Superar la angustia profunda
Cuando
hay estados de angustia el cuerpo nunca es la única causa: las dolencias
físicas se han incrustado en sus efectos en el alma. Los médicos aconsejan un
cambio de ambiente y de aire. Podemos intentarlo, y puede ser que eso alivie y
atenúe. Pero estoy convencido —tal vez, ustedes también lo estén— de que la
angustia profunda no se supera con un cambio tal. Es lo que justamente quiero
destacar: es lícito aplicar todos los medios denominados de régimen propio
según el sentido que tienen, pero, sin la correspondiente ingenuidad y
filialidad [frente a Dios, el Padre celestial], no conducen a la meta […].
La fuerza para soportar
cosas
El
motivo más simple y efectivo es siempre el siguiente: doy alegría al Padre del
cielo. Si a él le alegra, por ejemplo, que yo haga soberanamente el ridículo,
entonces yo también quiero alegrarme de ello. […] Tienen que notar cómo la
filialidad da realmente la fuerza para paralizar cosas, para soportarlas y, tal
vez, en determinados casos también para superarlas por completo. […]
Experimentamos
en nosotros mismos. ¡No estudiar mucho, sino experimentar! Si lo experimentamos
en nosotros mismos, lo tendremos con seguridad; y si otros experimentan lo
mismo, tendremos un saber experiencial. No nos dejamos desbaratar el saber
experiencial por todo tipo de sofisticaciones teóricas.
J. Kentenich,
1937, en
Kindsein vor
Gott, 335 ss.
Saltar con audacia
El
Dios vivo nos habla. El Dios vivo nos habla en su persona, pero también a
través de su palabra, del acontecer del mundo. […] Un salto, un salto audaz a
sus brazos: eso es la fe en la Providencia. Es algo así como decir, por
ejemplo: [estando arriba,] en la cima de una montaña, ahora tengo que saltar
hacia abajo, al mar.
Esta
es la fe en la Providencia. ¡Saltar a los brazos de Dios! Dios es el que está
detrás de todo el acontecer del mundo, detrás de todas las situaciones: esté yo
sano o enfermo, tenga éxito o fracase, nada de eso es casual, Dios está detrás.
La fe en la Providencia me hace dar audazmente el salto a los brazos de Dios,
que está detrás de todas esas cosas.
El águila es arrojada
fuera del nido
O
bien, otra imagen. ¿Podemos imaginarnos más o menos cómo se siente un pichón de
águila que es arrojado por primera vez fuera del nido? Con inquietud interior
se deja arrojar fuera de su nido. ¿Qué vendrá ahora? De pronto siente que sus
alas son sostenidas por el aire y, entonces, asciende seguro hacia lo alto,
hacia el sol. Este es el hombre que tiene fe en la Providencia: ha saltado
fuera del nido, expulsado de todas las circunstancias satisfechas de su vida.
Pero ¿hacia dónde ha saltado? ¿Hacia lo incierto? Oh, no hacia lo incierto,
sino siempre a los brazos de Dios, a los brazos del Dios eterno, a los brazos
del Dios infinito.
J. Kentenich, 26 de mayo de 1963, en
Aus dem Glauben
leben, t. 7, 151 s.
Que maravilla Paco, ojalá seamos capaces de dejarlo todo en manos de Dios y en su divina providencia....seríamos más felices.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog.
Virginia