viernes, 3 de mayo de 2019

La alianza de amor con la santísima Virgen, un intercambio de corazones


Acabamos de comenzar el mes de mayo, el mes de María en estas latitudes europeas. Es una ocasión de oro para comentar algunas de las charlas del Padre Kentenich que podemos leer en el tomo 1 de la serie “Los lunes en la tarde”, y que nos recuerdan nuestra alianza de amor con la Reina de los cielos en su Santuario de Schoenstatt. El mensaje de estas pláticas sigue siendo de plena actualidad para todos los que tuvimos el gran regalo de hacer la alianza con la santísima Virgen.

En la tarde del jueves 2 de febrero de 1956 algunos matrimonios de la parroquia de Milwaukee sellaron su alianza de amor con María en el Santuario cercano a Milwaukee. El Padre Kentenich les dirigió la palabra en una pequeña homilía que hoy intentaré comentar, destacando alguno de los detalles que personalmente más me han llegado al corazón.

Cada matrimonio de los que sellaban la alianza había llevado al Santuario una rosa roja para regalar a la Santísima Virgen, y estaba previsto que al terminar el acto cada matrimonio recibiera también una rosa como regalo de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt. El Padre Kentenich interpreta la intención de los protagonistas del intercambio: por parte de los hijos, los que se arrodillaban ante el altar, quería ser la petición de “Madre, no olvides a tu hijo”, y por parte de María una contestación salida de su corazón maternal, “Hijo, no olvides a tu Madre”. Así leemos al final de la charla.

La misma comienza con algo que todos nosotros hemos experimentado alguna vez y que nos agrada experimentar siempre de nuevo, cuando el ajetreo de la vida diaria en la familia, en el trabajo o en la diversión deja sitio para ello: la tranquilidad, el silencio.

Cuanto más avanzamos en edad, tanto más fuertemente sentimos que no son las horas ruidosas las que satisfacen nuestro corazón. Todo lo contrario: sentimos que los acontecimientos silenciosos que tienen lugar en un segundo plano son más importantes que los rimbombantes y estridentes.
Rememoren aquel momento cuando se encontraron por primera vez con su cónyuge: fueron horas de silencio, horas muy importantes que significan mucho para nosotros. Cuando intercambiaron los anillos… una hora silenciosa, una hora significativa… Cuando nació el hijo… una hora silenciosa. Así pues, las horas silenciosas, ocultas, son a menudo las más importantes.
El ruido nos inquieta, pero no cala profundamente en el corazón. En las horas silenciosas se gesta lo grande.”

Y efectivamente, algo grande y decisivo para los allí presentes se estaba gestando en el silencio de la oración. Quería ser un perfecto intercambio de corazones entre María, nuestra Señora de Schoenstatt, y los que hacían la alianza. En ese intercambio de amor, María decía un sí sin condiciones a cada una de las personas que se entregaban a Ella, un sí personal a cada persona tal cual era, regalándole un hogar en su corazón de Madre.

“……. Pero muy distinto es el caso de María: ella pronuncia un sí personal a mi persona, me acepta tal cual soy; me acoge muy personalmente.
Mediten sobre cuánta gente pide e implora ser amada, tener hogar en el corazón de una persona amada. Pero ningún lugar es como el nuestro: nosotros tenemos un hogar, un hogar personal, un nido en el corazón de la santísima Virgen.
Vamos avanzando en años; algunos de nuestros hijos piensan ya en casarse. Sentiremos el vacío que dejarán en nuestro hogar. Entonces recordaremos que tenemos un corazón, que conocemos un corazón que nos ama entrañablemente.”

Es el corazón de la Madre de Dios que se nos ha regalado en la alianza sellada en el Santuario. ¡Un corazón marcado por el sacrificio! Me ha llamado mucho la atención que el Padre Kentenich destaque esta característica en un momento que, a primera vista, pudiéramos llamar de gozo y alegría. El corazón de María está marcado por la cruz, y ese es el corazón que Ella nos regala.

¡Sí, hijo!" Su sí está respaldado por sacrificios, por eso es muy valioso. ¿O acaso nos pasa como a tantas personas (como comentó alguien hace poco) que se dicen: "La santísima Virgen está muy lejos; ella es para mí como una estatua de yeso"?
¡Cuántos sacrificios costaron a la querida Madre llegar a ser nuestra madre! ¿A qué me refiero? ¿Qué hizo ella? Pues bien ¿cuál era el bien más importante que poseía? Ella sacrificó por nosotros a su divino Hijo, nuestro Señor. Tanto nos amó el Padre que entregó a su primogénito por nosotros. Podemos decir lo mismo de María.
Lo más valioso que tenemos son nuestros hijos. Supongamos que tuvieran que entregar a su único hijo… ¿qué sentirían? Eso pasó a la santísima Virgen; ella pagó un elevado precio, y lo hizo por nosotros. Por amor a nosotros ofreció su divino Hijo al Padre.”

Si tanto le ha costado a Ella ser nuestra Madre, y sellamos con Ella la alianza, si hemos intercambiado nuestros corazones, es razonable que también me deba costar algo mi amor hacia la persona amada. En caso contrario sería como un juego de niños, no tendría trascendencia alguna. En la charla podemos leer: 

¡Te ha costado tanto, Madre! También debe costarme algo a mí. ¿Y qué me costará a mí? Mi "yo". Doy mi sí al sacrificio, a todo lo que venga. Doy mi sí a Dios y también a la santísima Virgen.
Mi sí me costará sacrificios. Cuesta mantener nuestras promesas matrimoniales; cuesta observar los mandamientos en el ámbito laboral y la vida diaria; ser fieles a nuestros hijos aun cuando éstos nos vuelvan la espalda; ser fieles a nuestro cónyuge. Le digo sí a mi cónyuge. Todo esto lo incluyo en mi "sí, Madre". Si queremos ser realmente santos, digamos sí cuando la santísima Virgen nos lleve lentamente hacia la cumbre del Calvario.”

¿Puede ser una idea para reflexionar y llevar a cabo en este mes que dedicamos a María?
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Para leer o escuchar la charla completa haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


2 comentarios:

  1. Mil gracias por hacer estos textos y reflexiones más accesibles. He intentado escucharlo, pero el enlace lleva solo a un archivo de texto, no de audio, o al menos yo no lo he visto.

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    1. Estimado Gonzalo, puedes acceder al audio así: cuando abras el archivo de texto aparecerá arriba a la derecha "Lector inmersivo". Accede entonces al audio. Puede ser que no aparezca directamente, pero también lo puedes encontrar a través del menú al que accedes pinchando arriba a la derecha los tres puntitos ... . Buena audición.

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