Justamente en la víspera del 18 llega esta reflexión a
mis lectores. Y es que providencialmente tenemos hoy ante nuestra mirada la
plática que el Padre Kentenich dio un 18, en este caso el 18 del mes de febrero
de 1956, a los matrimonios en el Santuario de Schoenstatt donde habían sellado
días antes su alianza de amor. En ella les explica que en todo el mundo los
hijos de Schoenstatt celebran el 18 de cada mes, y que en ese día renuevan su
intención de amar y hacer sacrificios. El 18 ofrecen a la querida Madre todos
sus sacrificios. He pensado que estas palabras del Padre pueden servirnos también
para la preparación de esta fecha en nuestros Santuarios. Comienza así:
“Mi querida Familia de Schoenstatt: Hoy es día de fiesta, y lo
festejamos; es día 18, día de la alianza de amor.
En realidad, deberíamos reunirnos y celebrar aquí con mayor frecuencia.
Este es nuestro primer día de alianza desde nuestra solemne consagración en el
día de la Candelaria. …..
Para nosotros el día de alianza es un día especial; es el día de la alianza
de amor y el día de las rosas. Que sea un día de recuerdo y renovación, un día
de rosas. No hace falta repetir lo que simboliza la rosa. Dijimos que el
intercambio de rosas significaba un intercambio de corazones y de amor. ¿Qué
nos recuerda este día? La comunidad de amor entre nosotros y con la santísima
Virgen. ¿Qué renovamos hoy? Hoy renovamos el intercambio de amor, de corazones
y de sacrificios.
No sólo nosotros hacemos eso, sino que también lo hace la Madre tres veces
Admirable. Ella intercambia con nosotros su corazón, su amor y sus sacrificios.
Es una renovación del intercambio de corazones y de amor.”
Las palabras del Padre Kentenich en esta plática hacen
hincapié especialmente en que nuestro intercambio de amor y de corazones con la
santísima Virgen es también un intercambio de sacrificios. Al renovar nuestra
alianza – especialmente el día 18 - llevamos a nuestra Madre en su Santuario
todos los sacrificios del mes que ha transcurrido, no vamos de visita con las
manos vacías, depositamos en la patena del altar todos nuestros aportes, para
que los mismos se conviertan en medio de nuestra santificación y de la
santificación de otros.
Volviendo a la simbología del intercambio de rosas,
tan querido por este grupo de matrimonios, el Padre les dice que no hay rosas
sin espinas. Y que la Virgen, la rosa mística, tampoco estuvo exenta de
espinas. En la plática enumera todas las ocasiones que estuvieron marcadas por
la cruz en la vida de María, desde la anunciación y la incomprensión de José
por su embarazo hasta el momento del calvario, a los pies de la cruz de su hijo
Jesús. “Luego de Jesús, ninguna otra criatura hubo de padecer tantas espinas
como la santísima Virgen”, dice a sus oyentes.
“¿Por qué tantas espinas? Porque quería seguir al Señor en todo. Por sus
espinas y su pasión, Jesús fue glorificado y nos alcanzó la redención. Nuestra
Madre del cielo quiso estar con él y en él, y en calidad de corredentora hacer
lo mismo que su Hijo hacía. El 2 de Febrero – día de la alianza - nos
preguntamos lo que le costó a la santísima Virgen llegar a ser nuestra madre.
Ahora queremos ver en la rosa nuestras propias espinas.
¿Qué haremos hoy? Renovar nuestra alianza de amor y de sacrificios, y
aceptar las espinas que la santísima Virgen nos obsequia. Las espinas que ella
nos regala con el ramo de rosas simbolizan todo lo que ella misma ha padecido
por nosotros. Y al traerle nuestras rosas, lo hacemos sin omitir las espinas.
Regalamos cruz por cruz, sacrificio por sacrificio.”
Para preparar este encuentro de renovación del 18
podemos preguntarnos por las cruces del mes pasado, tomar un papel y
escribirlas, para decirle luego a la Virgen en el Santuario: “Este es mi regalo
de amor para ti”. Si queremos crecer en la comunidad de amor, debemos saber que
las espinas son la expresión de ese amor, expresión del amor entre la santísima
Virgen y nosotros.
Antes de finalizar la plática, el Padre Kentenich
sugiere que nos preguntemos cuáles son las espinas de nuestra vida, en la
familia, en el trabajo, en mi propio yo, en mi debilidad y desvalimiento; que las aceptemos y las ofrezcamos por la redención del mundo. “La santísima Virgen dijo sí a sus espinas.
Así también nosotros queremos decir sí a nuestra Madre y Reina tres veces
Admirable de Schoenstatt; decimos sí a la cruz, a las espinas de nuestra vida.”
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