Texto tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963
Pasemos al punto de qué es lo que meditamos. Vivimos en medio del mundo. Por eso no olvidemos el sencillo método de meditación que solemos cultivar. ¿Cuál será la materia de nuestra meditación? Nuestra vida. Porque el Dios de la vida toca nuestra vida y quiere que le respondamos con la vida. Naturalmente no se propone que sea éste el único método pero, por largos tramos del camino, ésa será la materia de nuestra meditación.
Retomando una terminología ya tradicional para nosotros, se trata de repasar y pos-gustar las misericordias divinas y las miserias personales. Vale decir que el objeto de mi meditación será mi vida diaria.
De esta manera aprovechamos todo lo que nos ha enseñado la psicología moderna, aprovechamos todas las cosas valiosas que, en esta área, nos ha aclarado y regalado la ciencia humana. ¿De qué sirve vivir y amar como si no existiera un mundo objetivo? Porque, reitero, yo también soy parte del mundo objetivo. No debo pasarlo por alto. De lo contrario, me resultará muy difícil elaborar todas las impresiones recibidas, y jamás acertaré a responder cabalmente a la originalidad que Dios me dio, a la manera cómo él me sacude y conmueve a lo largo del día. Y sin embargo hay que dar una respuesta a ello. Porque detrás hay un mundo objetivo.
Es exactamente como en el caso del ideal personal. El ideal personal es un mensaje de Dios para nosotros. Dios nos habla a través de nuestros talentos, de las vicisitudes por las que pasamos, de las reacciones que suele tener nuestra naturaleza. En suma, las cosas están integradas a un mundo objetivo y por lo tanto han de ser parte constitutiva de nuestra espiritualidad normada objetivamente. Ténganlo presente.
Volveré sobre el punto. ¿Cuál será entonces la materia de meditación? Ahora estamos abocados explícitamente a repasar toda nuestra vida. Más tarde la meditación tomará como materia, por lo común, el día que ha pasado y el próximo día.
(Ver libro “Dios
presente”, Editorial Nueva Patris, Chile, 2007)
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