El orden objetivo del
ser
Texto tomado de: "Ehepädagogische
Tagung", 1933.
El orden objetivo del
ser, tanto en lo natural como en lo sobrenatural, es y debe ser norma también
para nuestra forma de vida. Aquí tienen ustedes un principio que impregna toda
la dogmática, la moral y la pedagogía…
El indicativo del ser
debe llegar a ser el imperativo del deber ser. Su descuido es pecado. O sea: el
lenguaje suave, mudo, del orden del ser ha de convertirse para nosotros en un
sonoro deber comprometedor. O también, en otras palabras, debo llegar a ser lo
que realmente soy.
Cuando trato un objeto
en la forma correspondiente a su estructura de ser, cumplo la voluntad de Dios…
Si me comporto frente a las cosas de una manera contraria a su sentido natural
inmanente y a su estructura de ser, entonces cometo pecado. Dios expresa, a
través de sus obras, no sólo sus pensamientos sino también su voluntad.
La estructura de ser de
las cosas
Texto tomado de: "Marianische
Werkzeugsfrömmigkeit", 1944.
Desde siempre ha jugado
entre nosotros un papel especial la estructura de ser de las cosas.
Continuamente nos hemos preocupado de interrogar e interrogamos acerca de los
deseos y de la voluntad de Dios. Hacia esta fuente de conocimiento apunta
aquella gran ley que, como un hilo rojo fácilmente reconocible, recorre nuestra
santificación de la vida diaria, nuestras costumbres y nuestra pedagogía: ordo
essendi est ordo agendi. El orden objetivo de ser es la norma, hasta en los
últimos detalles, para nuestro orden total de vida. Y en esto, partimos del
pensamiento de que las cosas creadas no sólo son ideas de Dios encarnadas, sino
también deseos de Dios. Si concebimos cada cosa creada como una palabra de Dios
y sobre Dios, entonces todas las cosas creadas, tanto las naturales como las
sobrenaturales, pueden considerarse como un gran álbum de imágenes de Dios,
como un libro de lectura sobre él, como una enseñanza viva de Dios, que rara
vez nos abandona en nuestra búsqueda de los deseos divinos.
Este pensamiento era
sumamente familiar a san Pablo. Por eso denuncia seria y amargamente, a los
paganos que se habían fabricado falsos ídolos y llevaban una vida licenciosa.
Declara culpable su actuar y su proceder porque, a partir de la creación
visible de Dios, ellos debieran haber reconocido sus mandamientos y deseos (cf
Rom 1,18-32).No hay que extrañarse de que, en los tiempos actuales, esta fuente de conocimiento esté cegada para amplios sectores. Donde todo está orientado al movimiento, al dinamismo, a la vida, ya no se tiene sentido para el ser y la estructura de ser de las cosas. Así, es posible que, hasta en círculos católicos, debido a la gran confusión de conceptos y a la multiforme inseguridad de la vida y de sus formas, haya caído en olvido el dejarse orientar, sin vacilaciones, por esta estructura del ser.
Nunca nos hemos cansado de interrogarla; tuvimos que hacerlo, entre otras cosas, también porque, como Familia, hemos contraído sólo los vínculos obligatorios que eran realmente necesarios. Por eso, estábamos especialmente condicionados a adecuar nuestro actuar, nuestras constituciones y costumbres, a esta estructura del ser, hasta en sus ramificaciones más finas.
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