Una vez más, la pregunta: ¿de dónde puede provenir la decepción? [Puede provenir de que] en la imaginación me haya figurado al otro tal como la naturaleza lo desearía, pero no como es en realidad. ¿Qué más queda, en tal caso, sino que, de ahí en más, tenga que hacerme más realista? Se dice después: el camino del matrimonio es para nosotros siempre [también] un viacrucis. […] Y eso vale para todo matrimonio. Pero no deben perder de vista que así es toda vida humana, toda vida cristiana. En estas cosas tenemos que aprender a pensar de forma mucho más realista.
Una vez más: ¿por qué razones puedo estar decepcionado de
mi vida matrimonial, de mi cónyuge? Pienso que ahora podríamos repetir, a
nuestro modo, lo que comentamos a lo largo de esta semana. Quiero dar por de
pronto una respuesta de principio, una respuesta teórica, que ustedes
comprenderán de inmediato: debo de haber separado las distintas formas de amor.
Tenemos que grabarnos esto siempre de nuevo: el amor matrimonial tiene que ser
expresión de todo el organismo de las capacidades y posibilidades del amor.
En la práctica, eso significaría ‒y lo digo ahora más en general, en el plano de los
principios‒ que
el amor sexual ha estado separado del amor erótico,
o separado del amor espiritual, o separado del amor sobrenatural. Primera
respuesta ‒y es
toda una línea
[de respuestas]‒.
Tienen que comprobar ustedes mismos qué
significa eso y en qué
medida eso se ha dado en su vida. Naturalmente, es muy posible también que uno se diga: en mí fue así,
pero en mi cónyuge
fue distinto, es decir, yo me esforcé por
mantener el organismo, pero el cónyuge no lo logró.
Una segunda respuesta o serie de respuestas: quizá tenga
que decir que los dos o uno de nosotros se quedó detenido en la etapa en que el
amor matrimonial era primitivo. Y ¿qué significa que era un amor primitivo?
[Significa] que yo quería utilizar al otro sola o principalmente para
satisfacerme a mí mismo. Yo quería ser feliz. Eso es amor primitivo. Que ese
amor primitivo prorrumpa por momentos es humanamente comprensible. Pero, en lo
esencial, tiene que convertirse más y más en un amor plenamente maduro. ¿Dónde
se funda el amor maduro? ¿Cómo es? «¡Con tal que tú seas feliz!». Nos hemos
unido y nos pertenecemos mutuamente: quiero hacer feliz a la otra parte.
¿Me permiten que lo repita? Primera serie de respuestas:
no se ha realizado el organismo de las formas de amor correspondientes.
Segundo: se ha observado ese organismo, pero el amor se ha quedado enganchado
siempre en el estadio primitivo. ¿Comprenden la diferencia? No deben perder
nunca de vista que una vida matrimonial realmente ideal, de alto nivel,
presupone heroísmo en todo. Por eso, con razón se puede repetir la frase que
habla sobre la «orden» de la familia, sobre la «orden» de la vida matrimonial.
¿Por qué he entrado yo a una orden religiosa, a una
comunidad religiosa? Para aprender a amar heroicamente. Y todo mi matrimonio
debe ser también una «vida religiosa» de ese tipo. Allí tengo que aprender a
amar heroicamente. Por eso, me permitirán que repita una vez más la frase sobre
el «monasterio» del matrimonio. Es una frase muy importante, significativa, y
presupone toda una cantidad de cosas.
Y quiero dar una tercera serie de respuestas. ¿Dónde
reside, en general, la debilidad del amor?
- Primero: en que puede separársela de las formas
superiores del amor.
- Segundo: en que puede ser demasiado primitiva.
- Tercero: en que olvide que no hay amor sin sacrificio.
Un amor que no insta al sacrificio no es un amor sano. En
alemán tenemos muchos adagios en ese sentido. Por ejemplo: el amor insta al
sacrificio y el sacrificio insta al amor. O bien: el amor se alimenta del
sacrificio. Allí reside muchas veces la gran dificultad: en que olvidamos que
la vida matrimonial es una vida de sacrificio.
J. Kentenich, 10.04.1961, en Am Montagabend, t. 20, 248-250
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