viernes, 30 de octubre de 2020

San Francisco de Sales, pionero de nuestra santidad

Para finalizar el pequeño ciclo sobre la santidad de la vida diaria traigo a modo de colofón unas palabras de nuestro fundador sobre Francisco de Sales. (Ver Carta-estudio de 1949 - Epístola perlonga):

“Lo que decimos hoy sobre la santidad de la vida diaria, ya lo enseñaba san Francisco de Sales en su tiempo. Por entonces era significativamente más difícil que hoy, cuando el terreno se encuentra muy bien preparado en virtud de las tremendas conmociones sufridas en el plano del espíritu.

El movimiento que san Francisco de Sales inició o al menos fomentó fuertemente, halló su definitiva coronación en la Constitución Provida Mater Ecclesia. En una época en la cual la gente común sólo conocía una ascética típica de las órdenes religiosas, fue necesaria su genialidad religioso - pedagógica para desprender con mano segura la piedad de las formas habituales de las órdenes religiosas, remontarlas a lo esencial y supratemporal, al amor perfecto, y adaptarlas cuidadosamente a la individualidad personal y al lugar original que cada uno ocupa en la vida.

De ahí que, en la historia de la espiritualidad de Occidente, san Francisco de Sales sea considerado como pionero de la santidad de la vida diaria para todos los estados de vida; como doctor de la Iglesia y maestro de una ascética expresamente laical; como precursor de la espiritualidad de los Instituta saecularia y todas sus corrientes afines.

Por otra parte, los peritos en la materia consideran como natural que en su manera de enseñar y hablar san Francisco de Sales se haya desprendido de las costumbres de la época y que en su audaz avance haya entrado en conflicto con las teorías y formulaciones de entonces. …… Por entonces sólo a los miembros de las clases privilegiadas les era posible aplicar al mundo laical la ascética monástica. ….

Ahora bien, todo esto era impensable para la gran masa. Por lo cual esta llegó a la convicción de que era imposible vivir en el mundo y ser a la vez piadoso: eso es algo que sólo pueden cultivar frailes y monjes. No estamos llamados a ello. Por eso renunciamos definitivamente a empeñarnos en esa dirección y viviremos nuestro día laboral sin contacto con Dios. A lo sumo el domingo y el tiempo oficial de oración…

Quien quiera hacer un análisis exacto de la época; quien investigue las causas de la secularización de la vida que impera hoy por doquier; quien indague las fuentes del paganismo de los días laborales y del cristianismo del domingo, no puede pasar por alto estos contextos. (……………)

Todo ello nos permite advertir cuán importante es estudiar la espiritualidad de san Francisco de Sales, dejarse introducir por él en la esencia, sentido y finalidad de una santidad de la vida diaria para las vocaciones laicales que esté en consonancia con la época, y cuán importante es también ser elocuentes pregoneros de dicha santidad, mediante nuestras palabras y acciones.

San Francisco acuñó tres principios a los que se ciñó inconmoviblemente y que son de gran importancia para todos los que quieran superar el colectivismo, para todos los que quieran que la vida diaria en el mundo, con todas sus facetas, vuelva a estar vinculada a Dios. Estos principios pueden considerarse como el vademécum de todos los institutos seculares y sus amigos.

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1º Principio: La espiritualidad monástica no puede practicarse en la profesión que se desempeña en medio del mundo.

2º Principio: La verdadera espiritualidad no va en perjuicio de nada, ni de la profesión, ni de los negocios. Por eso es falsa toda espiritualidad que perjudica la profesión, arruina los negocios, quita prestigio en el mundo, entristece el espíritu y vuelve insoportable el carácter.

3º Principio: En el mundo se puede arribar a la máxima perfección tan bien como se lo puede hacer en un monasterio.

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Esta clara concepción de una santidad de la vida diaria acorde a la época impulsa por sí misma a una realización concreta en la perfección de estado.

El transcurso y contenido de cada día de trabajo están esencialmente determinados por las tareas inherentes a cada estado y profesión. San Francisco de Sales desarrolló con firme consecuencia la idea que había concebido con tanta claridad. Por eso no se cansaba de advertir sobre exageraciones; de desaconsejar el afán de cosas extraordinarias; de integrar las aspiraciones religiosas en el sobrio contexto de los deberes de estado y dejar que allí se desplegasen con eficacia.

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En sus escritos podemos leer:

“Por favor, Filotea, ¿acaso sería correcto que un obispo viviese en tanta soledad como un cartujo, que los casados no quisieran adquirir más bienes que los capuchinos, que un obrero quisiera pasar todo el día en la iglesia como los religiosos, o que un religioso pretendiese estar enredado en cuestiones jurídicas como un abogado? ¿Acaso una piedad tal no sería ridícula, desordenada e insoportable? Y sin embargo se detecta muy a menudo este error…”

En cierta oportunidad le escribe también a santa Francisca Chantal:

¿Cómo quiere que sea su alma? ¿Un espíritu agudo, fuerte, firme, constante? Permita usted que su espíritu esté en consonancia con su posición, que sea el espíritu de una viuda, vale decir, pequeño y sometido a todo tipo de humillaciones, excepto lo que sea ofensa a Dios.”

 

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