierto que habitualmente, al pensar en María, la madre de Jesús, nos imaginamos a la señora celestial que nos brindan los pintores y escultores conocidos, la mujer del Apocalipsis, esa mujer vestida de sol, con la luna bajo los pies y una corona de doce estrellas, la asunta en cuerpo y alma al cielo, la mujer de las apariciones. Y menos a la joven confundida y expectante de Nazaret, a la mujer obediente, emigrante y embarazada, sin un hogar propio, a la madre confundida por las “cosas” de su hijo, a la mujer que sube al calvario con él y que lo ve morir en una cruz, abandonado por los suyos sin motivo ni razón. Y es posible que sean nuestras propias limitaciones las que nos lleven a desear lo primero y a olvidar todo lo demás. ¿O es más cómodo así?

El Padre Kentenich se esfuerza en mostrarnos otra imagen distinta de la santísima Virgen. En la charla de hoy les dice a los matrimonios:

“Muchos libros tradicionales nos dan la impresión de que en la vida de María todo fue milagroso. …… En la última plática les señalé que la santísima Virgen vivió de una manera muy distinta de la que muchos de nosotros se imaginan. Hubo de enfrentar las dificultades de la vida diaria exactamente como nosotros. Lo que les relaté es exactamente lo que leemos en la Biblia. …… No nos cansaremos de acentuar que la santísima Virgen fue una santa de la vida diaria y no vivía arrobada, con continuas visiones, por encima de la realidad. No nos la imaginemos en las nubes, lejos de nosotros, tampoco como una estatua de yeso sin vida.”

Es importante tener en cuenta estas indicaciones si en verdad estamos convencidos que nuestra alianza de amor con María es un intercambio mutuo de amor y sacrificios, un intercambio de rosas con sus espinas. Ya lo destacó en otras charlas, no sólo nosotros damos y aceptamos algo, sino que lo mismo hace la santísima Virgen. Y si ella está en el cielo, ¿cómo renovará ella su deseo de hacer sacrificios por nosotros? Ante esta pregunta el Padre Kentenich acentúa que nuestra madre vuelve una y otra vez a regalar al Padre del cielo, por nosotros, todas las cruces y penas que tuvo en la tierra y que le unieron a la obra redentora de su Hijo Jesús, que murió para que todos los hombres se salvaran.

“Dijimos que hay un intercambio. La santísima Virgen dice: "Hago míos tus intereses. No te preocupes. Trataré de cumplir tus deseos en la medida en que sean compatibles con los planes del Padre del cielo". Ella dice a menudo: "Yo cuidaré de todo". Pero a veces no lo escuchamos ni lo vemos. Es como si ella hablara a una pared.”

En el transcurso de la charla que hoy comentamos muestra el otro aspecto del intercambio; él invita a sus oyentes a recordar que el dolor y la cruz son constantes en nuestra condición humana, que Dios las permite y nos acercan a Él. Nuestra tarea será la de aceptar y abrazar las pequeñas y grandes dificultades de la vida diaria, nuestra cruz personal. Ser maestros en lo pequeño. Por ejemplo, en nuestra convivencia matrimonial, en la forma y manera que sobrellevo los enfados del cónyuge y sus faltas de atención y cariño. O en el trato con los hijos adolescentes, en el sacrificio del padre que no se inhibe de su tarea de educador, dejando todo en manos de la madre o del colegio, y en tantas otras ocasiones que la convivencia familiar trae consigo.

Santidad de la vida diaria es sobrellevar las grandes y pequeñas cruces diarias con una sonrisa, o al menos en silencio, no dejando traslucir nada hacia fuera, como hizo María.

“¿Comprenden ahora lo que es la santidad de la vida diaria? Aceptar y sobrellevar con alegría las espinas de la vida diaria, las pequeñas cruces, las que los demás ni siquiera ven. La santísima Virgen, nuestra educadora, nos ayudará a vivir las pequeñas virtudes en la vida diaria.
El hombre de hoy no ve esas cosas. Todo en él está en movimiento y tiene que marchar de prisa. Con el paso del tiempo, esas cosas a menudo se convierten en causa del fracaso de la vida familiar. En la vida diaria no sólo hay cien, sino mil pequeñas cosas que los demás ni siquiera ven, y que nosotros debemos transformar en rosas.
Repito que hemos de abrazar dócilmente las cruces, sobrellevarlas en silencio y no dejar traslucir nada hacia fuera.”

Antes de concluir la charla (“No les he dado una plática sistemática, sino que he respondido preguntas más bien en un tono coloquial”), el Padre Kentenich sugiere a todos los que pueden asistir diariamente a la santa misa, que relacionen todo el quehacer diario con el sacrificio del altar, y que, con Cristo, en Cristo y a través de Cristo ofrezcan todo al Padre. “Así las espinas de nuestro ramo se convertirán en rosas, y nuestra vida será distinta.” Y así contribuiremos además con nuestra Madre y aliada a la obra redentora del Salvador, estando seguros de no estar solos, porque Ella está con nosotros.

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Charla del 20 de Febrero de 1956 - Transformar las espinas en rosas (Lunes por la tarde, Tomo 1, Editorial Schoenstatt)

viernes, 17 de mayo de 2019

El día 18, día de la alianza de amor


Justamente en la víspera del 18 llega esta reflexión a mis lectores. Y es que providencialmente tenemos hoy ante nuestra mirada la plática que el Padre Kentenich dio un 18, en este caso el 18 del mes de febrero de 1956, a los matrimonios en el Santuario de Schoenstatt donde habían sellado días antes su alianza de amor. En ella les explica que en todo el mundo los hijos de Schoenstatt celebran el 18 de cada mes, y que en ese día renuevan su intención de amar y hacer sacrificios. El 18 ofrecen a la querida Madre todos sus sacrificios. He pensado que estas palabras del Padre pueden servirnos también para la preparación de esta fecha en nuestros Santuarios. Comienza así:

Mi querida Familia de Schoenstatt: Hoy es día de fiesta, y lo festejamos; es día 18, día de la alianza de amor.
En realidad, deberíamos reunirnos y celebrar aquí con mayor frecuencia. Este es nuestro primer día de alianza desde nuestra solemne consagración en el día de la Candelaria. …..
Para nosotros el día de alianza es un día especial; es el día de la alianza de amor y el día de las rosas. Que sea un día de recuerdo y renovación, un día de rosas. No hace falta repetir lo que simboliza la rosa. Dijimos que el intercambio de rosas significaba un intercambio de corazones y de amor. ¿Qué nos recuerda este día? La comunidad de amor entre nosotros y con la santísima Virgen. ¿Qué renovamos hoy? Hoy renovamos el intercambio de amor, de corazones y de sacrificios.
No sólo nosotros hacemos eso, sino que también lo hace la Madre tres veces Admirable. Ella intercambia con nosotros su corazón, su amor y sus sacrificios. Es una renovación del intercambio de corazones y de amor.”

Las palabras del Padre Kentenich en esta plática hacen hincapié especialmente en que nuestro intercambio de amor y de corazones con la santísima Virgen es también un intercambio de sacrificios. Al renovar nuestra alianza – especialmente el día 18 - llevamos a nuestra Madre en su Santuario todos los sacrificios del mes que ha transcurrido, no vamos de visita con las manos vacías, depositamos en la patena del altar todos nuestros aportes, para que los mismos se conviertan en medio de nuestra santificación y de la santificación de otros.

Volviendo a la simbología del intercambio de rosas, tan querido por este grupo de matrimonios, el Padre les dice que no hay rosas sin espinas. Y que la Virgen, la rosa mística, tampoco estuvo exenta de espinas. En la plática enumera todas las ocasiones que estuvieron marcadas por la cruz en la vida de María, desde la anunciación y la incomprensión de José por su embarazo hasta el momento del calvario, a los pies de la cruz de su hijo Jesús. “Luego de Jesús, ninguna otra criatura hubo de padecer tantas espinas como la santísima Virgen”, dice a sus oyentes.

“¿Por qué tantas espinas? Porque quería seguir al Señor en todo. Por sus espinas y su pasión, Jesús fue glorificado y nos alcanzó la redención. Nuestra Madre del cielo quiso estar con él y en él, y en calidad de corredentora hacer lo mismo que su Hijo hacía. El 2 de Febrero – día de la alianza - nos preguntamos lo que le costó a la santísima Virgen llegar a ser nuestra madre. Ahora queremos ver en la rosa nuestras propias espinas.
¿Qué haremos hoy? Renovar nuestra alianza de amor y de sacrificios, y aceptar las espinas que la santísima Virgen nos obsequia. Las espinas que ella nos regala con el ramo de rosas simbolizan todo lo que ella misma ha padecido por nosotros. Y al traerle nuestras rosas, lo hacemos sin omitir las espinas. Regalamos cruz por cruz, sacrificio por sacrificio.”

Para preparar este encuentro de renovación del 18 podemos preguntarnos por las cruces del mes pasado, tomar un papel y escribirlas, para decirle luego a la Virgen en el Santuario: “Este es mi regalo de amor para ti”. Si queremos crecer en la comunidad de amor, debemos saber que las espinas son la expresión de ese amor, expresión del amor entre la santísima Virgen y nosotros.

Antes de finalizar la plática, el Padre Kentenich sugiere que nos preguntemos cuáles son las espinas de nuestra vida, en la familia, en el trabajo, en mi propio yo, en mi debilidad y desvalimiento; que las aceptemos y las ofrezcamos por la redención del mundo. “La santísima Virgen dijo sí a sus espinas. Así también nosotros queremos decir sí a nuestra Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt; decimos sí a la cruz, a las espinas de nuestra vida.”
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viernes, 10 de mayo de 2019

María, la "rosa mística"


Habían transcurrido sólo cuatro días desde la celebración de la alianza de amor de los matrimonios con la santísima Virgen en el Santuario. De nuevo están reunidos en torno al padre Kentenich para escuchar sus palabras. Al fundador de Schoenstatt le gustaba repetir algunos aspectos de lo dicho en la reunión anterior, era una costumbre suya. Él mismo lo dice así al inicio de la charla que hoy comentamos: “Sería bueno repasar lo dicho para no olvidarlo”. El motivo que le lleva a ello, lo apunta algo después cuando les dice: “Las grandes ideas se desarrollan cuando nos ocupamos una y otra vez con ellas.”

Me he preguntado en estos días sobre la fidelidad, la constancia y el sacrificio de estos matrimonios de Milwaukee: ¡todos los lunes reuniones! En el caso que hoy nos ocupa, habían pasado sólo cuatro días desde el encuentro anterior. ¡Admirable! Han transcurrido ya más de sesenta años desde el año 1956; vivimos en otro mundo. Me refiero a la posibilidad de proponer a nuestros grupos de matrimonios (parroquia, movimiento) reunirse una vez a la semana ….. ¿qué pasaría?

Leyendo atentamente los apuntes de esta charla, encuentro una pequeña explicación a mis interrogantes. Al recordarles el hecho de su alianza de amor con María, el padre Kentenich les dice:

Ahora estamos inmersos en una viva corriente de gracias. Esa corriente mana de nuestro santuario. Vivimos en el mundo, pero a la vez vivimos en otro mundo. Somos como islas flotantes.
Recordemos el propósito tomado al sellar la alianza de amor. ¿Cómo abordaremos la vida diaria? El cálido interés que tenemos en estas instrucciones espirituales da testimonio de que queremos vivir en un mundo sobrenatural. Pero a causa de nuestra frágil naturaleza, a menudo nos desalentamos en la vida diaria. Es un gran consuelo estar sostenidos por la gracia que mana de nuestro santuario.”

Podemos deducir que estos matrimonios se habían tomado en serio su vida de fe, a la vez que se sabían débiles para alcanzar las metas de santidad a la que aspiraban. Vale la pena preguntarse por la medida de nuestros anhelos hoy, por nuestros propósitos y por la forma en que abordamos nosotros nuestra vida diaria.

Tres son los pensamientos centrales de la charla de este lunes: la santísima Virgen como la “rosa mística”, los motivos por los que amamos a nuestra Madre, y las expectativas que tenemos puestas en ese amor.

Son las rosas, las que trajeron los matrimonios al Santuario el día de su alianza, las que motivan al padre Kentenich a profundizar en el misterio de María, nuestra aliada.

“Volvamos a la rosa. Quizás ustedes, cuando estaban de rodillas en el santuario, pensaban en la rosa; quizás se acordaron de una canción que celebra a la santísima Virgen como rosa. En las letanías lauretanas se llama "rosa mística" a la santísima Virgen. ¿Qué significa eso? Observen la rosa en el orden natural y compárenla con la santísima Virgen.

¿Por qué se llama a la rosa "reina de las flores"? Así como se dice que el león es el rey de los animales, así se llama a la rosa reina de las flores. Ella es la más perfecta y hermosa de las flores. En ella se resume la belleza y fragancia de todas las flores. Cuando llamamos rosa mística a la santísima Virgen, queremos decir que ella es el ser más perfecto que Dios ha creado. Nadie se le iguala. Aventaja ampliamente a todas las criaturas, incluso a los ángeles. Entre ella y ellos hay una diferencia como la existente entre el cielo y la tierra. La santísima Virgen es quien está más cerca de Dios. Todas las demás criaturas, incluso los ángeles, están por debajo de ella.”

María, la reina de nuestro jardín, la reina de nuestro corazón. En la fuerza de la alianza debe crecer nuestro amor a Ella, no sólo porque Dios la amó con un amor extraordinario, sino porque deseamos imitar a los santos en ese amor, y porque el mismo Dios nos mandó amarla. Jesús, clavado en la cruz, nos dijo: “He ahí tu madre”. Con lo cual quiso decirnos: “Ámala”, dice el padre Kentenich. Y citando a Grignion de Monfort, nos recuerda que cuando el Espíritu Santo encuentra en un corazón a la santísima Virgen, Él se establece allí. Con la ayuda del Espíritu constataremos finalmente que el amor a María nos conduce hacia el Padre celestial. “Si entramos en el corazón de la santísima Virgen, ella nos llevará de la manera más rápida al corazón del Dios Trino. Sencillamente no podemos resistirnos a su amor.”
Antes de finalizar la charla nos recuerda a San Pío X, que dijo que el camino más seguro, corto y fácil para ir a Dios pasa por María, y nos anima a mostrar a nuestros hijos este camino:

“Ciertamente hemos de enseñar a nuestros hijos cómo desempeñarse en los negocios y en la vida. Pero lo más importante es ayudarlos a llegar al cielo. Si sabemos con seguridad que ellos aman a la santísima Virgen, estemos convencidos de que habrán de morir bien. Oremos para que nuestros hijos sellen algún día la alianza de amor. Así podremos dormir tranquilos. Un soldado de la reserva puede dormir en paz mientras no haya guerra. Si guiamos a nuestros hijos para que sellen la alianza de amor, dormiremos con esa misma paz.”
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viernes, 3 de mayo de 2019

La alianza de amor con la santísima Virgen, un intercambio de corazones


Acabamos de comenzar el mes de mayo, el mes de María en estas latitudes europeas. Es una ocasión de oro para comentar algunas de las charlas del Padre Kentenich que podemos leer en el tomo 1 de la serie “Los lunes en la tarde”, y que nos recuerdan nuestra alianza de amor con la Reina de los cielos en su Santuario de Schoenstatt. El mensaje de estas pláticas sigue siendo de plena actualidad para todos los que tuvimos el gran regalo de hacer la alianza con la santísima Virgen.

En la tarde del jueves 2 de febrero de 1956 algunos matrimonios de la parroquia de Milwaukee sellaron su alianza de amor con María en el Santuario cercano a Milwaukee. El Padre Kentenich les dirigió la palabra en una pequeña homilía que hoy intentaré comentar, destacando alguno de los detalles que personalmente más me han llegado al corazón.

Cada matrimonio de los que sellaban la alianza había llevado al Santuario una rosa roja para regalar a la Santísima Virgen, y estaba previsto que al terminar el acto cada matrimonio recibiera también una rosa como regalo de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt. El Padre Kentenich interpreta la intención de los protagonistas del intercambio: por parte de los hijos, los que se arrodillaban ante el altar, quería ser la petición de “Madre, no olvides a tu hijo”, y por parte de María una contestación salida de su corazón maternal, “Hijo, no olvides a tu Madre”. Así leemos al final de la charla.

La misma comienza con algo que todos nosotros hemos experimentado alguna vez y que nos agrada experimentar siempre de nuevo, cuando el ajetreo de la vida diaria en la familia, en el trabajo o en la diversión deja sitio para ello: la tranquilidad, el silencio.

Cuanto más avanzamos en edad, tanto más fuertemente sentimos que no son las horas ruidosas las que satisfacen nuestro corazón. Todo lo contrario: sentimos que los acontecimientos silenciosos que tienen lugar en un segundo plano son más importantes que los rimbombantes y estridentes.
Rememoren aquel momento cuando se encontraron por primera vez con su cónyuge: fueron horas de silencio, horas muy importantes que significan mucho para nosotros. Cuando intercambiaron los anillos… una hora silenciosa, una hora significativa… Cuando nació el hijo… una hora silenciosa. Así pues, las horas silenciosas, ocultas, son a menudo las más importantes.
El ruido nos inquieta, pero no cala profundamente en el corazón. En las horas silenciosas se gesta lo grande.”

Y efectivamente, algo grande y decisivo para los allí presentes se estaba gestando en el silencio de la oración. Quería ser un perfecto intercambio de corazones entre María, nuestra Señora de Schoenstatt, y los que hacían la alianza. En ese intercambio de amor, María decía un sí sin condiciones a cada una de las personas que se entregaban a Ella, un sí personal a cada persona tal cual era, regalándole un hogar en su corazón de Madre.

“……. Pero muy distinto es el caso de María: ella pronuncia un sí personal a mi persona, me acepta tal cual soy; me acoge muy personalmente.
Mediten sobre cuánta gente pide e implora ser amada, tener hogar en el corazón de una persona amada. Pero ningún lugar es como el nuestro: nosotros tenemos un hogar, un hogar personal, un nido en el corazón de la santísima Virgen.
Vamos avanzando en años; algunos de nuestros hijos piensan ya en casarse. Sentiremos el vacío que dejarán en nuestro hogar. Entonces recordaremos que tenemos un corazón, que conocemos un corazón que nos ama entrañablemente.”

Es el corazón de la Madre de Dios que se nos ha regalado en la alianza sellada en el Santuario. ¡Un corazón marcado por el sacrificio! Me ha llamado mucho la atención que el Padre Kentenich destaque esta característica en un momento que, a primera vista, pudiéramos llamar de gozo y alegría. El corazón de María está marcado por la cruz, y ese es el corazón que Ella nos regala.

¡Sí, hijo!" Su sí está respaldado por sacrificios, por eso es muy valioso. ¿O acaso nos pasa como a tantas personas (como comentó alguien hace poco) que se dicen: "La santísima Virgen está muy lejos; ella es para mí como una estatua de yeso"?
¡Cuántos sacrificios costaron a la querida Madre llegar a ser nuestra madre! ¿A qué me refiero? ¿Qué hizo ella? Pues bien ¿cuál era el bien más importante que poseía? Ella sacrificó por nosotros a su divino Hijo, nuestro Señor. Tanto nos amó el Padre que entregó a su primogénito por nosotros. Podemos decir lo mismo de María.
Lo más valioso que tenemos son nuestros hijos. Supongamos que tuvieran que entregar a su único hijo… ¿qué sentirían? Eso pasó a la santísima Virgen; ella pagó un elevado precio, y lo hizo por nosotros. Por amor a nosotros ofreció su divino Hijo al Padre.”

Si tanto le ha costado a Ella ser nuestra Madre, y sellamos con Ella la alianza, si hemos intercambiado nuestros corazones, es razonable que también me deba costar algo mi amor hacia la persona amada. En caso contrario sería como un juego de niños, no tendría trascendencia alguna. En la charla podemos leer: 

¡Te ha costado tanto, Madre! También debe costarme algo a mí. ¿Y qué me costará a mí? Mi "yo". Doy mi sí al sacrificio, a todo lo que venga. Doy mi sí a Dios y también a la santísima Virgen.
Mi sí me costará sacrificios. Cuesta mantener nuestras promesas matrimoniales; cuesta observar los mandamientos en el ámbito laboral y la vida diaria; ser fieles a nuestros hijos aun cuando éstos nos vuelvan la espalda; ser fieles a nuestro cónyuge. Le digo sí a mi cónyuge. Todo esto lo incluyo en mi "sí, Madre". Si queremos ser realmente santos, digamos sí cuando la santísima Virgen nos lleve lentamente hacia la cumbre del Calvario.”

¿Puede ser una idea para reflexionar y llevar a cabo en este mes que dedicamos a María?
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