viernes, 7 de marzo de 2025

LA VIDA, UNA PEREGRINACIÓN

1) La vida es una única gran peregrinación;

2) planeada por Dios, guiada por Dios y conducida hacia Dios. […]

3) La vida es una peregrinación en la que Dios se muestra infinitamente grande y sabio,

4) una peregrinación que Dios planea y lleva a cabo de forma totalmente original. […]

[Cristo dice:] «Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28). Lo que él dice ahí de sí mismo significa, sin duda, lo mismo que «peregrinación». Por donde voy o donde estoy no tengo un hogar último. Aunque posea un terreno maravilloso, aunque experimente en mi entorno una atmósfera paradisíaca, el sentido de la vida no es permanecer aquí. Salí del Padre, vine al mundo, regreso al Padre. Regreso: es decir, no es aquí mi última meta. Piensen en el viejo patriarca: «Muchos han sido los años de mi peregrinación en la tierra, pero muy pecaminosos y pobres» (cf. Gn 47,9). El concepto de «peregrinación» es algo enormemente grande y significa para nosotros algo evidente. […]

Somos peregrinos. ¿Por qué ha cuidado Dios en su sabiduría de que la peregrinación se hiciese difícil? […] ¿Cómo fue el pasado? ¿Fue una peregrinación? ¿Conservamos [en aquel momento] la consciencia de que no debíamos apegarnos a la tierra, a las circunstancias, de que todo no es más que un paso, pero transitus Domini, paso del Señor?

¡Una peregrinación difícil! ¿Cuál es la intención profunda que Dios asocia a ello? Quien sepa qué rápido se esclaviza nuestro corazón creado, en última instancia, para lo más alto que pueda imaginarse, para el mismo Dios vivo sabrá que es difícil comportarse correctamente en esta peregrinación. Dios nuestro Señor sabe cómo es eso. Habiéndonos creado como seres sensitivos y colocado en un mundo sensible, sabe que, muy pronto, la vinculación [] se vuelve servil, que a menudo confundimos a la criatura con Dios, que nos colocamos nosotros mismos en el lugar de Dios, que nos vinculamos a nosotros mismos. Y a fin de facilitamos el reconocimiento de su intención cuida de que, si bien en las distintas estaciones de nuestra vida durante esta peregrinación las cosas pueden ser a menudo bien bonitas, se tornen difíciles cuando desde los más distintos frentes llegan dificultades tras dificultades.

Estas nos recuerdan siempre de nuevo: este no es tu último hogar. No debes quedarte enganchado aquí; Dios nuestro Señor llama. Del mismo modo como dijimos antes mediante la imagen de la procesión: Procedamus. Sigamos, sigamos, sigamos [caminando].

La última estación es siempre Dios, el eterno, el infinito. […] En definitiva, todo lo terreno, también todo amor puramente terreno, tiene que decepcionarnos. ¿Por qué? Hacia el hogar, hacia el Padre va el camino. Para que no olvidemos jamás que somos peregrinos.

J. Kentenich, 24.11.1965, en Rom-Vorträge, 85-94

 

¿Por qué peregrinar? [Al peregrinar] se abre paso con fuerza y de forma plástica una gran tendencia […]: ¡Fuera de las meras ideas! ¡Hacia lo vigoroso, lo vital, lo sacrificado!

Ya he insinuado un par de veces lo que hace ahora nuestra joven generación […] cuando pone en primer plano la peregrinación. ¡Una caminata tras otra! Muy rápidamente los pies están llagados. […] Viven pobremente, muchas veces de macarrones, algo de leche y pan.

Libres para Dios. Se trata de llegar a estar completamente libres para Dios. Y no podemos estarlo si no estamos vacíos de nosotros mismos: vacíos de la criatura y vacíos de nosotros. […] Permítanme que les cuente con qué reciedumbre se realiza aquí el camino de peregrinación a fin de recordarse a sí mismo y de recordarnos que la vida es un camino de peregrinación, un camino de sacrificio, que no tenemos aquí un lugar permanente.

Si lo tienen claro y después intentan averiguar intelectualmente qué impulsos primordiales de la naturaleza humana se están retomando, pienso que tendrían que decir lo siguiente:

En la peregrinación se retoman impulsos primordiales de la naturaleza humana

El impulso itinerante. En el hombre anida un impulso itinerante. En última instancia, es un itinerario que va desde Dios hacia Dios.

El impulso religioso. Tienen ustedes que escuchar cómo se hacen esas caminatas. Yo personalmente habría considerado casi imposible que sacerdotes modernos lo lograran. Están juntos en clave religiosa, y con toda alegría. De que nuestra religiosidad nos hace naturalmente alegres, de que nos hace nuevamente capaces de alegrarnos de verdad por pequeñas alegrías, estamos teniendo en estos días la prueba concluyente. […]

[Los peregrinos] se unen religiosamente no solo en la calle, sino también cuando rezan el rosario mientras peregrinan por Roma. […] También realizan constantemente la meditación juntos; cada uno tiene que presentar una meditación: expone lo que él mismo ha meditado. […] Muchas cosas no son solamente reflexión personal, sino que ellos se encienden mutuamente.

Ellos han intentado realizar por lo menos para ellos mismos un tipo totalmente nuevo de ejercicios espirituales. Ven la vida entera bajo el concepto de peregrinación. Rezan juntos como lo hacen los niños. Como he dicho, ¿dónde encuentran ustedes eso todavía hoy? Yo tampoco lo habría considerado posible. [] Sin duda, eso implica también peligros, pero ¿notan ustedes cómo, de ese modo, se capta y colma a la persona entera? Esto es naturalidad espontánea, vitalidad. []

El impulso comunitario. Esta vez había entre ellos un participante al que se consideraba hipercrítico. Primeramente, no quería tener nada que ver con ello, pero después se decidió a participar y, más tarde, se convirtió en el mayor panegirista de las peregrinaciones. Se sintió unido a los demás. Lo que antes trajo el movimiento juvenil ha revivido aquí de nuevo, solo que con un ropaje más fuertemente religioso.

J. Kentenich, 25.11.1965, en Rom-Vorträge, 88-92

 

 

viernes, 28 de febrero de 2025

ACEPTARME Y CONQUISTARME

 

En la semana pasada ofrecimos un texto del Padre Fundador sobre la necesidad de liberar el alma de todas las cosas que la oprimen. Hoy añadimos textos que complementan lo hasta ahora publicado.

Dejar que entre en juego el auténtico yo.

Por lo demás, cuando se trata de cosas prácticas, suelo decir, haciendo uso de una imagen sencilla: distingan, por favor, en su propia vida anímica, allá en el fondo, en el rincón más recóndito, al pequeño Moisés, que se encuentra en la cestilla de juncos. El pequeño Moisés es el verdadero yo. Si me quiero educar, debo educar a ese pequeño ser, al pequeño Moisés, allá abajo, que necesita aún del biberón, y no al hombre adherido. A veces digo pero en esto exagero también un poco: el yo que arrastró conmigo y que manifiesto hacia fuera es, exagerando un poco, un «muslo de rana galvanizado». Es decir, […] no brota de la fuente prístina de mi yo. Está adherido, y siempre se le adhieren más y más cosas. En realidad, el pequeño Moisés debería ahogarse bien pronto allá en el fondo, con tanta cosa adherida, sea de tipo religioso o ético.

J. Kentenich, 25.07.1966, en Ein Durchblick in Texten, t. 1, 167

Aceptarme y conquistarme a mí mismo.

Si me permiten que utilice una comparación sencilla, quisiera decir lo siguiente: tenemos que distinguir entre un yo adherido y el yo originario. Quisiera comparar el yo originario con el pequeño Moisés que yace en la cestilla de juncos. Nuestro yo natural, espontáneo, tal como Dios lo ha depositado como fundamento en nosotros y tal como él quiere verlo realizado, es pequeño e insignificante en grado sumo, está alojado abajo, en la vida inconsciente del alma, como en una cestilla de juncos. En realidad, lo que vive en nosotros, lo que emana de nosotros, también cuando somos adultos, es mucho menos ese yo que un misterioso «ello». Ni siquiera puedo decir que sea un misterioso «tú»: [no,] es un misterioso «ello». Es el yo adherido. Y con ese yo artificialmente adherido renunciamos a la borboteante fuente de fuerzas creadoras propia de la ley natural. No en vano se lamenta la carencia de originalidades en la vida cristiana actual. ¡Queremos conquistar nuestro verdadero yo!

J. Kentenich, 12.12.1966, en Exerzitien für Schönstattpriester

Experimentar el amor misericordioso de Dios.

Tómense el tiempo si me permiten decirlo de este modo para componerse una letanía de la misericordia. ¡Una letanía de la misericordia, y no una letanía de pobre pecador! Ya veré cómo la letanía de misericordia se convertirá en una letanía de pobre pecador: te agradezco por esto y por esto y por esto. Pero no debemos hacerlo de forma fugaz, mecánica, sino adentrarnos en ello con el sentimiento, con la vida, para que nuestro sentimiento de vida se vea transformado, para que adquiramos con fuerza la consciencia de que soy la pupila de los ojos de Dios. ¡No me contesten que eso me hace orgulloso! ¡Eso me hace humilde! Soy la pupila de los ojos de Dios. ¡Verán qué fuerzas se despiertan en ustedes, fuerzas sanas! […]

J. Kentenich, 11.10.1934, en Exerzitien für Schönstattpriester in der Marienau, 16

viernes, 21 de febrero de 2025

LIBERAR EL ALMA

Elaborar lo que hasta ahora hemos reprimido.

Me permitirán, tal vez, que reitere otro pensamiento que ya dije anteriormente. […] El suspirar a Dios, lanzar un suspiro. La psicología moderna nos dice que, a la larga, el ser humano no puede elaborar todas las impresiones que absorbe. […] La vida actual nos ha arrojado a los hombres de hoy enormes cantidades de impresiones al corazón, y, por lo común, no podemos con ellas. Y entonces, muchas veces hacemos de la necesidad virtud.

Permítanme que utilice una imagen. Entonces vamos y cerramos el grifo. ¿Comprenden lo que significa? Ya no puedo absorber más impresiones, cierro [el grifo]. Pero entonces me encrudezco. Y hoy en día es una prueba de maestría tanto en la autoeducación como en la educación ajena, procurar que las personas elaboren las impresiones interiores. […]

Patalear y quejarse.

Por eso es importante que aprendamos también a expresar en nuestra vida afectiva frente a Dios aquello que nos oprime el corazón. ¿No es acaso mucho mejor […], por ejemplo, plantarse frente a Dios y patalear? Él no lo toma a mal. Él mira el corazón. Eso produce un grito filial, y el grito filial es el acto más elevado de la filialidad. También [lo es] quejarse filialmente. […]

Si yo lograra distenderme frente a Dios también en mi vida afectiva no necesitaré reñir tanto a la gente. Entonces no sería el crítico empedernido [que soy]. En Dios todas esas cosas no son [tan] malas. Él detecta el ánimo noble que hay detrás.

Y, por el otro lado, no deben pensar que ustedes son todos de acero y hierro. Eso no funciona: no somos así. Durante un tiempo puedo tragarme las cosas, pero a todos nos llega alguna vez el momento en que decimos: o ahora me quiebro o abro de vuelta los grifos y dejo que corra. Solo tiene que haber alguien que recoja el líquido. Y Dios lo recibe gustoso. Solo debemos tener el coraje de volver a ser sencillos frente a Dios. Es decir: «Si no os hacéis como niños» (Mt 18,3).

J. Kentenich, 1952, en Ein Durchblick in Texten, t. 1, 194 s.

No matar las mociones sanas de los sentimientos.

Tenemos que aprender a ser hombres. Y podemos decir: primeramente hombre, luego cristiano, y luego hombre pleno. [Como hombres religiosos] nos educamos para no aplastar los afectos naturales sanos. Esto es lo más importante. Y al hombre actual, que es tan vulnerable, debemos protegerlo y preservarlo de innecesarios sentimientos de presión. Cuántos estados depresivos hay en la actualidad que provienen en gran parte de haber aplastado una condición humana que, en realidad, debe ser perfeccionada y ennoblecida, elevada por la gracia al orden sobrenatural. […]

[Tenemos que cuidarnos de no encrudecernos en nuestros sentimientos a fuerza de intelectualismo. […] Tienen que aceptar […] lo humano y no pensar, por ejemplo, que, cuando la naturaleza expresa su sufrimiento, es eso mismo lo que está queriendo la voluntad. […] Pueden muy bien coexistir ambas cosas: el grito de la naturaleza, por un lado, y un muy profundo anclaje en Dios [por el otro]. Ya lo han visto en el Señor. […] No fue como si el Señor se hubiese lamentado por largo tiempo, para decir, después: en fin, me rindo. Siempre se daban ambas cosas en forma simultánea: entrega a la voluntad del Padre, pero también el grito de la naturaleza.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 1, 190 ss.

 

viernes, 14 de febrero de 2025

ESCRIBIR LA "NOVELA DE LA PROPIA VIDA"

Integración de la personalidad. ¿Qué significa «novela de la propia vida»? Es una […] expresión [cuyo uso] se ha generalizado. Se ha desarrollado con el tiempo […]. [Se trata de] considerar de nuevo la vida entera. […] [La práctica] partió […] de esta reflexión: el hombre actual, tal como es, lleva en su interior un sinnúmero de impresiones en parte en el consciente, en parte en el subconsciente que no han sido elaboradas. De ahí la idea: tenemos que luchar siempre por una integración de la personalidad. De modo que aquí se trata más fuertemente de la personalidad, de su desarrollo. Integración hacia abajo: tenemos que estar aclarados y purificados hasta en el subconsciente. Integración hacia arriba: poco a poco, atravesando todos los grados, hasta la relación con el Padre, hasta estar poseídos por el Padre. Ahí tienen de nuevo todo el universalismo de una educación que cale hasta lo más hondo. Así pues, aquí se trataba más de la integración hacia abajo. El presupuesto era [la presencia de] un sinnúmero de impresiones que no han sido elaboradas. Y, en general, hemos de decir sobre la base de lo que nos ha elaborado la psicología moderna, si es que de todos modos no lo conocemos ya a partir de la vía práctica: [tenemos un sinnúmero de impresiones que no han sido elaboradas]. Y eso es así también en nuestro caso. []

Regustar de nuevo la vida entera. ¿Y cómo se realiza esta «novela de la propia vida», esta historia de la propia vida? […] [Traer] nuevamente para arriba la vida entera desde la infancia. […] No debe ser como es según el consejo de san Ignacio, siempre y solamente como se le dio forma más tarde una confesión de la propia vida. Yo siempre he dicho que no se trata de una confesión de la propia vida. Si se tratara de una confesión de la propia vida, entonces toda la vida del alma está ya sesgada y se introduce en ella un cierto agobio. Se trata simplemente de regustar de nuevo la vida entera.

Nadar en el mar de la misericordia de Dios. Así surgieron más tarde las formulaciones. «Nadar». ¿Nadar dónde? En el mar de la misericordia pero también en el mar de la [propia] miseria en el mar de la misericordia de Dios partiendo desde la infancia. Ante todo y primariamente, tengo que orientar el trabajo a examinar cómo Dios se ha mostrado frente a nosotros como Padre: o sea, lo bueno que nos ha regalado, las buenas disposiciones que estaban vivas en nosotros. Por supuesto, después viene por sí solo el que también los errores de nuestra vida, nuestras miserias, suban de nuevo hacia arriba. Después, en la mayoría de los casos leí [la novela de la vida] en presencia de cada uno lo que, naturalmente, llevó muchísimo tiempo y le di respuesta. Después de haberla leído estaba el camino despejado para un desarrollo más profundo, más tranquilo. Y si ustedes mismos tienen un poco de sentido para las cuestiones psicológicas, podrán imaginarse qué enorme distensión daba ese hecho por lo común. En efecto, cuántas cosas [] están alojadas en alguna parte [y] trabajan; no se sabe de dónde viene esta o aquella inquietud. No quiero hablar más al respecto. Tampoco quiero decir, por supuesto, que ustedes debieran imitarlo. Solamente quiero señalar en qué dirección podríamos perseguir, profundizar y realizar la integración de nuestra personalidad.

J. Kentenich, 04.02.1963, a Padres de Schoenstatt, fuente privada

  

viernes, 7 de febrero de 2025

CRECER INTERIORMENTE. ESCRIBIR EL LIBRO DE LA PROPIA VIDA

1. Abrimos el libro de nuestra vida

Queremos arrojar una mirada al libro de nuestra vida. ¿Qué entendemos […] por dicho libro? [Es el libro que contiene] todas las vivencias de nuestra vida pasada. […] Pienso que ahora debería presentarles tres pensamientos y alentarlos a reflexionar un poco por su propia cuenta al respecto. […]

1. Una mirada al pasado. [Arrojo una mirada al libro de mi vida y] dejo que [los acontecimientos de] la historia de mi vida vaya pasando por mi entendimiento. […]

2. Una mirada al plan de Dios. Si arrojo una mirada al libro de mi vida con suficiente reflexión se me aclarará el plan de vida que Dios tiene y ha tenido de mí. Así pues, el libro de mi vida tiene que ver con la historia de mi vida y con el plan de vida que el Dios eterno tiene de mi vida.

3. Una mirada al futuro. Si arrojo una mirada al libro de la vida del pasado, estaré predispuesto a organizarme con un cierto orden el libro de la vida para el futuro. […]

Mirada al pasado. Mi infancia. Si la mirada retrospectiva se remonta al pasado lejano, por ejemplo, a mi más temprana infancia, es natural que, primero, constate muy rápidamente cómo se dio la historia de mi vida en los años de mi juventud y de mi niñez y cómo fue esa historia más tarde.

Antes del casamiento. Cuando éramos jóvenes, ¡vaya que teníamos castillos en el aire! ¡Qué grandes llegaremos a ser en el futuro! O, cuando estábamos a punto de casarnos: ¡cuánta felicidad y dicha!, ¡cuánta alegría y júbilo esperábamos de la convivencia con el esposo, con la esposa y con los hijos!

En años posteriores. Cuando nos hicimos mayores, nos volvimos naturalmente mucho más tranquilos en nuestras expectativas, vimos la vida de forma más realista.

Razones para dar gracias. Y si arrojamos una vez más una mirada al pasado, […] tendremos muchísimas razones para dar gracias de corazón por todo lo que […] hemos vivido y experimentado en nuestra familia. […]

¡De muchas desgracias hemos sido preservados! […]

Y una vez que Dios nos ha regalado tantos hijos y los hemos aceptado, no [debemos] perder de vista qué gran cosa es que todos nosotros podamos existir, podamos vivir, podamos seguir existiendo económicamente.

Y si pensamos en nuestros hijos: […] ¡De cuántos peligros se han visto preservados! […] ¡Cómo han crecido, han seguido estando sanos, se han impuesto, han adelantado en sus estudios, están en camino de construir una existencia propia! Han crecido rectamente, han seguido gozando de buena salud. […] Son todas cosas que solemos considerar evidentes, pero que no lo son.

El sufrimiento en nuestra vida. Por supuesto, si miramos de ese modo hacia el pasado, si pasamos revista al libro de nuestra vida y abrimos página tras página, no olvidamos que en el libro se registra también muchísima cruz y sufrimiento de la más distinta índole. […] Puede ser sufrimiento corporal, o que nos hayamos decepcionado uno del otro o de nuestros hijos. […] [Hay una frase que dice:] Hijos pequeños, preocupaciones pequeñas; hijos grandes, preocupaciones grandes. […]

Cuando los hijos ya son adultos y están ya fuera de nuestras manos, de modo que ya no tenemos más influencia de tipo religioso en ellos, sigue en pie la fuerte confianza en que la santísima Virgen […] continuará ayudando a nuestros hijos, varones y mujeres, también en tiempos difíciles, en tiempos de crisis.

J. Kentenich, 30.12.1963, en Am Montagabend, t. 29, 185-197

  

viernes, 31 de enero de 2025

¿QUÉ ES LO QUE OTORGA FUERZA EN LAS CRISIS?

Carta del padre José Kentenich del 11 de diciembre de 1916 a Josef Fischer, que estaba en el frente durante la primera guerra mundial.

 

Me apremia dejar todo otro trabajo de lado y dedicarle unas líneas en respuesta a su breve misiva. No por temor, sino por preocupación y por vivo interés. Desde la recepción de sus amables líneas he rezado ya mucho por usted, tanto aquí, en mi habitación, como abajo, en nuestro santuario. […]

Solo es una pena que no se haya manifestado usted antes. Podríamos haber implorado ya antes nuevas fuerzas para usted. Nuevas fuerzas, pero no la liberación de sus dificultades. Con ello expreso de inmediato mi posición. Por un lado, sin duda me da pena verlo sufrir y luchar de ese modo; por el otro y no me lo tome a mal no podía darme usted noticia más grata.

Todo su pasado, en especial el más reciente, es una prueba cierta de que nuestra Madre del cielo lo ha tomado totalmente en su escuela, lo ha educado y quiere seguir educándolo como un luchador por su gloria y la de su Hijo.

A través de dificultades previas, de índole más exterior, está usted preparado para salir victorioso de luchas incomparablemente mayores y más difíciles. Su total desvalimiento consolida el fundamento que se encuentra inconmoviblemente afirmado en todos los verdaderos hombres de Dios. […] Me refiero al espíritu filial, a la humildad. No importa que yo esté o no feliz y contento con tal que se reconozca y ame más a Dios y a María. Estoy dispuesto a soportar […] por la salvación de las almas todos los tormentos, todos los dolores. Este es el ánimo desinteresado y humilde para el cual, por lo visto, nuestra Madre del cielo quiere educarlo ahora. […] Pues solo entonces será usted en sus manos una apuesta segura, un instrumento realmente fiable al que ella pueda confiar sin reservas la preocupación por sus tareas, queridas por Dios. Este es un motivo de alegría mía por el tormento de su alma.

Usted ha establecido bien el contacto exterior con su grupo. Pero si quiere usted prestarle más servicios, primeramente tiene que haberse puesto a prueba, preferiblemente haber luchado hasta el extremo. Quizá, a través de su valiente lucha le ahorre usted a otros [de nuestro grupo] luchas semejantes. […] Creo que así está bien, si es que quiere y debe ser usted el día de mañana un guía espiritual capaz.

Pero todo eso suena muy frío, muy teórico. ¿Me permite que retire un poco el velo que recubre mi pasado? Desde mi entrada al noviciado hasta mi ordenación sacerdotal y todavía un poco más allá tuve que superar constantemente las luchas más frenéticas. De felicidad y satisfacción interior no había ni el más mínimo rastro. Mi director espiritual no me comprendía y, con mi insana orientación racionalista y escéptica de pensamiento, tenía solo poca sustentación sobrenatural. Fueron demenciales sufrimientos interiores y exteriores quiero decir: espirituales y, además, también corporales. Quizá le cuente más adelante algo más al respecto. Si yo no hubiese tenido ese desarrollo completamente anormal, no habría podido ser para vosotros lo que en virtud de mi posición debo ser y me he esforzado por ser. Haga usted la aplicación a su estado y a su futuro. Pero comprenderá usted también mi pleno e íntimo interés en las fases de sus luchas.

Solo quiero asegurarle todavía que gustosamente lo recuerdo en la oración. Y basta por hoy. Indicaciones prácticas recibirá usted en siguientes cartas. Sería bueno que ahora se sentara y procurara escribirse todas sus luchas desde el corazón. De ese modo podré aconsejarlo también con más facilidad y seguridad, eso sin tener en cuenta que pena compartida es media pena. Espero su amable visita con más alegría que de costumbre. […]

Un saludo cordial y mi bendición sacerdotal.

Con sincero amor, J. Kentenich

 

viernes, 24 de enero de 2025

EL 20 DE ENERO, un hito en la historia de Schoenstatt

El Padre Kentenich señaló cuatro hitos fundamentales de la historia de Schoenstatt, que se relacionan con determinadas fechas, y que llevan un título. El primer hito – todos los conocemos – es el 18 de octubre de 1914 -, y su título: ‘Estar en la luz divina’ marcando el comienzo de la historia de Schoenstatt, cuando el Padre Kentenich y los primeros jóvenes sellan la Alianza de Amor con María, y la capillita del valle de Schoenstatt se transforma en Santuario.

El segundo hito, lo recordamos y celebramos todos los 20 de enero en cada año. Fue el 20 de enero de 1942 cuando el Padre Kentenich renuncia, voluntariamente y por amor a los suyos, a las posibilidades de liberación que se le ofrecía para no ser llevado al campo de concentración nazi de Dachau. Cree que la voluntad de Dios es que él ofrezca su libertad exterior para conquistar la libertad interior de los hijos de Schoenstatt. Este paso condujo a sus seguidores a una mayor entrega en la Alianza de Amor con la Santísima Virgen y a una vinculación más profunda al Padre Kentenich como Padre espiritual de la Familia de Schoenstatt. El Padre lo tituló ‘Estar en la confianza divina’. Los hijos del Padre saben que se trata de vivir la Alianza a la altura del Poder en blanco. Los miembros de la Familia manifiestan así que se ponen totalmente a disposición de Nuestra Señora de Schoenstatt, de modo que Ella pudiese escribir lo que quisiera en el “Poder en blanco” que le presentaban: persecuciones, enfermedades, fracasos o éxitos.

Esta fecha y todo lo que, a partir de ella se desencadenó para el Padre Kentenich y su Familia, marca profundamente la historia de Schoenstatt.

En marzo del mismo año, el Padre Kentenich fue trasladado de la cárcel de Coblenza al campo de concentración de Dachau, donde permaneció más de tres años. Durante todo ese tiempo, se tomó mayor conciencia de su posición como Fundador y Cabeza de la Familia y del indisoluble entrelazamiento de destinos entre él y los suyos. También profundizó la convicción del carácter marcadamente sobrenatural de Schoenstatt como obra e instrumento de Dios.

(Ver: libro ‘Documentos de Schoenstatt’)

viernes, 17 de enero de 2025

SUPERAR LAS DECEPCIONES EN EL MATRIMONIO

Una vez más, la pregunta: ¿de dónde puede provenir la decepción? [Puede provenir de que] en la imaginación me haya figurado al otro tal como la naturaleza lo desearía, pero no como es en realidad. ¿Qué más queda, en tal caso, sino que, de ahí en más, tenga que hacerme más realista? Se dice después: el camino del matrimonio es para nosotros siempre [también] un viacrucis. […] Y eso vale para todo matrimonio. Pero no deben perder de vista que así es toda vida humana, toda vida cristiana. En estas cosas tenemos que aprender a pensar de forma mucho más realista.

Una vez más: ¿por qué razones puedo estar decepcionado de mi vida matrimonial, de mi cónyuge? Pienso que ahora podríamos repetir, a nuestro modo, lo que comentamos a lo largo de esta semana. Quiero dar por de pronto una respuesta de principio, una respuesta teórica, que ustedes comprenderán de inmediato: debo de haber separado las distintas formas de amor. Tenemos que grabarnos esto siempre de nuevo: el amor matrimonial tiene que ser expresión de todo el organismo de las capacidades y posibilidades del amor.

En la práctica, eso significaría y lo digo ahora más en general, en el plano de los principios que el amor sexual ha estado separado del amor erótico, o separado del amor espiritual, o separado del amor sobrenatural. Primera respuesta y es toda una línea [de respuestas]. Tienen que comprobar ustedes mismos qué significa eso y en qué medida eso se ha dado en su vida. Naturalmente, es muy posible también que uno se diga: en mí fue así, pero en mi cónyuge fue distinto, es decir, yo me esforcé por mantener el organismo, pero el cónyuge no lo logró.

Una segunda respuesta o serie de respuestas: quizá tenga que decir que los dos o uno de nosotros se quedó detenido en la etapa en que el amor matrimonial era primitivo. Y ¿qué significa que era un amor primitivo? [Significa] que yo quería utilizar al otro sola o principalmente para satisfacerme a mí mismo. Yo quería ser feliz. Eso es amor primitivo. Que ese amor primitivo prorrumpa por momentos es humanamente comprensible. Pero, en lo esencial, tiene que convertirse más y más en un amor plenamente maduro. ¿Dónde se funda el amor maduro? ¿Cómo es? «¡Con tal que tú seas feliz!». Nos hemos unido y nos pertenecemos mutuamente: quiero hacer feliz a la otra parte.

¿Me permiten que lo repita? Primera serie de respuestas: no se ha realizado el organismo de las formas de amor correspondientes. Segundo: se ha observado ese organismo, pero el amor se ha quedado enganchado siempre en el estadio primitivo. ¿Comprenden la diferencia? No deben perder nunca de vista que una vida matrimonial realmente ideal, de alto nivel, presupone heroísmo en todo. Por eso, con razón se puede repetir la frase que habla sobre la «orden» de la familia, sobre la «orden» de la vida matrimonial.

¿Por qué he entrado yo a una orden religiosa, a una comunidad religiosa? Para aprender a amar heroicamente. Y todo mi matrimonio debe ser también una «vida religiosa» de ese tipo. Allí tengo que aprender a amar heroicamente. Por eso, me permitirán que repita una vez más la frase sobre el «monasterio» del matrimonio. Es una frase muy importante, significativa, y presupone toda una cantidad de cosas.

Y quiero dar una tercera serie de respuestas. ¿Dónde reside, en general, la debilidad del amor?

- Primero: en que puede separársela de las formas superiores del amor.

- Segundo: en que puede ser demasiado primitiva.

- Tercero: en que olvide que no hay amor sin sacrificio.

Un amor que no insta al sacrificio no es un amor sano. En alemán tenemos muchos adagios en ese sentido. Por ejemplo: el amor insta al sacrificio y el sacrificio insta al amor. O bien: el amor se alimenta del sacrificio. Allí reside muchas veces la gran dificultad: en que olvidamos que la vida matrimonial es una vida de sacrificio.

J. Kentenich, 10.04.1961, en Am Montagabend, t. 20, 248-250 

viernes, 10 de enero de 2025

SUPERAR LAS DIFICULTADES

El padre Kentenich tematiza en muchos pasajes sea en conferencias, cartas personales o conversaciones la gestión de las dificultades y alienta a no eludirlas, sino a enfrentar los desafíos de sufrirlas y de luchar con ellas hasta el final.

La receta de Goethe

Goethe nos dio en una ocasión una receta: «Si estás sereno, recibirás ayuda». Pienso que con razón interpretamos nosotros la frase «si estás sereno» en este sentido: si ahora no me agito, si no voy corriendo ni me arrojo sin más en brazos de la vida, sino que estoy sereno, me encuentro a solas con Dios, entonces todavía podré recibir ayuda.

Pienso que aquellos de nosotros que ya tienen tras de sí una vida relativamente larga, una vida de lucha espiritual, tendrían que encontrar una solución brillante a todos los problemas desde la perspectiva de la filialidad sencilla.

J. Kentenich, 1937, en Kindsein vor Gott, 262

Dificultades son tareas

Un elemento del programa de vida que, en realidad, todos tendríamos que escribirnos detrás del espejo o, mejor, grabamos en el corazón [dice:] dificultades, del tipo que sean, son tareas.

Y, verdaderamente, no pocos de nosotros tienen […] que superar […] grandes dificultades. […] El principio, el programa de vida reza: «dificultades son tareas». Dicho de forma popular: las dificultades están para ser superadas.

¡Dificultades, dificultades de la vida, tareas de vida! Sí, hasta podemos decir: las dificultades de la vida son pruebas singularísimas de la confianza y del amor. [Puede] ser un regalo de lo alto el que nos veamos […] empujados de ese modo al torbellino de la vida. […]

No derrumbarse, sino confiar

O sea, la respuesta no debe ser el derrumbamiento, sino despertar [y preguntarse]: ¿Qué quiere Dios ahora?

¿Apretar los dientes? Sin duda, todo eso está bien, es auténtico, verdadero, bueno y hermoso, pero, en última instancia, [se trata] también [de] mantener el corazón y la cabeza abiertos a la irrupción del torrente de la gracia desde lo alto. Tienen que considerar de nuevo detenidamente la idea tal como está formulada ahora. O sea, dificultades mencionen aquellas que los torturan: ¿qué son [esas dificultades] para mí? ¡Tarea de vida! []

Dios nos conduce a través de los golpes del destino

Hasta el final de la vida el Dios de la Providencia nos conducirá a través de los golpes del destino que sufrimos en la vida. El Padre Dios sigue siendo siempre el gran educador de sus hijos predilectos. ¿Y cómo lo hace? A través de los golpes del destino. Por eso, [sería] también una gran torpeza pensar, por ejemplo: ya tengo treinta, cuarenta, cincuenta años y, si pienso en mí mismo, ochenta años de edad. Ahora Dios tiene su descanso, [] ¡pero no da descanso! ¿Por qué no da descanso? Mientras vivamos, él nos está educando. Por tanto, no debo decir que estoy terminado [en mi educación].

Seguir siendo siempre flexible

No estoy nunca terminado. Lo digo en tono de broma: lo estaré a lo sumo después de la muerte pero lo digo solamente en tono de broma: entonces, la educación habrá terminado. Si mantengo eso, permaneceré siempre despierto, no me volveré nunca terco y rígido. []

Por lo tanto, ¡nunca querer estar terminado, [sino] querer estar siempre en movimiento! Ustedes conocen la antigua frase que dice: Estar dispuesto lo es todo. ¿A qué estoy dispuesto? A decir sí a los deseos del amor eterno e infinito.

J. Kentenich, 18.04.1966, fuente inédita

 

viernes, 3 de enero de 2025

ANÁLISIS DE NUESTRO TIEMPO: un tiempo caótico

"Desafíos de nuestro tiempo” es una selección de textos del padre José Kentenich preparada y editada por el P. Rafael Fernández A. en el año 1985. Al ofrecernos estos textos el P. Rafael nos recuerda que los mismos provienen de un hombre que buscó interpretar los signos del tiempo y darles una respuesta válida y decidida. El padre Kentenich no fue un pensador teórico, dice. Ante todo, fue educador. Y como tal, vio su tarea en unir verdad y vida, teoría y praxis. Con extraordinaria conciencia y responsabilidad histórica vivió intensamente nuestro tiempo. Lo percibió como don y tarea. Así, dejándose guiar por el Dios de la vida, fue un forjador de historia y un educador de la fe en el pleno sentido de la palabra.

Ante el sombrío panorama de una cultura que ha perdido su fundamento en Dios y que aceleradamente se encamina hacia el caos, no cedió al pesimismo ni al desaliento.

Análisis de nuestro tiempo.- Ver la acción de Dios en la historia y detectar en los acontecimientos su voluntad, fue para el padre Kentenich una verdadera pasión. Constantemente se guió por la máxima vox temporis, vox Dei: la voz del tiempo es la voz de Dios. Con mirada de fe auscultó los signos de los tiempos y dedujo de ellos las urgentes tareas que se le imponen al cristiano actual: la forja de una nueva comunidad basada en hombres nuevos, libres, solidarios y profundamente anclados en Dios; la creación de una nueva cultura impregnada por la fuerza vital del Evangelio.

El texto que sigue transcribe ideas que el padre Kentenich formuló entre los años 1948 y 1950. Fueron años que él pasó básicamente en el continente americano, especialmente en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile y Norteamérica.

Los pasajes que hemos reunido en este texto están tomados de su "Informe de Norteamérica", editado parcialmente por Herta Schlosser en "Der neue Mensch, die neue Gesellschaftsordnung", Schoenstatt-Verlag, 1971; de la "Carta de Octubre de 1949", escrita desde Argentina y actualmente editada sólo como manuscrito tanto en alemán como en español; y del "Curso Pedagógico" dado en 1950, editado por la Schoenstatt-Verlag, bajo el título de "Grundriss einer neuzeitlichen Pädagogik", 1971.

 

Un tiempo caótico

La extraordinaria preocupación y desvalimiento (del pedagogo en el tiempo actual), tiene su origen en el extraordinario desconcierto que se manifiesta en todo el ámbito pedagógico. ¿Dónde radica el desconcierto y el desvalimiento? Ciertamente en un estado de cosas objetivo: en la situación confusa y caótica, tanto del tiempo actual como de la situación anímica del hombre mismo. Con ello hemos nombrado dos expresiones que nos acompañarán en lo que sigue (…).

Consideremos por un momento ambas expresiones y sopesémoslas. No sabemos cuál es la causa y el efecto. De pronto percibimos que lo que hoy designamos como causa, mañana aparece como efecto y viceversa. ¿Qué es lo que conforma y determina el tiempo? Es el hombre; pero también, por otra parte, el concepto de medio, de pedagogía ambiental, nos llama la atención sobre el hecho de que el hombre es fuertemente conformado, transformado, e incluso deformado, por las circunstancias y por la situación de la época (…). ¿Qué rostro muestra la situación del tiempo actual y del hombre de nuestra época? Creo que todos confesaremos francamente: el mundo, y con ello también el mundo interior del hombre, está desquiciado (…).

¿Cuál es el origen de este desequilibrio?

Permítanme dar la siguiente respuesta: la causa radica en que la humanidad ha perdido su centro de gravedad. ¿Cuál es ese centro de gravedad? Es el Dios vivo y el orden de ser y de vida objetivo diseñado y creado por Dios, es decir, la ley eterna. La sociedad prácticamente ha perdido y abandonado en forma total su centro de gravedad. Por eso, no sólo constatamos un simple desequilibrio, sino que podemos comparar la humanidad actual con un ebrio que se encuentra ante un abismo. Ya no puede sostenerse más, y está pronto a precipitarse en el abismo de la nada. Tal es nuestra situación. Piensen ustedes en una bola de nieve que se desprende de la cumbre de los Alpes: primero se desliza suavemente hasta que, de pronto, se convierte en un atronador aluvión que arrasa y destruye todo. Esa imagen reproduce nuestra actual situación. A este desequilibrio están unidos la inmensa falta de consistencia interior, el desarraigo y descobijamiento del hombre contemporáneo.

5. Así, vacilante, vaga la humanidad actual, da tropiezos y cae por el suelo. Ciertamente la imagen que describimos debe ser comprendida como una tipificación. Lo que quiero decir es que ésta es la dirección, que hacia allá se proyecta el desarrollo (…).

En este contexto, recuerdo lo que expresó, cuando me despedía de él, el nuncio apostólico de Chile, monseñor Zanin. Él estuvo durante mucho tiempo en China, conoció el mundo, viajó por todas partes, e intentaba descifrar la situación de nuestra época. En aquella ocasión, me acompañaba un joven cohermano en la audiencia. Él se había educado en Chile y estuvo allí en el seminario. Cuando en la conversación con el alto dignatario eclesiástico llegamos a tocar la situación de nuestro tiempo, se expresó en esta forma: "Hoy día es absolutamente imposible comprender al hombre actual. Yo ya no lo entiendo ¿y usted?", dijo volviéndose a mi joven cohermano. "A pesar de que usted es todavía joven, también usted tiene demasiada edad para poder hacerlo. El trastrocamiento de los valores en el hombre actual es tan total, tan catastrófico, que a aquellos que lo vivimos nos es imposible entenderlo y descifrarlo correctamente" (…).

¡Cuán desvalidos nos encontramos ante esta situación! Debemos contar, además, con que pasado mañana, la situación se hará aún más desesperada. No se imaginen que ya hayamos emprendido el ascenso. Al contrario, cada vez caemos más profundamente hacia el fondo del precipicio. ¿Cuándo tocaremos fondo?

¡Bienaventurados todos los educadores que intervienen con coraje en esta situación de inseguridad! ¡Acabemos con todos los cobardes que no saben qué hacer, que miran enfermizamente hacia las antiguas playas o que quieren orientar hacia las nuevas playas, pero desconocen el orden de ser objetivo!

Pareciera que la dimensión interior del hombre actual se hubiese reducido. Sus facultades espirituales se muestran ampliamente empobrecidas. Esto es aún más evidente cuando se trata de dar el salto hacia el más allá, hacia lo sobrenatural y lo divino.

El hombre moderno ha llegado a convertirse en un hombre-cine. Está entregado a las impresiones exteriores. Sus actos desconocen la unión orgánica de unos con otros. Pareciera que sus actos no estuviesen enraizados en el núcleo de su personalidad. Nos encontramos ante un tipo de hombre que, en último término, encarna un sinsentido. Si realmente el desarrollo continúa tal como ha comenzado, tenemos que decir que pasado mañana vamos a presenciar la total desintegración de la naturaleza humana. Ciertamente el Señor va a impedirlo. Pero ha llegado tan lejos, es tan fuerte el desequilibrio de la sociedad actual, que con razón podemos hablar de un hombre deshumanizado, despersonalizado y masificado (…).