viernes, 16 de abril de 2021

El amor, su esencia y su actuación

Innumerables autores, poetas y escritores han tratado el tema del amor desde el principio de los tiempos. Los que vivimos en y desde la espiritualidad de Schoenstatt conocemos el tema; no en vano vivimos en la fuerza de la alianza de amor. Nuestro padre y fundador habló del amor en muchísimas ocasiones. Hoy quiero compartir con mis lectores un bellísimo y profundo capítulo del pensar, sentir del Padre Kentenich al respecto. Está tomado del estudio sobre el principio paternal que él mismo escribió en Milwaukee en 1964 titulado “Hacia la casa paterna va nuestro camino”. (Disculpen la extensión, pero no he querido prescindir de ninguna frase del capítulo).

 

Naturaleza y actuación del amor (en general)

“Lo que se puede decir del amor en general, lo damos aquí más o menos por conocido. La literatura schoenstattiana trata el proceso de vida al que no referimos de tal forma amplia y profunda que podemos, con razón, abstenernos de traer aquí una repetición completa del mismo. Dado que la espiritualidad de alianza es el fundamento de nuestra espiritualidad tridimensional, espera todo el mundo que nuestra preocupación central sea una pronunciada pedagogía de los vínculos y del amor en el sentido de una teoría equilibrada del organismo, y que podamos encontrar una respuesta clara a todas las preguntas relevantes al respecto.

Sin embargo, si destaco a pesar de ello y de nuevo algunos momentos, debo seleccionar para ello aquellos que nos permitan más adelante comprender mejor las expresiones concretas de vida de las Hermanas.

 

Esencia del amor

Todos estos momentos giran en torno a la esencia del amor.

(El amor como misterio; ley divina y humana fundamental del universo)

El amor, en todas sus formas justificadas y auténticas, quiere ser entendido como un misterio: ya se trate del nivel natural o del nivel sobrenatural. El mismo adquiere una posición clave en el plan divino de gobierno del mundo. Se denomina también por ello la ley fundamental divina del universo. Esto significa: la razón de todas las razones, el último motivo o razón para toda la creación y actividad divina y humano divina es el amor. Todo lo que Él hace, ocurre por amor, mediante el amor y para el amor. De esto se desprende: la ley fundamental divina del mundo exige como respuesta humana la ley fundamental de educación del amor. Todo lo que nosotros hacemos, debe hacerse consecuentemente por amor, mediante el amor y para el amor. El libro de la “Santidad de la vida diaria” trata a fondo en su parte tercera ambos temas: sobre la ley fundamental divina del mundo y sobre la ley fundamental de educación humana.

El amor es y será siempre un misterio – también en la esfera natural. Es por ello que será difícil, también en esta forma, descifrarlo, circunscribirlo y representarlo. Sólo con mucho esfuerzo será posible acercarse a él. El lenguaje humano nunca se cansará de mostrar y anunciar una y otra vez aspectos nuevos sobre el mismo.

Ya hemos intentado anteriormente denominar su carácter atemporal como una unión de amor o un intercambio de corazones y una fusión de corazones. A nuestra literatura le gusta mostrarlo como vinculación personal. Lo interpreta como una vinculación interior profunda de las almas entre persona y persona.

Según esto, el amor en todas sus formas justificadas rompe el estrecho círculo de la autoconciencia egocéntrica; experimenta consecuentemente al amado como su mitad, no pocas veces como la mitad mejor de su propia alma. A través de este tipo de entrega y pérdida de la propia alma en un tú personal, es como la persona accede a la plena posesión de su propia personalidad en sí misma y como miembro de la comunidad. Sólo en esta biunidad misteriosa y en el sentimiento de identidad con un tú, el individuo se convierte en un ser humano pleno y en un ser humano comunitario. Así está en camino de poder vivir y mostrar el hombre nuevo que proclamamos con tanto cariño y por el que luchamos en la nueva comunidad, capaz de superar ese estar anímico impersonal del uno frente al otro, por medio de un estar uno en el otro, con el otro y para el otro con toda el alma. Así es como entendemos las palabras de nuestro Redentor: quien pierde su alma, ese la gana.

La relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo la presentamos por lo general de la siguiente forma: un auténtico amor al prójimo es un estar espiritualmente uno en el otro, con el otro y para el otro como expresión, protección y medio para el estar en, con y para el otro con Dios. Ambas formas de amor fluyen gradualmente la una hacia la otra de acuerdo con la ley de transferencia y transmisión orgánica; ambas se condicionan, se aprecian y se aseguran y promueven mutuamente.

Poetas y artistas cantan y nos dicen hasta qué punto el noble amor humano provoca y asegura la conciencia de identidad entre la pareja. Beethoven comienza su única carta a la “amada inmortal” de su corazón con las palabras: “¡Mi ángel, mi todo, mi yo!”. Richard Wagner deja que Isolda y Tristán digan en el dúo del segundo acto: “Isolda tú, Tristán yo, no más Isolda!, ¡Tristán tú, Isolda yo, no más Tristán! ….. Sin nombrarnos, sin separarnos, reconocernos de nuevo; por una eternidad sin fin, una sola consciencia ….”

 

(Desde la filosofía)

Los filósofos resumen todas las experiencias de este tipo y las reducen, como último principio, a un denominador común general. Llaman al amor una vis unitiva, una vis assimilativa y una vis transformativa, es decir, una fuerza psíquica unificadora, asemejadora y una fuerza del alma creadora y transformadora, que siempre apunta a la transmisión de vida mutua lo más perfecta posible.

 

(Desde la teología)

Los teólogos definen el amor como un vínculo perfecto, es decir: como un vínculo que une lo más perfectamente posible a Dios y al hombre, a la persona con la persona, y a todas las virtudes en la persona. Francisco de Sales escribe así a santa Johanna Franziska de Chantal: “Deseamos pertenecer a Dios, usted como si fuera yo, y yo como si fuera usted”. Es fácil probar hasta qué altura ha repercutido la ley de transferencia y transmisión orgánica en esta relación extremadamente pura de dos santos.

Francisco aclara:

“La verdadera esencia del amor consiste en el encuentro y desahogo del corazón, que surge inmediatamente después de la complacencia, y que llega a su zenit en la unión.”

Así es cómo podemos interpretar las palabras del Redentor:

“Si alguno me ama, mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”.

Juan dice al respecto:

“Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”

Y el apóstol de los gentiles explica:

“Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.”

Francisco de Sales destaca lo siguiente:

“El amor es el vínculo de la perfección, porque en él y a través de él se juntan y unen todas las perfecciones del alma.” “El amor de Dios es la meta, la perfección y coronación del universo. En eso reside la grandeza y la primacía del mandamiento del amor a Dios, que el Redentor denomina como el mayor y primer mandamiento. Este mandamiento es como un sol, que otorga su lugar y su dignidad a todas las santas leyes, a todas las ordenanzas divinas y a todas las sagradas escrituras. Todo fue hecho para este amor celestial, todo se relaciona con el mismo. Todos los consejos, exhortaciones e inspiraciones y todos los demás mandamientos penden como flores del árbol sagrado de este mandamiento. Su fruto, sin embargo, es la vida eterna.”

Considerando el objetivo de este estudio, no creo necesario traer a la memoria, aquí y ahora, más sobre la esencia del amor.”

  

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