En una de sus reflexiones, en el año 1951, el Padre Kentenich se pregunta ¿qué se puede hacer para que el hombre moderno, tan enfermizo, adquiera la capacidad de experimentar a Dios? Ante tal pegunta nos propone dos métodos o “curas” para tal enfermedad: una cura radical y una cura normal. Hoy traemos a este Blog lo que dijo sobre la “cura normal”.
Cura normal
"Sin
embargo, en innumerables casos estas cuatro formas de cura radical no serán
posibles. En su lugar puede darse una cura normal. Esta consiste en la
educación mariana. Un camino practicable para lograr que el hombre moderno
llegue a tener nuevamente capacidad de vivencia religiosa es una profunda
piedad mariana como cura normal. Preguntamos por la eficacia y la forma de
acción de la piedad mariana. Aquí es posible que aparezca una dificultad en su
alma: si mi alma o la de mis seguidores está tan enferma, ¿cómo ha de ser capaz
de adquirir un tierno amor a María? Es verdad: aquí estamos ante una dificultad
importante. Si todo es tan enfermizo en el alma moderna, ¿se puede recibir
todavía la semilla del amor a María? La respuesta es que si acaso puede despertarse
todavía una receptividad religiosa, entonces es a través de lo mariano. El
motivo psicológico profundo reside en que, normalmente, la vivencia más
profunda del niño pequeño es la que tiene con su madre. Ahora bien, si tampoco
se cuenta con esto, podremos preguntarnos, con desesperación, cómo podemos
ayudar todavía al hombre actual. O sea, si acaso es todavía posible que se
suscite una capacidad de vivencia religiosa, entonces es a través del amor a
María.
La
vida práctica nos muestra a veces interrelaciones curiosas. Me viene a la mente
el caso de un joven seminarista. Estaba fuertemente tensionado por dificultades
de fe. Ahora bien, peculiarmente, su imagen de Cristo estaba totalmente
distorsionada, pero la imagen de María vivía intacta en su alma. En realidad,
esto es contrario a la lógica. Sin embargo, es posible. En este caso, la
vivencia que había tenido con su madre en la infancia había captado tan
profundamente la vida subconsciente de su alma que la imagen de María no se
había visto sacudida, no se había visto arrastrada a la crisis de los años de
adolescencia. […]
Si no
saben transferir a la Santísima Virgen de forma correspondiente la profundidad
de los sentimientos que despierta el verdadero amor de madre, entonces en la
vida futura les faltará algo sumamente importante: el punto de enlace para la
capacidad de vivencia religiosa. No obstante, es posible que esa profunda
capacidad interior de vivencia religiosa, si se vio obstruida y recubierta
durante años, vuelva a surgir en años posteriores.
Papá
y mamá, introducid a vuestros hijos profundamente en la entrega a la Santísima
Virgen. De otro modo, para la vivencia religiosa os faltará un punto de enlace
que, humana y psicológicamente visto, es irreemplazable.”
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