Después de diez semanas considerando el contenido simbólico
del intercambio de rosas y de algunos de sus elementos como impulso de vida
para profundizar en el sentido de la alianza de amor con la santísima Virgen,
volvemos al inicio del Tomo 2 de “Los lunes por la tarde …Reuniones con
familias” del Padre José Kentenich.
La primera charla o plática que recoge este libro nos
traslada a la celebración de una “consagración de familia” en el Santuario, la del
25 de marzo de 1956, en la que un matrimonio, el matrimonio Horning, se entregó
a la santísima Virgen con el hijo que esperaban. Sellaron su alianza de amor
como familia, lo que el Padre Kentenich interpreta como un gran acontecimiento
para ellos, destacando además el gran interés que la santísima Virgen mostraba
así por la familia.
“Y digo que
esta consagración, esta celebración, es única, no sólo singular. ¿Qué significa
esto, en la práctica? Es la primera vez que celebramos aquí una consagración,
una alianza de este tipo. Es la primera vez que toda una familia se regala a la
santísima Virgen en alianza de amor.
Y realmente no
me resulta difícil imaginarme con cuánta calidez mira hoy la santísima Virgen a
esta familia. Ella sabe cuánto valora el Señor la familia. Durante treinta años
se dedicó él en su juventud a la familia. Y ella misma, la santísima Virgen,
visitó y regaló gracias a las familias cuando, durante su vida histórica, hizo
su aparición como mediadora de gracias. Ella sabe que, también hoy, el mundo a
cuya renovación ella tiene que ayudar sólo puede ser renovado a través de
familias renovadas, santificadas.”
Para explicarles el significado de la consagración de la
familia, el Padre Kentenich se refiere a tres visitas a familias del Nuevo Testamento:
la que hace Jesús a la familia de Zaqueo, la que hace María a la familia de
Zacarías y la que hacen los dos, Jesús y María, a los jóvenes esposos de Caná
de Galilea.
En el encuentro con Zaqueo y en la posterior visita a su
casa y familia podemos admirarnos de que para Jesús no cuentan las habladurías
de la gente, sino las intenciones del corazón del que acude a Él. El
protagonista en este caso era publicano, era muy rico, pero quería ver a Jesús,
hablar con Él, presentarle a su familia. Quería que Jesús le viese y le
hablara. Recordamos las palabras de Jesús: “hoy ha llegado la salvación a esta
casa, pues el Hijo del hombre ha venido a liberar a los pecadores de sus
pecados”. El Evangelio nos cuenta que Zaqueo repartirá la mitad de sus bienes a
los pobres. La salvación llega a la casa, lo que quiere decir que llega a toda
la familia, porque toda la casa creyó en Jesús.
El Padre Kentenich habla de la bendición que trajo el
encuentro de amor entre el Señor y toda la familia de Zaqueo:
“¿Y cuál fue la
bendición? ¿Qué efectos tuvo la bendición? Después, el Señor se separó, se
separó exteriormente de la familia. Pero, interiormente, la familia permaneció
fiel a él y a la alianza con él. La tradición nos relata que, posteriormente,
el apóstol Pablo consagró obispo a Zaqueo. Y podemos suponer que la misma
actitud de fidelidad ante el Señor, la actitud de amor, fue mantenida por toda
la familia. …..
Hoy ha llegado
la salvación a esta casa. ¿A qué casa me refiero ahora? A la familia Horning.
Hoy ha llegado la salvación a esta casa, a esta familia, pues toda la familia
recibe hoy al Señor. En efecto, la alianza de amor con la santísima Virgen es,
en última instancia, una alianza con el Señor.”
En
la visita a la segunda familia, la de María a la familia de su prima Isabel,
vemos a nuestra Madre del cielo como la medianera de todas las gracias. Al
encontrarse las dos mujeres, la prima comienza a profetizar, el marido recobra el
habla y el niño en el seno materno salta de gozo y es santificado por la
presencia de la Madre del Salvador, ya embarazada también de su Hijo divino. ¿Cuál
es el fruto permanente de esta visita? Los tres miembros de la familia,
Zacarías, Isabel y Juan, se han convertido en santos a través del encuentro de
amor con María. Ella, como mediadora de todas las gracias, nos trae la
salvación.
En
la tercera visita, la de Caná, el Padre Kentenich se fija en aquellas dos
frases conocidas que pronunció María: “No tienen vino”, le dijo a su
Hijo; “Haced lo que Él os diga”, dijo a los sirvientes.
“No tienen más
vino: es una y otra vez la preocupación de la santísima
Virgen en virtud de la alianza de amor que hoy sella con la familia.
Pero ¿qué
condición pone ella? "Haced lo que él os diga". Eso significa
para nosotros: seguir siendo una familia católica, aplicar en la familia los
principios de Cristo. Es lo mismo que está en el Acta de Fundación: amo a los
que me aman, cuido de ellos. Pero primero deben demostrar que me aman viviendo
de forma auténticamente cristiana, aspirando a la palma de la santidad.”
Finaliza
su plática invitando a los presentes a depositar en la patena todos sus deseos,
sus hijos y nietos, a ofrecer todo de nuevo al Dios trino por las manos de la
santísima Virgen, y también a llevar una vida santa en el mundo actual.
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Para leer o escuchar la sinopsis y el
texto completo de la plática haz 'clic' en el siguiente "Enlace":
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