El padre Kentenich tematiza en muchos pasajes ‒sea en conferencias, cartas personales o conversaciones‒ la gestión de las dificultades y alienta a no eludirlas, sino a enfrentar los desafíos de sufrirlas y de luchar con ellas hasta el final.
La receta de Goethe.
Goethe nos dio en una ocasión una receta: «Si estás sereno, recibirás ayuda».
Pienso que con razón interpretamos nosotros la frase «si estás sereno» en este
sentido: si ahora no me agito, si no voy corriendo ni me arrojo sin más en
brazos de la vida, sino que estoy sereno, me encuentro a solas con Dios,
entonces todavía podré recibir ayuda.
Pienso que aquellos de nosotros que ya tienen tras de sí
una vida relativamente larga, una vida de lucha espiritual, tendrían que
encontrar una solución brillante a todos los problemas desde la perspectiva de
la filialidad sencilla.
J. Kentenich, 1937, en Kindsein vor Gott, 262
Dificultades son tareas.
Un
elemento del programa de vida que, en realidad, todos tendríamos que
escribirnos detrás del espejo o, mejor, grabamos en el corazón [dice:]
dificultades, del tipo que sean, son tareas.
Y, verdaderamente, no pocos de nosotros tienen […] que
superar […] grandes dificultades. […] El principio, el programa de vida reza:
«dificultades son tareas». Dicho de forma popular: las dificultades están para
ser superadas.
¡Dificultades, dificultades de la vida, tareas de vida!
Sí, hasta podemos decir: las dificultades de la vida son pruebas singularísimas
de la confianza y del amor. [Puede] ser un regalo de lo alto el que nos veamos
[…] empujados de ese modo al torbellino de la vida. […]
No derrumbarse, sino confiar.
O
sea, la respuesta no debe ser el derrumbamiento, sino despertar [y
preguntarse]: ¿Qué quiere Dios ahora?
¿Apretar los dientes? Sin duda, todo eso está bien, es
auténtico, verdadero, bueno y hermoso, pero, en última instancia, [se trata]
también [de] mantener el corazón y la cabeza abiertos a la irrupción del
torrente de la gracia desde lo alto. Tienen que considerar de nuevo
detenidamente la idea tal como está formulada ahora. O sea, dificultades ‒mencionen aquellas que los torturan‒: ¿qué son [esas dificultades] para mí? ¡Tarea
de vida! […]
Dios nos conduce a través de los golpes del destino.
Hasta el final de la vida el Dios de la Providencia nos
conducirá a través de los golpes del destino que sufrimos en la vida. El Padre
Dios sigue siendo siempre el gran educador de sus hijos predilectos. ¿Y cómo lo
hace? A través de los golpes del destino. Por eso, [sería] también una gran
torpeza pensar, por ejemplo: ya tengo treinta, cuarenta, cincuenta años ‒y, si pienso en mí mismo, ochenta años‒ de
edad. Ahora Dios tiene su descanso, […] ¡pero no da descanso! ¿Por qué
no da descanso? Mientras vivamos, él nos está educando. Por tanto, no debo
decir que estoy terminado [en mi educación].
Seguir siendo siempre flexible.
No
estoy nunca terminado. Lo digo en tono de broma: lo estaré a lo sumo después de
la muerte ‒pero
lo digo solamente en tono de broma‒:
entonces, la educación
habrá terminado. Si mantengo eso, permaneceré siempre despierto, no me volveré nunca terco y rígido. […]
Por lo tanto, ¡nunca querer estar terminado, [sino]
querer estar siempre en movimiento! Ustedes conocen la antigua frase que dice:
Estar dispuesto lo es todo. ¿A qué estoy dispuesto? A decir sí a los deseos del
amor eterno e infinito.
J. Kentenich,
18.04.1966, fuente inédita
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