viernes, 2 de abril de 2021

La forma de Cristo (2)

 

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Te adoramos, Señor Jesucristo, que has muerto por nosotros en la cruz.

Ahora estás suspendido entre cielo y tierra

para que surja una nueva creación de amor.

Tú, el Dios omnipotente, estás allí tan inefablemente pobre,

porque tu amor es tan hondo y es tan cálido.

……

Mirar con amor tu cruz me sirva cada vez

para no confiar más en el dinero y en los bienes materiales,

y poder así con facilidad, entregarme totalmente a ti y a María Madre,

con el corazón y el pensamiento.     (“Hacia el Padre”, Pág. 102)

 

Continuamos reflexionando sobre “La forma de Cristo” con las palabras de nuestro Padre fundador tomadas del librito “Dios mi padre”.

"Padre, glorifica a tu hijo" (Jn 17,1), así reza el Salvador. ¿Cuál es la gloria que el Padre ha dado al Unigénito? Aquí en la tierra fue la gloria de una paz inmutable en medio del sufrimiento, esa profunda conciencia de la dualidad con el Padre en medio de todas las dificultades. ¡Qué paz infinitamente profunda anida en esa convicción! Cristo ha podido tenerla siempre porque sólo vio el deseo del Padre. Esta paz era infinitamente grande, porque su alma tenía permanentemente la visión beatífica. Jesús quiso hacernos participes de su paz y su alegría, pero exige de nosotros que no bebamos en todos los riachuelos de alegría que conoce el mundo, sino que lo busquemos sólo a Él.

Ser santo es estar configurado según Cristo y esto significa adoptar la forma de Cristo, hacer propia la entrega filial al Padre. Ser santo no es saber, sino entregarse filialmente como lo hizo el Salvador. Esto vale para el hombre como para la mujer. Naturalmente la entrega filial debe ser profunda, y si es profunda, abarca también la voluntad y la vida afectiva.

Seremos tanto más perfectos y grandes cuanto más elijamos como modelo para nuestra vida y aspiraciones, ese hacerse niño, ese ser y sentir filial del hombre-Dios. Entonces el niño más grande entre nosotros ha de ser el santo más grande.

Ontológicamente somos miembros de Cristo. ¿Lo somos también vitalmente? ¿Representamos al Salvador? ¿Somos también trasuntos de Cristo?

Queremos tomar conciencia plena e íntegra de nuestra misión de ser crucificados con Cristo, y esta misión la queremos abrazar, cumplir, con todo nuestro amor. Estamos orgullosos cuando con Cristo crucificado podemos tener una vivencia del fracaso de las fuerzas humanas y de la irrupción de la fuerza divina, para gloria del Padre y para la salvación de las almas inmortales.

El hombre nuevo no conoce sólo una unión de ser, de vida y de mentalidad con el Cristo doliente y crucificado, sino también con la vida transfigurada del Salvador (cf. Rom 8,17).

Toda nuestra alma se enardece cuando decimos con Pablo: "Estoy crucificado con Cristo; ya no vivo mi vida, mi vida es Cristo" (Gal 2,20). ¡Qué hondo habrá sido en Pablo la vivencia de la misteriosa dualidad con Cristo!

En la medida en que le demos nuestro corazón al Salvador nos haremos en Él singularmente niños.

Cristo será nuestra ruta hacia el Padre en la medida en que lo amemos a Él mismo de corazón.

El Padre me ama a causa de Cristo, por eso jamás debo separarme de Él.

Queremos hacernos uno con el Salvador, no solo para poder ser niños con Él, sino también para que el Padre pueda mirar con complacencia a su Hijo, porque estamos insertados en la filiación del Unigénito.

La filialidad ha de ser para nosotros siempre algo grande; debe ser un testimonio de esa maravillosa entrega de sí mismo, así como la encontramos en la vida del Salvador.

Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). No sólo es camino hacia el Padre por su sacrificio, por su vigor al soportar las persecuciones, no. Es también el camino hacia el Padre por el resplandor de sus virtudes filiales, ellas deben ser la norma de nuestra modalidad filial.

Cristo ¡Cabeza del mundo entero! En Él y por Él todo debe alabar y ensalzar al Padre (cf. Ef 1,10-12). Esta idea elevó a Pablo; le dio fuerzas sobrehumanas. Los estrechos conceptos judaicos debían ser destruidos, porque ellos impedían que Cristo reinara en todo. Todo el mundo debía ser incluido, por consiguiente, el apóstol de las gentes se vio impulsado a ir de lugar en lugar, de continente en continente.”

3 comentarios:

  1. "El Padre me ama a causa de Cristo, por eso jamás debo separarme de Él."
    Feliz Pascua de Resurrección 🙏🙏🙏
    José Villalba

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  2. Querido Paco, muchísimas gracias por esas palabras que vuelven a resonar en nuestros corazones. Un hermano de alianza, que en paz descanse, compuse una canción que dice, “Padre del gran Amor enséñanos hacernos niños, nuestro mundo necesita del amor de niños padres, padres niños necesita para darle nueva vida”. Así nos enseña nuestro Señor Jesucristo a hacernos niños, hijos fieles del Padre, ¡Deseamos que tengan una felices Pascuas de Resurrección, usted, Analisse y su hermosa familia! Un abrazo fuerte desde Puerto Rico, Lourdes y Adolfo

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