viernes, 27 de septiembre de 2019

El demonio, una realidad


En las reuniones con familias de los lunes por la tarde, en este mes de abril de 1956, que comentamos hoy, y que comentaremos en las próximas semanas en este Blog, el Padre Kentenich abordará un tema interesante que puede ser también de utilidad para nosotros en este mundo que nos toca vivir en la segunda década del nuevo siglo: la existencia del demonio, su historia de vida y, lo más importante, su estrategia con los hombres.

El motivo para hablar de este tema está en el acento que el Padre Kentenich sugiere a los matrimonios para su vida espiritual en este mes de abril, el cultivo de la virtud de la confianza. Un enemigo importante de esta virtud es una cierta sicosis de angustia que observa a su alrededor. Angustia motivada por el sinsentido que para el hombre de hoy tiene el dolor, motivada también por la poca capacidad del hombre moderno para digerir sus impresiones (la prisa se impone), y por último, por la influencia del demonio.

Es verdad que la gente no cree ya en el demonio, pero precisamente detrás de esa actitud se encuentra su mayor muestra de habilidad: él mismo hace creer al mundo que no existe más, y consecuentemente puede, hasta cierto punto, campar a sus anchas. Sabemos que en Jesucristo el demonio ha sido vencido definitivamente, aunque como escribían los santos padres de la Iglesia, está atado a una larga cadena y sigue teniendo su influencia. El Padre Kentenich lo considera una verdadera “causa segunda” con un propio y relativo valor, y con una mayor o menor eficacia en las diversas situaciones históricas, según nos apunta el Padre Herbert King en un artículo sobre el demonio, publicado en el “Schoenstatt Lexikon” del Patris Verlag de Alemania (Pág. 388 y ss).

Rechaza, eso sí, que se use al demonio y al infierno como un instrumento persuasivo pedagógico y pastoral, pero cuenta con los poderes demoníacos; sabe que hay que contar con la influencia del demonio. Es algo que pertenece al realismo cristiano. Sintoniza, como explica a los matrimonios en esta charla, con la tradición del Nuevo Testamento y con la tradición de la Iglesia, y subraya la realidad del demonio como persona.

Acentúa que hay tres potencias en el mundo que hacen historia: la voluntad libre del hombre, Dios y el demonio. Estos dos últimos luchan entre sí por conquistar el corazón del hombre. Pero Dios con su poder salvífico lo abarca todo, y está sobre todo, también por encima de la eficacia del demonio.

Muchas cosas malas en el mundo se pueden explicar por el pecado original del hombre, pero hay situaciones de una maldad extraordinaria en las que, necesariamente, está detrás el demonio (el Padre Kentenich recuerda a los campos de concentración y las aberraciones que allí se produjeron y de las que él también fue testigo como prisionero). En nuestra vida diaria debemos tener conciencia de la acción del demonio y saber que, como dice Mateo en el capítulo 17 de su Evangelio, hay espíritus que sólo se ahuyentan “con la oración y el ayuno”.

Por eso aconseja a sus oyentes aplicar ciertos medios para vencer al demonio. Por propia experiencia habla de practicar la ‘bendición’ y el ‘exorcismo’, como aconseja la tradición de la Iglesia. Cuenta de algún padre de familia que al terminar la oración de la mañana bendice a todos sus hijos ausentes con la señal de la cruz y las palabras correspondientes dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. Él mismo reza - nos cuenta - diariamente un exorcismo corto, pidiendo a Dios mantenga al demonio bien alejado de los suyos.

Y por último les hablará de la importancia de María y de nuestro amor a Ella. Nuestra madre del cielo tiene un papel excepcional que Dios lo ha regalado en la lucha contra los poderes del demonio. En María se hace visible y palpable la eficacia de su Hijo Jesús. Nuestra alianza de amor con Ella nos asegura su protección y auxilio, también ante las argucias y el poder del demonio.  
_______________________________________

Para leer o escuchar la sinopsis y el texto completo de la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 20 de septiembre de 2019

Consagración de familia a María, una alianza de amor


Después de diez semanas considerando el contenido simbólico del intercambio de rosas y de algunos de sus elementos como impulso de vida para profundizar en el sentido de la alianza de amor con la santísima Virgen, volvemos al inicio del Tomo 2 de “Los lunes por la tarde …Reuniones con familias” del Padre José Kentenich.

La primera charla o plática que recoge este libro nos traslada a la celebración de una “consagración de familia” en el Santuario, la del 25 de marzo de 1956, en la que un matrimonio, el matrimonio Horning, se entregó a la santísima Virgen con el hijo que esperaban. Sellaron su alianza de amor como familia, lo que el Padre Kentenich interpreta como un gran acontecimiento para ellos, destacando además el gran interés que la santísima Virgen mostraba así por la familia.

“Y digo que esta consagración, esta celebración, es única, no sólo singular. ¿Qué significa esto, en la práctica? Es la primera vez que celebramos aquí una consagración, una alianza de este tipo. Es la primera vez que toda una familia se regala a la santísima Virgen en alianza de amor.
Y realmente no me resulta difícil imaginarme con cuánta calidez mira hoy la santísima Virgen a esta familia. Ella sabe cuánto valora el Señor la familia. Durante treinta años se dedicó él en su juventud a la familia. Y ella misma, la santísima Virgen, visitó y regaló gracias a las familias cuando, durante su vida histórica, hizo su aparición como mediadora de gracias. Ella sabe que, también hoy, el mundo a cuya renovación ella tiene que ayudar sólo puede ser renovado a través de familias renovadas, santificadas.”

Para explicarles el significado de la consagración de la familia, el Padre Kentenich se refiere a tres visitas a familias del Nuevo Testamento: la que hace Jesús a la familia de Zaqueo, la que hace María a la familia de Zacarías y la que hacen los dos, Jesús y María, a los jóvenes esposos de Caná de Galilea.

En el encuentro con Zaqueo y en la posterior visita a su casa y familia podemos admirarnos de que para Jesús no cuentan las habladurías de la gente, sino las intenciones del corazón del que acude a Él. El protagonista en este caso era publicano, era muy rico, pero quería ver a Jesús, hablar con Él, presentarle a su familia. Quería que Jesús le viese y le hablara. Recordamos las palabras de Jesús: “hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues el Hijo del hombre ha venido a liberar a los pecadores de sus pecados”. El Evangelio nos cuenta que Zaqueo repartirá la mitad de sus bienes a los pobres. La salvación llega a la casa, lo que quiere decir que llega a toda la familia, porque toda la casa creyó en Jesús.

El Padre Kentenich habla de la bendición que trajo el encuentro de amor entre el Señor y toda la familia de Zaqueo:

¿Y cuál fue la bendición? ¿Qué efectos tuvo la bendición? Después, el Señor se separó, se separó exteriormente de la familia. Pero, interiormente, la familia permaneció fiel a él y a la alianza con él. La tradición nos relata que, posteriormente, el apóstol Pablo consagró obispo a Zaqueo. Y podemos suponer que la misma actitud de fidelidad ante el Señor, la actitud de amor, fue mantenida por toda la familia. …..
Hoy ha llegado la salvación a esta casa. ¿A qué casa me refiero ahora? A la familia Horning. Hoy ha llegado la salvación a esta casa, a esta familia, pues toda la familia recibe hoy al Señor. En efecto, la alianza de amor con la santísima Virgen es, en última instancia, una alianza con el Señor.”

En la visita a la segunda familia, la de María a la familia de su prima Isabel, vemos a nuestra Madre del cielo como la medianera de todas las gracias. Al encontrarse las dos mujeres, la prima comienza a profetizar, el marido recobra el habla y el niño en el seno materno salta de gozo y es santificado por la presencia de la Madre del Salvador, ya embarazada también de su Hijo divino. ¿Cuál es el fruto permanente de esta visita? Los tres miembros de la familia, Zacarías, Isabel y Juan, se han convertido en santos a través del encuentro de amor con María. Ella, como mediadora de todas las gracias, nos trae la salvación.

En la tercera visita, la de Caná, el Padre Kentenich se fija en aquellas dos frases conocidas que pronunció María: “No tienen vino”, le dijo a su Hijo; “Haced lo que Él os diga”, dijo a los sirvientes.

No tienen más vino: es una y otra vez la preocupación de la santísima Virgen en virtud de la alianza de amor que hoy sella con la familia.
Pero ¿qué condición pone ella? "Haced lo que él os diga". Eso significa para nosotros: seguir siendo una familia católica, aplicar en la familia los principios de Cristo. Es lo mismo que está en el Acta de Fundación: amo a los que me aman, cuido de ellos. Pero primero deben demostrar que me aman viviendo de forma auténticamente cristiana, aspirando a la palma de la santidad.”

Finaliza su plática invitando a los presentes a depositar en la patena todos sus deseos, sus hijos y nietos, a ofrecer todo de nuevo al Dios trino por las manos de la santísima Virgen, y también a llevar una vida santa en el mundo actual.
_______________________________________

Para leer o escuchar la sinopsis y el texto completo de la plática haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 13 de septiembre de 2019

La santísima Virgen nuestra Reina


Vuelvo hoy a las pláticas del Padre Kentenich con motivo de la celebración de la alianza en los días 18 de cada mes. Nos situamos espiritualmente en el Santuario y consideramos las palabras del último 18 del año 1956. Como sabemos, el fundador de Schoenstatt ha venido tratando durante todo este año el simbolismo de la rosa y de sus partes, especialmente en relación a la alianza de amor que los matrimonios presentes habían sellado con María a principios de ese año en el Santuario. En este día concluye la serie, proponiendo a los que con él celebran la alianza un colofón adecuado a lo hablado hasta ahora: la rosa es la reina de las flores, la santísima Virgen es la reina del universo. Es mi reina y señora, es nuestra reina y señora.

Me ha llamado la atención una vez más la fuerza y claridad con las que el Padre Kentenich habla sobre la realidad y trascendencia vital de la alianza de amor con María, y se me ha ocurrido pensar que hoy, pasados más de cincuenta años de aquel día, me lo dice a mí, nos lo dice a nosotros. Con estas palabras inicia su plática:

“Casi todo un año, mes por mes, nos hemos ocupado de la alianza de amor. Sabemos de lo que se trata. Pero lo que es más importante: queremos suponer que la alianza de amor ha llegado a ser realmente para nosotros nuestra forma de vida más íntima, ha llegado a ser nuestro principio vital. Pensemos por un momento, por ejemplo, en el estado de ánimo que tenemos cuando constatamos que una cruz o un dolor se ha apoderado de nosotros. Entonces recordamos nuestro convencimiento y seguridad: no importa, yo le he dado a la santísima Virgen un derecho sobre mí, yo he sellado una alianza de amor con Ella. Parece pues como si nuestra vida hubiera encontrado un nuevo fundamento, una nueva meta, una nueva forma de vida, una nueva norma de vida. Nosotros vivimos sencillamente en la alianza de amor, según la alianza de amor y para la alianza de amor, y nosotros atribuimos todo a la alianza de amor.”

Es verdad que podemos confiar así porque Ella, nuestra aliada, no es solamente nuestra Madre, sino que a la vez ha sido elegida como nuestra Señora y Reina del cielo. Ella ha sido coronada por el Padre celestial como tal, lo que el Padre Kentenich explica con todo detalle en este día. Recuerda el comienzo del capítulo 12 de la Apocalipsis: “"Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza", destacando la trascendencia y verdad del SOL (sol de Cristo) con que la madre del Hijo eterno ha sido revestida, y lo que supone el brillo de esta gran señal para todos nosotros. ¡Reina y señora!, Ella tiene la gloria y el poder porque el Padre Eterno se lo ha regalado para nuestro bien.

Y tal como ocurre en la alianza de amor, también en la coronación hay un intercambio de bienes. El Padre Kentenich nos sitúa ante un pensamiento que, por lo menos para mí, ha sido totalmente nuevo: María fue coronada por el Padre Eterno porque Ella había coronado previamente a su Hijo con una hermosa corona. Cita, para explicarlo, un versículo del Cantar de los Cantares, el versículo 3:11: “Salid, hijas de Sión, a ver al rey Salomón con la diadema de que le coronó su madre el día de sus desposorios, el día de la alegría de su corazón”. ¿Y cuál fue la hermosa diadema con la que María coronó a su hijo? En el texto de la plática lo podemos leer:

“San Bernardo, ferviente admirador de María, nos resuelve la duda explicándolo así: la Madre de Dios ha regalado la naturaleza humana a la Segunda Persona de la Divinidad. ¿Qué significa la naturaleza humana? Ciertamente que Él es Dios, ¿y qué recibe todavía ahora? Dios se hace hombre, y esta es la corona que la santísima Virgen le ha regalado: ¡la naturaleza humana! Y en agradecimiento, el Redentor va, y hace que Ella sea Reina.”

Ahora, como hijos auténticos de esta madre, y sabiéndonos pobres y necesitados, acudimos a Ella para ofrecerle, también nosotros, una y otra vez la corona y el cetro en señal de amor y filialidad. La sabemos Reina, pero la queremos coronar también nosotros. Siguiendo el texto citado conocemos el sentido de este gesto: “Qué hacemos ahora, cuando coronamos a la santísima Virgen? Nos inclinamos ante su grandeza y reconocemos su poder real. Lo hacemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma. Pero no nos damos por satisfechos con ello: al decir sí, reconocemos a la vez nuestra miseria personal, nuestra debilidad y desvalimiento. Ahí tienen ustedes los contrastes: tú, la omnipotencia suplicante – y nosotros la impotencia desvalida”.

Si todo esto es así, sabemos de la consecuencia que ello trae consigo: nuestra tarea es y será la de crecer en una confianza sin límites en nuestra Reina y Señora. Ella tiene el poder. ¡Mater perfectam habebit curam! será nuestra invocación o jaculatoria diaria ….  Y seguros de su cuidado, podremos decir con San Pablo: “¡Todo lo puedo en Aquel que me conforta!”
_______________________________________

Para leer o escuchar la síntesis en español de la plática (texto completo sólo en alemán!) haz 'clic' en el siguiente "Enlace":


viernes, 6 de septiembre de 2019

Alabanzas de las criaturas (San Francisco de Asís)


Las pláticas del Padre Kentenich sobre la rosa y su valor simbólico en relación a María nos llevaron la semana pasada a reflexionar sobre el carácter sacerdotal y profético de los símbolos y de las criaturas. Pudimos leer en las páginas de “La santificación de la vida diaria” alguna referencia al respecto: “El santo de la vida diaria sabe que las cosas de este mundo no sólo tienen un valor propio, sino además una significación simbólica. Todas ellas son como pequeños profetas de Dios, que por encargo de Él nos traen la buena nueva de Dios, de sus atributos y de sus propósitos para inflamarnos en un amor grande de Dios.”

En la colección de estas charlas que A. Defrancesco elaboró para los más cercanos y que cité hace siete días, se incluye un apéndice con el célebre ‘Cántico del hermano sol’ de San Francisco de Asís, con aquellas bellas palabras que nos hablan de la hermana madre tierra, que nos sustenta y gobierna, y que produce coloridas flores y verde hierba…..
Cruzando los pensamientos y considerando a la rosa como la reina de todas las flores, me atrevo a proponer hoy a mis lectores alaben a Dios con las criaturas utilizando los inspirados versos de San Francisco. (La semana que viene continuaré comentando las pláticas del día de alianza). Éste es el texto:

CÁNTICO DEL HERMANO SOL
o
ALABANZAS DE LAS CRIATURAS

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.

Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.