Hace unos días, tomando café mi mujer y yo con una
amiga, nos comentaba ella que a menudo se sentía culpable por situaciones conflictivas
o diferencias en las relaciones con algunos de sus familiares y amigos.
Sentimiento de culpa que le costaba dominar u olvidar. Estaba convencida de que
a veces cometía errores, pero sabía también que en ocasiones su obsesión por lo
perfecto le jugaba una mala partida. Yo le pregunté si también había pensado
que los demás podían tener la culpa. Ahí quedó la cosa …….
La conversación fue positiva porque recordamos la
necesidad de perdonar y de perdonarnos para no caer en la tentación del
autobloqueo, de quedarnos en el pasado o de acercarnos al precipicio de la
depresión, aferrándonos a aquello de “siempre lo hago mal” o quedándonos en aquello
otro de “yo ya no tengo remedio”. Algunos sicólogos nos aconsejan que
debiéramos aprender a querernos a nosotros mismos, huir del victimismo y,
fijándonos unos valores estables, facilitar un impulso vital para crecer en lo
positivo.
Providencialmente en la serie de charlas del Padre
Kentenich que venimos comentando, la de esta semana nos acerca al mismo tema:
cómo tratar correctamente nuestro sentimiento de culpa. El Padre lo hace en el
contexto del asunto que viene tratando en los últimos encuentros con los
matrimonios de Milwaukee. La pregunta de ¿cómo logro caminar con Dios y con la
santísima Virgen a través de mi quehacer cotidiano? Y más en concreto en el
esfuerzo de asimilar correctamente nuestras impresiones.
“Tengo que
advertirles que, hoy en día, muchas personas, sobre todo también en Estados
Unidos, están enfermas: lo están psíquicamente y, por eso, también
corporalmente. ¿Y saben por qué? Primero, porque tienen en su interior muchas
impresiones no digeridas que ejercen presión sobre el cuerpo. Y, segundo,
porque no pueden con su sentimiento de culpa. Y ahora me permito preguntarles: ¿qué
se entiende por sentimiento de culpa? Se puede decir que hay dos tipos de
sentimiento de culpa. Yo suelo distinguir entre un sentimiento de culpa
teológico-moral y un sentimiento de culpa ascético.”
Al hablar de sentimiento de culpa teológico-moral se
refiere al caso de producirse como consecuencia de haber cometido algún pecado
o falta real, o cuando se ha actuado en contra de un mandamiento. En el segundo
caso se trata de aquellos momentos en los cuales surgen en nuestro interior
tentaciones o sentimientos perturbadores, que ayudan a que nuestra vida
sentimental esté agitada. Aquí nos pueden ayudar otras palabras de su charla:
“Pero ahora
quiero agregar otro pensamiento. No deben pensar que, estando en nuestro cuerpo
mortal, podemos evitar toda falta y todo pecado: no es posible. Tenemos que
luchar con la naturaleza hasta el fin de la vida. Y hasta el fin de la vida
tenemos que contar con que, de pronto, nos veamos sorprendidos por algún
ataque, sea de fuera o de dentro.
Hasta el fin de
la vida tenemos que contar con que tengamos tentaciones, también cuando nos
hayamos hecho mayores y las pasiones comiencen ya a acallarse un poco.”
Con la mirada puesta en el Dios de mi vida diaria, en
el Dios que me conforta y auxilia, en el Dios que me ama y valora mi libertad, ¿qué
hacer y qué no hacer en este caso? Cuatro son las respuestas que da el Padre
Kentenich a cada pregunta:
¿Qué es lo que no debo hacer? Primero, no debo
extrañarme. Segunda respuesta: no turbarse. Tercera respuesta: no desanimarse.
Cuarta respuesta: no rendirse ni habituarse al pecado.
Y a la segunda pregunta, la de ¿qué debemos hacer?,
nos dice lo siguiente: llegar a ser un milagro de humildad, llegar a ser un
milagro de paciencia, llegar a ser un milagro de confianza, y llegar ser un
milagro de amor.
El próximo viernes continuaremos con esta materia, profundizando
en el contenido de la charla del 25 de junio de 1956. ¡Feliz y santo adviento!
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Para leer o escuchar la charla del 4 de
junio de 1956 haz 'clic' en el siguiente "Enlace":
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