miércoles, 28 de agosto de 2013

La mirada del Padre


Actualmente, en toda la Familia, es común una imagen sencilla. Queremos y debemos hacerla nuestra de nuevo. Fijándonos en esa imagen, podemos imaginarnos que no sólo el ojo del Padre nos contempla y cuida siempre como a la pupila de sus ojos, sino que somos la pupila de los ojos de Dios Padre. Siempre nos mira con complacencia. Esto es de por sí la aplicación práctica de una gran consigna y de una gran convicción: mi vida práctica es la realización de un plan de amor, sabiduría y omnipotencia. Él me mira, él me saluda.

Hay también otra imagen que viene al caso. Dios Padre me toca con su mano paternal que es siempre bondadosa, pero, a veces, curiosamente, esta mano paternal se reviste de un guante de hierro. ¿Quién es este guante de hierro? Es el prójimo, cuando me hace daño.

Y esto sucede a menudo en nuestra vida comunitaria: chocan entre sí las maneras de ser o yo no me entiendo con mis superiores y me aflige el hecho de que no me entiendan. Fíjense en la vida diaria, tal como se presenta en la realidad.

¿Ven ahora dónde están los guantes de hierro? Sí: es la flagrante injusticia que cometen conmigo, me quitan mi honor. ¿En qué consiste, entonces, la actitud fundamental de la fe en la Providencia? En girar en la vida en torno al Padre, al Dios de la vida, al Dios Padre de la vida. Tengo que mirar a través de estos guantes de hierro y descubrir allí la bondadosa mano del Padre. Necesito el guante de hierro, tengo que ser sacudido, remecido. Si eso lo hace Dios y la actitud de fe en la providencia me convence de ello ¿qué importa, entonces? (…)

No debemos pasar por alto al ser humano, ni decir "lo que él hace está siempre bien". Porque lo que hacemos puede ser pecado, pecado grave. Pero no se trata de eso. Más allá del gran pecador, debo ver la mano de Dios. Él se vale del pecador, que puede ser, por ejemplo, el Estado o quien fuere. Pero hagamos transparentes las cosas. Todo debe ser hecho transparente y hemos de ver a Dios tras todas las cosas.

(Texto tomado de: "Studentats-Exerzitien", 1967. Ver "Dios presente", Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)

miércoles, 21 de agosto de 2013

Instalar una escalera


La concepción popular nos muestra todas las cosas creadas, todos los acontecimientos de nuestra vida como un edificio, como una catedral, en cuya cúspide está siempre el Dios de la vida. Nuestra tarea consiste entonces en instalar una escalera en cada acontecimiento, en cada situación. Tomen cualquier acontecimiento: la guerra perdida (la segunda Guerra Mundial), un cierto quiebre en nuestra naturaleza, una tara hereditaria, pecados que he cometido. Ponemos la escalera y así contemplamos cada pequeñez en nuestras vidas. Debiera darse una cierta predisposición en nosotros frente a todo lo que suceda, de modo que la primera pregunta fuese: Padre ¿qué quieres decirme con esto? Buscar y encontrar a Dios en todo.

Nuestro tiempo está hoy tan convulsionado y confuso. El hombre actual se derrumba interiormente ante esta situación. Si yo no elevo la mirada más allá y percibo otras leyes, entonces me derrumbo; me enfermo, me convierto en una pobre criatura. Por eso, coloco la escalera para la inteligencia. Me pregunto a la luz de la fe: Padre celestial ¿qué quieres tú con esto, qué intención hay detrás? Pero también pongo la escalera para el corazón; esto es más importante aún. Trepo con el corazón y abrazo allí al Dios vivo y sus intenciones. ¡Fácil decirlo, pero difícil realizarlo!

¿Qué hemos de hacer, entonces, cuando queremos pasar de la escuela de formación a la escuela de vida? Dicho de otro modo: ¿Qué podemos hacer para gustar experimentalmente la fe en la Providencia?

Debo delinear nuevamente un esquema, porque se trata, una vez más, de cuestiones que ya hemos resuelto; pero creo que aún no vemos ni comprendemos bien, en toda su envergadura.

Pienso que debo mencionar, primero, nuestra forma preferida de meditación. Ustedes la conocen: elegir la vida como objeto de nuestra meditación. La vida es tan importante para nosotros. Con el tiempo, deberíamos lograr en esto cierta maestría, de modo que ya no necesitemos aplicar o ejercitar este método de meditación en cuanto método, porque ello ya se ha hecho carne de nuestra carne.

¿De qué trata, por lo tanto, este método de meditación? Ustedes conocen las sencillas imágenes que hemos usado desde un principio. En este caso, se trata de colocar los peldaños. ¿Dónde colocarlos? ¿Qué peldaños? Son los peldaños de la razón y del corazón creyente. La razón creyente contempla y considera cada suceso de nuestra vida, aun el más pequeño y también el más grande, como una catedral, diría yo, en cuya cima está Dios. Es sólo una imagen sencilla. Debemos hacer transparentes las cosas, transparentes por medio de la fe. Utilizamos la razón creyente para ascender los escalones y ver, allá arriba, a Dios.

Todas las expresiones que conocemos deben ser repetidas aquí. Les ruego que no esperen absolutamente nada nuevo, sino una vigorosa admonición: "Debo hacer esto, pues si no lo hago, no puedo esperar que la gracia divina siga conduciéndome el día de mañana". Ustedes deben tener presente que todo viene de Dios. Él tiene las riendas en sus manos. Todo lo que nos ha ocurrido durante el día es un saludo de Dios Padre, pero he olvidado devolverle el saludo y reconocer que él está detrás de éste.



(Texto tomado de: "Kampf um die wahre Freiheit", 1946. Ver libro „Dios presente“ – Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)

miércoles, 14 de agosto de 2013

La materia de la meditación (2)


Repasando las diversas modalidades de la meditación, deteniéndome más en la materia de la meditación, les reitero lo siguiente: lógicamente existen momentos de nuestra vida en los que debemos enfocar otros objetos. Y empleo a propósito el término objeto. Quiero decir que no solamente el sujeto (la persona misma que medita) ha de ser objeto de la meditación. Existen otros objetos que pasan a ser materia de reflexión para el sujeto. Meditaremos pues sobre otros objetos.

¿Cuáles? Por ejemplo, las Sagradas Escrituras, la liturgia. En el caso de las Sagradas Escrituras, se puede tomar uno de los evangelios o de las epístolas; o bien seguir la vida de Jesús o de la Santísima Virgen. Volver a interiorizar, paso a paso, el mundo religioso normado objetivamente, dejar que cale en nuestra afectividad. Y digo a propósito "en nuestra afectividad", porque la verdad objetiva tiene que ser aprehendida subjetivamente. Dicho en otros términos: Dios tiene que convertirse en nuestro Dios. ¿Saben lo que eso significa? Que la Virgen María sea nuestra Virgen María; que Jesús sea nuestro Salvador… De eso se trata. …………………

Filosóficamente hablando, procuremos que nuestro saber se haga vida. O más exactamente, que nuestro saber se haga amor. Esto presupone en primer lugar, tener conocimientos religiosos. En segundo lugar, procurar que lo que sepamos desemboque en el amor. He ahí la gran diferencia entre meditar, contemplar y estudiar. Siempre tiene que haber una especie de estudio, precisamente porque debemos interiorizar todo un mundo. El mundo que está en los libros o bien lo que Dios nos quiere decir a través de las Sagradas Escrituras y no sólo a través de las "sagradas escrituras" personales, es decir, de sus disposiciones y providencias en nuestra vida. Sería muy parcial de nuestra parte contentarnos sólo con interpretar la voz de Dios en las disposiciones y providencias que observamos en nuestra vida. Porque Dios nos comunicó también otras verdades.

Permítanme citar en este punto una frase que formulé hace muchos años: existe un saber escaso pero con un gran amor y un gran saber con muy poco amor. Si todos los conocimientos que poseen nuestros profesores de la universidad redundaran en amor… todos esos profesores deberían ser santos ¿no les parece? Por otra parte, muchas humildes señoras de barrio no saben mucho, tienen una religiosidad espontánea pero sus conocimientos de religión ¿qué son en comparación con los de un profesor de la universidad, con un profesor de dogmática? Y sin embargo es perfectamente posible que un saber escaso (vale decir, cuando interiorizo algunas verdades centrales y las elaboro) sea alimento para el amor. (…)


(Texto tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963. Ver libro "Dios presente", Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007, Págs. 332 y siguientes).

miércoles, 7 de agosto de 2013

La materia de la meditación (1)


Texto tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963

Pasemos al punto de qué es lo que meditamos. Vivimos en medio del mundo. Por eso no olvidemos el sencillo método de meditación que solemos cultivar. ¿Cuál será la materia de nuestra meditación? Nuestra vida. Porque el Dios de la vida toca nuestra vida y quiere que le respondamos con la vida. Naturalmente no se propone que sea éste el único método pero, por largos tramos del camino, ésa será la materia de nuestra meditación.

Retomando una terminología ya tradicional para nosotros, se trata de repasar y pos-gustar las misericordias divinas y las miserias personales. Vale decir que el objeto de mi meditación será mi vida diaria.

De esta manera aprovechamos todo lo que nos ha enseñado la psicología moderna, aprovechamos todas las cosas valiosas que, en esta área, nos ha aclarado y regalado la ciencia humana. ¿De qué sirve vivir y amar como si no existiera un mundo objetivo? Porque, reitero, yo también soy parte del mundo objetivo. No debo pasarlo por alto. De lo contrario, me resultará muy difícil elaborar todas las impresiones recibidas, y jamás acertaré a responder cabalmente a la originalidad que Dios me dio, a la manera cómo él me sacude y conmueve a lo largo del día. Y sin embargo hay que dar una respuesta a ello. Porque detrás hay un mundo objetivo.

Es exactamente como en el caso del ideal personal. El ideal personal es un mensaje de Dios para nosotros. Dios nos habla a través de nuestros talentos, de las vicisitudes por las que pasamos, de las reacciones que suele tener nuestra naturaleza. En suma, las cosas están integradas a un mundo objetivo y por lo tanto han de ser parte constitutiva de nuestra espiritualidad normada objetivamente. Ténganlo presente.

Volveré sobre el punto. ¿Cuál será entonces la materia de meditación? Ahora estamos abocados explícitamente a repasar toda nuestra vida. Más tarde la meditación tomará como materia, por lo común, el día que ha pasado y el próximo día.

(Ver libro “Dios presente”, Editorial Nueva Patris, Chile, 2007)