viernes, 3 de noviembre de 2023

MARÍA NOS LLEVA AL PADRE

 

Entusiasmar el corazón por Dios gracias al influjo de una gran mujer

¿Qué tarea asume ahora la Santísima Virgen? La tarea de conducirnos al Padre del cielo, de cuidar de que el Padre del cielo pase a ocupar el centro de toda nuestra vida. No solamente nos señala al Padre, no solamente nos conduce al Padre, no solamente cuida de que nuestra alianza de amor se convierta en una alianza con el Padre Dios, sino que cuida de que lleguemos a estar poseídos por el Padre. […] Ella cuida ahora de que nuestro corazón entero esté interiormente encendido […]. Cuando me va bien, cuando me va mal, cuanto todas mis esperanzas y expectativas se quiebran […], también cuando atravesamos el oscuro portal de la muerte. ¿Será así una tarea difícil la que la Santísima Virgen asume para con nosotros, hombres modernos, que tenemos una imagen tan desvaída de Dios?


Si reflexionamos y nos preguntamos en qué consiste esa tarea que la Santísima Virgen ha asumido en ese sentido, [vemos] una tarea doble:

1) Ella nos muestra al Padre; y

2) ella nos enciende por el Padre.


Ella nos muestra al Padre. ¿Qué Padre nos nuestra? La verdadera, auténtica imagen de Dios. ¿Y qué rasgos encontramos en esa imagen de Dios?

Dos rasgos esenciales de la imagen de Dios

Son sobre todo dos rasgos, dos cualidades. ¿Cómo está el Padre Dios en el corazón, en el espíritu de la Santísima Virgen? El Dios vivo está en su corazón como

      el Padre Dios que cuida y cobija fielmente. Pero está también como

      el Dios de infinita majestad que plantea vigorosas exigencias.

El Padre Dios que cuida y cobija fielmente: ¡cómo se esforzó el Salvador por anunciar esa imagen del Padre a los hombres! Al final de su vida él se rinde cuentas a sí mismo sobre la tarea de su vida y constata, entonces: He anunciado a los hombres tu nombre, el nombre del Padre. No solo el nombre del Padre, sino también la imagen del Padre con los sentimientos del Padre y la entrega del Padre a sus hijos.

J. Kentenich, 22 de junio de 1958, en Am Montagabend, t. 9, 229 ss.

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