miércoles, 29 de junio de 2011

La tarea de la madre



Texto del Padre Fundador

Sabemos, pues, que la vida espiritual moderna está atrofiada y mutilada. La pregunta es: ¿Qué podemos hacer para que este hombre moderno tan enfermo pueda volver a ser capaz de tener vivencias religiosas? ………… Primera forma: Total renovación de la vida familiar, de la conciencia de padre, de madre, de paternidad, de maternidad. ¿Cómo se presenta este camino? El camino a la familia natural pasa por la madre. Ella es la que – históricamente – toma en sí toda la vida del niño, también la vida inconsciente del niño. Ella es la que está formando ya la vida inconsciente del hijo cuando está en su seno. Ella es también la que guía al hijo hacia el padre. El niño no sabe quien es su padre. Es tarea de la madre llamar la atención del niño hacia el padre por su dependencia de él; es tarea de ella dibujar y pintar la imagen del padre en forma sencilla y clara, porque la madre se inclina en su vida ante el padre en sencilla dependencia y asequibilidad. El niño es formado por una tal experiencia materna y avanza a una profunda vivencia del padre. Más tarde, cuando llega a la vida consciente, se representa el mundo sobrenatural según la ley de la transmisión de afectos. No le resulta difícil traspasar la dependencia de la madre terrena a la madre celestial, la dependencia del padre terreno al padre celestial. Ustedes me preguntarán si es posible crear estas familias ideales. Aunque ustedes tengan dudas, vale la pena ver el contexto total, de otro modo, jamás llegaremos a la raíz del mal. En todo caso, tenemos que tener presente que si queremos renovar nuestras comunidades, debemos renovar las familias, debemos crear un movimiento familiar, debemos disponer lentamente a nuestra juventud para que utilice toda su fuerza vital, para formar y conformar la vida según la imagen de la Sagrada Familia.

(Extracto de una Conferencia de la Jornada Pedagógica de 1951.- Ver “Que surja el Hombre Nuevo”, P. José Kentenich, Editorial Schoenstatt, Santiago de Chile, 1983, Págs. 102 a 104)


Comentario

El lugar que ocupa la mujer en la cultura ha experimentado una redefinición en nuestros tiempos. El Fundador de Schoenstatt invitaba siempre a profundizar desde el “orden de ser” en la riqueza y en la complementación de los sexos. Un desafío que sigue siendo actual en todos los aspectos, y sobre todo en las reflexiones sobre la educación de los hijos en una familia cristiana sana y abierta al mundo. En su práctica pedagógica de muchos años el Padre Kentenich sabía de la importancia de la madre para la experiencia religiosa, sobre todo en la más temprana edad de la niñez. Él indicó también que la vivencia materna puede ser ayudada y fortalecida por el amor a la Santísima Virgen y viceversa. Sanas experiencias maternales unidas a la fuerza de una adecuada devoción mariana pueden llevar a una capacidad vivencial religiosa de la que el hombre de hoy está fuertemente necesitado. Él estaba convencido de que la Stma. Virgen nos conduce hacia Dios Padre y que desde esta relación podría surgir también “una bendición retroactiva respecto a la desfigurada imagen natural del padre”. El texto nos invita a reflexionar sobre la tarea y el rol de la mujer, sobre la tarea y el rol de la madre y esposa hoy.

miércoles, 22 de junio de 2011

El padre: conciencia de padre



Texto del Padre Fundador

¿En qué se fundamenta la conciencia de padre? Nos hemos acostumbrado a no hacer ninguna afirmación sin tratar primero de cimentarla en principios básicos. Al hablar de conciencia de padre nos remitimos a los principios de siempre: “Agere sequitur esse” (la acción sigue al ser) y “ordo essendi est ordo agendi”. A la luz de estos enunciados podemos decir que la conciencia de padre se fundamenta, desde el punto de vista metafísico, en el hecho feliz de que padre es quien, como transparente del Padre del Cielo, engendra un hijo. En la Santísima Trinidad, la persona del Padre es la que tiene como cualidad y actividad originales la facultad de engendrar. De ahí que, hablando humanamente, se pueda decir que en el seno de la Trinidad, Dios Padre es el principio fundamental.
El padre humano participa de esa cualidad y dicha participación lo hace portador fundamental de la autoridad terrena. La autoridad paternal de Dios es por excelencia la “forma original” de la autoridad terrenal o humana. Todas las otras modalidades de autoridad son secundarias, se apoyan o complementan en la autoridad paterna.
Vale la pena detenerse en este punto porque se trata de una afirmación de hondura insospechada. El hombre no sabe nada o bien, muy poco sobre lo que significa paternidad, ser padre y sentido paternal …. por eso es frecuente observar la pérdida de la conciencia de padre.
La conciencia de padre se fundamenta, entonces, en la actividad engendradora, que a su vez es reflejo de la cualidad de Dios Padre. La conciencia de padre se pone de manifiesto en la labor de educar a los hijos ………………….. .

(Extracto de una conferencia de la Jornada Pedagógica “Grundriss einer neuzeitlichen Pädagogik” de 1950 – Ver: Pedagogía para educadores católicos, Colección Grandes Jornadas Nr. 3 – Hermanas de María, Florencio Varela, Argentina, Pág. 206)

Comentario

El Padre Kentenich sintetiza en sus conocidas “Jornadas Pedagógicas” su enorme experiencia de pedagogo y director espiritual y nos regala también claves precisas para comprender mejor su Movimiento de Schoenstatt. Teniendo en cuenta las voces del tiempo ofrece a los que le escuchan valiosas ayudas para acometer como educadores el gran desafío de formar al “hombre nuevo en la nueva comunidad”. Uno de los temas claves en este desafío es para el Fundador el tema del padre. Existe un convencimiento sicológico generalizado de que la experiencia paternal concreta del hombre determina no solo su imagen de Dios sino que conforma las relaciones surgidas desde lo irracional del hombre con su Creador. Si las experiencias paternales son positivas, surge en el niño un sentimiento de confianza filial en el Dios misericordioso y bueno, en el que se puede uno fiar y del que puede esperar ayuda en las necesidades. Experiencias negativas con el padre pueden llevar a sentimientos de culpa y miedo ante un Dios justiciero y lejano. Para el Fundador de Schoenstatt la solución al problema de la ausencia de los padres en la sociedad actual y de una adecuada y correcta formación de los mismos reviste una importancia decisiva en la comprensión de la autoridad, en la construcción de un estilo de vida sano en la sociedad y en los individuos, y ante todo en la vivencia de la religión y de las relaciones personales con Dios.

miércoles, 15 de junio de 2011

Fuente del amor


Texto del Padre Fundador


¿Qué es el amor? Es una santa inclinación encendida por el Espíritu Santo. En virtud de ella, el alma con todos sus deseos e impulsos se vincula a Dios y conserva continuamente esa unión con él. Con estas palabras podríamos entonces definir el amor sobrenatural, ateniéndonos a la tradición de una ascética y mística sanas.
¿Dónde radica la fuente del amor? ¿Quién es el que lo enciende? El Espíritu Santo. No olviden que es el Espíritu Santo quien debe encender ese amor en nosotros. Así lo consigna expresamente la Sagrada Escritura: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5,5). El manantial del amor, la fuente del amor de Dios es el Espíritu Santo: Veni, Sancte Spiritus! ¡Ven, Espíritu Santo, y enciende en nosotros el fuego de tu amor!
En este punto observamos una diferencia muy importante: el amor natural se nutre de estímulos y valores puramente naturales. En cambio el amor sobrenatural debe ser encendido por el Espíritu Santo. Estamos insertados en este mundo, todos nuestros órganos están arraigados en él. De ahí que los estímulos del mundo exterior lleguen en gran cantidad al corazón a través de la puerta de los sentidos. No es de extrañar entonces que hoy haya tantas cosas que traten de granjearse nuestro amor. Por otra parte, las exigencias del amor puramente instintivo conmueven con facilidad al amor sobrenatural. Si queremos estar realmente encendidos en nuestro fuero más íntimo por lo sobrenatural, por Dios y lo divino, y conservar así mismo ese fuego, tengamos siempre presente cuál es el manantial del amor: el Espíritu Santo.


(Texto tomado de: 'Der Heilige Geist und das Reich des Friedens', retiro de agosto de 1930. Ver: 'Soy el Fuego de Dios – Textos sobre el Espíritu Santo', Pág. 62, Editorial Patris, Chile)

Comentario:

El fundador de Schoenstatt se encargó de enseñar a sus hijos que el cristianismo es en primer lugar una comunicación de vida. La comunicación de verdades viene después y apoya a la primera. No es de extrañar, por lo tanto, que en su conducción paternal y en su predicación proclamara incesantemente al Espíritu Santo como la persona que crea vida, que comunica la vida entre el Padre y el Hijo, y que definiera y rezara también al Espíritu Santo como el alma de la Iglesia y el alma de nuestras almas. El Espíritu Santo es para el P. Kentenich el principio creador, animador y ordenador de la vida. Siguiendo el pensamiento paulino está convencido de que el Espíritu es quien nos regala y comunica la intimidad con Cristo y con el Padre. De esta forma nos lo muestra como el educador por excelencia a la hora de transformar nuestra vida en una vida de amor que nos lleva a esa intimidad. Si sabemos que Dios hace todo por amor y que su meta última es la unión definitiva con el hombre en el amor, debemos agradecer a nuestro fundador que nos presente hoy cuál es la fuente y el manantial adonde podemos beber el agua viva que necesitamos para nuestra santidad. Aquella que según Juan 4:14 “brota para la vida eterna”. Imploremos incesantemente al Espíritu Santo, para que sea Él nuestro “Guía” en el camino hacia el Padre.

miércoles, 8 de junio de 2011

Capacidad de amar


Texto del Padre Fundador

En nuestros días se ha ido confirmando cada vez más la siguiente experiencia: quien en su vida, sobre todo en su infancia y años de desarrollo, ha tenido que sufrir gran carencia de amor y hambre de amor, normalmente permanece enfermo a lo largo de toda su vida en cuanto a su capacidad de amar. Por eso, con razón se habla hoy día en todas partes de la dificultad, de la debilidad o de la incapacidad de contacto del hombre moderno.
No es esta una enfermedad contagiosa de tipo corriente, sino que debemos catalogarla como una tremenda epidemia que penetra en todas partes, causando daño no sólo en las relaciones interpersonales sino también en el seno sacrosanto de la familia. Cuán a menudo hay que reconocer que los padres de hoy son ya hijos de padres que cuentan con una capacidad de amar perturbada. No hay que admirarse, entonces, cuando sus hijos “en lo más profundo de su ser ya no cuentan con el poder del amor, sino a menudo tan sólo intentan torpes y conmovedores gestos de amor”.
Es superfluo indicar que aquí sólo queremos señalar la dirección hacia la cual el actual desarrollo se va moviendo con velocidad vertiginosa. Es evidente que aún existen muchos matrimonios y familias – a modo de islas – en los cuales la situación se presenta de modo más favorable. Pero ¿cuánto tiempo podrán resistir aún a la epidemia?
De este modo podemos comprender por qué la preocupación por hacer nacer de nuevo al padre constituye una de las tareas más centrales de toda la educación.

(Texto tomado del escrito del Padre Kentenich de 1961 titulado “¿Cuál es mi filosofía de la educación?” – Ver “Mi Filosofía de la Educación”, Padre José Kentenich, Editorial Schoenstatt, Chile, Pág. 38)

Comentario

Dios, que es amor, creó al hombre, nos creó a su imagen y semejanza. Imagen también “en cuanto al lugar y a la valoración del amor”. El Padre Kentenich, inspirándose en Francisco de Sales habla del amor “como ley fundamental del mundo” y saca como consecuencia también que “el amor debe llegar a ser la ley fundamental de nuestra vida y de nuestra educación”. El amor es para el Fundador de Schoenstatt el motivo de todos los motivos, la razón de todas las razones en nuestro actuar y vivir; pareciera que en su práctica pedagógica todas las motivaciones debieran ser “bautizadas” con la motivación última que es el amor. No quiere decir que la motivación del amor anule las demás motivaciones; por ejemplo, la responsabilidad, la justicia, la veracidad, la amabilidad y educación, la alegría por el buen hacer, el interés por las cosas, no se eliminan, sino que adquieren su verdadero esplendor cuando es el amor la motivación última y definitiva. En sus escritos y palabras encontramos esta orientación “salesiana” del Padre Kentenich en temas tan importantes para la convivencia como son la autoridad, la obediencia, la humildad y la relación entre legislación y libertad. Los miembros de sus institutos seculares intentan vivir en sus estatutos y costumbres la aplicación pedagógica de esta visión kentenijiana del amor.

miércoles, 1 de junio de 2011

La misión del "31 de Mayo"



Texto del Padre Fundador

Acabo de llamarles la atención sobre la magnitud de la tarea que tenemos aquí en Chile como pequeña Familia. Sin embargo, el motivo que hoy nos reúne, en esta tarde, nos señala que Dios nos ha confiado una gran tarea para todo el mundo, especialmente para Europa, para Occidente. ¿De qué tarea se trata? Se trata de desenmascarar y sanar la raíz, el último germen, de la enfermedad que aqueja al alma occidental: el pensar mecanicista. Tengo suficientes razones para suponer que Dios ha depositado, en este sentido, una pesada carga sobre mis hombros y sobre los hombros de nuestra Familia. La ley de la “puerta abierta” me convence de ello ……… La misión tan manifiesta de Schoenstatt para Occidente, especialmente para nuestra patria, frente al colectivismo que avanza poderosamente y que destruye todo, se encuentra ante un muro que sólo puede ser derrumbado, significativa y eficazmente, si se vence y aleja el mencionado bacilo. ……………Vemos cómo Occidente camina a la ruina y creemos que estamos llamados desde aquí a realizar un trabajo de rescate, de salvamento, de construcción y consolidación. Creemos que es deber nuestro ofrecernos como instrumentos para impulsar una contracorriente, que vuelva a los países desde los cuales un día estos pueblos recibieron su cultura, desde los cuales también nosotros hemos sido abundantemente beneficiados.

(Textos tomados de la alocución del Padre Kentenich a las Hermanas de María en Santiago de Chile, el 31 de mayo de 1949 - Ver: Kentenich Reader, Tomo 1, Pág. 260/261, Editorial Patris)


Comentario

La plática que el Padre Kentenich pronuncia el día 31 de mayo de 1949 ante un grupo de Hermanas de María en el recientemente bendecido Santuario de Schoenstatt en Santiago de Chile es un importante documento histórico y supondrá el inicio de un hito para toda la Familia de Schoenstatt. Con esta plática el Fundador ponía sobre el altar la primera parte de una respuesta escrita al informe final de la visitación canónica a Schoenstatt, dando un paso de carácter profético, sumamente arriesgado para él y también para toda su familia religiosa. Su objetivo era desenmascarar y vencer el gran mal que aqueja al alma occidental: el pensar mecanicista. Es una mentalidad que según él, “se había anidado incluso en la misma vida de la Iglesia restándole vitalidad y fuerza plasmadora”. En esta misma plática justificará su acción diciendo que “quien tiene una misión ha de ser fiel a ella”. Jóvenes generaciones de chilenos y de otros países de América del Sur asumirán después el desafío que les planteara el Fundador de Schoenstatt antes de marchar al destierro en Milwaukee. La magnitud de la tarea sigue siendo hoy un reto para todos los hijos del profeta, porque el pensar mecanicista avanza sin descanso a nuestro alrededor. Como núcleo de la necesaria contracorriente estaría “la necesidad de sanar el organismo de vinculaciones naturales, a fin de posibilitar al hombre actual una vivencia del organismo de vinculaciones sobrenatural”, en definitiva, educar la capacidad de amar. Schoenstatt quiere ser un instrumento en este camino.