JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor
Jesucristo, que has muerto por nosotros en la cruz.
Ahora estás suspendido entre cielo y tierra
para que surja una nueva creación de amor.
Tú, el Dios omnipotente, estás allí tan inefablemente pobre,
porque tu amor es tan hondo y es tan cálido.
……
Mirar con amor tu cruz me sirva cada vez
para no confiar más en el dinero y en los
bienes materiales,
y poder así con facilidad, entregarme
totalmente a ti y a María Madre,
con el corazón y el pensamiento. (“Hacia
el Padre”, Pág. 102)
Continuamos reflexionando sobre “La forma de Cristo”
con las palabras de nuestro Padre fundador tomadas del librito “Dios mi padre”.
"Padre,
glorifica a tu hijo" (Jn 17,1), así reza el Salvador. ¿Cuál es la gloria
que el Padre ha dado al Unigénito? Aquí en la tierra fue la gloria de una paz
inmutable en medio del sufrimiento, esa profunda conciencia de la dualidad con
el Padre en medio de todas las dificultades. ¡Qué paz infinitamente profunda
anida en esa convicción! Cristo ha podido tenerla siempre porque sólo vio el
deseo del Padre. Esta paz era infinitamente grande, porque su alma tenía
permanentemente la visión beatífica. Jesús quiso hacernos participes de su paz
y su alegría, pero exige de nosotros que no bebamos en todos los riachuelos de
alegría que conoce el mundo, sino que lo busquemos sólo a Él.
Ser santo es
estar configurado según Cristo y esto significa adoptar la forma de Cristo,
hacer propia la entrega filial al Padre. Ser santo no es saber, sino entregarse
filialmente como lo hizo el Salvador. Esto vale para el hombre como para la
mujer. Naturalmente la entrega filial debe ser profunda, y si es profunda,
abarca también la voluntad y la vida afectiva.
Seremos tanto
más perfectos y grandes cuanto más elijamos como modelo para nuestra vida y
aspiraciones, ese hacerse niño, ese ser y sentir filial del hombre-Dios.
Entonces el niño más grande entre nosotros ha de ser el santo más grande.
Ontológicamente
somos miembros de Cristo. ¿Lo somos también vitalmente? ¿Representamos al
Salvador? ¿Somos también trasuntos de Cristo?
Queremos tomar conciencia plena e íntegra de nuestra misión de ser
crucificados con Cristo, y esta misión la queremos abrazar, cumplir, con todo
nuestro amor. Estamos orgullosos cuando con Cristo crucificado podemos tener
una vivencia del fracaso de las fuerzas humanas y de la irrupción de la fuerza
divina, para gloria del Padre y para la salvación de las almas inmortales.
El hombre nuevo
no conoce sólo una unión de ser, de vida y de mentalidad con el Cristo doliente
y crucificado, sino también con la vida transfigurada del Salvador (cf. Rom
8,17).
Toda nuestra
alma se enardece cuando decimos con Pablo: "Estoy crucificado con Cristo;
ya no vivo mi vida, mi vida es Cristo" (Gal 2,20). ¡Qué hondo habrá sido
en Pablo la vivencia de la misteriosa dualidad con Cristo!
En la medida en
que le demos nuestro corazón al Salvador nos haremos en Él singularmente niños.
Cristo será
nuestra ruta hacia el Padre en la medida en que lo amemos a Él mismo de
corazón.
El Padre me ama
a causa de Cristo, por eso jamás debo separarme de Él.
Queremos
hacernos uno con el Salvador, no solo para poder ser niños con Él, sino también
para que el Padre pueda mirar con complacencia a su Hijo, porque estamos
insertados en la filiación del Unigénito.
La filialidad
ha de ser para nosotros siempre algo grande; debe ser un testimonio de esa
maravillosa entrega de sí mismo, así como la encontramos en la vida del
Salvador.
Cristo dijo:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). No sólo es camino
hacia el Padre por su sacrificio, por su vigor al soportar las persecuciones,
no. Es también el camino hacia el Padre por el resplandor de sus virtudes
filiales, ellas deben ser la norma de nuestra modalidad filial.
Cristo ¡Cabeza
del mundo entero! En Él y por Él todo debe alabar y ensalzar al Padre (cf. Ef
1,10-12). Esta idea elevó a Pablo; le dio fuerzas sobrehumanas. Los estrechos
conceptos judaicos debían ser destruidos, porque ellos impedían que Cristo
reinara en todo. Todo el mundo debía ser incluido, por consiguiente, el apóstol
de las gentes se vio impulsado a ir de lugar en lugar, de continente en
continente.”
Sejamos vitalmente filhos!
ResponderEliminar"El Padre me ama a causa de Cristo, por eso jamás debo separarme de Él."
ResponderEliminarFeliz Pascua de Resurrección 🙏🙏🙏
José Villalba
Querido Paco, muchísimas gracias por esas palabras que vuelven a resonar en nuestros corazones. Un hermano de alianza, que en paz descanse, compuse una canción que dice, “Padre del gran Amor enséñanos hacernos niños, nuestro mundo necesita del amor de niños padres, padres niños necesita para darle nueva vida”. Así nos enseña nuestro Señor Jesucristo a hacernos niños, hijos fieles del Padre, ¡Deseamos que tengan una felices Pascuas de Resurrección, usted, Analisse y su hermosa familia! Un abrazo fuerte desde Puerto Rico, Lourdes y Adolfo
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