La comunicación entre Dios, puro espíritu, y el ser humano, un ser ligado a la materia, constituye un tema fascinante. Por "comunicación" no sólo se entiende una percepción intelectual sino también un intercambio integral de vida que incluye los sentidos y la afectividad, y apunta a entrelazar con la mayor perfección posible la naturaleza y la gracia.
Cumbre y
punto nodal es el Dios hecho hombre, la palabra de Dios hecha carne. En el
camino de la historia que lleva hacia esa cumbre y en la continuación de dicho
camino, se observan incontables iniciativas de Dios. En tales iniciativas, Dios
ha unido su intervención y su gracia a determinados lugares, cosas u actos.
Elocuentes ejemplos de ello son los sacramentos y los santuarios. En todas las
religiones, los santuarios se enmarcan en la fe que Dios opera particularmente
en determinados lugares y signos.
En el ensayo
"Schoenstatt, lugar de gracias", del cual ofrecemos a
continuación algunos fragmentos, el padre Kentenich enfoca la cuestión de si
Dios (a través de la santísima Virgen) ha obrado y obra especialmente en el
lugar de Schoenstatt y en el Movimiento surgido allí.
……
“Schoenstatt, en cuanto lugar y en cuanto organismo vivo,
se consideró a sí mismo, desde el principio como una clara obra de Dios, y eso
le infundió fuerza de empuje en todas las situaciones por las que pasó. La
discusión en torno de Schoenstatt topa, tarde o temprano, con la pregunta
crucial: ¿Se puede demostrar realmente que Schoenstatt es claramente una obra
de Dios?
Hablo a la vez de lugar y organismo vivo, porque ambos
están inseparablemente unidos. Nacieron y crecieron juntos; compartieron
siempre un mismo destino. Lo que se dice del lugar vale igualmente para el
organismo vivo.
Para quienes contemplan a Schoenstatt con una actitud
crítica, los problemas que se plantean en esta área se resumen en la siguiente
pregunta:
¿Puede considerarse a Schoenstatt como lugar
de gracias?
[…] Una comparación con Fátima nos infunde claridad sobre
el asunto. En relación con nuestra fe que Schoenstatt es una obra de Dios, voy
a enfocar las fuentes de conocimiento de uno y otro lugar [Fátima y
Schoenstatt].
Vivimos en una era de irracionalismo y misticismo
triunfantes, en una era de debilitamiento de la fe y de la vida de fe.
Especialmente en tiempos como éstos, existen muchas personas que para su
conversión esperan milagros y signos extraordinarios, visibles, palpables.
Parece que Dios, en su bondad y sabiduría, tuvo consideración de estas personas
haciendo surgir el santuario de Fátima.
Otras personas, en cambio, tienen la fuerza y la gracia
de abrazar con seriedad las verdades de la fe y así asumir la vida incluso en
sus situaciones más difíciles. En este sentido encuentran un sólido apoyo en
Schoenstatt, porque Schoenstatt nunca se basó ni en visiones, ni en profecías,
ni en milagros físicos: todo en Schoenstatt descansa en el deseo y la acción de
Dios. Deseos y acción de Dios que todo cristiano que tenga fe en la divina
Providencia puede discernir en la vida diaria y en el acontecer mundial. […]
Cuando llamamos "lugar de gracias"
a Schoenstatt, lo hacemos en tres sentidos
Nos referimos a nuestro santuario como lugar de gracia
tal como lo es toda iglesia y capilla donde se haga oración y se ofrezca el
santo sacrificio. Nadie tiene nada que objetar a ello. Tampoco se objetará que
consideremos a nuestro santuario como centro de un movimiento religioso que se
originó allí y tiene además allí su hogar. Nuestro Movimiento lo siente como
hogar en virtud de los cursos que continuamente se dictan allí, y de vivencias
religiosas profundas, tanto en el plano individual como comunitario.
Estas dos interpretaciones no son el punto de ninguna
objeción, por lo tanto quedan fuera de discusión. Ésta última gira solamente en
torno de la siguiente pregunta: nuestro santuario ¿es como los otros lugares de
gracia y de peregrinación donde la santísima Virgen "ha erigido su trono
de manera especial"?
La Familia de Schoenstatt sostiene esta
opinión fundándose en el Acta de Fundación y en la interpretación
providencialista del desarrollo histórico del Movimiento basado en ella. El
punto culminante del Acta de Fundación son las siguientes palabras:
"Me parece como si en
este momento Nuestra Señora aquí, en la capilla de san Miguel, nos dijese por
boca del santo arcángel: no se preocupen por el cumplimiento de su deseo. Ego
diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero que ustedes me
aman realmente, que asumen con seriedad su propósito. Ahora tienen la mejor
oportunidad para hacerlo. En estos tiempos que corren, tan difíciles y
tremendos, no crean que es algo extraordinario que se les plantee a ustedes
exigencias más elevadas que las planteadas a otras generaciones, incluso que
sean elevadísimas. Porque según el plan de la divina Providencia, esta guerra
mundial, con sus poderosos impulsos, ha de ser para ustedes un medio auxiliar
extraordinario para la obra de su santificación personal. Esa santificación
personal es lo que espero de ustedes: es la armadura con la que han de
revestirse, es la espada con la cual luchar por sus deseos. Ofrézcanme con
esmero contribuciones para el capital de gracias: mediante el fiel, fidelísimo
cumplimiento del deber y una ardiente vida de oración, adquieran muchos méritos
y pónganmelos a mi disposición. Entonces me estableceré con gusto entre ustedes
y repartiré en abundancia dones y gracias, y desde aquí atraeré hacia mí los
corazones juveniles, educándolos como instrumentos útiles en mi mano…"
(para conformar un movimiento de renovación amplio y bien estructurado)."
Schoenstatt Reader, Tomo 2
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