Si quieren
considerar ahora el tipo más sencillo de meditación, se trata, como saben, de
tres preguntas.
• En primer lugar: ¿qué quiere
decirme Dios a través de aquello que ahora he reconocido con mayor claridad?
Eso mismo quiero elaborarlo de nuevo interiormente. ¿Qué me quiere decir Dios
con ello?
• En segundo lugar: ¿qué debo decirme
a mí mismo? Se trata de una suerte de examen de conciencia: ¿cómo he
comprendido esta verdad en lo que va de mi vida? ¿Cómo la he aprovechado? ¿Cómo
la he aplicado?
• Y finalmente, la tercera pregunta:
¿qué le digo a Dios? Y esto es ahora lo principal: que aprendamos a hablar con
Dios, que cultivemos una vida más profunda e interior, una comunión de a dos
con Dios.
Éste es, de
suyo, el sentido de la meditación. O, si ustedes quieren, la meditación tiene
que ser una escuela de amor. Por eso la pregunta: ¿qué respondo a Dios? ¿Cuál
puede ser la respuesta? Puede ser un acto de agradecimiento. Le agradezco lo
que he descubierto. Puede ser también un acto de arrepentimiento; puede ser
también un propósito; puede ser una petición. Ahora bien, no se trata de hacer
una meditación muy metódica, sino tan sencilla y natural, como les resulte.
Si ustedes
prefieren otro método de meditación, entonces, deben practicarlo. Pero deben
tener presente que, lo más importante, no es el escuchar sino la elaboración
interior autónoma, la elaboración vital y llena de amor.
(Texto
tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963. Ver libro “Dios presente”, Editorial Nueva
Patris, Chile, 2007)
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