¿Cómo están las cosas
con mi imagen de Dios? ¿Cómo está mi amor al Padre? ¿Estoy poseído por el
Padre? ¿Cuánto he avanzado en ello?
No sé si debo
responder la pregunta en nombre de ustedes. Pienso que hasta tendría que
extremar la pregunta diciendo: ¿Tiene la imagen de Dios alguna influencia en mi
vida? No debemos perder de vista que vivimos en un mundo secularizado. Casi
querría decir que vivimos en un tiempo ateo y en un tiempo secularizado.
Millones de personas son hoy ateas. Si se les menciona la palabra «Dios» o
«imagen de Dios», «imagen del Padre», sacuden la cabeza y dicen, simplemente
que es imaginación, que no es más que una ilusión del ser humano, una ilusión
de la imaginación y del corazón. Dios no existe, por supuesto que no.
¿Y el hombre moderno,
secularizado? Si bien este dice que Dios existe, afirma que está allá arriba en
el cielo, donde se siente a gusto. Del este mundo aquí no tiene interés
ninguno.
Permítanme pedirles
que reflexionen lo siguiente: ¿Qué imagen de Dios vive en mi imaginación, en mi
cabeza y en mi corazón? La respuesta [tienen] que dársela ustedes mismos. Yo
solo puedo dar una respuesta general e indicar líneas generales.
Importancia
de los padres para mi imagen de Dios
¿De qué manera
llegamos comúnmente los hombres modernos a tener una imagen de Dios? Aquí
tenemos que distinguir. Primero, el tiempo de nuestra [juventud]. Allí está el
padre, está la madre. Sobre todo la madre nos conduce a Dios. Ella nos muestra
y nos advierte de que existe un Dios vivo. Por último, el padre también ayuda
un poco con eso. El padre es religioso: por el hecho de que reza, de que ofrece
sacrificios, de que comulga, advierte de que existe todavía Otro por encima de
él. Y así experimentamos en general a Dios como un reflejo de nuestros padres.
Esta es la primera
imagen de Dios que absorbemos en nuestro corazón como niños pequeños.
Basta con que
pensemos lo siguiente: cuántos cristianos hay que hoy en día no toman esta
imagen del padre y de la madre, en parte porque el padre y la madre no son
suficientemente religiosos, y en parte porque el padre y la madre representan
cualquier otra cosa menos un trasunto de Dios. Lamentablemente, ese tipo de
imagen de Dios que recibimos en los primeros años de nuestra vida se conserva,
tal vez, durante toda nuestra vida.
Nos hacemos mayores,
vamos a la escuela, primaria, secundaria, universitaria. ¿Qué significa? ¿Qué
aprendemos de Dios? Todo tipo de cosas, pero solamente para la cabeza: en la
mayoría de los casos, eso no penetra en el corazón. En efecto, qué pocos son los
maestros y maestras que saben depositar la imagen de Dios en el corazón. ¿Qué
imagen de Dios existe todavía actualmente a lo sumo en nuestra cabeza y en
nuestro corazón? Solamente la imagen que he recibido de papá y mamá.
La
relación con Dios en la hora punta de la vida
Ahora salimos de la
escuela y, por lo tanto, nos internamos en medio de la vida. ¿Cómo es la vida
moderna? No tiene nada que ver con Dios. En el ámbito de la vida pública no se
percibe nada de lo que habíamos aprendido antes —que la creación en la que vivimos
es un regalo de Dios—. ¿Cómo experimentamos la creación cuando entramos en una
lucha por la existencia?
¡La creación nos
pertenece! Tenemos que darle forma, plasmarla, procurar ganar dinero de modo
que podamos vivir. De Dios como Señor de la creación no vemos nada en nuestro
entorno. Podremos escuchar alguna vez algo sobre eso en la Iglesia, pero la
vida en cuanto tal pasa corriendo a nuestro lado, ya no conoce más ningún Dios
y Señor. Y de lo que aprendimos antes —que existe un gran orden de leyes
establecido por Dios— no se escucha nada tampoco. Aunque hay leyes, las utilizo
solamente para obtener ganancias a fin de que me vaya bien aquí en la tierra.
¿Y dónde encuentro en mi lugar de trabajo, en mi ambiente, personas que
coloquen a Dios realmente en el centro de su vida?
¡Así es nuestra
imagen de Dios! […]
Creí haberlo hecho... Y mis nietos??
ResponderEliminarMuy cierto lo q nos dice tu platica.
ResponderEliminarCada dia recoger los regalos...son muchos ..si un regalo es creer q tido viene de Dios padre...