miércoles, 25 de septiembre de 2013

Alianza de amor perfecta


Con el tiempo se llegó también a la fundamentación teórica de esta alianza de amor perfecta, se descubrieron y se presentaron cuatro elementos constitutivos de ella. Mientras los vamos enumerando queremos ir meditando hasta qué punto se han ido haciendo realidad viva en nuestras almas:

Perfecto desprendimiento por amor o expropiación perfecta, perfecta entrega de amor a nuestra Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt, a nuestra querida Señora de Schoenstatt. ¡Perfecta trasmisión de amor! Desde un principio era algo evidente para nosotros que la Santísima Virgen debía y quería introducirnos en esa corriente de amor poderosísima, la corriente de Cristo, la corriente de la Santísima Trinidad que vive en su corazón. Desde un principio comprendimos que si queríamos llegar a vivir una perfecta entrega de amor, una alianza de amor perfecta con Cristo, con el Padre, con el Espíritu Santo y también una alianza de amor perfecta entre nosotros, teníamos que introducirnos en la poderosa corriente de amor que fluye abundantemente en el corazón de la Santísima Virgen. Por eso, perfecta entrega de amor significa para nosotros ―como siempre lo ha significado y lo seguirá significando hasta el fin de los siglos― una perfecta trasmisión de amor, hacia una alianza de amor perfecta con Cristo, con el Padre, con el Espíritu Santo y también hacia una alianza de amor perfecta entre nosotros. …………….. Por hoy, lo importante es que nos recojamos interiormente y nos esforcemos en preguntarnos cómo es la alianza de amor que nosotros hemos sellado personalmente.

Lógicamente, de lo dicho se desprende un cuarto elemento, dado que se trata de una alianza de amor mutua. La alianza de amor perfecta con la Santísima Virgen incluye también una perfecta exigencia de amor. En la medida en que nos hemos regalado, poseemos derechos de amor, podemos presentar exigencias de amor. El corazón, el alma y el espíritu quieren detenerse hoy aquí. Seguramente, nos gustaría rezar todo el día para presentar nuestras exigencias de amor, pero desde luego con toda sencillez y claridad, basándonos en la convicción: "Hemos sellado contigo una alianza de amor". Y en virtud de la alianza de amor podríamos actuar como la Santísima Virgen en las bodas de Caná diciendo sencillamente: "No tienen más vino".

¿Cuáles son las exigencias de amor que queremos presentarle? Que cada alma se responda a sí misma. Pero si pensamos en toda la Familia, hay determinadas intenciones que concuerdan con nuestros pensamientos e intereses. Nos referimos, por ejemplo a la beatificación de José Engling. "No tienen más vino". Necesitamos una beatificación para que las grandes ideas que defendemos ―tal cual creemos que Dios las quiere― reciban una aprobación oficial.

¡Exigencias de amor! Pensamos en la aprobación de nuestros Institutos; todos sin excepción alguna ―así lo esperamos, y confiamos en que sucederá― deben recibir, gracias a la Santísima Virgen y con su ayuda, un reconocimiento oficial de parte de la Iglesia; no para que nosotros podamos pasar por la historia sin luchas ya que nosotros no tememos a las mismas, al contrario, le tememos al tiempo carente de luchas, pero no importa, ¡exigencias de amor! "¡No tienen más vino!"

¿Cuál será la respuesta de lo alto? ¿No dependerá del grado de confianza, y de seriedad con que hayamos tomado la alianza de amor? ¿Ha llegado a ser realmente mi alianza el fundamento de mis aspiraciones y de mi vida interior; el fundamento de mi estilo de vida y de trabajo? ¡Una pregunta seria! Sólo algunos pocos de entre nuestras filas podrán responder a esta pregunta en forma positiva; probablemente, solamente nuestros Institutos. "¡Señor, no tienen más vino!" Por eso, una vez más, ¡exigencias de amor! Quisiéramos recibir el vino de una entrega sin reservas a nuestra alianza de amor.

(Tomado de la Conerencia del 18 de octubre de 1950 - Ver manuscrito "Jornada de octubre 1950" , Instituto secular de Schoenstatt Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina) 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Hoy es día de alianza


Hoy es día de alianza, un día de recuerdo y por eso, también un día de renovación. En los años pasados se daba por sobreentendido que toda alma tiene necesidad de un profundo recogimiento, y actualmente esa necesidad sigue en vigencia; por eso quisiéramos aprovechar el día de hoy para rezar, para amar.
Quisiéramos recordar la alianza de amor que la Madre de Dios selló con Schoenstatt y la historia de esta alianza de amor; y quisiéramos aprovechar el día para renovar nuestra alianza.
La alianza de amor que la Madre de Dios selló con Schoenstatt es – como dice el primer Acta de Fundación – una alianza perfecta. En 1914 eran pocos los que comprendían. Uno de los primeros que respondió al Espíritu de Dios, a su requerimiento y a su deseo, fue nuestro bienaventurado José Engling. Aún antes de que los demás lo pensaran, él efectuó su acto de “mancipatus”: la alianza de amor perfecta, tal como había sido prevista en el Acta de Fundación. La totalidad de la Familia, en sus miembros representantes, demoró treinta años hasta comprender lo que exige el Acta de Fundación; más exactamente, lo que Dios y la Madre de Dios nos exigen por el Acta de Fundación.
Por nuestra parte, quisiéramos renovar hoy esa alianza de amor perfecta, dejándonos introducir y compenetrar nuevamente por el contrato de fundación que la Madre de Dios sellara en 1914 con nuestra Familia. Quisiéramos meditar todo lo que esto implica.

Los años posteriores, las décadas posteriores nos trajeron también la fundamentación teórica de esta alianza de amor perfecta, nos descubrieron y nos presentaron sus elementos constitutivos.
  
(Tomado de la conferencia del 18 de octubre de 1950 a la Familia de Schoenstatt.  Ver manuscrito "Jornada de Octubre 1950", Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina)

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Observar - comparar - focalizar - aplicar


Éste fue el método que siempre se empleó en Schoenstatt para planificar o para discernir los planes de Dios y orientarse según ellos. Pero también alimentó la esperanza de estar en el camino correcto. Son cuatro expresiones:

Primero, un constante y cuidadoso observar. Observación en dos direcciones. Primeramente, observar en el acontecer mundial, lo que fue declarado casi como algo nuevo por el Concilio, desde un comienzo fue nuestro propio pensar. Nos hemos orientado, principalmente, por las corrientes externas a la Iglesia.

Juan XXIII recalcó fuertemente que Dios no sólo habla a través de las corrientes que se dan al interior de la Iglesia, sino también mediante las corrientes externas de ella. Vox temporis, vox Dei. Y por esto, su gran mérito fue haber abierto, de par en par, las puertas y ventanas de la Iglesia para que el espíritu penetrara, desde afuera, hacia el interior de ella. Pero también, el espíritu interior debía salir hacia el mundo.

Debo reconocer que una cosa se logró: el espíritu del mundo sopla, casi sin trabas, dentro de la Iglesia. Pero ¿sopla también el Espíritu de Dios, que hasta ahora estuvo en la Iglesia, igualmente, sin trabas, hacia afuera, hacia el mundo? Hoy escuchamos con frecuencia: ¡Hay que hacer todo de nuevo! Estaría bien renovarlo todo, pero que todo deba ser hecho de nuevo… ¡Con cuánta frecuencia se enseña esto actualmente!…

Vean aquí las cuatro expresiones. Primero, observar. ¿Observar qué? La vida real. Dos factores fueron aquí siempre determinantes o fueron los "libros" en los cuales yo leí desde un comienzo. No eran libros escritos. Eran el libro de la historia del tiempo actual y el libro de la dirección que tomaban los corazones (las voces del alma): ¿qué está actuando en cada alma en particular? Antes, apenas salía de la casa, siempre sentado detrás de sus muros y, sin embargo, conocía el desarrollo del tiempo. Siempre la charla más importante, en cursos y retiros, era la primera, aquélla donde se establecía el contacto con el tiempo y con el alma de los oyentes y en la cual se establecía también el contacto con las almas de toda la Familia, aunque no estuviesen presentes. Esto era lo decisivo para todo el curso. Con esto se creaba una atmósfera comunitaria. Luego, desde allí, se podía ascender fácilmente (…)

Bien, primero, observar. Los dos "libros" a los cuales hicimos alusión. Pienso que, si es verdadera la consigna: "lo que heredaron de sus padres deben conquistarlo, para poseerlo" (Goethe), entonces quiere decir que esos dos libros también tienen validez para las generaciones futuras.

En segundo lugar, comparar. ¿Y cómo comparar? Bueno, el método para comparar o la manera de comparar era muy amplio. Incluía no sólo comparar aquello que ocurría en cada alma y lo que ocurría en la época sino, también, indagar cómo se han realizado las cosas observadas, en el curso de los milenios, en el cristianismo y más allá de él. Así, pues, incluye una amplia base de estudio.

En tercer lugar, ahora viene lo principal: focalizar. Todo lo que hemos reunido como hechos de la experiencia, es decir, todo el material, debe sintetizarse en un común denominador. Considerado humanamente, esto es de suyo lo más difícil.

Uno podría preguntarse a posteriori: ¿Cómo fue posible llegar a tener una visión de la Iglesia de las más nuevas riberas? Esto estuvo desde un comienzo. Se puede comprobar cuán pronto surgieron estas expresiones: "en las más nuevas riberas". ¿No debería haber habido alguna clase de visión, una visión propiamente tal para poder hablar tan claramente en esta dirección y expresarlo tan directamente y defenderlo públicamente? Siempre fueron determinantes las dos fuentes de conocimiento a las cuales me acabo de referir. (…)

Así pues, lo tercero: formular los hechos observados y comparados en sus principios últimos. Esto fue siempre para mí el reconocimiento de lo que Dios espera de su Iglesia, mañana y pasado mañana. El bien de la Iglesia estuvo siempre en primer plano, y el nuestro como miembros de ella. Nadie nos puede tomar esto a mal; fue así siempre en todos los grandes movimientos de renovación de la Iglesia; siempre se ha querido anticipar la imagen futura de ésta; anticiparla en un pequeño círculo.

Y, luego, lo cuarto: aplicar. Siempre fue mi ideal no querer escatimar nada a la Familia, no querer quitarle nada que se hubiese mostrado eficaz en el transcurso de milenios.

Aplicar. ¿Ven la aplicación? En realidad sería interesante aplicar esto ahora a casos concretos para mostrar cuán audaz fue aquello.

Aplicar: después de proclamar los principios últimos, sin hacer referencia a las formas establecidas. Ciertas formas establecidas, considerando la orientación básica, se confirmaron; o bien, si ése no era el caso, surgieron nuevas formas. Así nacieron una cantidad de formas nuevas que, mañana o pasado mañana, aspirará a tener la Iglesia.


(Texto tomado de: "Vortrag", 1966. Ver “Dios Padre”, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Ver lo que otros no ven


El hombre providencialista posee una nueva luz, una nueva fuente de luz; ve muchas cosas que otros no ven; mira al fundamento de las cosas; es un hombre clarividente, capaz de "hacer transparente" todo lo creado, hacer transparente a toda criatura. Veo a través de todas las cosas creadas como a través de una vidriera. Veo detrás de todo al Dios de la vida y la realidad sobrenatural, las disposiciones y conducciones divinas. (…)

Mirando hacia al pasado, si recordamos cómo algunas vivencias no digeridas nos atormentan: eso no debe quedar sin digerir. Todo en nuestra vida debe resonar y desembocar en Dios. ¡Qué gran libertad interior nos da eso! Significa, prácticamente, situarnos desde el punto de vista de Dios. Puedo ver las cosas desde el punto de vista de Dios. ¡Cuán lejos se mira entonces! ¡Cuán interiormente libre soy entonces!

Esto es una tarea de vida en un tiempo que apenas conoce tal grado de providencialismo, en el que los hombres religiosos sólo lo vislumbran en general. En un tiempo así, el hombre está generalmente en peligro de convertirse en un fatalista o en un hombre interiormente endurecido. Dios nunca abandona a quien se ha acostumbrado a este método. Dios nos dice algo en cada pequeñez. Cuando un hombre vive como ermitaño, cuando pocos acontecimientos irrumpen en la vida, entonces, realizar este ejercicio puede resultarle difícil, porque las cosas hablan muy poco. Pero a nosotros, Dios nos habla todo el día por las circunstancias. ¡Cuán felices somos, entonces!

Según san Ignacio, nuestra gran tarea consiste en lo siguiente: «Deum quaerere, invenire, diligere in omnibus rebús et personis». El lenguaje de Dios son las cosas y acontecimientos, sean cuales sean. Yo debo entenderlos y responderles. Ese es el hombre del más allá (el hombre que vive de la fe).

Para repetir otra expresión conocida: el hombre del más allá es capaz de escuchar el saludo de Dios y responder siempre con otro saludo. Si eso se ha internalizado en mi conciencia ¡qué hermoso es saber que Dios me saluda! Yo sólo tengo que responder ese saludo. Puedo hacerlo con el entendimiento, con el corazón, con la voluntad. ¡Dios quiere recibir una respuesta de amor! La altura de nuestra vida espiritual podemos medirla en esto, en cuánto nos demoramos en adoptar esta actitud después de algún acontecimiento. Si ésta es la primera reacción, entonces ¡cuán sobrenaturales hemos llegado a ser! Si, frente a golpes del destino, la reacción es: "Dios sabrá por qué lo hace o permite", si es ésta la primera reacción, entonces, visto sicológicamente ¡cuánto ha penetrado ya la fe en mi subconsciente!

Porque Dios habla, hoy, en forma tan potente el lenguaje de las cosas y los acontecimientos, porque Dios se hace, hoy, tan perceptible, por eso estamos obligados a escucharlo. El hombre terreno se quiebra ante los problemas del más acá. La tierra ha sido separada del cielo, por eso se hizo infierno. Conscientemente, la tierra se ha separado del cielo: una tierra que quería, sin cielo, convertirse en paraíso. ¿Y el resultado? Llegó a ser un infierno. ¿Cómo volverá a ser un trozo de paraíso? Buscando la unión con el más allá.

Recuerden esa hermosa expresión que me acompañó personalmente, en Dachau, en todos los acontecimientos: Dios debe ser visto como un Padre. La Sagrada Escritura lo muestra incluso como una madre. Una madre no se olvida de su hijo. Una madre está siempre dispuesta a prepararle los mejores pañales a su hijo. Así debo estar yo convencido de que, venga lo que venga, un Padre Dios, que también es madre para mí, me ha preparado los mejores pañales, también si estos pañales tuviesen espinas y cardos.

Una fe que haya pasado al sentimiento contiene la convicción inconmovible: venga lo que venga, siempre será lo mejor para mí. El hombre del más allá es un hombre extremadamente clarividente.

(Texto tomado de: "Kampf um die wahre Freiheit", 1946. Ver "Dios Padre", Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)