viernes, 24 de noviembre de 2023

AMARNOS EN EL ESPÍRITU SANTO

La vida matrimonial es una escuela superior del amor sin parangón, y una escuela superior del amor perfecto, del amor heroico a Dios. A partir de aquí puedo dar ahora una respuesta a la pregunta que se encontraba en el cuadro de preguntas de la vez pasada: Pentecostés. Para que comprendan la interconexión tengo que decirles lo siguiente: solo podemos amar heroicamente si el Espíritu Santo nos apoya con sus siete dones. ¿Qué significa eso? ¿Qué hace el Espíritu Santo a través de los dones, de sus siete dones?

Si quieren que les esclarezca la pregunta desde el punto de vista dogmático, entonces tienen que aprender a distinguir entre, primero, las virtudes infusas y, segundo, los dones del Espíritu Santo. ¿Qué significa «virtudes teologales infusas»? Tienen que distinguir [entre estas dos cosas]: una virtud puede ser adquirida por mí o puede serme infundida. Por ejemplo, puedo adquirir la obediencia practicando la obediencia. Pero ahora: ¿cuándo es infusa una virtud? Se habla de las tres virtudes teologales infusas: fe, esperanza y amor. Gracias al santo bautismo recibimos no solamente la vida divina, no solamente participamos como miembros de Cristo en la vida del Salvador, sino que se nos regalan, se nos infunden también capacidades. Es la capacidad de creer, de esperar y de amar: es decir, la capacidad de creer sobrenaturalmente, la capacidad de esperar sobrenaturalmente, la capacidad de amar sobrenaturalmente. Así como mi alma tiene la capacidad de pensar naturalmente y la capacidad de amar naturalmente, así tengo ahora la capacidad de creer sobrenaturalmente, de esperar sobrenaturalmente, de amar sobrenaturalmente.

Esta es solamente una capacidad que me ha sido dada. Desde luego, ahora tengo que practicarla y realizar actos de fe, actos de esperanza, actos de amor. Ahora bien, en la práctica ¿qué capacidad se me da a través de las virtudes infusas de fe, esperanza y amor? Solamente la capacidad de que permanezca razonable en mi fe, esperanza y amor.

Envía tu Espíritu…

Ahora vienen los dones del Espíritu Santo. En parte se me regalan también en el bautismo, pero de forma singularísima se me regalan más tarde a través de la confirmación. ¿Qué significan los dones del Espíritu Santo para mí? Ahora tienen que escuchar de nuevo: las virtudes infusas me dan la capacidad sobrenatural de creer, esperar y amar razonablemente. Los dones perfeccionan las tres virtudes teologales y me dan la capacidad de seguir las mociones del Espíritu Santo en mí —o sea, no la razón—, y de hacerlo de forma rápida, permanente y heroica.

Si lo han comprendido un poco, pienso que ahora comprenderán también el punto final. ¿Qué dice el punto final? Antes dijimos que solamente puedo vivir una vida matrimonial en el sentido que agrada a Dios si soy heroicamente cristiano. Y solo puedo vivir cristianamente de forma heroica si el Espíritu Santo actúa en mí de manera especial con sus dones. Por eso, ¿qué tenemos que hacer los que hemos sellado la alianza de amor con la Santísima Virgen? Pedirle que ella ayude a que la alianza de amor con ella no se convierta solamente en alianza de amor con el Salvador y con el Padre, sino también en alianza de amor con el Espíritu Santo.

…entonces se renovarán mi interior y nuestra vida matrimonial

Por eso tenemos que pedir a menudo, también en nuestras jaculatorias o cuando rezamos por nosotros: envía tu Espíritu, el Espíritu Santo, y renovarás la faz de la tierra. Es decir, nuestro propio interior se renovará, nuestra vida matrimonial se renovará.

Tengo que repetirlo, y pienso que, si ustedes se conocen a sí mismos, lo admitirán todos: solo podemos superar las dificultades matrimoniales si llevamos una vida heroicamente cristiana en el Espíritu Santo. Por supuesto, no debemos sentirnos oprimidos y desalentados si alguna vez nos falla. […] El sentido del matrimonio es que nos encontremos de manera inmensamente íntima, que nos queramos de forma inmensamente entrañable. En efecto, estos son los dos peligros: o bien cedemos a la pasión o bien tenemos frialdad, casi hostilidad el uno para con el otro. ¡Y cuán a menudo sucede esto! Antes de que eso aparezca hacia fuera ha estado agitando y haciendo estragos interiormente durante largo tiempo en el alma. Ustedes seguramente lo entienden: la vida cristiana es un ideal grandioso. ¡Sí, sin lugar a dudas! […]

                    J. Kentenich, 3 de abril de 1961, en Am Montagabend, t. 20, 226 

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