viernes, 22 de noviembre de 2019

El hombre bolchevique, el hombre masa


Aquellos de mis lectores que tuvieron interés y tiempo para leer el texto completo de la charla del Padre Kentenich del 28 de marzo de 1956, cuyo tema central versaba sobre la capacidad de elaborar las impresiones en el hombre de hoy, se encontraron con un pasaje que nos revela el don y carisma profético del fundador de Schoenstatt. Tiene que ver con el panorama que nos rodea hoy, en cualquier situación de la vida diaria, el de los móviles en las manos y la mirada fija en las imágenes que nos transmiten o nosotros mismos transmitimos, y que encontramos reflejado en sus palabras. (¡año 1956!):

“Un escritor inglés se imaginó una vez cómo van a ser las cosas dentro de unas cuantas décadas en el mundo entero. Y se dijo el autor: no pasará mucho tiempo, que se colgará una radio al oído del niño en la cuna, cuando no ya en el seno materno. Y esa radio, con su vocería, introduce ya en el niño de cuna todo tipo de impresiones, a fin de que el niño absorba todo y, después, sea "de cartón". Por supuesto, está dicho de forma exagerada. Pero ustedes entienden a qué se está haciendo referencia, ¿verdad? Fíjense: ésa es la juventud del futuro, entregada por completo a las impresiones exteriores, con las que ya no sabe más qué hacer. …….. Así se está desarrollando el hombre moderno, que es esclavo en todo de las impresiones exteriores.

Y aquí interviene y ataca ahora la mentalidad bolchevique. Los bolcheviques dicen que así está bien, que así tenemos que hacerlo, que tenemos que arrebatarle al hombre la libertad, que el hombre tiene que estar predispuesto a ser comandado desde fuera: un batacazo, y todo se lleva a cabo. Las piernas tienen que estar todas iguales, como en el ejército: piernas adelante, piernas atrás, según se mande. Así tiene que llegar a ser hoy la humanidad. No sólo unificación de las piernas, sino también unificación de las cabezas, y del corazón. De ese modo, sin saberlo, estamos en realidad casi todos en camino hacia el hombre masa.”

Ya en el año 1937, en unos ejercicios espirituales que dio a sacerdotes, el Padre describía al hombre bolchevique, al hombre masa, así: “¡Cuán poco vivimos nosotros mismos y cuánto "somos vividos" por cosas exteriores! El peligro que se cierne amenazante sobre el horizonte es el del bolchevismo y el hombre bolchevique. Sus características son la despersonalización y la masificación. ¡Y cuán despersonalizado y masificado está ya también el catolicismo de élite!”

En otra ocasión lo explicará de esta forma: “Pensemos en el hombre mecanicista, el hombre bolchevique. Se considera a sí mismo como una pieza reemplazable de una máquina. El mundo es para él una única máquina. En ella no hay lugar para Dios, nada del más allá, todo es soberbia, egolatría.” Preveía que avanzábamos hacia una civilización y cultura unificada con un hombre orientado hacia lo terreno, desdivinizado, descristianizado, sin moral ni alma, y totalmente desgarrado en su interior. Son palabras suyas, tomadas de una conferencia de la Semana de Octubre de 1967.

En esta ocasión animaba a los suyos a tomarse tiempo para penetrar en la escuela de la historia y asimilar sus enseñanzas, viendo también las respuestas que el mismo Dios nos ofrece a través del Concilio Vaticano II y de la Iglesia postconciliar.

Ante la amenaza de este hombre bolchevique, del hombre masa, nuestro esfuerzo debería ser el de construir en nosotros y en los nuestros un hombre plenamente divinizado, un hombre plenamente cristianizado, un hombre plenamente moralizado y lleno de espíritu, y un hombre plenamente unido y en armonía en su interior.

En unas palabras del año 1933 el Padre Kentenich lo resumía también así: El hombre bolchevique (es decir, el hombre colectivista) es el hombre radicalmente desvinculado, que ha cortado interiormente y en forma absoluta, todas las vinculaciones queridas por Dios: la vinculación al hogar, a Dios, a la familia. A este tipo de hombre debemos oponer el hombre radicalmente comunitario, que gustoso asume interiormente todas las vinculaciones queridas por Dios.”

En las primeras décadas del siglo veinte ‘los bolcheviques lucharon por la dictadura del proletariado como instrumento necesario de la revolución para avanzar hacia el socialismo’ (Wikipedia).

Una visión sólo será vencida por otra visión. La visión cristiana del futuro es una visión universal, que “abarca el tiempo y la eternidad, este mundo y el del ‘Más allá’, que abarca todas las necesidades religiosas, morales, políticas, económicas y sociales de todos los hombres, también las de los desheredados, y las de todos los millones de habitantes de la tierra.” (Terciado de Brasil, 1948)

Los acontecimientos del mundo que nos rodea y la vida en la que estamos inmersos nos invitan a reflexionar en las palabras que acabamos de traer a este Blog.


4 comentarios:

  1. Qué textos tan poderosos!! Para reflexionar, estudiarlos y repetirlos. Gracias Paco!

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  2. Gracias Paco! Que interesante la comparación. A veces pensamos que el hombre bolchevique es pasado... Y tu reflexión me hace ver que ahora lo somos nosotros o mejor dicho (desde un punto más positivo, cristiano): podemos correr el peligro!

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  3. Gracias Paco por tu trabajo. Si me permites, añadiría lo siguiente con el solo ánimo de aportar más luz. El padre Kentenich siempre que tenía la oportunidad denunciaba la labor del bolchevismo para formar el hombre masa, pues así el hombre es totalmente manejable, manipulable. Hoy día el bolchevismo lo podemos concretar en el socialismo (y el comunismo, si bien este está más en la sombra). Es la peste del socialismo lo que impregna nuestra sociedad occidental. Su bandera es la mentira y la simulación bajo la máscara de la libertad. Persigue la despersonalización del ser humano, desposeerlo de dignidad, acercarlo cada vez más a la animalidad. Por eso promueve o apoya de forma constante pero sin llamar la atención cosas como el aborto, el divorcio, la sexualidad libre, la ideología de género, la memoria histórica, la violencia de género… siempre apoyándose en casos concretos, que por supuesto necesitan una solución, y presentándolos como lo general. Debemos luchar contra la ideología socialista, siendo críticos con todo lo que nos dan por hecho; debemos ser sociales ¡pero no socialistas! Por último, lucha sin cuartel contra el socialismo, pero respeto por las personas aunque sean socialistas. Eso nos enseñó el padre Kentenich: en Dachau tuvo como un buen amigo a un comunista. J.A.

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