viernes, 5 de septiembre de 2025

SCHOENSTATT Y SU SANTUARIO: un lugar de gracias

La comunicación entre Dios, puro espíritu, y el ser humano, un ser ligado a la materia, constituye un tema fascinante. Por "comunicación" no sólo se entiende una percepción intelectual sino también un intercambio integral de vida que incluye los sentidos y la afectividad, y apunta a entrelazar con la mayor perfección posible la naturaleza y la gracia.

Cumbre y punto nodal es el Dios hecho hombre, la palabra de Dios hecha carne. En el camino de la historia que lleva hacia esa cumbre y en la continuación de dicho camino, se observan incontables iniciativas de Dios. En tales iniciativas, Dios ha unido su intervención y su gracia a determinados lugares, cosas u actos. Elocuentes ejemplos de ello son los sacramentos y los santuarios. En todas las religiones, los santuarios se enmarcan en la fe que Dios opera particularmente en determinados lugares y signos.

En el ensayo "Schoenstatt, lugar de gracias", del cual ofrecemos a continuación algunos fragmentos, el padre Kentenich enfoca la cuestión de si Dios (a través de la santísima Virgen) ha obrado y obra especialmente en el lugar de Schoenstatt y en el Movimiento surgido allí.

……

“Schoenstatt, en cuanto lugar y en cuanto organismo vivo, se consideró a sí mismo, desde el principio como una clara obra de Dios, y eso le infundió fuerza de empuje en todas las situaciones por las que pasó. La discusión en torno de Schoenstatt topa, tarde o temprano, con la pregunta crucial: ¿Se puede demostrar realmente que Schoenstatt es claramente una obra de Dios?

Hablo a la vez de lugar y organismo vivo, porque ambos están inseparablemente unidos. Nacieron y crecieron juntos; compartieron siempre un mismo destino. Lo que se dice del lugar vale igualmente para el organismo vivo.

Para quienes contemplan a Schoenstatt con una actitud crítica, los problemas que se plantean en esta área se resumen en la siguiente pregunta:

¿Puede considerarse a Schoenstatt como lugar de gracias?

[…] Una comparación con Fátima nos infunde claridad sobre el asunto. En relación con nuestra fe que Schoenstatt es una obra de Dios, voy a enfocar las fuentes de conocimiento de uno y otro lugar [Fátima y Schoenstatt].

Vivimos en una era de irracionalismo y misticismo triunfantes, en una era de debilitamiento de la fe y de la vida de fe. Especialmente en tiempos como éstos, existen muchas personas que para su conversión esperan milagros y signos extraordinarios, visibles, palpables. Parece que Dios, en su bondad y sabiduría, tuvo consideración de estas personas haciendo surgir el santuario de Fátima.

Otras personas, en cambio, tienen la fuerza y la gracia de abrazar con seriedad las verdades de la fe y así asumir la vida incluso en sus situaciones más difíciles. En este sentido encuentran un sólido apoyo en Schoenstatt, porque Schoenstatt nunca se basó ni en visiones, ni en profecías, ni en milagros físicos: todo en Schoenstatt descansa en el deseo y la acción de Dios. Deseos y acción de Dios que todo cristiano que tenga fe en la divina Providencia puede discernir en la vida diaria y en el acontecer mundial. […]

Cuando llamamos "lugar de gracias" a Schoenstatt, lo hacemos en tres sentidos

Nos referimos a nuestro santuario como lugar de gracia tal como lo es toda iglesia y capilla donde se haga oración y se ofrezca el santo sacrificio. Nadie tiene nada que objetar a ello. Tampoco se objetará que consideremos a nuestro santuario como centro de un movimiento religioso que se originó allí y tiene además allí su hogar. Nuestro Movimiento lo siente como hogar en virtud de los cursos que continuamente se dictan allí, y de vivencias religiosas profundas, tanto en el plano individual como comunitario.

Estas dos interpretaciones no son el punto de ninguna objeción, por lo tanto quedan fuera de discusión. Ésta última gira solamente en torno de la siguiente pregunta: nuestro santuario ¿es como los otros lugares de gracia y de peregrinación donde la santísima Virgen "ha erigido su trono de manera especial"?

La Familia de Schoenstatt sostiene esta opinión fundándose en el Acta de Fundación y en la interpretación providencialista del desarrollo histórico del Movimiento basado en ella. El punto culminante del Acta de Fundación son las siguientes palabras:

"Me parece como si en este momento Nuestra Señora aquí, en la capilla de san Miguel, nos dijese por boca del santo arcángel: no se preocupen por el cumplimiento de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero que ustedes me aman realmente, que asumen con seriedad su propósito. Ahora tienen la mejor oportunidad para hacerlo. En estos tiempos que corren, tan difíciles y tremendos, no crean que es algo extraordinario que se les plantee a ustedes exigencias más elevadas que las planteadas a otras generaciones, incluso que sean elevadísimas. Porque según el plan de la divina Providencia, esta guerra mundial, con sus poderosos impulsos, ha de ser para ustedes un medio auxiliar extraordinario para la obra de su santificación personal. Esa santificación personal es lo que espero de ustedes: es la armadura con la que han de revestirse, es la espada con la cual luchar por sus deseos. Ofrézcanme con esmero contribuciones para el capital de gracias: mediante el fiel, fidelísimo cumplimiento del deber y una ardiente vida de oración, adquieran muchos méritos y pónganmelos a mi disposición. Entonces me estableceré con gusto entre ustedes y repartiré en abundancia dones y gracias, y desde aquí atraeré hacia mí los corazones juveniles, educándolos como instrumentos útiles en mi mano…" (para conformar un movimiento de renovación amplio y bien estructurado)."

                                                Schoenstatt Reader, Tomo 2

 

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