viernes, 17 de noviembre de 2023

RELACIÓN CON CRISTO: EUCARISTÍA Y MATRIMONIO

Adorar a Cristo en mi casa

«Belén» ¿Qué se está queriendo decir aquí con «Belén»? Se trata del establo de Belén. ¿Qué significa que Belén sea la primera iglesia cristiana, católica? Desde luego, estoy presuponiendo que estamos convencidos de que la iglesia no la hacen los muros. ¿Cuál es la esencia de la iglesia cristiana, católica? El Santísimo. Y allí existe el Santísimo y se lo adora. ¿Era así en Belén? ¿Estaba allí el Santísimo? Respuesta: ¡por supuesto! ¿Y quiénes eran los adoradores? Eran el papá y la mamá, los pastores [y] todos los que después vinieron de visita.

¿Les resulta fácil aplicar esto ahora a su propio «Belén»? ¿Mi casa tendría que ser también una iglesia? Lo hemos dicho: es nuestro santuario. ¿Está allí Cristo, habita allí Cristo? Si somos auténticamente católicos, entonces somos todos Cristos, cada uno de nosotros. Entonces podemos también adorar a Cristo: por ejemplo, el esposo en la esposa, la esposa en el esposo, los padres en los hijos, los hijos en los padres. Por lo demás, este pensamiento era muy corriente en el cristianismo primitivo. Sé que antes les conté ya un par de veces acerca de un hombre llamado Leónidas [mártir, muerto aproximadamente en el año 202]. Su hijo era Orígenes [teólogo y autor eclesiástico, aproximadamente 185254]. Cuando el pequeño regresaba de la iglesia habiendo comulgado, [el padre] besaba el pecho del niño. ¿Qué significaba ese beso? Era el respeto por Cristo, que entonces vivía en el niño.

Era el Cristo sacramental. Pero existe también un Cristo místico. Esto es lo grande en lo que se nos concede creer: todos somos portadores de Cristo. Como ven, lo que me importa es que logremos ver de nuevo nuestra casa en toda su grandeza y sublimidad.

J. Kentenich, 23 de diciembre de 1963, en Am Montagabend, t. 29, 177 s.


El amor es el órgano más excelente de la fe

¿Qué creemos nosotros? Creemos que el pequeño trozo de pan o que las especies de pan y vino comprenden en sí al Dios hecho hombre, Jesucristo. Esto significa una hazaña de fe. ¿A quiénes de nosotros les resulta fácil la fe? A aquellos que han experimentado ya en su vida cotidiana habitual el poder maravilloso del amor. Y, a la inversa, ¿de dónde proviene que la humanidad actual tenga tanta dificultad para la fe en Dios? Proviene de que los hombres actuales han experimentado poquísimo amor. […]

Por eso dice tan hermosamente san Agustín: «El amor es el órgano más excelente de la fe». ¿Será verdad? Poder creerse y sentirse amado significa tener órgano de fe. ¿Es algo evidente para nosotros que el Dios eterno, cuyo reflejo somos nosotros, los pequeños seres humanos, nos ama sin medida? Entonces también nos resultará difícil la fe en la pieza de maestría del amor del Dios hecho hombre, la hazaña de nuestra fe, la fe en la sagrada Eucaristía.

Mi comida

En realidad valdría la pena que más tarde nos pongamos de rodillas ante el sagrario y nos preguntemos: ¿Qué creo yo? O, cuando comulgan: ¿A quién comemos? Literalmente: ¿A quién comemos? ¿Quién es para nosotros el alimento para la vida divina? Se dice muchas veces en tono de broma: ¡Te quiero tanto que te comería! Deberían seguir alguna vez esta idea. Son grandes verdades para cuya comprensión todavía le falta mucho a nuestra alma. Tenemos que buscar a veces la soledad y, partiendo del amor que disfrutamos, ascender al amor del Dios infinito. Y tienen que pensar: ¿Quién es aquel que se me da totalmente como alimento, que se me ofrece como ofrenda y quiere ser constantemente mi amigo?

Ese es el Dios eterno en su naturaleza humana. ¿Cómo es la naturaleza humana? Un cuerpo transfigurado, un alma completamente espiritualizada. Este es mi maestro, mi amigo, mi consolador, la Verdad eterna. […]


Mi ofrenda

Pero el Salvador es también mi ofrenda. Si quiero demostrarle al Padre del cielo que lo quiero —y no debo hacerlo solamente con palabras, sino que quisiera hacerlo por los hechos— y tengo la sensación de que no puedo hacerme suficientemente pequeño —a veces quisiera aniquilarme—, entonces se me ofrece el Salvador. Él me comprende, comprende los finos rasgos de mi sencillo corazón. Él sabe que un hijo no descansa hasta que se ha ofrecido y regalado de nuevo al Dios eterno. Entonces, me dice: Yo quiero ser tu ofrenda. Mira, yo me regalo al Padre. Después, el Padre te mirará de nuevo con inmenso amor. Deberíamos pensar mucho más a menudo estas sencillas verdades, ¿no es cierto?

Mi amigo

Y, después, él es también mi amigo. Tal vez degustamos demasiado poco este hecho. A veces estamos interiormente muy cansados y solos. Es muy auténticamente humano que no podamos soportar por largo tiempo la soledad. Es algo inmensamente hermoso tener un corazón humano del cual sé que siente en unión conmigo. Nuestra alma no está predispuesta para el aislamiento. Por eso Dios ha creado otros seres humanos que deben darme cabida en su corazón y, junto conmigo, asumir también todo mi dolor y mi necesidad. Y cuán a menudo llamamos a la puerta de corazones humanos y pedimos que nos abran. No olviden: es algo grande cuando digo que la Santísima Virgen nos espera allá abajo [en el santuario], pero es algo distinto si el que nos espera es el Salvador. Y la Santísima Virgen quiere llevarnos al Salvador.

J. Kentenich, 16 de abril de 1939. En In seiner Liebe bleiben, 35 ss. 

1 comentario:

  1. gracias Paco! Me encanta ver la centralidad que nuestro Padre Fundador da a Cristo! Este es el nucleo! Esto es a lo que nos invita Maria! Nunca puede darse por obvio!

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