La divina Providencia y la santidad de la vida diaria
Nuestra relación con Dios: filialidad y
amistad
Toda la creación descansa sobre la estructura de la
alianza. Dios creó todo para vincularse, más allá de sí mismo, con seres
dotados de espíritu. En virtud de esa relación de alianza invita al hombre a
colaborar responsablemente. Lo invita a administrar la creación para el
bienestar del género humano, desarrollándola de tal modo que la creación
alcance la meta que se le ha fijado.
En el último capítulo hemos expuesto esa estructura
fundamental de la alianza. Lo hicimos recurriendo a una adecuada selección de
textos en los que se enfoca los principios de la alianza y su realización
concreta en la espiritualidad de Schoenstatt, vale decir, una realización
mariana.
Dicha estructura fundamental plantea al hombre la
cuestión de cómo vivir en la presencia de Dios y trabajar junto con él; cómo
reconocer la voluntad de Dios (fe en la divina Providencia) y cómo responder a
esa voluntad (santidad de la vida diaria).
Esa disposición a reparar en la divina Providencia y responder
a ella está fundada en la misma naturaleza humana y por eso se expresa no sólo
en las diferentes religiones sino incluso en la magia y la superstición. Con
esta observación se advierte ya que la actitud del hombre a la oferta de
alianza de parte de Dios no es automática y siempre positiva. El Dios que
quiere actuar junto con el hombre en el marco de una alianza de amor, puede
aparecer al hombre como un Dios que castiga, que (sólo) controla, que persigue
y condena.
Para acoger cabalmente el ofrecimiento de Dios, el hombre
ha de desarrollar primero una relación positiva con Dios. No se puede tratar
aquí cómo se lo hace y debería hacérselo; pero sí ofrecer un texto que nos
ilustre cómo debería ser esa relación: podemos y debemos ser hijos y amigos de
Dios.
Dios es nuestro padre,
Dios es nuestro amigo. (Continuará)
El
texto proviene de "Werktagsheiligkeit" (La santidad de la
vida diaria) n. 18-20.
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