miércoles, 14 de agosto de 2013

La materia de la meditación (2)


Repasando las diversas modalidades de la meditación, deteniéndome más en la materia de la meditación, les reitero lo siguiente: lógicamente existen momentos de nuestra vida en los que debemos enfocar otros objetos. Y empleo a propósito el término objeto. Quiero decir que no solamente el sujeto (la persona misma que medita) ha de ser objeto de la meditación. Existen otros objetos que pasan a ser materia de reflexión para el sujeto. Meditaremos pues sobre otros objetos.

¿Cuáles? Por ejemplo, las Sagradas Escrituras, la liturgia. En el caso de las Sagradas Escrituras, se puede tomar uno de los evangelios o de las epístolas; o bien seguir la vida de Jesús o de la Santísima Virgen. Volver a interiorizar, paso a paso, el mundo religioso normado objetivamente, dejar que cale en nuestra afectividad. Y digo a propósito "en nuestra afectividad", porque la verdad objetiva tiene que ser aprehendida subjetivamente. Dicho en otros términos: Dios tiene que convertirse en nuestro Dios. ¿Saben lo que eso significa? Que la Virgen María sea nuestra Virgen María; que Jesús sea nuestro Salvador… De eso se trata. …………………

Filosóficamente hablando, procuremos que nuestro saber se haga vida. O más exactamente, que nuestro saber se haga amor. Esto presupone en primer lugar, tener conocimientos religiosos. En segundo lugar, procurar que lo que sepamos desemboque en el amor. He ahí la gran diferencia entre meditar, contemplar y estudiar. Siempre tiene que haber una especie de estudio, precisamente porque debemos interiorizar todo un mundo. El mundo que está en los libros o bien lo que Dios nos quiere decir a través de las Sagradas Escrituras y no sólo a través de las "sagradas escrituras" personales, es decir, de sus disposiciones y providencias en nuestra vida. Sería muy parcial de nuestra parte contentarnos sólo con interpretar la voz de Dios en las disposiciones y providencias que observamos en nuestra vida. Porque Dios nos comunicó también otras verdades.

Permítanme citar en este punto una frase que formulé hace muchos años: existe un saber escaso pero con un gran amor y un gran saber con muy poco amor. Si todos los conocimientos que poseen nuestros profesores de la universidad redundaran en amor… todos esos profesores deberían ser santos ¿no les parece? Por otra parte, muchas humildes señoras de barrio no saben mucho, tienen una religiosidad espontánea pero sus conocimientos de religión ¿qué son en comparación con los de un profesor de la universidad, con un profesor de dogmática? Y sin embargo es perfectamente posible que un saber escaso (vale decir, cuando interiorizo algunas verdades centrales y las elaboro) sea alimento para el amor. (…)


(Texto tomado de: "Desiderio Desideravi", 1963. Ver libro "Dios presente", Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007, Págs. 332 y siguientes).

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