El Dios Trino es un ser dialogal. En el fondo tiene que ser así, si es cierto que Dios es amor, porque parte de la esencia del amor es poder regalar y recibir. Se entiende pues la vida intratrinitaria como un continuo intercambio y corriente de amor entre tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
De ello
se desprende que la acción de Dios está fundada en el amor. La creación tiene
como base la motivación del amor, la "ley fundamental del mundo", tal
como queda expuesto en el capítulo anterior.
La
esencia de Dios y la esencia del amor suponen, consecuentemente, que toda
acción surgida del amor se orienta hacia el otro a quien se ama. Dios creó el
mundo y sobre todo seres dotados de espíritu, para tener compañeros con quienes
compartir el amor. Por lo tanto la ley fundamental del mundo es a la vez la ley
de una alianza de amor.
Dios
reveló esta realidad en la historia de salvación. Y lo hizo de manera
inequívoca. Sella y quiere sellar con seres humanos una alianza que debe ser
cada vez más una alianza de amor, una alianza matrimonial. Así pues el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento constituyen la revelación de la "antigua
alianza" y de la "nueva alianza".
La
alianza de amor del 18 de Octubre de 1914 es una concreción de esa alianza de
Dios.
En la
carta del padre Kentenich al prelado José Schmitz (llamada por eso "Carta
a José") se halla un texto clave sobre la alianza de amor. En él se expone
la estructura de alianza que se aprecia en la historia de salvación,
fundamentándola con abundantes citas de las Sagradas Escrituras. Y continúa el
trazado de esa línea de alianza desde aquellos tiempos hasta nuestra alianza de
amor.
El
presente texto está extraído de Das Lebensgeheimnis Schoenstatt, parte
II, "Espiritualidad de alianza", Patris Verlag,
Vallendar-Schoenstatt, 1972, 43-60.
El significado de la alianza de Dios para la
historia de la salvación
Quien a la luz de la revelación repase los milenios de
historia transcurridos, suscribirá con gusto la afirmación: "La alianza de
Dios, la alianza de amor entre Dios y el pueblo, es el sentido, la forma, la
fuerza y la norma fundamentales de toda la historia de salvación, comenzando
desde Adán hasta el momento cuando aparezca el Señor sobre las nubes del cielo,
con gran poder y gloria, para juzgar vivos y muertos".
La alianza de amor es el sentido fundamental
de la historia de salvación
El Apocalipsis describe con imágenes dramáticas el
transcurso de la historia guiada por Dios. Pero también pinta vivamente su
consumación, desvelando el sentido que entraña, el sentido que Dios ha puesto
en ella: la plenitud de la comunión de amor entre Dios y el ser humano,
expuesta metafóricamente como las bodas del novio y de la novia. En el final de
los tiempos ambos están ampliamente abiertos y receptivos el uno para el otro;
ambos corren al encuentro con el clamor del anhelo a flor de labios: "¡Ven!"
(Ap 22,17). Se unen el uno con el otro y en el otro en una comunión de amor
indisoluble: he aquí el sentido último de todo el acontecer mundial y de todo
destino.
Relata el autor del Apocalipsis:
"Vi un cielo nuevo y
una tierra nueva. El primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, el
mar ya no existe. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de
Dios, preparada como novia que se arregla para el novio. Oí una voz potente que
salía del trono: mira la morada de Dios entre los hombres; habitará con ellos;
ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Les secará las lágrimas de
los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha
pasado. El que estaba sentado en el trono dijo: mira, yo hago nuevas todas las
cosas… Yo seré su Dios y él será mi hijo" (Ap 21,1-17). "¡Aleluya ya
reina el Señor, Dios nuestro Todopoderoso! Alegrémonos, regocijémonos y demos
gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está
preparada… Dichosos los convidados a las bodas del Cordero" (Ap 19,6-9).
"Se acercó uno de los
siete ángeles… y me habló así: ven que te enseñaré la novia, la esposa del
Cordero. Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada, y me mostró la
ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios, resplandeciente con la
gloria de Dios… No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso
y el Cordero son su templo. La ciudad no necesita que la ilumine el sol ni la
luna, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero" (Ap
21,9-11.22s.).
La alianza de Dios es la forma fundamental de
la historia de salvación
La filosofía nos señala que la causa finalis determina
la causa formalis. Con razón pues la alianza de amor, que en su plenitud
representa el sentido de todo el acontecer mundial, ha de ser también forma
fundamental de la historia de salvación en su totalidad y en cada una de sus
partes. Vale decir que le da forma y figura de amor a cada acontecimiento: el
amor lo preparó y lo envió, el amor lo enciende y profundiza, el amor
posteriormente contribuirá a modelarlo y consumarlo con creatividad.
Las Sagradas Escrituras no se cansan de dar prueba, de
corroborar esta realidad. Lo hacen de muchas maneras, con relatos y
descripciones. El pensamiento de que el Dios de la alianza es el Señor de la
historia recorre todo el acontecer a modo de un hilo rojo. Dios sostiene en sus
manos todos los hilos y los teje para crear un tapiz artístico. La relación
fundamental que mantiene con la humanidad es una relación de alianza. Dicha
alianza sella y determina cada acción de Aquél que guía el mundo. Pero es una
alianza que exige la colaboración creativa del aliado que es guiado.
En la historia de Adán y de Noé, Dios aparece por
excelencia como Dios de la alianza de toda la humanidad; en el caso de Abrahán
y de Moisés, se dedica exclusivamente al pueblo elegido, al pueblo de Dios que
en el Nuevo Testamento ingresará a la historia como pueblo de la Iglesia. El
Nuevo Testamento habla de la alianza del Señor con su Iglesia, alianza que
inaugura y garantiza el camino hacia la alianza de amor con el Padre, con el
Hijo y con el Espíritu Santo.
En la historia de Adán y Eva no se habla ciertamente de
"alianza". Pero la relación de Dios para con ellos, y de ellos para
con Dios, tiene la clara impronta de una relación de alianza. La interrelación
entre ambas partes es una realización e irradiación ideales de una mutua
alianza de amor. Los diálogos son conversaciones de personas que se aman, que
pertenecen el uno al otro. Las obligaciones de la alianza están sólo sugeridas,
se pueden inferir hasta en todos sus detalles de las consecuencias de la ruptura
de la alianza.
Noé es el primero en escuchar la palabra
"alianza" de la boca de Dios. Dios le dice:
"Yo hago una alianza
con vosotros y con vuestros descendientes… El diluvio no volverá a destruir la
vida… Ésta es la señal de la alianza que hago con vosotros y con todos los
seres vivientes que viven con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco
en el cielo, como señal de alianza con la tierra". (Gn 9,9-13)
Dios permanece fiel a su plan. Dios es fiel a la alianza
sellada con la humanidad, pero en cierta oportunidad introduce un nuevo método
en la historia de salvación: el principio de élite. Escoge a Abrahán y su
descendencia de entre los demás pueblos y sella una alianza con él. Dios le
promete una tierra que rezuma leche y miel, una descendencia numerosa como las
arenas del mar
y el nacimiento de un redentor que surgirá de su linaje. A cambio exige plena
entrega de su aliado hasta el fin de los tiempos.
Kentenich
reader, Tomo 2, Págs. 61 y ss
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