Habían transcurrido sólo cuatro días desde la celebración
de la alianza de amor de los matrimonios con la santísima Virgen en el
Santuario. De nuevo están reunidos en torno al padre Kentenich para escuchar
sus palabras. Al fundador de Schoenstatt le gustaba repetir algunos aspectos de
lo dicho en la reunión anterior, era una costumbre suya. Él mismo lo dice así
al inicio de la charla que hoy comentamos: “Sería
bueno repasar lo dicho para no olvidarlo”. El motivo que le lleva a ello,
lo apunta algo después cuando les dice: “Las
grandes ideas se desarrollan cuando nos ocupamos una y otra vez con ellas.”
Me he preguntado en estos días sobre la fidelidad, la
constancia y el sacrificio de estos matrimonios de Milwaukee: ¡todos los lunes
reuniones! En el caso que hoy nos ocupa, habían pasado sólo cuatro días desde
el encuentro anterior. ¡Admirable! Han transcurrido ya más de sesenta años
desde el año 1956; vivimos en otro mundo. Me refiero a la posibilidad de
proponer a nuestros grupos de matrimonios (parroquia, movimiento) reunirse una
vez a la semana ….. ¿qué pasaría?
Leyendo atentamente los apuntes de esta charla, encuentro
una pequeña explicación a mis interrogantes. Al recordarles el hecho de su
alianza de amor con María, el padre Kentenich les dice:
“Ahora estamos inmersos en una viva
corriente de gracias. Esa corriente mana de nuestro santuario. Vivimos en el
mundo, pero a la vez vivimos en otro mundo. Somos como islas flotantes.
Recordemos el propósito tomado al sellar la alianza de
amor. ¿Cómo abordaremos la vida diaria? El cálido interés que tenemos en estas
instrucciones espirituales da testimonio de que queremos vivir en un mundo
sobrenatural. Pero a causa de nuestra frágil naturaleza, a menudo nos
desalentamos en la vida diaria. Es un gran consuelo estar sostenidos por la
gracia que mana de nuestro santuario.”
Podemos deducir que estos
matrimonios se habían tomado en serio su vida de fe, a la vez que se sabían
débiles para alcanzar las metas de santidad a la que aspiraban. Vale la pena
preguntarse por la medida de nuestros anhelos hoy, por nuestros propósitos y
por la forma en que abordamos nosotros nuestra vida diaria.
Tres son los pensamientos centrales de la charla de este
lunes: la santísima Virgen como la “rosa mística”, los motivos por los que
amamos a nuestra Madre, y las expectativas que tenemos puestas en ese amor.
Son las rosas, las que trajeron los matrimonios al
Santuario el día de su alianza, las que motivan al padre Kentenich a profundizar
en el misterio de María, nuestra aliada.
“Volvamos a la rosa. Quizás ustedes, cuando estaban de rodillas en el
santuario, pensaban en la rosa; quizás se acordaron de una canción que celebra
a la santísima Virgen como rosa. En las letanías lauretanas se llama "rosa
mística" a la santísima Virgen. ¿Qué significa eso? Observen la rosa en el
orden natural y compárenla con la santísima Virgen.
¿Por qué se llama a la rosa "reina de las
flores"? Así como se dice que el león es el rey de los animales, así se
llama a la rosa reina de las flores. Ella es la más perfecta y hermosa de las
flores. En ella se resume la belleza y fragancia de todas las flores. Cuando
llamamos rosa mística a la santísima Virgen, queremos decir que ella es el ser
más perfecto que Dios ha creado. Nadie se le iguala. Aventaja ampliamente a
todas las criaturas, incluso a los ángeles. Entre ella y ellos hay una
diferencia como la existente entre el cielo y la tierra. La santísima Virgen es
quien está más cerca de Dios. Todas las demás criaturas, incluso los ángeles,
están por debajo de ella.”
María, la reina de nuestro jardín,
la reina de nuestro corazón. En la fuerza de la alianza debe crecer nuestro
amor a Ella, no sólo porque Dios la amó con un amor extraordinario, sino porque
deseamos imitar a los santos en ese amor, y porque el mismo Dios nos mandó
amarla. Jesús, clavado en la cruz, nos dijo: “He ahí tu madre”. Con lo cual quiso decirnos: “Ámala”, dice el padre
Kentenich. Y citando a Grignion de Monfort, nos recuerda que cuando el Espíritu
Santo encuentra en un corazón a la santísima Virgen, Él se establece allí. Con la
ayuda del Espíritu constataremos finalmente que el amor a María nos conduce
hacia el Padre celestial. “Si entramos en el corazón de la santísima Virgen, ella
nos llevará de la manera más rápida al corazón del Dios Trino. Sencillamente no
podemos resistirnos a su amor.”
Antes de finalizar la charla nos
recuerda a San Pío X, que dijo que el camino más seguro, corto y fácil para ir
a Dios pasa por María, y nos anima a mostrar a nuestros hijos este camino:
“Ciertamente hemos de enseñar a nuestros hijos cómo
desempeñarse en los negocios y en la vida. Pero lo más importante es ayudarlos
a llegar al cielo. Si sabemos con seguridad que ellos aman a la santísima
Virgen, estemos convencidos de que habrán de morir bien. Oremos para que
nuestros hijos sellen algún día la alianza de amor. Así podremos dormir
tranquilos. Un soldado de la reserva puede dormir en paz mientras no haya
guerra. Si guiamos a nuestros hijos para que sellen la alianza de amor,
dormiremos con esa misma paz.”
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