viernes, 22 de diciembre de 2023

MARÍA EN LA BIBLIA

En la oscuridad de la fe

Creo que todos tenemos una imagen muy errónea de la vida de fe de la Santísima virgen. Probablemente nos la imaginamos así: la Santísima Virgen nadó constantemente en un cálido ardor, no hubo en su caso dificultad alguna para   el       entendimiento        y        también       pocas dificultades para el corazón. Esta concepción la encontramos en muchos escritos de la literatura.

De esa manera, hay que imaginarse, por ejemplo, que, cuando la Santísima Virgen huyó a Egipto, los angelitos no hacían más que dar volteretas. Un angelito sucedía a otro para reemplazar al burrito en el que iban montados. O sea, pensamos siempre que la vida de la Santísima Virgen no fue tan sobria como nuestra vida cotidiana corriente y que la Santísima Virgen no tuvo que pasar por la oscuridad de la fe. ¡Oh, hubo tantas cosas incomprensibles en la vida de la Santísima Virgen que ella también tuvo que practicar el heroísmo de la fe!

Ejercicio del desasimiento de una madre

Solo hace falta que recuerden una única frase de la Sagrada Escritura que hemos citado ya a menudo. Piensen en el Salvador, cuando se escapó de su madre. Conocemos el suceso. Ya lo escuchamos tantas veces que no encontramos nada más tras él. La Santísima Virgen no comprendió para nada cómo el Salvador podía hacer algo así. [Dice ella con] extrañeza: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo te buscábamos con dolor.

Y ¿qué explicación le da el Salvador? Le dice: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? [Y] asunto resuelto. El Padre así lo quería. Y sanseacabó.

Por lo tanto, el Salvador se limita a indicar hacia lo alto: el Padre celestial lo quería de ese modo: no necesitas saber nada más. ¿Y qué dijo entonces la Santísima Virgen? ¿Estuvo de inmediato interiormente satisfecha  con     eso? Está    muy   claro   en      la       Sagrada       Escritura:     «Ellos no comprendieron       lo       que    les      dijo». Simplemente,         no      lo comprendieron.      [Pero la Santísima Virgen] conservaba todas esas palabras [en su corazón]; ella reelaboró una y otra vez todo ese suceso para comprender cómo es que Dios puede hacer algo así.

¿Qué es importante para mí aquí? Mostrarles por cuántas cosas incomprensibles tuvo que pasar la Santísima Virgen en su vida, exactamente como nosotros. Retengan esto: [la] fe presupone oscuridad, y, a la larga, sin oscuridad difícilmente puede existir la fe.

Grande en la fe

Ahora tienen que contemplar más de cerca la vida de la Santísima Virgen. […] Su fe era extraordinariamente grande. Tienen que contemplar la escena de la anunciación. ¿Qué exige Dios de la Santísima Virgen a través del ángel? Propiamente, los actos de fe más difíciles.

[En primer lugar, ella debe] creer en la Trinidad. Este es ciertamente el primer acto de fe en la Trinidad de toda la historia. Dice allí: la fuerza del Altísimo vendrá sobre ti. El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra. Por eso, aquel que nacerá a partir de ti será llamado Hijo del Altísimo. Allí tienen ustedes la primera revelación clara de la Trinidad. La       Santísima     Virgen dice:   fiat [hágase        en      mí].    Ella     cree   en      eso.

En segundo lugar, se exige de ella la fe en la encarnación [de Dios]. [Dice el ángel:] El Hijo unigénito de Dios tomará la naturaleza humana en tu corazón, en tu seno.

El Salvador no ha hecho aún ningún milagro para [demostrar] su divinidad, pero la Santísima Virgen escucha lo que ha dicho el ángel y cree. ¿[Por qué] cree? Porque Dios se lo transmite a través del ángel. Son actos heroicos de fe, grandes actos de fe. Ella no ha visto todavía los milagros del Salvador, no tiene todavía ninguna prueba de [su] divinidad, pero, aun así, cree.

Y después, el tercer acto de fe, que es especialmente difícil: ella debe creer que [será] al mismo tiempo madre y virgen. Tienen que imaginarse que [a alguna] de ustedes le dijeran: has de convertirte en madre, pero permanecer virgen.

Y tienen que tener en cuenta esto: [permanecer] virgen físicamente, no solo espiritualmente. O sea, el seno materno no debe abrirse, no obstante lo cual ella debe convertirse en madre, debe tener un hijo. ¿Quién de nosotros habría creído algo así? Nosotros habríamos dicho: ¡santo cielo, que lo crea el que quiera!

Nosotros consideramos muy evidente todo esto en la vida de la Santísima Virgen, pero todo fue algo extraordinariamente grande. Tal vez,     ahora comprenden mejor qué    significa        lo       que    le       dice    Isabel: Beata —¡dichosa tú, que has creído todo eso! ¡Si de nosotros pudiese decirse: dichosos nosotros, que vivimos totalmente en el espíritu de la fe! 

J. Kentenich, 18 de junio de 1956, en Am Montagabend, t. 3, 310 s


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