miércoles, 8 de junio de 2011
Capacidad de amar
Texto del Padre Fundador
En nuestros días se ha ido confirmando cada vez más la siguiente experiencia: quien en su vida, sobre todo en su infancia y años de desarrollo, ha tenido que sufrir gran carencia de amor y hambre de amor, normalmente permanece enfermo a lo largo de toda su vida en cuanto a su capacidad de amar. Por eso, con razón se habla hoy día en todas partes de la dificultad, de la debilidad o de la incapacidad de contacto del hombre moderno.
No es esta una enfermedad contagiosa de tipo corriente, sino que debemos catalogarla como una tremenda epidemia que penetra en todas partes, causando daño no sólo en las relaciones interpersonales sino también en el seno sacrosanto de la familia. Cuán a menudo hay que reconocer que los padres de hoy son ya hijos de padres que cuentan con una capacidad de amar perturbada. No hay que admirarse, entonces, cuando sus hijos “en lo más profundo de su ser ya no cuentan con el poder del amor, sino a menudo tan sólo intentan torpes y conmovedores gestos de amor”.
Es superfluo indicar que aquí sólo queremos señalar la dirección hacia la cual el actual desarrollo se va moviendo con velocidad vertiginosa. Es evidente que aún existen muchos matrimonios y familias – a modo de islas – en los cuales la situación se presenta de modo más favorable. Pero ¿cuánto tiempo podrán resistir aún a la epidemia?
De este modo podemos comprender por qué la preocupación por hacer nacer de nuevo al padre constituye una de las tareas más centrales de toda la educación.
(Texto tomado del escrito del Padre Kentenich de 1961 titulado “¿Cuál es mi filosofía de la educación?” – Ver “Mi Filosofía de la Educación”, Padre José Kentenich, Editorial Schoenstatt, Chile, Pág. 38)
Comentario
Dios, que es amor, creó al hombre, nos creó a su imagen y semejanza. Imagen también “en cuanto al lugar y a la valoración del amor”. El Padre Kentenich, inspirándose en Francisco de Sales habla del amor “como ley fundamental del mundo” y saca como consecuencia también que “el amor debe llegar a ser la ley fundamental de nuestra vida y de nuestra educación”. El amor es para el Fundador de Schoenstatt el motivo de todos los motivos, la razón de todas las razones en nuestro actuar y vivir; pareciera que en su práctica pedagógica todas las motivaciones debieran ser “bautizadas” con la motivación última que es el amor. No quiere decir que la motivación del amor anule las demás motivaciones; por ejemplo, la responsabilidad, la justicia, la veracidad, la amabilidad y educación, la alegría por el buen hacer, el interés por las cosas, no se eliminan, sino que adquieren su verdadero esplendor cuando es el amor la motivación última y definitiva. En sus escritos y palabras encontramos esta orientación “salesiana” del Padre Kentenich en temas tan importantes para la convivencia como son la autoridad, la obediencia, la humildad y la relación entre legislación y libertad. Los miembros de sus institutos seculares intentan vivir en sus estatutos y costumbres la aplicación pedagógica de esta visión kentenijiana del amor.
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