miércoles, 21 de agosto de 2013
Instalar una escalera
La concepción popular nos muestra todas las cosas creadas, todos los acontecimientos de nuestra vida como un edificio, como una catedral, en cuya cúspide está siempre el Dios de la vida. Nuestra tarea consiste entonces en instalar una escalera en cada acontecimiento, en cada situación. Tomen cualquier acontecimiento: la guerra perdida (la segunda Guerra Mundial), un cierto quiebre en nuestra naturaleza, una tara hereditaria, pecados que he cometido. Ponemos la escalera y así contemplamos cada pequeñez en nuestras vidas. Debiera darse una cierta predisposición en nosotros frente a todo lo que suceda, de modo que la primera pregunta fuese: Padre ¿qué quieres decirme con esto? Buscar y encontrar a Dios en todo.
Nuestro tiempo está hoy tan convulsionado y confuso. El hombre actual se derrumba interiormente ante esta situación. Si yo no elevo la mirada más allá y percibo otras leyes, entonces me derrumbo; me enfermo, me convierto en una pobre criatura. Por eso, coloco la escalera para la inteligencia. Me pregunto a la luz de la fe: Padre celestial ¿qué quieres tú con esto, qué intención hay detrás? Pero también pongo la escalera para el corazón; esto es más importante aún. Trepo con el corazón y abrazo allí al Dios vivo y sus intenciones. ¡Fácil decirlo, pero difícil realizarlo!
¿Qué hemos de hacer, entonces, cuando queremos pasar de la escuela de formación a la escuela de vida? Dicho de otro modo: ¿Qué podemos hacer para gustar experimentalmente la fe en la Providencia?
Debo delinear nuevamente un esquema, porque se trata, una vez más, de cuestiones que ya hemos resuelto; pero creo que aún no vemos ni comprendemos bien, en toda su envergadura.
Pienso que debo mencionar, primero, nuestra forma preferida de meditación. Ustedes la conocen: elegir la vida como objeto de nuestra meditación. La vida es tan importante para nosotros. Con el tiempo, deberíamos lograr en esto cierta maestría, de modo que ya no necesitemos aplicar o ejercitar este método de meditación en cuanto método, porque ello ya se ha hecho carne de nuestra carne.
¿De qué trata, por lo tanto, este método de meditación? Ustedes conocen las sencillas imágenes que hemos usado desde un principio. En este caso, se trata de colocar los peldaños. ¿Dónde colocarlos? ¿Qué peldaños? Son los peldaños de la razón y del corazón creyente. La razón creyente contempla y considera cada suceso de nuestra vida, aun el más pequeño y también el más grande, como una catedral, diría yo, en cuya cima está Dios. Es sólo una imagen sencilla. Debemos hacer transparentes las cosas, transparentes por medio de la fe. Utilizamos la razón creyente para ascender los escalones y ver, allá arriba, a Dios.
Todas las expresiones que conocemos deben ser repetidas aquí. Les ruego que no esperen absolutamente nada nuevo, sino una vigorosa admonición: "Debo hacer esto, pues si no lo hago, no puedo esperar que la gracia divina siga conduciéndome el día de mañana". Ustedes deben tener presente que todo viene de Dios. Él tiene las riendas en sus manos. Todo lo que nos ha ocurrido durante el día es un saludo de Dios Padre, pero he olvidado devolverle el saludo y reconocer que él está detrás de éste.
(Texto tomado de: "Kampf um die wahre Freiheit", 1946. Ver libro „Dios presente“ – Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007)
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