Hoy es día de alianza, un día de recuerdo y por eso,
también un día de renovación. En los años pasados se daba por sobreentendido
que toda alma tiene necesidad de un profundo recogimiento, y actualmente esa
necesidad sigue en vigencia; por eso quisiéramos aprovechar el día de hoy para
rezar, para amar.
Quisiéramos recordar la alianza de amor que la Madre
de Dios selló con Schoenstatt y la historia de esta alianza de amor; y
quisiéramos aprovechar el día para renovar nuestra alianza.
La alianza de amor que la Madre de Dios selló con
Schoenstatt es – como dice el primer Acta de Fundación – una alianza perfecta.
En 1914 eran pocos los que comprendían. Uno de los primeros que respondió al
Espíritu de Dios, a su requerimiento y a su deseo, fue nuestro bienaventurado
José Engling. Aún antes de que los demás lo pensaran, él efectuó su acto de “mancipatus”:
la alianza de amor perfecta, tal como había sido prevista en el Acta de
Fundación. La totalidad de la Familia, en sus miembros representantes, demoró
treinta años hasta comprender lo que exige el Acta de Fundación; más
exactamente, lo que Dios y la Madre de Dios nos exigen por el Acta de
Fundación.
Por nuestra parte, quisiéramos renovar hoy esa
alianza de amor perfecta, dejándonos introducir y compenetrar nuevamente por el
contrato de fundación que la Madre de Dios sellara en 1914 con nuestra Familia.
Quisiéramos meditar todo lo que esto implica.
Los años posteriores, las décadas posteriores nos
trajeron también la fundamentación teórica de esta alianza de amor perfecta,
nos descubrieron y nos presentaron sus elementos constitutivos.
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