En una carta del Padre Kentenich a su colaborador más estrecho, el Padre Alex Menningen, del 23 de abril de 1956, podemos leer algunas características de estas dos formas de espiritualidad presentes en la Iglesia desde hace muchos siglos, y que el Padre analiza y compara pensando especialmente en los miembros de sus institutos seculares. En su reflexión da la voz también a dos “representantes” de estos dos estilos, los universalmente conocidos Juan de la Cruz y Francisco de Sales.
“Yo destaco dos tipos de
santidad, que se diferencian fuertemente en su forma de pensar y de actuar.
Permíteme que denomine a una de ellas como contemplativa en el sentido
de la antigua vida conventual, y a la otra apostólica.
Fíjate que no comparo el
tipo contemplativo con el tipo activo, sino con el apostólico. La
espiritualidad orientada apostólicamente une la vida contemplativa con la vida
activa. Se atiene al lema: contemplata aliis tradere (transmitir lo
contemplado a los demás). Lo que ha colmado hasta lo más profundo al alma en su
tranquila meditación, quiere ser transmitido a otros círculos mediante la
actividad apostólica. El tipo apostólico pertenece a las órdenes y comunidades
apostólicas, así como a los institutos seculares. Es a la vez el ideal de la
ascética laical moderna. (…..) Antes de que profundice en el tema, quiero
recordarte que ambos tipos coinciden en su concepto sobre la esencia de la
santidad. Ambos la saben en la unión de amor con Dios.”
A continuación, nos muestra algunas diferencias entre las
dos modalidades y las subraya con algunos textos de los mismos santos citados
arriba.
“Las actitudes a menudo divergentes comienzan justamente cuando se trata de aquellas que se refieren a la imagen de Dios, a la imagen del hombre y a la imagen del mundo, y el consecuente desprendimiento y purificación del corazón frente a lo terrenal, que se deriva de esa actitud previa. Precisamente de esa purificación del corazón quiero tratar brevemente. Para ello voy a darle la palabra alternativamente a un representante de cada una de las dos actitudes.
La orientación
contemplativa la muestra el gran maestro Juan de la Cruz, cuando dice que la purificación
del corazón exige
“la separación radical de
todo lo terrenal, de este mundo en su conjunto, de sus vínculos y juicios. El
camino hacia ‘todo Dios’ se da únicamente a través del NADA incondicional de la
creatura. Por ello hay que dejar a un lado todo apego del corazón a los bienes
de este mundo, porque los mismos impiden al espíritu en su anhelo de Dios”.
San Juan de la Cruz se apoya en la experiencia y
sabiduría secular cristiana, el ideal de los anacoretas del inicio de la cristiandad
que buscaban una purificación plena a través del desprendimiento total de las
cosas terrenales.
Frente a esta postura se encuentra la espiritualidad del
tipo apostólico de nuestros días. El Padre Kentenich lo explica así:
“El tipo apostólico moderno
piensa en estas cosas de forma totalmente diferente. Uno de sus representantes
más reconocido – San Francisco de Sales – escribe así:
“No aprecio a las almas que
no aman nada, que permanecen impasibles ante todos los acontecimientos. Una de
dos, o les falta fuerza o un corazón amable, o desprecian indiferentemente tanto
lo bueno como lo malo.”
Además, profundiza en esta
afirmación con un ejemplo que trae en su libro ‘Filotea’:
“Si vosotros os ayudáis a
conseguir la caridad, la verdadera devoción y la perfección cristiana, entonces
sí, que será perfecta amistad. Será grande, ya que viene de Dios, excelente, ya
que tiende a Dios, sublime debido a que su vínculo es Dios, grande como es
eterna la amistad en Dios. Es agradable ser capaz de amar en la tierra como se
ama en el cielo, y aprender a amarnos unos a otros en este mundo como será
eternamente en el otro. No estoy hablando aquí de un simple amor de caridad,
porque hay que tenerla para todos los hombres. Hablo de la amistad espiritual,
en la cual, dos, tres o más personas intercambian devoción, afectos
espirituales, y verdaderamente son un mismo espíritu. Con razón las almas
felices pueden cantar: ¡Qué tan bueno y agradable es el habitar unido de los
hermanos!”
Quiero terminar hoy estas citas con un texto que el Padre
Kentenich incluye en la carta citada, después de destacar las diferencias entre
las dos formas de piedad o santidad, mostrando la importancia de Francisco de
Sales para el santo de hoy. Y lo hace recordando la Carta-Encíclica ‘Rerum
Omnium Perturbationem’ del Papa Pio XI, dedicada a este santo. La cita tomada
de esta Encíclica es la siguiente:
“Además de esto, parece que Francisco de Sales ha
sido regalado a la Iglesia con un propósito particular: desmentir el prejuicio,
arraigado en muchas personas y aún no superado, que la verdadera santidad, tal
como propone la Iglesia, o no se pueda conseguir, o al menos sea una meta muy
difícil de alcanzar para la mayoría de los fieles, y que está reservada a unos
pocos especialmente magnánimos; y que vaya unida a grandes esfuerzos y dificultades,
y que por lo tanto no se pueda adaptar a aquellos que viven fuera de los claustros
y conventos.”
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