El carácter
marcadamente mariano de nuestra Familia proviene de su historia. El mismo
corresponde a las leyes de gobierno del mundo, de ordenamiento del mundo y de
perfeccionamiento del mundo, y a la condición sensible de nuestra naturaleza
humana.
En sabiduría
y respeto por sus criaturas, Dios gobierna el mundo a través de causas
segundas. Él tiene a bien hacer partícipes a las cosas y a las personas humanas
de sus propiedades, derechos y poderes, y quiere que nosotros entreguemos a
esas cosas y personas el amor y el apego que le corresponden a Él y que, a
través de ellas, los transfiramos a Él. De esa manera surge un gran organismo
de vinculaciones. El Dios infinitamente bondadoso creó en María un ser al que
otorgó, en forma pródiga, sus propias cualidades. Por eso, Él quiere y desea
que nos sirvamos de María como de un lazo santo, vinculándonos íntimamente a
ella para ser así llevados con ella hacia lo alto, hacia su corazón.
Como nuestra
naturaleza no es meramente espiritual, sino también sensible, su hambre de
eternidad se exterioriza en un fuerte anhelo por seres transparentes de Dios.
El omnipotente, infinitamente bondadoso y omnisciente toma en cuenta, de
múltiples maneras, esa necesidad. Él nos envió a su Hijo unigénito, en quien se
nos presenta el rostro del Padre celestial vuelto hacia nosotros. Él nos dio la
multitud de los santos. También ellos tienen, a su manera, la misma tarea. Y en
la misma línea se encuentra la persona de la santísima Virgen. Habiéndola
creado Dios "como en un éxtasis", ella es, en forma preclara, un espejo
de las perfecciones divinas. El que la contempla y se regala a ella, se sabe
profundamente en la cercanía de Dios, se siente estremecido ante su grandeza y
atraído hacia su corazón en forma sencilla y eficaz. Por propio oficio ella es
para nosotros la portadora, dadora y servidora de Cristo y de Dios. El que la
encuentra, encuentra la vida y obtiene la salvación del Señor (cf. Pr 8,35).
Esta
posición objetiva de María en el plan de salvación se pone de manifiesto, con
extraordinaria intensidad, en la historia de nuestra Familia: la bendita entre
las mujeres es a quien la Familia debe su origen, y ella es al mismo tiempo
parte integrante de su meta. Y ella ilustra también en forma gráfica todo su
método de trabajo.
Todo lo que
se ha dado en la Familia ha surgido en dependencia consciente de su intercesión
y de su ejemplo. Por eso nos agrada llamarla nuestra fundadora, nuestra señora,
nuestra reina. Y todos nuestros anhelos y esfuerzos se orientan a sabernos
interiormente dependientes de ella. ………………..
El hecho de
que la Familia se haya vinculado tan profunda y orgánicamente a María es la
razón por la cual permaneció siempre receptiva y abierta a lo divino y luchó con éxito por una gran intimidad con Cristo y por un amor filial al Padre. Y
si guardó siempre una sana medida y una vigorosa profundidad en su actitud
litúrgica, se debe, una vez más, a su vinculación y actitud marianas. ……………….
Pero no nos
damos por satisfechos sólo con orientarnos constantemente por la Santísima
Virgen como modelo e intercesora: de acuerdo a la intención de Dios, ella puede
y debe ser también fin parcial orgánico de nuestra labor apostólica. Así
corresponde al espíritu del Acta de Fundación y a la historia toda de nuestra
Familia.
(Texto tomado de: "Palabras de
Oportunidad" ("Worte zur Stunde"), del 18 de Octubre de 1939.
Plática considerada por el Fundador y su obra como la segunda Acta de Fundación. Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").
No hay comentarios:
Publicar un comentario