"Desafíos de nuestro tiempo” es una selección de textos del padre José Kentenich preparada y editada por el P. Rafael Fernández A. en el año 1985. Al ofrecernos estos textos el P. Rafael nos recuerda que los mismos provienen de un hombre que buscó interpretar los signos del tiempo y darles una respuesta válida y decidida. El padre Kentenich no fue un pensador teórico, dice. Ante todo, fue educador. Y como tal, vio su tarea en unir verdad y vida, teoría y praxis. Con extraordinaria conciencia y responsabilidad histórica vivió intensamente nuestro tiempo. Lo percibió como don y tarea. Así, dejándose guiar por el Dios de la vida, fue un forjador de historia y un educador de la fe en el pleno sentido de la palabra.
Ante el sombrío panorama de una cultura que ha perdido su
fundamento en Dios y que aceleradamente se encamina hacia el caos, no cedió al
pesimismo ni al desaliento.
Análisis de nuestro tiempo.- Ver la acción
de Dios en la historia y detectar en los acontecimientos su voluntad, fue para
el padre Kentenich una verdadera pasión. Constantemente se guió por la máxima vox
temporis, vox Dei: la voz del tiempo es la voz de Dios. Con mirada de fe
auscultó los signos de los tiempos y dedujo de ellos las urgentes tareas que se
le imponen al cristiano actual: la forja de una nueva comunidad basada en
hombres nuevos, libres, solidarios y profundamente anclados en Dios; la
creación de una nueva cultura impregnada por la fuerza vital del Evangelio.
El texto que sigue transcribe ideas que el padre
Kentenich formuló entre los años 1948 y 1950. Fueron años que él pasó
básicamente en el continente americano, especialmente en Brasil, Uruguay,
Argentina, Chile y Norteamérica.
Los
pasajes que hemos reunido en este texto están tomados de su "Informe de
Norteamérica", editado parcialmente por Herta Schlosser en "Der
neue Mensch, die neue Gesellschaftsordnung", Schoenstatt-Verlag, 1971; de
la "Carta de Octubre de 1949", escrita desde Argentina y
actualmente editada sólo como manuscrito tanto en alemán como en español; y del
"Curso Pedagógico" dado en 1950, editado por la
Schoenstatt-Verlag, bajo el título de "Grundriss einer neuzeitlichen
Pädagogik", 1971.
Un tiempo caótico
La extraordinaria preocupación y desvalimiento (del
pedagogo en el tiempo actual), tiene su origen en el extraordinario
desconcierto que se manifiesta en todo el ámbito pedagógico. ¿Dónde radica el
desconcierto y el desvalimiento? Ciertamente en un estado de cosas objetivo: en
la situación confusa y caótica, tanto del tiempo actual como de la situación
anímica del hombre mismo. Con ello hemos nombrado dos expresiones que nos
acompañarán en lo que sigue (…).
Consideremos por un momento ambas expresiones y
sopesémoslas. No sabemos cuál es la causa y el efecto. De pronto percibimos que
lo que hoy designamos como causa, mañana aparece como efecto y viceversa. ¿Qué
es lo que conforma y determina el tiempo? Es el hombre; pero también, por otra
parte, el concepto de medio, de pedagogía ambiental, nos llama la atención
sobre el hecho de que el hombre es fuertemente conformado, transformado, e
incluso deformado, por las circunstancias y por la situación de la época (…).
¿Qué rostro muestra la situación del tiempo actual y del hombre de nuestra
época? Creo que todos confesaremos francamente: el mundo, y con ello también
el mundo interior del hombre, está desquiciado (…).
¿Cuál es el origen de este desequilibrio?
Permítanme dar la siguiente respuesta: la causa radica en
que la humanidad ha perdido su centro de gravedad. ¿Cuál es ese centro
de gravedad? Es el Dios vivo y el orden de ser y de vida objetivo diseñado y
creado por Dios, es decir, la ley eterna. La sociedad prácticamente ha perdido
y abandonado en forma total su centro de gravedad. Por eso, no sólo constatamos
un simple desequilibrio, sino que podemos comparar la humanidad actual con un
ebrio que se encuentra ante un abismo. Ya no puede sostenerse más, y está
pronto a precipitarse en el abismo de la nada. Tal es nuestra situación.
Piensen ustedes en una bola de nieve que se desprende de la cumbre de los
Alpes: primero se desliza suavemente hasta que, de pronto, se convierte en un
atronador aluvión que arrasa y destruye todo. Esa imagen reproduce nuestra
actual situación. A este desequilibrio están unidos la inmensa falta de
consistencia interior, el desarraigo y descobijamiento del hombre
contemporáneo.
5. Así, vacilante, vaga la
humanidad actual, da tropiezos y cae por el suelo. Ciertamente la imagen que
describimos debe ser comprendida como una tipificación. Lo que quiero decir es
que ésta es la dirección, que hacia allá se proyecta el desarrollo (…).
En este contexto, recuerdo lo que expresó, cuando me
despedía de él, el nuncio apostólico de Chile, monseñor Zanin. Él estuvo
durante mucho tiempo en China, conoció el mundo, viajó por todas partes, e
intentaba descifrar la situación de nuestra época. En aquella ocasión, me
acompañaba un joven cohermano en la audiencia. Él se había educado en Chile y
estuvo allí en el seminario. Cuando en la conversación con el alto dignatario
eclesiástico llegamos a tocar la situación de nuestro tiempo, se expresó en
esta forma: "Hoy día es absolutamente imposible comprender al hombre actual.
Yo ya no lo entiendo ¿y usted?", dijo volviéndose a mi joven cohermano.
"A pesar de que usted es todavía joven, también usted tiene demasiada edad
para poder hacerlo. El trastrocamiento de los valores en el hombre actual es
tan total, tan catastrófico, que a aquellos que lo vivimos nos es imposible
entenderlo y descifrarlo correctamente" (…).
¡Cuán desvalidos nos encontramos ante esta situación!
Debemos contar, además, con que pasado mañana, la situación se hará aún más
desesperada. No se imaginen que ya hayamos emprendido el ascenso. Al contrario,
cada vez caemos más profundamente hacia el fondo del precipicio. ¿Cuándo
tocaremos fondo?
¡Bienaventurados todos los educadores que intervienen con
coraje en esta situación de inseguridad! ¡Acabemos con todos los cobardes que
no saben qué hacer, que miran enfermizamente hacia las antiguas playas o que
quieren orientar hacia las nuevas playas, pero desconocen el orden de ser
objetivo!
Pareciera que la dimensión interior del hombre actual se
hubiese reducido. Sus facultades espirituales se muestran ampliamente
empobrecidas. Esto es aún más evidente cuando se trata de dar el salto hacia el
más allá, hacia lo sobrenatural y lo divino.
El hombre moderno ha llegado a convertirse en un hombre-cine.
Está entregado a las impresiones exteriores. Sus actos desconocen la unión
orgánica de unos con otros. Pareciera que sus actos no estuviesen enraizados en
el núcleo de su personalidad. Nos encontramos ante un tipo de hombre que, en
último término, encarna un sinsentido. Si realmente el desarrollo continúa tal
como ha comenzado, tenemos que decir que pasado mañana vamos a presenciar la
total desintegración de la naturaleza humana. Ciertamente el Señor va a
impedirlo. Pero ha llegado tan lejos, es tan fuerte el desequilibrio de la
sociedad actual, que con razón podemos hablar de un hombre deshumanizado,
despersonalizado y masificado (…).
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