viernes, 1 de noviembre de 2019

Santidad en el mundo, ¿cómo?

Siguiendo el consejo del Padre Kentenich, los que estamos en el mundo y aspiramos a la santidad debemos aprender a relacionarnos con las cosas terrenas de forma correcta, aprender a valorarlas, a disfrutarlas, a dominarlas y a renunciar a las mismas, siempre en la perspectiva de la fe, o sea no separándolas nunca de Dios. Si estamos llamados a permanecer en el mundo, debemos utilizar el mundo para llegar a Dios, o lo que es lo mismo, tengo que caminar con Dios a través del quehacer cotidiano, caminar con Él a lo largo del día, de mi día.

Es verdad que, como les explicaba a los matrimonios reunidos en este nuevo lunes por la tarde, los hombres de hoy abandonamos la mayoría de las veces a Dios durante el día, o lo relegamos, en el mejor de los casos, a la experiencia de la misa dominical.

En el camino de la santidad de la vida diaria debemos aprender a relacionarnos de forma afectiva y efectiva con el Dios de la vida, con el Dios de mi vida, y esto de forma continua. ¿Y cómo hacerlo? Tres son las respuestas que podemos deducir del texto de esta charla:

“Primero, tengo que contemplar muy a menudo a Dios en la fe; segundo, hablar muy a menudo con Dios de forma totalmente espontánea y auténtica; y, tercero, ofrecer a Dios por amor y con espíritu de fe muchos sacrificios.”

Para contemplar a menudo a Dios, debo saber dónde lo puedo encontrar. Hay un lugar seguro para encontrar a Dios en sí mismo, y es en la iglesia, en el Sagrario. La fe me dice que allá delante, donde está la Hostia, está Dios —y está realmente—. Es decir: si Él está realmente allí, debo tenerlo también como interlocutor, como interlocutor viviente frente a mí.”

¿Hemos aprendido a hablar personalmente con Dios, o sólo sabemos recitar oraciones que otros escribieron o rezaron primero? Hablar personal y permanentemente con Él, de forma espontánea y auténtica quiere ser también nuestro camino. “Cuanto más desafectado y natural, tanto mejor. Es Dios mismo el que me inspira ese hablar en mi interior. No tengo que imitar cómo lo hace esta o aquella persona.” Allí, delante del Sagrario, puedo aprender a hablar con Él en el silencio de mi corazón.

Si he aprendido a que mi corazón sea el lugar de mi encuentro y contemplación a Dios, no me costará dar un paso más en esta escuela y aprender a ver a Dios en el corazón de los que me rodean. Allí está Él y allí me espera. Es el lugar del amor. Son los otros “sagrarios”, los que están más cerca de mí. Él está en el corazón de los míos.

Una tercera respuesta a la pregunta de cómo relacionarme con el Dios de mi vida es la de “ofrecer a Dios por amor y con espíritu de fe muchos sacrificios”. Y aquí nos encontramos con la posibilidad de “cerrar el círculo” de nuestra reflexión: arriba decíamos que para caminar con Dios a través del quehacer diario debemos también aprender a renunciar correctamente a las cosas de este mundo. Renuncia, sacrificio y ofrenda será entonces una forma destacada y especial de vivir en unión con Dios, de aspirar a la santidad.

Son numerosas las anécdotas e historias que el Padre Kentenich cuenta a sus oyentes durante sus charlas. Quiero terminar hoy mi reflexión con una de ellas, referida a la presencia de Dios en nuestras vidas:

“Es siempre el mismo pensamiento: tengo que buscar en todas partes el contacto con Dios. …. Pero quiero contarles otro pequeño ejemplo. La historia tiene lugar en una casa de gente de la nobleza.
Según se dice —por lo menos en Europa— los de la nobleza tienen "sangre azul". Por eso se enorgullecen de las generaciones pasadas, de sus ancestros, y muchas veces tienen una "galería de ancestros" en la que pueden verse las imágenes o retratos de todos sus antepasados.
Por supuesto, la "sangre azul" no impide que también entre ellos fermenten y se cuezan sabe Dios qué cosas. En este caso, la jovencita de la casa había recibido en una ocasión la visita de un joven. Y, como suceden las cosas, de pronto, en ambos se enciende la pasión. Están sentados en la “galería de los ancestros”. Ambos se han encendido interiormente de pasión y están realmente a punto de caer juntos en el pecado. En el último momento, la joven dice de pronto: ¡No! Tenemos que ir a otra habitación. ¿Qué dirán mis ancestros si ven lo que hacemos aquí?
Ahora bien: la profunda consciencia de que Dios está en mí es algo distinto que pensar sólo en nuestros ancestros. Eso es justamente lo trágico de nuestra vida: Dios está en todas partes, pero no lo vemos.”


___________________________________

Para leer o escuchar la sinopsis y la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":





No hay comentarios:

Publicar un comentario