Texto de la plática
1. Hoy(1) sólo quiero presentarme a
ustedes. “Por esta respuesta del candidato Jobs, se originó un general
sacudimiento de cabezas”. Este verso profundo y altamente poético de un
conocido poema épico(2) se puede parodiar -y, naturalmente, de acuerdo a la
esencia de la parodia, formularlo de manera aún más ingeniosa- por ejemplo así:
“Por la noticia del nuevo padre espiritual se originó un general estiramiento
de cuellos”. Por el nuevo padre espiritual… del nuevo padre espiritual aquí se
trata de un genitivo objetivo y quiere decir: por la elección del nuevo padre
espiritual. Dicho sea de paso, con esto he cumplido el deseo de Theile(3) ya
que él me propuso que hoy habláramos algo sobre el genitivo. ¿Estás conforme
Theile o quieres saber algo más?
Pero dejemos
las bromas. Estoy convencido que la parodia de estos versos traduce
perfectamente sus sentimientos y su actitud frente a mi nombramiento. Ustedes
se admiran y están desengañados. Por eso el “general estiramiento de cuellos”.
Pero es peligroso mantener por mucho tiempo el cuello estirado y tenso. Se
podría producir un calambre. Por esta razón yo mismo volví de nuevo mi cabeza y
mi cuello a su posición normal y acepté lo inevitable. Quizás... y con este fin
quisiera darles cuenta hoy de:
- nuestra relación hasta el
presente,
- nuestra relación futura.
2. ¿Cuál ha sido nuestra relación
mutua hasta el presente? La respuesta es simple: no hemos tenido nada que ver
el uno con el otro. Nos hemos cruzado en el camino sin tropiezos y sin
bombardearnos con miradas críticas. Hasta ahora todo esto fue inofensivo. No
les será agradable ni indiferente si les confieso que por principio traté de
evitar todo contacto estrecho con ustedes. Cuando el año pasado llegué a
Ehrenbreitstein, el padre Rector me pidió que atendiese las confesiones de
ustedes, si así lo solicitaban.
Pero me
defendí con pies y manos, consiguiendo, finalmente, que me dejasen en paz. ¿Que
motivos tuve para esto? No quería ocuparme en nada de ustedes para poder
dedicar todo mi tiempo libre y mis fuerzas, a los laicos, especialmente a la
conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar caza a los
llamados “corderos pascuales”(4) y mi mayor alegría de sacerdote la sentía
cuando venía uno de ellos agobiado con el peso de una vieja carga, que se había
juntado al correr de los años, de modo que el confesionario llegaba a crujir.
3. Ahora pueden comprender, en parte,
mi actitud: me mantenía a la distancia, no por desprecio, no porque me fueran
desconocidas las más nobles y delicadas emociones y necesidades del alma
juvenil, ni por participar de la opinión que entre estudiantes, no suceden
profundas conmociones espirituales. No, si alguien me hubiera dicho éste o
aquél están muy necesitados interiormente, gustoso me habría preocupado de él.
Pero algo así normalmente no se dice. Por eso corté por lo sano y no me
preocupé en absoluto de ustedes.
4. Y ahora me han nombrado director
espiritual sin que haya hecho absolutamente nada para ello. En consecuencia
debe ser voluntad de Dios. Por eso, acojo esta voluntad, firmemente decidido a
cumplir del modo más perfecto, mis deberes para con todos y cada uno de
ustedes. Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que
soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero,
sobre todo, les pertenece mi corazón. Sólo el tiempo que de ustedes me reste
servirá para la realización de mi idea predilecta.
Espero que
nos entendamos bien. Espero que hagamos todo lo posible por alcanzar, del modo
más perfecto, el fin común que nos hemos propuesto.
5. ¿Cuál es, entonces, nuestro fin? La
pregunta es importante, porque de su respuesta dependen nuestras relaciones en
el futuro. Por eso les respondo clara y brevemente:
Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros
mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.
La realización
y la práctica de esta meta nos ocupará todo el año. Hoy apenas quiero dar
algunas explicaciones.
6. Queremos aprender. Por tanto, no
sólo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros. Porque nunca
terminaremos de aprender, mucho menos tratándose del arte de la autoeducación,
que representa la obra y tarea de toda nuestra vida.
7. Queremos aprender, no sólo
teóricamente: así hay que hacerlo, así está bien, así, incluso, es necesario...
En realidad todo eso nos serviría muy poco. No. Tenemos que aprender también
prácticamente. Debemos poner manos a la obra cada día, cada hora. ¿Cómo
aprendimos a caminar? ¿Se acuerdan cómo aprendieron, o por lo menos, cómo
aprendieron sus hermanos menores? ¿Acaso la mamá hizo grandes discursos
diciendo: Fíjate Toñito o Marieta, así hay que hacerlo? Si así hubiese sido,
aún no sabríamos caminar. No, ella nos tomó de la mano y así comenzamos a
caminar. No, a caminar se aprende caminando, a amar, amando. Del mismo modo
debemos aprender a educarnos a nosotros mismos por la práctica constante de la
autoeducación. Y, en verdad, ocasiones no nos faltan.
8. Queremos aprender a educarnos a
nosotros mismos. Esta es una tarea noble y alta Hoy en día la autoeducación
ocupa el centro de la atención en todos los círculos culturales. La
autoeducación es un imperativo de la religión, un imperativo de la juventud, un
imperativo del tiempo. No pretendo ahora explicar detalladamente todos estos
pensamientos. Sólo diré algo sobre lo último.
9. La autoeducación es un imperativo del
tiempo.
No se
necesita un conocimiento extraordinario del mundo y de los hombres para darse
cuenta de que nuestro tiempo, con todo su progreso y sus múltiples experimentos
no consigue liberar al hombre de su vacío interior. Esto se debe a que toda la
atención y toda la actividad tienen exclusivamente por objeto el macrocosmos,
el gran mundo en torno a nosotros. Y realmente entusiasmados tributamos nuestra
admiración al genio humano que ha dominado las poderosas fuerzas de la
naturaleza y las ha puesto a su servicio. Ha unido las distancias del orbe, ha
explorado los abismos del mar, ha perforado las montañas y volado por las
alturas del espacio. El instinto de descubrir no cesa de impulsar hacia
adelante. Llegamos hasta el polo norte y penetramos continentes hasta ahora
desconocidos; con nuevos rayos atravesamos el cuerpo humano; el microscopio y
el telescopio nos revelan constantemente nuevos mundos.
10. Pero a pesar de esto, hay un mundo,
siempre viejo y siempre nuevo, el microcosmos, el mundo en pequeño, nuestro propio
mundo interior, que permanece desconocido y olvidado. No hay métodos, o al
menos, no hay métodos nuevos, capaces de verter rayos de luz sobre el alma
humana. “Todas las esferas del espíritu son cultivadas, todas las capacidades
aumentadas, sólo lo más profundo, lo más íntimo y esencial del alma humana es,
con demasiada frecuencia, descuidado”. Esta es la queja que se lee hasta en los
periódicos. Por eso la alarmante pobreza y vacío interior de nuestro tiempo.
11. Aún más. Hace algún tiempo, un
estadista italiano señaló como el mayor peligro del progreso moderno, el hecho
de que los pueblos atrasados y semicivilizados se apoderasen de los medios
técnicos de la civilización moderna sin que, al mismo tiempo, les sea
suministrada la suficiente cultura intelectual y moral para emplear bien tales
conquistas.
12. Pero quisiera invertir el problema
y preguntar: ¿están los pueblos cultos y civilizados suficientemente preparados
y maduros para hacer buen uso de los enormes progresos materiales de nuestros
tiempos? ¿O no es más acertado afirmar que nuestro tiempo se ha hecho esclavo
de sus propias conquistas? Sí, así es. El dominio que tenemos de los poderes y
fuerzas de la naturaleza no ha marchado a la par con el dominio de lo
instintivo y animal que hay en el corazón del hombre. Esta tremenda
discrepancia, esta inmensa grieta, se hace cada vez más grande y profunda. Y
así tenemos ante nosotros el fantasma de la cuestión social y de la ruina
social, si es que no aplicamos enérgicamente todas las fuerzas para producir
muy pronto un cambio. En lugar de dominar nuestras conquistas, nos hacemos sus
esclavos. También nos convertimos en esclavos de nuestras propias pasiones.
13. ¡Es preciso decidirse! ¡O adelante
o atrás! ¿Hacia dónde entonces? ¡Hacia atrás! ¿Tenemos entonces que retroceder
a la Edad Media, quitar las líneas térreas, cortar los cables telegráficos,
devolver la electricidad a las nubes, el carbón a la tierra, cerrar las
Universidades? No ¡nunca! ¡No queremos, no debemos ni podemos hacer eso!
14. Por lo tanto ¡adelante! Sí,
avancemos en el conocimiento y en la conquista de nuestro mundo interior por
medio de una metódica autoeducación. Cuanto más progreso exterior, tanto mayor
profundización interior. Esta es la llamada, ésta es la consigna que se da en
todas partes, no sólo en el campo católico, sino también en el contrario.
De acuerdo a
nuestra formación, también nosotros queremos incorporarnos a estas corrientes
modernas.
15. En adelante no podemos permitir que
nuestra ciencia nos esclavice, sino que debemos tener dominio sobre ella. Que
jamás nos acontezca saber varias lenguas extranjeras, como lo exige el programa
escolar, y que seamos absolutamente ignorantes en el conocimiento y comprensión
del lenguaje de nuestro propio corazón. Mientras más conozcamos las tendencias
y los anhelos de la naturaleza, tanto más concienzudamente debemos enfrentar
los poderes elementales y demoníacos que se agitan en nuestro interior. El
grado de nuestro avance en la ciencia debe corresponder al grado de nuestra
profundización interior, de nuestro crecimiento espiritual. De no ser así, se
originaría en nuestro interior un inmenso vacío, un abismo profundo, que nos
haría desdichados sobremanera. ¡Por eso: autoeducación!
16. Así lo exigen nuestros ideales y
las aspiraciones de nuestro corazón, lo exige nuestra sociedad, lo exigen sobre
todo nuestros contemporáneos, especialmente aquellos con quienes conviviremos
al realizar nuestras tareas futuras. Como sacerdotes tendremos que ejercer una
profunda y eficaz influencia en nuestro ambiente y lo haremos, en último
término, no por el brillo de nuestra inteligencia, sino por la fuerza, por la
riqueza interior de nuestra personalidad.
17. Tenemos que aprender a educarnos a
nosotros mismos. A educarnos a nosotros, con todas las facultades que poseemos.
Después, más adelante, hablaremos sobre estas facultades, sobre la materia de
nuestro autodominio.
18. Debemos auto educarnos como
personalidades recias. Hace tiempo que dejamos de ser niños pequeños. Entonces
permitíamos que nos guiaran las ganas y lo estados de ánimo en nuestras
acciones. Ahora, sin embargo, debemos aprender a actuar guiados por principios
sólidos y claramente conocidos. Puede ser que todo vacile en nosotros. Vendrán
con seguridad tiempos en que todo vacile en nosotros Entonces ni siquiera las
prácticas religiosas nos ayudarán. Sólo una cosa nos puede ayudar: la firmeza
de nuestros principios. ¡Tenemos que ser personalidades recias!
19. Tenemos que ser personalidades
libres. Dios no quiere esclavos de galera, quiere remeros libres. Poco importa
que otros se arrastren ante sus superiores, les laman sus zapatos y agradezcan
si se les pisotea. Nosotros, empero, tenemos conciencia de nuestra dignidad y
de nuestros derechos.
Sometemos
nuestra voluntad ante los superiores no por temor o por coacción, sino porque
libremente lo queremos, porque cada acto racional de sumisión nos hace
interiormente libres e independientes.
20. Queremos poner nuestra
autoeducación bajo la protección de María. Así lo prometimos el domingo(5).
Ahora es preciso poner manos a la obra. En este sentido nos espera todavía una
gran tarea. De acuerdo a nuestros estatutos debemos cultivar la devoción
mariana en comunidad. Ya tenemos los distintivos exteriores: la hermosa bandera
y la medalla(6). Pero aún falta lo principal: una organización interna
acomodada a nuestras circunstancias, al modo de las Congregaciones Marianas
existentes en diversos colegios y universidades.
21. Queremos crear esta organización.
Nosotros, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin
el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero,
sino de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras. Los
sucesores de ustedes. han de alimentarse del celo que ustedes muestren, del
conocimiento de sus almas y de su prudencia. Estoy convencido de que si todos
cooperan, haremos algo que valga la pena.
22. Pero todavía nos falta para eso.
Antes que nada tenemos que ir conociéndonos y acostumbrándonos a un libre
intercambio de acuerdo con nuestro grado de formación.
23. Con esto quisiera terminar mis
palabras. Con seguridad me han comprendido. Ya saben el motivo de mi reserva
con ustedes hasta ahora. También conocen mis planes para el futuro. Unidos
querernos comenzar la gran obra, unidos terminarla. Queremos aprender a
educarnos bajo la protección de María para llegar a ser personalidades recias,
libres y sacerdotales.
Que el Buen
Dios dé Su bendición para ello. Amén.
Notas
- La plática comienza con una
introducción en la cual el Padre Kentenich, en broma y en serio, hace
alusión a la sorpresa y desconcierto que había producido su nombramiento
como director espiritual.
- Poema épico conocido por los
jóvenes, que el padre aplica en forma jocosa para captar su interés.
- Theile era un alumno del cuarto
curso, que tenía dificultades con esta parte de la gramática latina. Esta
pequeña observación muestra el método del padre espiritual, que trata de
captar todos los puntos de contacto de los alumnos para crear una
atmósfera común. Durante un buen tiempo, Theile y sus compañeros de curso
fueron los únicos que vencieron el miedo a hablar en público y
participaron activamente en las discusiones.
- Término popular para designar a
aquellos que después de mucho tiempo se confiesan en Pascua de
Resurrección.
- El 20 de Octubre, fiesta de la
“Mater Puritatis’ Madre de la pureza.
- La bandera que se menciona aquí -una donación de la señorita Ducheme de Limburgo- es la bandera que usará más tarde la Congregación Mariana para la promesa de fidelidad de los Congregantes: “Esta es la bandera que yo elegí, no la abandonaré jamás; esto se lo prometo a la Santísima Virgen”. La medalla entregada el 20 de Octubre se reemplazó por una más pequeña, que tenía a un lado la imagen de la Purísima y al otro la de san Luis Gonzaga.
É sempre bom relembrar os inícios e admirar, uma vez mais, o amor e a entrega total do pai-fundador à sua missão e sobretudo aos que Deus colocou no seu caminho.
ResponderEliminarObrigada pela partilha.
Margarida Bola