Éste fue el
método que siempre se empleó en Schoenstatt para planificar o para discernir
los planes de Dios y orientarse según ellos. Pero también alimentó la esperanza
de estar en el camino correcto. Son cuatro expresiones:
Primero, un
constante y cuidadoso observar. Observación en dos direcciones.
Primeramente, observar en el acontecer mundial, lo que fue declarado casi como
algo nuevo por el Concilio, desde un comienzo fue nuestro propio pensar. Nos
hemos orientado, principalmente, por las corrientes externas a la Iglesia.
Juan XXIII
recalcó fuertemente que Dios no sólo habla a través de las corrientes que se
dan al interior de la Iglesia, sino también mediante las corrientes externas de
ella. Vox temporis, vox Dei. Y por esto, su gran mérito fue haber abierto,
de par en par, las puertas y ventanas de la Iglesia para que el espíritu
penetrara, desde afuera, hacia el interior de ella. Pero también, el espíritu
interior debía salir hacia el mundo.
Debo
reconocer que una cosa se logró: el espíritu del mundo sopla, casi sin trabas,
dentro de la Iglesia. Pero ¿sopla también el Espíritu de Dios, que hasta ahora
estuvo en la Iglesia, igualmente, sin trabas, hacia afuera, hacia el mundo? Hoy
escuchamos con frecuencia: ¡Hay que hacer todo de nuevo! Estaría bien renovarlo
todo, pero que todo deba ser hecho de nuevo… ¡Con cuánta frecuencia se enseña
esto actualmente!…
Vean aquí
las cuatro expresiones. Primero, observar. ¿Observar qué? La vida real. Dos
factores fueron aquí siempre determinantes o fueron los "libros" en
los cuales yo leí desde un comienzo. No eran libros escritos. Eran el libro de
la historia del tiempo actual y el libro de la dirección que tomaban los
corazones (las voces del alma): ¿qué está actuando en cada alma en particular?
Antes, apenas salía de la casa, siempre sentado detrás de sus muros y, sin
embargo, conocía el desarrollo del tiempo. Siempre la charla más importante, en
cursos y retiros, era la primera, aquélla donde se establecía el contacto con
el tiempo y con el alma de los oyentes y en la cual se establecía también el
contacto con las almas de toda la Familia, aunque no estuviesen presentes. Esto
era lo decisivo para todo el curso. Con esto se creaba una atmósfera
comunitaria. Luego, desde allí, se podía ascender fácilmente (…)
Bien, primero,
observar. Los dos "libros" a los cuales hicimos alusión. Pienso que,
si es verdadera la consigna: "lo que heredaron de sus padres deben
conquistarlo, para poseerlo" (Goethe), entonces quiere decir que esos dos
libros también tienen validez para las generaciones futuras.
En segundo
lugar, comparar. ¿Y cómo comparar? Bueno, el método para comparar o la
manera de comparar era muy amplio. Incluía no sólo comparar aquello que ocurría
en cada alma y lo que ocurría en la época sino, también, indagar cómo se han
realizado las cosas observadas, en el curso de los milenios, en el cristianismo
y más allá de él. Así, pues, incluye una amplia base de estudio.
En tercer
lugar, ahora viene lo principal: focalizar. Todo lo que hemos reunido
como hechos de la experiencia, es decir, todo el material, debe sintetizarse en
un común denominador. Considerado humanamente, esto es de suyo lo más difícil.
Uno podría
preguntarse a posteriori: ¿Cómo fue posible llegar a tener una visión de la
Iglesia de las más nuevas riberas? Esto estuvo desde un comienzo. Se puede
comprobar cuán pronto surgieron estas expresiones: "en las más nuevas
riberas". ¿No debería haber habido alguna clase de visión, una visión
propiamente tal para poder hablar tan claramente en esta dirección y expresarlo
tan directamente y defenderlo públicamente? Siempre fueron determinantes las
dos fuentes de conocimiento a las cuales me acabo de referir. (…)
Así pues, lo
tercero: formular los hechos observados y comparados en sus principios
últimos. Esto fue siempre para mí el reconocimiento de lo que Dios espera
de su Iglesia, mañana y pasado mañana. El bien de la Iglesia estuvo siempre en
primer plano, y el nuestro como miembros de ella. Nadie nos puede tomar esto a
mal; fue así siempre en todos los grandes movimientos de renovación de la
Iglesia; siempre se ha querido anticipar la imagen futura de ésta; anticiparla
en un pequeño círculo.
Y, luego, lo
cuarto: aplicar. Siempre fue mi ideal no querer escatimar nada a la
Familia, no querer quitarle nada que se hubiese mostrado eficaz en el
transcurso de milenios.
Aplicar. ¿Ven la aplicación? En realidad
sería interesante aplicar esto ahora a casos concretos para mostrar cuán audaz
fue aquello.
Aplicar: después de proclamar los
principios últimos, sin hacer referencia a las formas establecidas. Ciertas
formas establecidas, considerando la orientación básica, se confirmaron; o
bien, si ése no era el caso, surgieron nuevas formas. Así nacieron una cantidad
de formas nuevas que, mañana o pasado mañana, aspirará a tener la Iglesia.
(Texto
tomado de: "Vortrag", 1966. Ver “Dios Padre”, Editorial Nueva
Patris, Santiago de Chile, 2007)
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