miércoles, 28 de marzo de 2012

Nuevos padres, nuevo mundo (3)


(Nota previa: Ver Nota previa y Disposición general en la entrada del miércoles 14 de marzo de 2012)


DISPOSICIÓN (de este capítulo)

2. SOBRE LA EDUCACIÓN DEL HOMBRE, PADRE Y JEFE
    
2.1 ¡Autoeducación cuanto antes!
    
2.2 Observación sobre la educación por parte de otros

    - Educar la ingenuidad del niño
    - Educar para ser auténticos padres

a. ¡Sed perfectos, como vuestro padre en el cielo es perfecto!

b. ¡Sed reflejos lo más perfectos posibles del Padre celestial!

    - La invariabilidad del padre
       - del Padre celestial – del padre en la tierra
    - La omnipresencia del padre
    - El padre lo sabe todo
    - La sabiduría del padre
    - La santidad del padre
    - La justicia y veracidad del padre
    - La misericordia del padre


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR


2. SOBRE LA EDUCACIÓN DEL HOMBRE, PADRE Y JEFE

2.1 ¡Autoeducación cuanto antes!

¿Y cuándo queremos comenzar con esta educación? El texto citado (del Acta de pre-fundación) nos dice: “¡Queremos educarnos a nosotros mismos!” A partir del momento en que se inicia nuestra autoeducación, comienza también la educación para llegar al ideal de una auténtica filialidad y al ideal de una marcada paternidad. Es verdad que eso sólo lo podremos hacer si sabemos exactamente lo que encierra en sí la auténtica filialidad.

Tengo claro que si se presenta hoy ante mí un hombre joven de corte moderno, me va a rechazar en un primer momento las dos expresiones. Va a necesitar un tiempo hasta que encuentre el camino. Junto a la pista central de una carretera hay siempre un arcén. Debemos preocuparnos de que acceda pronto a la pista principal. ¡Pasando por los arcenes hasta que lo conseguimos! Quiero repetir: ¿Cuándo comienza en verdad mi educación a la paternidad?  Supongamos por un momento que yo deseo casarme; o supongamos también que no quiero casarme porque deseo pertenecer a una comunidad religiosa o quiero permanecer célibe. El ideal del hombre es el mismo: ¡Paternidad! Y ella comienza justo en el momento en que yo empiezo a educarme a mí mismo.

2.2 Observación sobre la educación por parte de otros

También en el caso de que otras personas se preocupen de mi educación: ¿Cuál es el ideal a tener en cuenta? Los que desean educarme deben tener siempre en cuenta el ideal: ¡Este debe llegar a ser un auténtico padre! Pero para que lo llegue también a ser, deberá ser primero un hijo sencillo y auténtico ante el Dios vivo.

- Educar la ingenuidad del niño

El tema es evidente: ¿Cuál fue la gran norma que estableció el Redentor para poder entrar en su reino? ¿Qué es lo que debéis hacer? “Si no os hacéis como este niño, como los niños, no podréis entrar en mi reino”. Y esto no lo dijo solo para las jovencitas o mujeres; vale también para auténticos hombres, para aquellas figuras varoniles que deben llevar sobre sus hombros a la iglesia de Dios, si, que deben cargar con el yugo de la iglesia de Dios.

- Educar para ser auténticos padres

a. ¡Sed perfectos, como vuestro padre en el cielo es perfecto!

Sí, si me permiten quiero referirme en algo a la paternidad. ¿Cómo es la paternidad? ¡Paternitas! ¿Ser padre? ¿Actuar como padre? Abramos por un momento la Sagrada Escritura. ¿Qué nos dice al respecto? “Debéis ser perfectos como vuestro Padre en el cielo”. Naturalmente que esto es válido para todos, sin excepción. Pero tal como se expresan las palabras, lo que dice es válido evidentemente en primer lugar para el varón, para el padre en el hombre. ¿Y cómo debemos ser nosotros perfectos? Buena pregunta; ¿qué debo decir? Por ejemplo, ¿como la pequeña Teresa de Jesús, o como Johannes Berchmans, o como cualquier otra gran figura varonil?

¡Aprecien qué respeto ante el hombre, qué respeto por el hijo de Dios, qué respeto ante la criatura! Aunque seamos tan débiles, aunque nuestra naturaleza esté rota, en último término no hay un ideal tan grande como el que aquí se nos da, como el que aquí se nos señala. Al principio repetí una expresión, que en realidad debería repetir cada diez minutos: En nuestra Familia, por lo menos en los círculos dirigentes, tal como están aquí representados, sólo tienen derecho a tener un lugar aquellos de los que se pueda decir: ¡Qui insignes ese volunt – los que se quieren destacar …..! En nuestras filas solamente tienen lugar aquellos que se quieren destacar! ¿Destacar en qué? ¡En el esfuerzo y en la lucha por la realización del auténtico ideal del hombre!

No queremos vagabundear por largo tiempo como jovencitos hasta que nos hayamos desahogado. ¡No! En cuanto que seamos capaces de tomar las riendas con nuestra mano tenemos ante nosotros mismos el ideal del hombre y padre vigoroso.

b. ¡Sed reflejos lo más perfectos posibles del Padre celestial!

¿Qué estamos diciendo con esto? ¿Cómo debe ser el padre?  ¡El reflejo más perfecto posible del Padre Dios! Si yo quisiera enumerar algunas de las cualidades que, según la Sagrada Escritura, le son propias al Padre, no terminaría nunca, y tanto más si me extiendo en su explicación. Vamos ahora a tocar por lo menos algunas de estas cualidades.

- La invariabilidad del padre

   * Del Padre celestial

La primera cualidad: la invariabilidad de Dios. En alguna ocasión he hablado ya de ello; pero ante todo en su sentido bíblico y divino. Si abrimos el Libro de la Apocalipsis, vemos que allá arriba en el cielo existe un continuo movimiento. Todo se mueve, todo tiende hacia el trono de aquel que está sentado en el trono. ¿Qué significa esto? El que está sentado en el trono es el Padre Dios: inmóvil, invariable. De Él viene toda la vida, hacia Él va y fluye de vuelta toda la vida (ver Ap. 4,2).

  * Del padre en la tierra

¡Invariable! ¿Qué significado tiene para mí, como hombre, la frase: “Aquel que está sentado en el trono”? Los jesuitas han tomado esta imagen para representar a su Padre General: Primus motor non movetur. El que tiene las últimas riendas en su mano es inmovible. El General debe permanecer en el mismo lugar, debe ser y transmitir a la vez la tranquilidad eterna, y a la vez toda la vida debe provenir de él. ¿Qué significa esto para mí, como hombre? Yo debo permanecer inconmovible en mis opiniones, anunciar firmemente lo último, mantener las ideas últimas. ¿Quién es hoy capaz de eso, en estos tiempos? A una actitud así, ni siquiera se la ve como un ideal. Y sin embargo tiene una importancia elemental, elemental en su máximo grado.

¡Invariable! ¿Saben? Cuando las actas de pre-fundación y de fundación cursaban entre nosotros, se produjo una gran discusión. ¿Sobre qué se discutía? Sobre las características del jefe. Y entonces se decía: El padre en la familia representa la autoridad primaria, porque es el reflejo del Padre Dios, y porque la ‘proprietas’, la peculiaridad del Padre Dios es engendrar, y porque el padre tiene parte en esta ‘proprietas’. ¡Él es el que engendra! Y porque es así, por ese motivo, representa la autoridad primera en la familia. La autoridad de la madre es secundaria (en segundo lugar), una autoridad que apoya y complementa. ¡Se dan cuenta cómo suena esto en el barullo de los panfletos de hoy!  Y porque el padre es el reflejo del Padre eterno, la humanidad tiene también el derecho de proyectar el padre natural y su cualificación al Padre eterno.

No debemos olvidar lo siguiente:  debido a que el mundo de los padres en las décadas pasadas, quizá en los siglos pasados, debido a que el padre natural ha representado una caricatura del Padre celestial, por ese motivo la humanidad actual en su totalidad no tiene ningún ideal sobre el Padre Dios. Quizá haya también otros motivos, pero por eso ha desaparecido, porque ya no existe el ideal de la paternidad al nivel natural. Cuando más tarde volvamos al texto del acta de pre-fundación, encontrarán ustedes enumeradas una serie de características que expresan y muestran desde otra perspectiva las mismas verdades.

¡Mi ideal! ¿Qué significa el hecho de que yo quiera ser padre? ¡Tener un criterio inconmovible! Vean, hoy se escucha decir una vez y otra a la juventud: ¡Nosotros no reconocemos más a ninguna autoridad! Pero en el fondo, esto significa: ¡No queremos reconocer más el abuso de la autoridad! Nuestros padres han abusado en el transcurso de las últimas décadas de su autoridad, o no lo han utilizado para nada. El joven se inclina ante toda autoridad auténtica, si esta se aplica convenientemente.

La expresión “auctor ese” quiere decir: ser autor de la vida. Yo engendro la vida. ¿Cómo? A través del acto de engendrar, y engendro también la vida mediante una auténtica y verdadera educación. Educar y engendrar es siempre lo mismo. Nosotros como padres no sólo tenemos la tarea de salir y trabajar día y noche para nuestros hijos e hijas, para que se vistan y puedan estudiar (lo digo de forma algo exagerada); esto no es educación. La educación debiera comenzar verdaderamente cuando llegamos a casa y nos gustaría preferiblemente acostarnos.

Escuchen, el ideal de padre encierra en sí una inmensidad de sacrificios, una suma de renuncias íntimas del propio yo. ¡Qué importante y qué profundo es este ideal! Y nosotros debemos hacer todo esto, aspirar al ideal de la auténtica paternidad, como agradecimiento por todo aquello que nuestras mujeres en el transcurso de una década han realizado para que el reino del padre llegue a ser cada vez más una verdad y una realidad en todo el mundo y principalmente en el mundo de Schoenstatt.

 - La omnipresencia del padre

Tomen ustedes otras cualidades, otros atributos del Padre eterno. ¿Cuáles mencionaremos? ¡Él es omnipresente! Como padre debo yo también estar presente en todas partes. No conformarse diciendo: mi mujer lo hace todo. Tampoco decir: si yo gano el dinero, y lo gano con esfuerzo, entonces quiero tener después mi tranquilidad. ¡Omnipresente! ¿Qué quiero decir esto? Los hijos están por lo menos siempre en mi mente y en mi corazón. ¡Educadores son amantes que no dejan nunca de amar! ¿Y ser padre? Mis hijos viven en mi corazón, mis hijos viven en mi fantasía, mis hijos están presentes en mis pensamientos. 

¡Omnipresencia! ¿Qué significa esto en verdad? Significa la entrega total al tú de mis hijos. Entonces no soy yo el centro. Mis hijos son el punto central. Para eso estoy allí ahí. Los hijos no están en primer lugar para mí. Yo estoy ahí para los hijos.

Dicho de otra forma, si quieren encarnar un ideal de padre semejante, no crean que pueden esperar hasta que el Buen Dios le regale el primer hijo. En ese momento debe haberse hecho ya realidad la Paternitas (la paternidad), como actitud interior. Si usted quiere empezar entonces, será ya tarde. No podrá esperar a que eso sea entonces posible. ¿Comprenden ahora qué grandiosa meta supone el ideal que tenemos ante nosotros? Y por este motivo – permítanme que ya lo avance – por eso dependemos en una gran medida de que la Santísima Virgen desde su Santuario nos regale la paternidad. Sin ella, nosotros los schoenstattianos no podemos sin duda aspirar a realizar con éxito este ideal.

- El padre lo sabe todo

¿Cómo debe ser el padre? Un reflejo del Padre Dios, lo que quiere decir en tercer lugar: “él lo sabe todo”. Es natural que esta aseveración sólo significa, sólo se puede decir hasta un cierto grado. Yo quiero saber todo de mi hijo. Lo que no quiere decir que lo fuerce, o que le saque las cosas con la vara. Debe existir entre mis hijos y yo una relación de confianza tal, que los hijos no estén tranquilos hasta que no hayan encontrado el camino hacia mí en todas sus necesidades, al menos en la medida en que yo sea capaz de encarnar esas cualidades.

- La sabiduría del padre

No sólo saber todo, sino pleno de sabiduría. El Padre Dios sabe calcular si puede plantear exigencias o dejar libertad, sabe apreciar si es bueno premiar o castigar.
Notan ustedes la grandeza del ideal que la Santísima Virgen quiere llevar por de pronto a su plenitud en nuestras ramas de hombres, para que desde este grupo varonil se pueda aumentar y multiplicar en todo el mundo el gran movimiento de padres, el movimiento del padre en el plano natural, para preparar así un camino seguro para que el Padre Dios sea conocido y reconocido por doquier.

- La santidad del padre

¡Además, santo! Dios es el santo por excelencia. ¿Cómo está mi santidad? Mi santidad consiste en que yo no sé otra cosa en mi vida que reconocer la voluntad del eterno Padre Dios. ¡Decir sí a la voluntad de Dios! Ustedes lo han expresado antes en sus oraciones personales de consagración; así es cómo se preparan para decir un sí a todo lo difícil que está previsto para ustedes en el plan de Dios.

* Vivir en santidad es nuestro gran apostolado en la educación

 Y si ustedes se han consagrado a la Santísima Virgen para anunciar en todo el mundo la misión de Schoenstatt y atraer al movimiento masculino muchos miembros nuevos, no olviden lo siguiente: uno de los medios más seguros, valiosos y fructíferos es la propia vida, cuando yo como padre puedo ser un reflejo del Padre eterno. El Concilio nos ha indicado de forma clara y contundente que nosotros debemos y queremos actuar con eficacia en el mundo actual y en los tiempos venideros no tanto con la palabra, con la predicación, sino con nuestro ser. Ciertamente que todo ordenado a Cristo. ¡Al Cristo vivo! Pero El nos dijo: “¡Quien me ve a mí, ve al Padre!”

* Vivir en santidad es comprender las acciones de Dios y aceptarlas

Justo en el tiempo actual, cuando el mundo ya no tiene ni la más mínima idea de cómo Dios conduce al mundo, cuando la mayoría de nosotros no conseguimos mantenernos firmes, cuando el Buen Dios reparte los golpes y nosotros no le entendemos porque pareciera que el mundo está lleno de injusticias. Santidad: decir sí a la voluntad de Dios, también cuando la voluntad de Dios ha previsto para mí sufrimientos en abundancia. Comprendan, por favor, lo que supone este ideal. ¡Un ideal gigantesco! Y hacía allí debo yo de aspirar.

* Vivir en santidad es, por último, estar cobijado en Dios

Y si yo quiero ser un hombre, un padre, un jefe en la rama de hombres, entonces no puedo vivir de forma burguesa. Entonces, si no encuentro cobijamiento y hogar en la propia comunidad, no puedo salir a las familias fuera para conseguir algo de hogar. El hombre, y más el hombre sacerdotal, tiene en el sentido estricto de la palabra su hogar en lo eterno, su hogar en Dios. Si nosotros como jefes de la Familia masculina comenzamos a no encontrarnos en casa dentro de nuestras propias filas, filas sacerdotales, entonces seremos mañana una caricatura del hombre ideal, una caricatura del reflejo del eterno Padre Dios.

- La justicia y veracidad del padre

Me van a permitir que no olvide añadir al menos alguna que otra cualidad: Dios es el justo, el veraz. Sí, veraz, pero también misericordioso. ¡Él es justo! Es muy importante que nosotros como hombres seamos los representantes del derecho y de la verdad. Lo que no quiere decir que tengamos a nuestro alrededor un coro de seguidores, tampoco de nuestros hijos. Por miedo hacemos todo. Debemos ser hombres del derecho. Ese es el gran ideal, tal como se mantuvo siempre en la iglesia: debemos representar al Buen Dios como protectores del orden. ¡Por eso, mantenemos también nosotros el orden! En cierto sentido, ser prototipo de orden.

- La misericordia del padre

Pero también el ideal del Dios misericordioso. Ahora debería yo en cierto sentido dar la vuelta al flujo de mis pensamientos. Ustedes, al menos algunos de ustedes, han tenido ejercicios espirituales. ¿Qué efecto les causó cuando oyeron que Dios es ‘per eminentiam’ el Dios misericordioso?
Ustedes no han leído lo que yo envié como mi primer mensaje después de mi liberación, el conocido como ‘mensaje de Navidad’, lo que nosotros esperamos como fruto de los años pasados, de las luchas pasadas. ¿De qué se trata? ¡Se trata de la nueva imagen del padre!

¡Una nueva imagen del hijo! Según me ha dicho hace poco su maestro de ejercicios se lo han explicado estupendamente. Las personas de hoy día somos muy frágiles. También cuando aspiramos a los más altos ideales: nos quebramos de la noche a la mañana. Si nosotros, entonces, no estamos convencidos de que el Buen Dios es ante todo – per eminentiam –  amor misericordioso de Padre, lo que quiere decir que nos quiere como a la pupila de sus ojos, que nos protege porque es Padre, …………..! Si estuviéramos solamente supeditados a su amor de justicia, entonces no podríamos ninguno subsistir. Hoy estamos casi obligados a contar con muchas fragilidades humanas, con las quiebras de nuestra naturaleza gravada por el pecado original.

Vean ustedes, por eso la imagen del Padre de los cielos. Opino que si ojeamos en la Sagrada Escritura, allí encontramos al samaritano misericordioso o al padre que abraza a su hijo perdido, porque es padre, no porque el hijo se lo haya ganado. Si nosotros no dejamos que se nos regale o se nos inculque nuevamente esta imagen del Padre, del Padre de los cielos, entonces nos sacudiremos con el tiempo el yugo de la iglesia, el yugo de Cristo. Nosotros todos somos muy débiles, para ser hoy grandes personalidades que demuestren un gran valor ético en todo su ser. Pero no lo olviden: ¡Modelo del eterno Padre, eso es lo que soy yo como padre terrenal para mi prole!

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