miércoles, 20 de abril de 2011

Participación en la vida de Jesús


Texto del Padre Fundador

En la vida pública de Jesús se pueden distinguir claramente tres etapas: tiempos de éxito, de fracaso y de glorificación.
Luego de sus primeras apariciones públicas, se gesta un movimiento de masas. Todos corren detrás del gran taumaturgo y sabio maestro, y pareciera que el pueblo se le hubiese entregado ya con todo su amor y su fe. Fueron los tiempos felices y el lado luminoso de la vida pública del Señor.

Sin embargo este periodo no duró mucho. Pronto daría paso a una experiencia agobiante: la experiencia del rechazo. Primero es reprobado por los dirigentes del pueblo elegido y, luego, por la multitud del pueblo. A medida que esta realidad se manifiesta con mayor intensidad, Jesús se va retirando gradualmente de la vida pública y dedica su amor, su tiempo y sus fuerzas a la instrucción de sus apóstoles y discípulos. Entre tanto, comienzan a cernirse las nubes de tormenta y a estrecharse el cerco en torno a él, hasta que, finalmente, entrega su vida para la redención del mundo en el madero infamante de la cruz.

Pero al tercer día, sale del sepulcro por sus propias fuerzas y aparece, ante el asombro del mundo, como héroe lleno de majestad, vencedor glorioso de la muerte y del demonio. He aquí la tercera etapa de su vida, una etapa gloriosa porque en ella toda su persona, incluyendo su naturaleza humana hasta en sus partes más humildes, es sumergida en el esplendor de la “visio beata”, la visión beatífica, y porque, por su pasión y muerte, el Señor adquirió esa gloria para sí y para su Cuerpo Místico.……

La Iglesia es el misterioso Cuerpo Místico de Cristo. Ella se designa a sí misma como Esposa del Señor y, en este sentido, toma como su modelo más perfecto a la Santísima Virgen. La Iglesia contempla a María Santísima especialmente en su condición y vivencia de ser Esposa de Cristo. Es fácilmente comprensible que el cuerpo quiera y deba ser semejante a la cabeza, y que la esposa desee asemejarse al esposo. Suele decirse que en la Iglesia Jesús quiere revivir todas las etapas de su vida. De ahí que la historia misma de la Iglesia ofrezca entonces un lado gozoso, otro doloroso y uno glorioso. ………………………

No resulta difícil localizar estas mismas facetas en la vida de la Santísima Virgen, quien supo acompañar, a su manera, a Jesús durante el tiempo de su vida pública. Ambos están ahora y siempre misteriosamente unidos en su ser y sus obras; unidos como Madre e Hijo, como Esposa y Esposo.

(Extracto de una Meditación para las Hermanas de María, escrita en la prisión de Coblenza, enero de 1942.- Ver “Cristo es mi vida”, P. José Kentenich, Editorial Patris 1997)

Comentario

Constatamos agradecidos la íntima vinculación que une a Cristo con su Madre. Nosotros somos también miembros de su Cuerpo. El Padre Fundador nos invita hoy a descubrir de forma similar cada una de las etapas de la vida de Jesús y de María en nosotros mismos.

1 comentario: